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domingo, 5 de marzo de 2017

La caza de la renegada

Este relato, señoras y señores... No es para todo el mundo.

Fue escrito para ''el autor invisible'', un pequeño concurso que hicimos unos amigos escritores y yo, donde cada uno tenia que dedicarle un relato a otro escritor. Cada uno teníamos que dedicar el relato a alguien, y recibiamos a cambio un relato, todo esto sin saber quien escribiria a quien (ya que una autora se propuso como arbitro y ella daba los nombres a cada uno).

Esta vez no pondré sipnósis ni nada, aunque ya lo he advertido, no es un relato para todo el mundo.



La nación sin ley. Así se conocía a la espesa llanura en la que se hallaban los peores criminales del salvaje oeste. Desde la villa de Five Points, pasando por el gran cañon y el casino de los pieles rojas; no había en todo ese gran terreno de tierra una sola placa de sherrif que no estuviese enterrada bajo el polvo y la arena o en el bolsillo de algún ratero buscando sacarse unos cuartos.
    En Five Points había una cantina llamada ‘’The Saloon” donde se reunian, además de los granjeros y respetables habitantes de la zona; la peor escoria que ha pisado estas deserticas tierras: Ladrones, violadores, asesinos, matones… no había ni un solo tipo de delito que no haya sido practicado por aquellos lares.
    La famosa taberna de la villa era el lugar favorito para los trapicheos de los delincuentes porque, a pocos metros, se hallaba la iglesia del sacerdote Pedro, el cual absolvia de todos sus pecados a uno si este de verdad mostraba un profundo arrepentimiento.
    Irónicamente, todos los pecadores eran hombres de dios y suplicaban clemencia cuando la penitencia debía ser sentenciada.

La desconocida intocable

La oscura penumbra nocturna se había cernido sobre Five Points y su taberna. Los últimos rayos de luz desaparecieron en cuanto el sol hubo desaparecido por el horizonte. Canticos, risas, disparos ocasionales y música de piano era la banda sonora que reinaba en el interior de aquel local. Las calles del pueblo estaban desiertas y tan solo en el interior de los edificios reinaba la presencia humana; iluminada por chimeneas, antorchas y velas.
    Los truenos irrumpían en The Saloon sin inmutar a su clientela: Las putas se frotaban contra los hombres que habían tenido a bien contratarlas; hombres que, por lo general, no eran granjeros ni trabajadores honrados sino más bien todo lo contrario.
    Las bailarinas en el escenario, enseñando su ropa interior en cada movimiento, siendo arropadas por una lluvia de billetes de dolar y, en alguna occasion especial, recibian billetes de veinte directamente entre la ropa interior cuando se dejaban manosear por los borrachos que las rodeaban, hombres ebrios que cantaban canciones inteligibles, que berreaban palabras sin significado alguno.
    “Los hombres de negocios” ubicados en las mesas más alejadas del escandalo, disfrutando de la tranquilidad y la máxima intimidad que se podía disfrutar en el local.
   - ¡Ay!
Tontoderpueblo… ¡No me toques! –Le recriminó una puta a un joven de pocas luces que se había acercado a manosearla.
   - ¡HjaHjaHja! Me disculpo, moza -aseguraba el disminuido mental mientras se urgaba la nariz, provocando que la damisela pusiera cara de asco al ser manoseada por la mano restante de este.

Dio la impresión de que el joven esperaba una bofetada, pero en su lugar la cantina quedó en absoluto silencio. Nadie movía una pestaña; todos, incluido Alex (tontoderpueblo), clavaron sus ojos en las ventanas y la puerta del local.
    El silencio les brindó la oportunidad de escuchar el sonido de los cascos de un caballo golpeando violentamente la tierra; algo extremadamente inusual dado que los hombres llegaban por el día y se iban por el día. Nadie llegaba ni se iba por la noche, nadie a excepción de…
    El caballo se detuvo frente a la cantina; su jinete bajó del caballo y ató a la montura al poste para, después, iniciar un andar de paso funebre e imponente; el andar de un rey.
    En el interior pocos eran los que habían dejado de mirar a los ventanales y a la puerta más interesados, según denotaban sus miradas, en observar las reacciones de los demás… y no era para menos: Algunos se miraban compugnidos sin decirse nada, otros sudaban, otros temblaban… pero nadie rompió el silencio ni el voto de inmovilidad.
    La silueta oscura subió los cuatro escalones de madera hasta llegar al porche, donde continuó andando siendo observado a traves de los cristales hasta que llegó a la puerta.
Se detuvo un instante; todos oyeron el suspiro que precedió a su cautelosa entrada a traves de las puertas “vaiven” que chocaron contra el marco dejándole paso hasta volver, con un ruido repetitivo, a su posición inicial.
    Todo tipo de miradas fulminaron a la silueta: miradas asesinas, temerosas, inquisitivas, indiferentes… pero nadie hizo nada. Las bailarinas habían dejado de bailar; las putas de frotarse en las rodillas de sus clientes, los borrachos de beber y los maleantes de trapichear.
    Todos tanteaban desde sus asientos las culatas de tus revolveres; preparados para desenfundar y disparar… pero nadie hizo nada.
     La silueta, ataviada con excesivo ropaje que le daba más volumen a su cuerpo del que seguramente tendría.
Un sombrero y un pañuelo de colores claros tapaban el rostro del desconocido, aunque todos parecían saber quien era la persona que se escondía detras de la tela y el cuero.
     Todos se miraban de refilón a lo “Clint Eastwood” con miradas nerviosas y en constante movimiento, buscando al parecer respuestas a sus preguntas en las acciones de los demás, pero como nadie pestañeaba siquiera, no ocurrió por su parte nada en absoluto.

Quien fuera que fuese, fue quien rompió el hielo.
Reanudo su andar tranquilo y despreocupado (como si no considerase amenaza a las decenas de matones que tenía a su espalda) hacia la barra del bar. Se sentó en el taburete, se quitó el sombrero, se bajó el pañuelo que tapaba su boca hasta dejarlo colgando de su cuello: una joven mulata de oscuros ojos, labios carnosos y mirada muerta.
    No desvió la mirada que le dirigió el camarero y, con una rapidez impresionante, levantó el dedo indice de su mano derecha (la cual estaba oculta bajo un guante de cuero), provocando que el dueño del local actuase en consecuencia colocando frente a ella una copa y una botella de Whisky.
    Al ver que por su parte no iba a suceder nada interesante; todos volvieron a sus quehaceres: Las putas comenzaron a beber, los malechores a restregarse en sus rodillas, los borrachos a bailar y las bailarinas a trapichear. Nadie se concentraba en sus propias acciones tanto como en observar a la recien llegada y nadie se acercó a excepción de tres matones que, con paso desvergonzado, se acercaron a ella por detras con sonrisas de oreja a oreja; ella por su parte pareció no percatarse, continuaba totalmente quita con la mirada clavada en las vitrinas que contenian las botellas del bar, solo rompía su voto de inmovilidad para beber y vaciar su vaso.

El hombre más alto, ubicado entre los tres, se quitó el sombrero (siendo imitado por los otros dos), y tocó con suavidad el hombro de la mulata. Ella no se giró, no se molestó en mirarlos, simplemente se limitó a llevarse la copa a los labios.
   - ¿Qué quereis?
   - Perdond usted, señorita -empezó a hablar con un tono amable y simpático, pero denotando burla y desprecio en cada silaba-, mis amigos y yo nos preguntábamos que clase de mujer es usted, que tales pintas lleva.
   - Visto como me place -contestó ella tajante.
   - Pues a mis amigos y a mí nos parece que solo buscas llamar la atención de un hombre.
   - O de varios -añadio uno de sus compinches riendo entre dientes.
   - Que te hagan sentir mujer -concluyó el tercero.

Por primera vez la mujer se dió la vuelta sin levantarse; evaluó con la mirada de abajo a arriba a los tres hombres y, cuando hubo terminado, se dió la vuelta y continuó bebiendo.
   - No me interesa -sentenció.

El tontoderpueblo, que ni se había dado cuenta del silencio que se había adueñado del bar se limitó a exclamar y a reir ante la respuesta de la joven.
Uno de los tres matones le amenazó con una mirada asesina y, debido a esto, Alex se llevó las dos manos a la boca para tapársela, como si no fuese capaz de cerrarla por si mismo.
   El mas alto de los tres hizo una mueca, lo cual demostraba que no soportaba el rechazo.
   -Señorita, voy a insistir.
¿Sabes quienes somos? Estos lares son muy peligrosos para una dama… sobretodo si va sola. Un poco de protección no le vendría mal… Y no hace falta que nos pague con dinero, precisamente -dijo él; los otros dos rieron, complices.
   - No sé quienes sois -murmuró antes de acabarse de un trago la bebida, golpeando en la barra con el vaso vacio.
Luego añadió-: Y eso quiere decir que no sois nadie; pero la verdad es que no me importa.
   - Te bastará con decir que cuando quiero algo lo consigo, por las buenas o…

No pudo terminar la frase.
La mujer no se movió un milimetro, seguía dandole la espalda pero, bajo su axila se produjo un disparo que delataba el arma que la joven tenía preparada. El más alto de los tres cayó fulminado de espaldas. Cuando los otros dos, a los pocos segundos, se dieron cuenta de lo que pasaba y lanzaban sus manos a las culatas de sus pistolas ya era demasiado tarde; otros dos disparos se produjeron derribándolos al instante.
   La mulata se levantó; se llevó el cañon del revolver (el cual desprendía humo) a los labios y soplaba. Se agachó sin enfundar el arma y registró los cadaveres de sus víctimas, extrayendo de ellos dinero, munición, armas y otros objetos de valor.
   Toda la clientela de “The Saloon” quedó boquiabierta e inmovil mientras eran testigos de la escena. Cuando la joven hubo terminado, volvió a alzarse y fulminó con la mirada a todos y cada uno de los presentes; retándolos a enfrentarse a ella… pero nadie movió un musculo. Las manos que hacía unos segundos tanteaban sus culatas ahora se posaban encima de las mesas.
   Enfundó el arma, se colocó el sombrero; se dirigió al mozo y contrató una habitación, subió las escaleras con paso lento y cauto hasta que se hubo perdido en el pasillo que llevaba a las estancias individuales.
   Todos los presentes comenzaron a analizar lo que acaban de presenciar y, poco a poco, la rutina habitual de desfase, borracheras, folleteo y disparos volvió a adueñarse de la cantina.
Te debo una

De la misteriosa mujer, nada se conocía: Ni la identidad, ni el origen ni sus intereses. Solo se sabía que la perseguía la muerte; ella era letal y donde iba moría gente. Era capaz de enfrentarse a ella sola a emboscada de decenas de hombres y acababa sin un solo rasguño rebuscando en los cadaveres los fallecidos.
   Nadie sabía a quién o a qué buscaba, pero sobre eso había todo tipo de elyendas urbanas, cada una más exagerada que la anterior. Pocos quedaban que no supiesen de su reputación y los que osaban atacarla, pues su vida se veía reducida al polvo y a la arena del desierto. Alimento para buitres y gusanos.

***

El joven Alex despertó sobre su colchón de paja rodeado de cerdos, los cuales roncaban plácidamente mientras las moscas se daban un festin con sus deposiciones.
Alex agarró su sombrero raido y se levantó, andando hacia la puerta del establo y saliendo al exterior. Se desesperezó crujiéndose la espalda, rascándose los testículos, acumuló mocosidad en un escupinajo y lo lanzó al suelo.
   Observó a su alrededor sin nada que se saliese de lo habitual: Caballos en los postes, las señoras haciendo sus quehaceres matutinos, ganaderos haciendo trapicheos con sus negocios, putas saliendo de sus niditos del amor y cadaveres pudriendose al sol frente a The Saloon.
   La runita no tardaría en romperse pues unos bandidos con los rostros tapados tras prendas de ropa y sombreros aparecieron de la nada sobre sus caballos y bajando ante The Saloon.
Eran cinco y se les veía nerviosos y agresivos; todo el mundo presenciaba como intentaban llevarse el hermoso potro blanco que, sin duda alguna, pertenecía a la mulata misteriosa pero, nadie, absolutamente nadie cuerdo y mínimamente inteligente se atrevió a interponerse.
   Pero Alex era especial, él no era como los demás. Se agarró a los tirantes del pantalón para tibarlos hasta sus hombros e, inflando sus pulmones, se acercó al grupo de maleantes con paso decidido.
   - ¡Eh! -Los alertó el deficiente mental-. ¡Ese jamelgo no e vuestro, e de la moza! -Su toque de atención los alteró mucho más, haciendo que se mirasen unos a otros. Uno de los que vigilaba se acercó al joven y lo derribó de una patada.
   - No te metas donde no te llaman, imbécil.
   - P·Pero e que… el jamelgo no e vuetro.
   - Pero nada, anormal. Lárgate de aquó o te pego un tiro.
   - Ese jamelgo no e vuetro -repitió como si fuese una obviedad de la que solo él se hubiese percatado.
¿Acaso no se daban cuenta esos señores de que el caballo blanco no les pertenecia? Tras decirlo de nuevo, se envalentonó. Gritando:- ¡Ese jamelgo no e vuetro!
    
- ¡Se acabó! Voy a mtar a este anormal -anunció desesperado el enmascarado, encargado de desatar al caballo. Apartó de un empujón a su compañero, desenfundó su revolver y apuntó sin vacilar al pobre tonto, apretando el gatillo: Hubo dos estruendos que ensordecieron el poblado entero, provocando que las mujeres presentes se llevasen las manos a la boca y a la cabeza, los hombres, por el contrario impasibles, tragaban saliva al ser incapaces de moverse un solo centimetro.

Alex calló de rodillas llevándose la mano al hombro izquierdo. Presionando la perforación provocada por el impacto de bala. Cuatro estruendos más se produjeron (prácticamente instantaneos), cuando el matón que había disparado al tonto cayó fulminado con un gemido de dolor. Aunque no se desplomaron al mismo tiempo, si lo hicieron a tiempos muy parecidos.
   Las miradas fueron a parar al tercer piso de The Saloon donde se hallaba quieta como una estatua la mulata, la cual se llevó a la boca el cañón de su revolver y sopló sin dejar de mirar a los cadáveres; recargó su revolver colocando, con una impresionante tranquilidad, las balas en el tambor de la pistola para después colocar el arma en su funda y dar la espalda a la calle principal; volviendo a su habitación.
   Pasaron pocos minutos antes de que reapareciése en el porche del local, saliendo por la puerta y deteniéndose bajo el porche, analizando con sus ojos de halcón todo el panorama.
No tardó en caminar hacia los cadaveres y rebuscar entre sus pertenencias en busca de objetos de valor, los cuales acabó metiendo en los maletines situados en la silla de montar de su caballo.

Desató el complicado nudo y se montó en él. Tiró una bolsa de monedas a los pies de Alex mientras decía:
   - Gracias. Te debo mucho -aseguró con un breve asentimiento. Pese a todo su expresión facial continuaba siendo inexcrutable-; no lo olvidaré. -aseguró, dando unas suaves golpes con los pies en los costados del caballo; salió trotando de Five Points ante la aterrorizada mirada de sus habitantes. Ocho muertos en una sola madrugada por una sola persona, nada menos.

Ya no te debo nada
Un tiroteo se cernía sobre el raso paramo vecino a Five Points. Un caballo blanco y su jinete malherida trotaban por el llano huyendo de una decena de bandidos que, desde sus monturas, disparaban sin acertar; todos gritaban improperios y se animaban unos a otros, como si el trabajo ya estuviese realizado, pero el caballo de ella era por fortuna el más rapido y poco a poco consiguió poner entre ellos una distancia considerable.
   Un disparo había perforado el abdomen de la joven y, por fortuna, parecía haber atravesado su cuerpo sin más daños que arterias menores y algunos musculos dañados. La mulata luchaba por no perder la consciencia, murmurando cosas en voz alta para sí misma. Buscando algún lugar en la lejanía que le sirviese de cobertura a la hora de plantarles cara; no tenía posibilidad alguna de hacerlo a campo a traves.
   El número de disparos se vieron reducidos a la vez que aumentaba la distancia que los separaba, hasta que finalmente ellos se perdieron en el horizonte y ella se adentró en un publecito abandonado, el cual servía de referencia a los viajeros para llegar a la villa más próxima. Se introdujo en una de las casas en rinas con el caballo y bajó de él cerrando la puerta tras de sí; la oscuridad era tal que no podía ver absolutamente nada en el interior, nada excepto unos finisimos hilos de luz lunares que se colaban a traves de la rendijas de madera de la estancia.
   La joven sentía su sange caliente derramándose por su ropa; sin dudarlo un segun segundo se arrancó violentamente la manga  del brazo izquierdo usando los dientes, rasgándolo desde la base del hombro y al ser una tela bastante elástica pudo envolver con la tela sus caderas a modo de cinturon, deteniendo de una forma chapuceramente eficaz el sangrado.
   Sintiéndose muy debil, se sentó sobre sus tobillos para mantener la herida presionada contra su muslo; repitió el ejercicio que de memoria se sabía: rellenar a ciegas las recamaras de sus dos revólveres, pues el tercero no había llegado a usarlo.
Habían bastado solo dos de ellos para plantar cara a la emboscada que le habían tendido en el casino de los pieles rojas. No eran los hombres que ella buscaba, pero si que eran caza recompensas que llevaban desde hacía un tiempo siguiéndole la pista.
   Una vez lista, colocó una de las dos pistolas que tenía desenfundadas en su carcasa dejando su percutor listo para efectuar un disparo rápido de ser necesario. Y, con la segunda pistola al lado de su pómulo y con el cañón apuntando al techo, abrió un poco la puerta que daba al exterior en busca de sus perseguidores.
   - Vamos… Vamos… -se impacientó al sentir la sangre fluir entre sus piernas; llegó un momento en que hasta ella, que normalmente mantenía la cabeza fría, llegó a perder el control de sí misma. Miró a traves de la puerta entreabierta: Uno, dos, cinco minutos… pero nada alteraba el silencio y la tranquilidad de la noche.

Si tenía suerte, el viento habría borrado las huellas de su montura y con la oscuridad de la noche no les habría quedado otra que rendirse. Cuando comprendió que nadie iba a llegar, abrió la puerta de par en par y, mientras enfundaba el arma, se dirigió a su animal la cual, aún fatigada, la miró desde el suelo suplicando más rato de descanso.
   - Te has portado muy bien, Venganza. Ya estaría muerta de no ser por ti -le agradeció acariciándole el lomo-. Pero necesito que hagas un último esfuerzo… -La malherida joven tiró de las riendas de su caballo, pero esta dejó caer su cabeza al suelo y se revolcó aún más por los suelos-. Por favor… -suplicó ella desesperada. Su montura debió entender la urgencia de la situación porque, resignada, se levantó y andó hacia la puerta.

No tardaría nada en llegar a Five Points donde ese mismo día había descubierto que se ocultaba (en sus cercanías) su siguiente objetivo el cual le llevaría hasta el terrorífico subjefe de la banda criminal: Vieri, el gato.

***

Cuando quiso darse cuenta, trotaba por las desérticas calles de la villa.
Su mayor miedo hasta el momento era verse sorprendida por indeseables y ser forzada a defenderse por su vida.
   Como la última vez: Cánticos, risas y disparos provenían de The Saloon; pero en lugar de acercarse al local por la calle principal maniobró por las avenidas secundarias en busca de la clinica del doctor de la ciudad.
   Cuando quiso darse cuenta se desplomó golpeándose la cabeza contra el suelo; inmóvil y obligándose a si misma a mantener la consciencia, se vió arrastrada por alguien hacia un callejón oscuro y, por extensión, a un establo; dejando a su paso un rastro que evidenciaba que alguien había arrastrado algo de un peso considerable
   Cada vez veía todo más borroso, y cada vez le costaba más mantener los ojos abiertos; no ayudó la oscuridad del establo, intentó forcejear pero fue inutil. No le quedaban fuerzas para nada.

El hombre, quien fuera que fuese, la dejó reposada sobre una superficie blanda.
Acercó al cuerpo de la joven herida pero ella, sacando fuerzas de donde creía que no quedaban, desenfundó con un movimiento automático el revolver y lo apuntó contra la silueta contrastada por la luz lunar del exterior.
   - Si me tocas, te mato -dijo una voz que no pareció salir de su boca. Pudo vislumbrar, en conscuencia, una sonrisa y unas manos alzándose obedientes. Vio como aquella silueta retrocedía de forma lenta hasta perderse en la lejanía… una lejanía que no logró visualizar porque se quedó dormida.

***

La mulata convalenciente despertó y abrió los ojos cegada por la luz solar.
Parecía estar en su cenit y eso la confundió pues siempre despertaba durante el amancer. Se intentó alzar, emitiendo un gemido de dolor y se percató que la superficie en la que se encontraba era de paja. Al recordar el motivo de su dolor, posó los dedos en la herida para descubrir finalmente que la perforación había sido cubierta con limpios vendajes.
   Alguien me ha curado” -pensó buscando con la mirada al responsible, pero ella no tenía aliado alguna y eso le hizo desconfiar- ‘’Pero… ¿Quién y por qué?’’
  
Tardó unos segundos en encontrar a un joven dormido en un rincón de la cuadra.
La joven se percató de que no había manchas de sangre en su ropa ni en su piel, por lo que automáticamente dedujo de que él no podía haberla salvado. Tras comprobar que nadie más se hallaba en la estancia, se levantó con dificultad y, meciendo el cuerpo del adormilado mozalbete con el pie, dijo:
   - ¡Eh! Mozalbete, despierta. Vamos -le apuró ella, deseando obtener alguna respuesta de lo que había pasado. Él abrió los ojos, los cuales estaban infestados de lagañas, y los clavó en el escote de la mulata-. Mis ojos están aquí, imbecil -le reprochó soltándole al tiempo una patada. Ella no iba a tolerar que ningún hombre la mirase de esa manera.

La victima del golpe se cubrió la cara con las manos, delantando un miedo al maltrato. Ella no le golpeó más.
   - Me llamo Nora.
¿Cómo te llamas?
   - Alex. Aunque se me conoce como Tontoderpueblo -respondió sacando pecho, orgulloso de poseer un titulo.
   - Encantada… ¿Me salvaste tú? -preguntó Nora decidida a ganarse su confianza.
   - Tencontré en esta cuadra como potra herida queres.
Tabas sangrando mucho, busque portanto al padre Pedro para que te salvase.
   - ¿A un sacerdote? ¿Por qué no llamaste a un doctor? -inquirió ella alzando una ceja.
   - Mira, maja. Los doctores curan el cuerpo, pero nolalma. Tol mundo sabe que los hombres de dios lo curanto.

Nora intentó mantener el control, pensando que pese a todo el no había hecho nada con mala intención.
   - Vale.
Está bien. Me curó un sacerdote. ¿No? -preguntó. A la mulata se le ocurrió que podría venirle bien, pues los sacerdotes solían obtener información privilegiada debido a las confesiones; al mismo tiempo se le pasó por la cabeza que sería muy mala suerte si se corría la voz de que estaba debil y vulnerable en aquella caballeriza.
   - No, no no. ¿Cómo vacurarte una hería de bala el padre Pedro, so burra. ¿¡Tas majara!? Le conté al padre que había una potra herida. Quel se lo dijo a su moza (la cual es sobrina d’este), que buscase ardoctorderpueblo. Pero como no lo encontraba, la moza derpadrePedro se lo dijo a la moza derdoctor, esta lo encontró y se vino paka. Telaquitó, yo vomité, te puso las vendas (bonitas ubres que tienes, potra), me dijo que te dijera algo, pero se m’ha olvidao.

Alex sonrió, como si estuviese satisfecho de haber dicho de carrerilla todo aquello sin equivocarse ni una palabra.
   - Empiezo a entender porque te llaman ‘’tontoderpueblo’’ -impregnando todas y cada una de sus silabas de veneno.
   - A musha honra, moza -asintió el mozalbete con una sonrisa estupida a más no poder.
   - ¿Eres tonto o te lo haces? -preguntó la joven mientras comprobaba la munición de ambos revolveres y que ambas armas estuviesen en perfecto estado.
   - Mi mae siempre me desía que llegaría mu lejos, y quera mu listo. Así que, en er fondo me lo hago.

Nora puso los ojos en blanco al tiempo que volvía a la pila de heno y rebuscaba asegurándose que no se dejaba nada; su tercer revolver se hallaba a un lado de donde anteriormente había estado tumbada.
   - Necesito que me lleves hasta el sacerdote, Alex.
   - Las explicaciones luego.
  
- Moza, tú no dejaste que me disparasen. Mi via te pertenece.

A la mulata ni se le habría ocurrido la idea de despreciar aquella oportunidad. Tener un sirviente lo haría todo más fácil en aquél momento de debilidad. Y como dudaba que el joven pudiese valerse por si mismo, lo arroparía bajo su ala protectora.

***

Nora avanzó entre los bancos de aquella pequeña y modesta capilla de madera.
Lo hizo con la mirada gacha, bajo el velo que la camuflaba. Una ropa que le iba sumamente pequeña, pero no podía quejarse si la había tomado prestada.
   Se sentó en el borde del primer banco más cercano al altar y, por ende, del confesionario.
   Esperó a que el posadoro de The Saloon, el cual se encontraba arrodillado frente al locutorio, acabase su turno y se marchase.
La siguiente en la cola hizo el ademán para levantarse, pero Nora fue más rápida colándose, ignorando las quejas y los reproches que se granjeó por semejante descaro.
   - Ave María Purísima -murmuró el sacerdote. Nora juntó las manos y apoyó los codos sobre la base de madera. Estaba nerviosa, hacía mucho que no se confesaba pese a que, en un pasado no muy lejano, era de lo más creyente que podía encontrarse.
   - Sin pecado concebida… -susurró cerrando los ojos-. Perdóneme, padre, porque he pegado. Hace demasiado que no me confieso. He tenido oportunidad pero simplemente he huido de mi responsabilidad.
   - ¿A qué se debe esa resistencia a absolver tus pecados, hija mía?
   - No creo merecer la absolción, padre.
   - Todos pecamos, hija. Y todo el que quiera remidirse; se arrepienta y quiera mejorar… será perdonado.
   -He pecado… y volveré a pecar.
   - No puedo eximirte de tus pecados si no sientes arrepentimiento ni sientes la necesidad de enmendarlo.

Hacía tanto que la joven no hablaba con alguien que no fuese ella misma o su montura de manera cordíal que sintió el impulso de mentir:
   - Siento la necesidad de confesarme y me arrepiento de todo lo que he hecho.
   - Es suficiente, hija. Procede.
   - Mis pecados son los siguientes: He matado a innumerables hombres, algunos porque me atacaron, otros por venganza. Y he disfrutado con ello.
   - Hija mía -susurró el sacerdote en un intento fallido de interrumpirla.
   - He perseguido y rastrado personas, las cuales me causaron un gran mal. Las he torturado e interrogado hasta la muerte. He saqueado objetos de valor de los cadaveres. He desconfiado y tratado mal a personas que, quizás, solo estaban intentando ser agradables conmigo… he mentido y he desechado lo mejo de mí. De lo que una vez me hizo ser humana.
   - ¿Has terminado?
   - Sí -volvió a mentir.

El sacerdote permaneció durante unos instantes en el más absoluto de los silencios. Al poco rato rompió la omisión de palabras, y lo hizo con un sermón.
   - Con cada nuevo penitente que acude a mí, mi fe en la humanidad se ve resquebrajada. Como buen cristiano y siervo del señor debo impartir justicia divina y dar al penitente paz… ¿Pero de que sirve, hija mía, si en cuanto se aleje de aquí volver a pecar… y no accidentalmente, sino en plena consciencia de sus actos -hizo una pausa-. Los creyentes se convierten, una y otra vez en pecadores… pero no veniis aquí arrepentidos. Vienen aquí porque temen morir y recibir el castigo divino. Pero no lo hacen por miedo a no poder convivir consigo mismos el resto de sus vidas. ¿Acaso no pasa lo mismo contigo, hija mía?

Nora abrió los ojos y miró a la red de paja que le separaba del sacerdote. El podía verla, pero ella a él no,
   - Tengo mis motivos, padre.
   - ¿Cuales son esos motivos, hija mía?
   - La venganza.
   - ¿Pero no puede acaso el ser humano perdonar?
   - No, padre. No puedo perdonar a los culpables de mis desgracias.
   - Cuéntame, hija mía -inquirió el sacerdote demostrando una curiosidad muy poco común en los curas parroquianos como él-, ¿Que pudo motivar a una jovencita como tu…?
   - No quiero recordar -susurró la mulata mientras por su mejilla recorría una gruesa lagrima.
   - Secreto de confesión, hija mía. ¿Has hablado de esto con alguien?
   - No.
   - Ahí tienes el problema.
   - Solo le diré, padre, que no he venido aquí a confesarme. He venido aquí para que rompa el secreto de confesión que ha hecho con otras personas. He venido aquí para que me diga todo lo que quiero saber.

Al presionar la herida; el cura sacó lo peor de Nora. Volviéndola agresiva y despiadada, unas llamas abstractas iluminaron la mirada de ella. Ya no había marcha atras, el sacerdote le brindaría toda la información que ella necesitaba… tanto si quería como si no.

***

Nora sacó su segundo revolver sin dejar de mirar a los dos únicos hombres que quedaban con vida. Alex la miraba boquiabierto desde detrás; había agotado el cargador de su primer revolver con seis hombres y de los dos que quedaban vivos sobraba uno. Un último disparo fulminó a un rubio, dejando al tuerto pelirrojo con vida el cual ya había tirado la pistola a sus pies.
   - Chuta la pistola hacia mí -gritó Nora, euforica- Yo de ti no haría ninguna tontería, Ronaldo. Ya has visto lo bien que disparo.
   -Maldita zorra… -se quejó el superviviente. Desconfiando no dejaba de alternar miradas entre Alex y ella. A él miradas incrédulas y a ella miradas temerosas. Nora disparó dos tiros a sus pies haciéndolo saltar.
   - Tumbate en el suelo boca arriba. ¡Ya! 
   - ¿Para qué? Me vas a matar de todas formas.

Nora sonrió.
   - No tengo porque matarte. A algunos los mato por venganza. Y a otros, como tú, os cazo para obtener información. Así que sé inteligente y haz todo lo que te diga, responde a todo lo que te pregunte con sinceridad… Y saldrás vivo por esa puerta.

Alex sonrió y asintió, asegurando que sería lo mejor. Ronaldo echó una mirada indecisa a Alex y después volvió a mirar a Nora, la cual perdió la paciencia, gritando:
   - ¡Que te eches al jodido suelo!

Ronaldo le faltó tiempo para estirarse boca arriba.
   - Alex. Ata sus manos a la espalda… Ya.
   - Peo… Moza. Yo nunca he atao a nadie.
   - Siempre hay una primera vez para todo. Hazlo.

Una vez atado. Nora se acercó y le bajó la cremallero de los pantalones dejando al aire una mediocre polla de oscuro color de piel, la cual se encontraba en su tamaño más reducido.
   - Podemos hacer esto por las buenas o por las malas… -susurró Nora acercando sus labios al oido de Ronaldo-. Y por las buenas disfrutaras… mucho. Digamos que estaré muy agradecida contigo si contestas mis preguntas.

El prisionero la miró sorprendido y un escalofrio le recorrió cuando Nora le mordió la oreja derecha mientras empezaba a masturbarle con la mano que tenía libre.
   - ¿Quieres más? Dime donde están Vieri, el gato y su jefe, el malo maloso.
   - ¿Qué jefe? -preguntó riendose- El máximo al mando ha sido siempre Vieri.
   - Todos sabemos que Vieri es solo la mano derecha del malo maloso -susurró juguetona Nora, al parecer divirtiéndose con el interrogatorio. Contoneó su escote a pocos centimetros de la cara de Ronaldo. El miembro de este ganó un tamaño considerable entre la mano de su captora-. Voy a decirte algo que no tiene nada que ver con el interrogatorio… ¿Sabias que hace meses que no tengo sexo con ningún hombre? Me muero porque me metan una dura y gruesa polla… como esta que tengo entre las manos.

Ronaldo se sonrojó acercándo su boca a los labios de Nora, pero ella retrocedio unos centimetros.
   - ¡Ah! No… Si quieres el premio tienes que darme lo que quiero a cambio. Dime donde están el malo maloso y Vieri, el gato -susurró la mulata mientras se inclinaba y acercaba su boca al glande del recluso metiéndosela de pleno. Este miró a Alex, el cual se estaba masturbando sin reparo alguno ojeando el prominente culo de su ama. Justo cuando Ronaldo estaba apunto de acabar, Nora dejó de comersela y susurró en su oido-. ¿Quieres que te de el gustazo? Dime donde puedo encontrarlos.
   - En el casino de los pieles roja. En el hotel NewCroffort. Allí tienen su base… En la recepción tienes que pedir una reserva a nombre del autor invisible… te darán una llave que abre una puerta trasera; la cual lleva a un casino clandestino. Pero nunca vas a poder contra ellos… Acabaras muerta o al menos desearás estarlo.
   - No me mientes… ¿Verdad?
   - ¿Qué sentido tendría mentirte? No serviría de nada.

Nora palpó a su rehen con la mirada procurando saber si decía la verdad. Debió de ser así porque dijo:
   - Te estoy muy agradecida… Y ahora voy a recompensarte como te prometí -susurró agarrándole de el miembro de nuevo. Ronaldo sonrió.

Un disparo lo pringó todo de sangre; Nora había disparado a quemarropa a los testiculos de Ronaldo. Que se desplomó aullando de dolor.
   - Y te recompenso con una muerte literalmente rápida si la comparamos con lo que tenía planeado -sentenció la mulata, devolviendo a su rostro el tono frio y indiferente de siempre.

Colocando la pistola en la sien de Ronaldo, presionó el gatillo y eso fue lo último que sintió Ronaldo antes de ser enviado a las profundidades del infierno.

La resumida historia de mi amado esposo

Aquella noche no había luna, solo espesas nubes negras que se expandían por el firmamento.
Una fogata separaba a Nora y Alex, además de ahuyentar a los depredadores y al frio. Ninguno de los dos se había dormido y se miraban en silencio.
   - Está bien. Te lo contare -murmuró la mulata decidida, rompiendo el silencio
   - ¿El qué, moza? -contestó Alex rascándose la cabeza.
   - Te contaré por qué persigo a todos estos bastardos. Mi esposo, en paz descanse, era un buscavidas, un bastardo… pero no era como el resto de delincuentes. El tenía sus propios ideales y sus principios, pero colaboraba con malechores para salir del camino… y ganarse la vida.

“… Yo era pertenecía a una prestigiosa familia britanica…”
   - Moza. No ej que no minterese. ¿Pero… Podría ir a lo importante? No tenemo toa la noxe. Tenemo que descansa poque tenemo que cumpli toa esa majadería de su vengansa.

Sorprendida, Nora se apresuró en una resumida explicación que hasta el más tonto de los mandriles pudiese entender… aunque quizás eso fuese esperar demasiado de Alex.
   - Mi marido, después de casarnos, colaboraba con una banda criminal. Pero su archi-enemigo, el malo maloso (cuya identidad solo unos pocos conocen) lo torturó y asesinó por una razón que desconozco. No conozco a nadie de la asociación criminal, pero los he perseguido y cazado desde entonces… Yo amaba a mi marido. Y pienso vengarlo. Fin de la cita.
   - Ah… Eso explica muchas cosas -respondió él sorprendido mientras se urgaba la nariz-. Peo… Si no conociah a nadie… ¿Cómo sabíah a quien teníah que perseguíh, moza?
   - Tiré de los hilos -musitó Nora. Su mente voló hacia tiempos pasados, cuando aún era una joven felíz y despreocupada-. Durmamos un poco. Mañana nos espera un día movido. ¿Has entendido cual es el plan? ¿Tienes alguna duda?
   - Peo moza si io no voy a haceh nah.
   -
Ah… Sí. Se me olvidaba que no sirves para nada útil -susurró Nora indiferente, al rato sonrió maliciosamente-. Quizás llegado el momento puedas serme de ayuda interponiendote ante mí y las balas.
   - A su servicio, moza.

La identidad del malo maloso al descubierto

El sol se encontraba en su cenit; tras horas de travesía por el abrasador páramo, llegaron al gran acantilado desde el cual se podía observar en los límites del horizonte las imponentes montañas nevadas bordeando la gran extensión de tierra desertica, poblada por pequeñas villas interconectadas unas con otras. Entre todas ellas se hallaba el mayor casino de toda la Nación sin ley.
   Tras un vistazo rápido, Nora y su acompañante descendieron por el camino más cercano hasta llegar al poblado llamado Trovadores aunque, como bien era sabido por todos, era más conocido como el cuartel general del malo maloso y sus compinches.
   Pese a ser un secreto a voces: Los civiles, los viajeros, los comerciantes y otros organismos sociales influían en la clandestinidad del grupo criminal, permitiendo que estos se camuflasen entre ellos. Los ciudadanos de la zona pagaban religiosamente sus impuestos a cambio de protección y la garantía de no ser acosados por los mismos delincuentes. Por lo tanto, el miedo colectivo de la sociedad era soportada debido al privilegio de la seguridad privada.

La población (al estar acostumbrada a las excentricas visitas relacionadas con el hampa) no cometían el error de relacionarse ni inmiscuirse en los asuntos de dichas organizaciones. No reaccionaron al ver a la mulata y al tonto sobre sus caballos trotando por la calle principal.
   - ¿Onde sesconderán? -preguntó Alex mirando a un lado y al otro de la ancha avenida. Pero antes de que Nora pudiese responder, vieron al final de la calle un edificio enorme, de muros blancos y piedra lisa que contrastaba con todos los demás edificios de madera de la zona.
   - Ahí -respondió ella alzando el dedo. Sin más preámbulos, fustigó a su montura para que se dirigiese a la entrada del lujoso edificio. Tras desmontar, se enroscó los fajines con la munición de diferentes calibres alrededor del torso; Seis revolveres: dos bajo las axilas, dos colgados en sus fundas en torno a la cintura y dos escondidos en sus tobillos. De la silla de montar extrajo una mochila repleta de dinamita que se colgó de la espalda y, por último, agarró dos escopetas recortadas-. No parece que se escondan -susurró mientras apoyaba la recortadora de su mano derecha sobre el hombro derecho sin soltar el mango; dejó caer la escopeta de la mano izquierda, describiendo un movimiento de pendulo con el brazo muerto. Armada hasta los dientes, se colocó el sombrero y una capa para tapar su cuerpo-. Vamos, Alex.
   - Sí, señora -respondió obediente Alex. Bajó de su montura y agarró un trozo de madera para no ir desarmado, juntos, se acercaron al edificio dejando atras el cartel donde ponía: “Guarida secreta del malo maloso y compinches S.A”

 Una vez ante la puerta, Nora accionó ambos percutores de sus dos armas principales y pateó la puerta, abriéndola provocando un estruendo y entrando en el interior lista para matar a todo el que sostuviese un arma.
   La mulata vio a un sinfin de hombres levantándose, dirigiendo sus manos a sus armas pero ella era más rápida y antes de que pudiesen reaccionar ella ya estaba buscando una cobertura y apuntando a dos de ellos mientras memorizaba la localización aproximada de los demás pero, antes de que pudiese accionar ambos gatillos, todo se volvió oscuro.


El infame malo maloso y su mano derecha, el gato.

Una patada se estrelló en las costillas de Nora, haciéndole recuperar la consciencia. Estando estirada boca abajo tosió levantando polvo del sucio suelo. La habitación era oscura, estaba vacía y en un estado lamentable. Un hombre se hallaba en la puerta, observándola sin perder detalle mientras que el otro volvió a propinarle una patada, esta vez en el estomago.
   La mulata se retorció de dolor, obligándose a sí misma a no emitir sonido alguno que evidenciase su dolor y, en su lugar, estableció una posición fetal de autodefensa. Tras unos segundos de inmovilidad total, con la velocidad del rayo, dirigió sus manos atadas por las muñecas hacia las fundas ocultas en sus tobillos, pero resultaron no contener arma alguna. El hombre rió de forma cruel, mientras le propinaba una nueva patada esta vez en el hombro.
   - Nos hemos asegurado de que no queden armas ocultas. No eres tan hábil sin ellas… ¿Verdad? -se jactó mientras le propinaba una nueva patada en la cara con la suela de la bota al tiempo que la insultaba-. Perra.
   - Basta – El otro hombre le apartó de un empujón al tiempo que agarraba del brazo a la joven y la levantaba- Vieri la quiere viva… por el momento.
   - Mira que culito tiene -cuchicheó mientras le azotaba el culo al tiempo que ojeaba su cuerpo de arriba a abajo-. Cuando el jefe acabe con ella. ¿Crees que nos dejará darnos el gustazo?
   - Seguramente -contestó el bandido que había detenido al otro mientras la llevaba a rastras hacia la puerta-. Aunque yo de ti no esperaría nada. ¡Andando! -ordenó pegándole un fuerte tirón del brazo. El hombre que la había agredido anteriormente, la agarró por el brazo restante y tiró de ella.

Nora no podía andar, la cabeza le daba vueltas y sentía como le sangraba la napia. Sus rodillas arrastraban el suelo mientras la conducían a algún lugar. En algún momento, tras cruzar varias puertas, la lanzaron sin pudor alguno al suelo de una sala muy diferente al resto, pues esta estaba repleta de estanterías con libros. Las maderas que constituian el suelo y las paredes eran de una textura brillante, nueva y dura. Ella gimió revolcándose en el suelo juntando la espalda con el suelo y buscando con la mirada algo que le llamase la atención, y lo hizo: Ambos vasallos la habían dejado a los pies de un hombre que sonreía con una inquietante amabilidad, en sus manos había un gato de pelaje blanco. El gato no abrió los ojos, se mantuvo ronroneándo en los brazos del desconocido dejándose acariciar.
   - Señores… señores. Por favor. ¡Por favor! Eso no son modales. Ayuden a la señorita a sentarse en la butaca. ¡Venga! -les apremió al tiempo que les daba la espalda, rodeaba la mesa y se sentaba en el sillón de piel que precedía al escritorio.
   - Sí, Lord Vieri – Obedientemente, ambos sirvientes, agarraron con delicadeza a la mulata y la acompañaron en la silla. Nora miró con odio al hombre que tenía ante sí, nada menos que el segundo al mando de la organización a la que ella había estado dando caza.
   - ¿Qué le ha pasado en la cara? -preguntó arqueado una ceja examinando desde la distancia el rostro ensangrentado de la joven; dejó al gato sobre el escritorio que, tras desperezarse, se dirigió hacia el armario más alto donde de un salto lo escaló y se quedó en posición de esfinge y no se volvió a mover. Sus ojos analizaban con curiosidad la escena, como si hubiese elegido el mejor lugar para ver todo lo que estaba a punto de pasar.
   - Se resistió y tuve que propinarle un buen golpe – se excusó el más bajo de sus dos lacayos. Vieri se levantó y se dirigió a la ventana, donde, tras echar una mirada rápida al exterior, volvió a encaminarse hacia su sillón de cuero, donde se sentó.
   - Me entristece enormemente que haya sucedido semejante infortunio bajo tu guardia. Me voy a ver obligado a tener que darte una lección…
   - Pero… ¡Señor!
   - Ban… -susurró mientras sacaba un revolver en miniatura de su manga y disparaba a la cabeza del asustado hombre-…neado de la organización. ¡John!
   - ¿Señor? -preguntó el vasallo restante con una mal fingida indiferencia.
   - Llévese el cadaver de ese inutil. Dígale, por favor, al Malo Maloso que su prisionera está en mi despacho.
   - Sí, señor -exclamó John agarrando al fiambre de su compañero y arrastrándolo hasta la puerta.
   - Ah, y John.
   - ¿Señor?
   - Dígale que tenía razón, es una joven de exquisita belleza y me iré adelantando yo con su castigo.
   - Si, señor -respondió y, unos instantes después, ya se había esfumado de la habitación dejando solos a Nora y Vieri.

Se miraron largo y tendido en silencio hasta que Nora decidió romper el silencio.
   - Así que tú eres Vieri, el gato.
   - Así es, señorita. Y usted es gatillo fácil.
   - Pues sí -respondió desafiante fulminándolo con la mirada.
   - Se ha hablado mucho de usted, Señorita. Nadie sabe siquiera su nombre… o el por qué estaba dando caza a mis hombres.
   - Wilson, año cincuenta y cuatro. Lo matasteis.
   - ¡Oh, Sí! Lo maté yo. Fue un baneo de la organización rápido e indoloro, pero… ¿Qué tiene que ver con usted?
   - Era mi esposo.

Una “O” perfecta se formó en la comisura de los labios de Vieri. Con las yemas de los dedos, se agarró uno de los extremos de su extravagante vigote frotándose la punta entre los dedos, todo esto sin dejar de mirar a Nora.
   - Una vez el estuvo bajo tierra, usted comenzó una caza de brujas contra los miebros de mi organización. ¡Y con un expectacular acierto, diría yo! Nos ha diezmado.
   - Aún me quedan como poco dos balas por entregar… y adivine que: Una lleva su nombre.

Vieri rió por lo bajo mientras se levantaba y se dirigía a una superficie de la cual colgaban toallas y un recipiente repleto de agua. Inmergió una de ellas y, tras acercarse a Nora, le frotó la cara limpiándosela de sangre seca y suciedad.
   - Está viniendo aquí alguien muy especial para usted. Yo no le conozco, por supuesto, pero según tengo entendido es alguien por quien usted daría la vida.
   - ¿Qué está diciendo? -preguntó confusa, poniendo cara de asco mientras el rufian le frotaba con el trapo humedo la cara.
   - ¡Oh! Por supuesto, no se lo he dicho. Verá, nosotros ya sabíamos su identidad, el problema era encontrarla y, en todo caso, cazarla sin herirla. El malo maloso, cuya identidad conocerá pronto, era muy amigo de su esposo, Wilson. De hecho, eran hermanos de armas y aunque usted y él nunca se conocieron… Él si sabía de su existencia.
   - No me queda nadie que me importe -aseguró convencida.
   - De eso se equivoca… hay una persona. Y hará todo lo que le digamos si no quiere que le pase nada malo.

Nora se rió al entender a quien se refería; Vieri la observo en silencio con curiosidad al tiempo que esperaba que ella se explicase.
   - Ya sé a quien se refiere. Y no me importa un carajo -musitó entre risas.
   - ¿Ah, no? –La cuestionó Vieri, pero tan pronto hubo terminado la pregunta comenzó a reirse también, algo que preocupó a la joven mulata-. Me temo que voy a discrepar. Usted y yo, a mi parecer, no nos referimos a la misma persona.
  - Solo hay una persona y yo… -tartamudeó insegura, la desconfianza ya había calado hondo en ella.

La única puerta de la habitación, la que se hallaba a espaldas de Nora, se abrió. Se oyeron varios pares pasos acercarse a Vieri, el cual estaba apoyado sobre la mesa, y la joven prisionera. Al ver a Alex vestido de traje y con un peinado totalmente diferente le dio un vuelco al corazón.
   - Hola, Nora.
   - Alex ¿Qué…? -susurró indiferente, en estado de shock, pese a todo ella creía saber lo que sucedía.
   - Bueno, es cierto que mi nombre de pila es Alex, pero se me conoce mejor como Malo Maloso o Lord Villanus, a tu servicio -se identificó con rostro inexpresivo y frio, la cara aseada y sin manchas contrastaba totalmente con el recuerdo que ella tenía del joven sucio y de pelo despeinado-. Entiendo que te haya impactado. Si quieres podemos hacer esto por las buenas… -Pero ella ya estaba en pie, lista para arremeter con todo su cuerpo, dirigiendo las manos a la cara de su archi-villano con la intención de sacarle los ojos. Sin embargo unas manos surgieron por detras de ella y, tapándole la boca y la nariz con un paño humedo, no tardó atontada e indefensa, escuchando a lo lejos lo que pasaba en aquella sala llena de gente. Su único pesar era haberle tenido tan cerca y no haber podido matarle.

El castigo del malo maloso

Al contrario que la ocasión anterior, aquella vez al recuperar la consciencia se removió incomoda por la comodidad del soporte que la resguardecía. No tenía ataduras y se sentía increiblemente ligera. Al abrir los ojos vio su cuerpo limpio y lo notó perfumado, sus brazos y sus piernas estaban desnudas, pero su torso, sus caderas y su entrepierna estaban ajustados por un corsé de color negro increiblemente ajustado.
   Se encontraba recostada sobre un sofa de tela roja y respaldo y patadas doradas. No estaba sola en aquella gran sala de espejos, telones escarlatas y sillones propios de los ayuntamientos más prestigiosos. Hombres con máscaras de carnaval formaban un numeroso grupo cerrado, desde el cual cuchicheaban y la miraban de forma lasciva con sonrisas maliciosas. Ella no alcanzaba a escuchar que decían, pero aquellas miradas le daban escalofrios.
   Aquellos hombres parecían inofensivos al lado de los numerosos guardias de seguridad, colocados estrategicamente cerca de las puertas y posibles salidas, pero también desde palcos donde había espectadores que, al contrario que los otros, no parecía que fuesen a querer participar en lo que fuese que tenían preparado.

Alguien aplaudió para silenciar a la multitud y acaparar toda la atención; Vieri y Alex, el malo maloso, surgieron de entre el grupo de enmascarados con relucientes trajes de gala.
   - Bienvenidos. ¡Bienvenidos señoras y caballeros! -Alex inició aquel discurso con gracia, nadie le interrumpió y todos los asistentes parecían hipnotizados escuchando a su anfitrión-. Mis queridos invitados, hoy traigo un regalo muy especial para todos los socios de nuestro exclusivo club. Seguramente, no habrá nadie en toda la Nación sin ley que no haya oido hablar de gatillo fácil; la atractiva joven que recorría estas extensas tierras dando caza a mis subordinados.

Hubo murmullos de asombro, cuchicheos de aprobación y, por contraste, de incredulidad.
   - Saben que yo nunca miento. Y les doy mi palabra de que esta es la legendaria Gatillo fácil -aseguró con un asentimiento solemne. Los pocos enmascarados que se negaban a creerlo se estremecieron de alegría al estar frente a tal excentricidad-. Me ha costado mucho atraparla, ni se imaginan cuanto, señoras y señores. Tuve que engañarla… Hacerme pasar por alguien estúpido para que ella me subestimase pero… ¡Lo logré!

Los invitados estallaron en aplausos y en ovaciones, halagando a su anfitrión hasta el punto que se vió obligado a alzar los brazos para pedir silencio.
   - Es increiblemente peligrosa… y si no tuviese, digamos, un as en la manga, ni se me ocurriría exponerla de esta manera. Y poseyendo lo que sé que poseo, ella hará lo que le mande…

Nora rompió su silencio levántandose y escupiendo al suelo, mirando a Alex con desprecio.
   - Más te gustaría a ti -Le reprochó mientras detenía su avance al ver a todos los guardias apuntándola con rifles y pistolas-. No hay nada ni nadie que pueda…
   - En eso te equivocas, cuñada -le contradijo el Malo Maloso, haciendo que la mulata pusiese cara de sorpresa al ser llamada de tal forma- ¡Ah, es verdad! No lo sabías esto -Alex se acercó sin temor alguno a ella hasta el punto de invadir su espacio vital, sin embargo, ella no se movió. Su cuerpo se había paralizado hasta tal punto que solo pudo limitarse a escuchar cuando Alex acercó sus labios a su oido para decirle algo a ella y solo a ella, algo que nadie más iba a poder escuchar-. Tu esposo y yo eramos prácticamente hermanos, y por lo tanto yo conocía a su madre y a su hermano pequeño. Tú eres alguien posterior, y Wilson se tomó muchas molestias para que no te conociese… sin embargo, si conocía a mi ahijado, a su hermano pequeño.

Al oir aquella confesión, Nora abrió los ojos como platos y no pude evitar llevarse las manos a la boca. No podía ser, era imposible que hubiesen tomado como rehen al amado hermano pequeño de su esposo. Pero Alex, en silencio, asintió e hizo una seña a los guardias, los cuales parecían saber lo que tenían que hacer pues un par de ellos desaparecieron por una de las puertas doradas y, a los pocos minutos, volvieron con un jovenzuelo de pelo rubio encadenado. Pese a estar intacto, tenía un aspecto sucio y de ropas deshilachadas.
   - ¡¡Harry!! -exclamó Nora perdiendo la noción sobre lo que era real y lo que nó, corrió hacia los guardias, pero estos apuntaron con sus rifles hacia su cuñado y ella se detuvo en seco.
   - Sabes de lo que son capaces mis hombres, querida -le advirtió Vieri desde el otro lado de la sala-. Una orden mía y Harry morirá. Sigue todas nuestras instrucciones… Y te doy mi palabra de que saldrá vivo de aquí; sin un solo rasguño… indiferentemente de lo que te pase a ti -Nora le dirigió al joven encadenado una mirada temerosa antes de asentir con la cabeza. Los dos guardias que custodiaban al chico, tiraron de él hasta hacerlo sentar en una de las sillas que había en el extremo más alejado de la habitación.
   - Seguramente -empezó a hablar Alex-, eres la única en esta sala que no sabe lo que se hace en estas reuniones… Y es simple. Los invitados de honor, en los palcos, hacen apuestas. Mientras que los invitados “vips” van a tener el privilegio de hacerte lo que gusten.
   - Dicho de otra forma, vamos a vender su cuerpo al mejor postor y, después, lo que quede de él será ofrecido al resto. Si colabora y hace todo lo que digamos, una vez esta reunión acabe escoltaremos a su joven cuñado hasta su hogar, donde no recibirían ni su madre ni él daño alguno -explicó Vieri con una maliciosa sonrisa-. Por el contrario, si intenta escapar o hace daño a uno de los invitados… el señor Harry deseará estar muerto, y no le concederemos ese placer demasiado pronto. ¿Lo ha entendido, señorita?

Nora dio un seco asentimiento, como contraste de reacciones podía observarse al resto de presentes riendo cruelmente ante la angustia y desesperación de ambos prisioneros. Vieri se quitó la capa y el sombrero, dejó el bastón a uno de sus vasallos y se dirigió la mulata y, agarrándola por la muñeca, la condujo hasta el sofa que había en el centro de la estancia, donde la invitó a sentarse.
   - Yo soy el mejor postor. He pagado por ser el primero en todo. Va a ser un placer, hacerla gozar… señorita. Si pone de su parte, todo lo que viene a continuación no tiene porque ser desagradable -aseguró con una sonrisa maliciosa y cruel-. ¡Chico, la correa! -exclamó dirigiéndose a uno de los mozos, al parecer, encargado del servicio. El chico llevó hasta su amo un cinturón de cuero negro del cual colgaba una cadena; el cinto fue amarrado por El gato en el cuello de la joven mulata, que lo miró sumisa intentando esconder la cara de asco que con tanta facilidad acudía a su rostro.

Vieri agarro la cadena que colgaba del cuello de ella y tiró de ella, provocando un forcejeo debido al orgullo y la reticencia de Nora a ponérselo fácil. Vieri volvió a sonreir al presenciar como ella se resistía, y tras asentir, sacó su miembro del pantalón prácticamente erecto y lo estampó en el rostro de la joven.
   - Chupelo, señorita -ordeno Vieri y, tras dedicarle una mirada de odio, agarró el miembro con firmeza, besando el glande antes de introducirselo hasta la garganta de mala gana. Tuvo que resistir el constante impulso de morderlo y arrancársela de cuajo, pero sería un acto plenamente egoista que pagaría Harry, y era algo que no iba a consentir.

Una mata de pelo salvaje ocultaba el pubis de el hombre al que ella le estaba mamando el rabo, y lo primero que se le pasó por la cabeza es que el tamaño de ese miembro era ridículo. No era pequeño, ni mucho menos, pero hacía falta mucho más para provocarle arcadas a ella. La cual no tenía la mente en los curiosos espectadores que miraban sin perderse detalle, burlandose de ella. Tampoco la tenía en, Harry, que observaba también sin pestañear la escena boquiabierto. Lo único en lo que ella estaba concentrada en aquel momento era en hacer que Vieri acabase en un tremendo orgasmo y no volviese a levantársele. La sola idea de meterse aquel miembro en su interior le hacía tener arcadas; se la estaba mamando tan fuerte que se la iba a dejar insensible.
   Pese a eso, Vieri gemía y recostaba la cabeza hacia atras mientras, tirando de la nuca de la mulata y de la cadena, aparentaba estar cerca del climax.
  - ¡No! No voy a acabar en su boca, señorita. ¡Parece que le está gustando! -susurró teniendo dificultades para respirar, mientras sacaba el miembro de la boca de su prisionera y la recostaba en el sofá abriéndola de piernas.
   - ¡No! ¡Eso sí que no! -berreó Nora apartándole con las manos y con los pies. La idea de que ese horrible hombre la penetrase la asqueaba profundamente y, hasta aquél momento, no se había acordado de su esposo y en como se sentiría él si viese aquella escena.
   - ¡No hagais nada!  -ordenó Vieri dirigiéndose a sus guardias-. Me gusta que se resista -exclamó mostrando un claro esfuerzo por agarrar a la joven del cuello al tiempo que separaba sus piernas con la otra mano.

Pero pasaban los segundos y no lograba dominarla. Nora lograba presionar y empujarle con una mano cuando este le agarraba la otra y, al no poder sujetarse el miembro, le resultaba imposible introducirla.
   - ¡Guardias! Sujetadla -solicitó, rindiendose al fin, al tiempo que se levantaba y se secaba los goterones de sudor. Obedientes, dos hombres agarraron por los brazos y por las piernas a Nora, separandolas y poniendole el sexo intimo de ella en bandeja de plata a Vieri, el gato.
   - Me ha puesto duro como una piedra que se resista… ¡Y ahora le follare! -se agarró el miembro y se acercó al tiempo que se inclinaba para besar a Nora al tiempo que se la metía. Pero esta, con una fuerte patada, lo envió al suelo donde cayó de espaldas exahusto y con el miembro fuera. Un gemido surgió de la garganta de Vieri y, tras un espasmo claramente visible, un torrente de semen surgió de su miembro, cayendo sobre su esmoquin.
   - ¡Te vas a enterar! -le reprochó uno de los guardias alzando un bastón de madera, haciendo el ademán de querer golpearla. Sin embargo, se detuvo en seco cuando Alex lo apartó de un manotazo.
   - Apartaos -exigió con autoridad. Sus dos lacayos bajaron la cabeza y retrocedieron apartandose del sofa-. Parece que Vieri ya ha acabado, y yo voy después… No necesito a nadie más para enseñarte quien manda, perra.

Nora se levantó, decidida a plantarle cara y hacerse respetar, pero recibió un guantazo autoritario que, pese a no ser doloroso ni humillante, si la paralizo por unos instantes. La cogió del cuello inmediatamente después y la obligó a sentarse en el sofa, donde bajandose ligeramente el pantalón saco un monstruoso miembro que, estando en reposo, ya sería capaz de partirla por la mitad.
   La mulata se quedó muy quieta, observandola con los ojos como platos. Se apresuró a negar con la cabeza, pero Alex agarró la cadena y, enroscandola en torno a su puño, tiró de ella hasta el punto de comenzar a asfixiarla, cuando ella abrió la boca para respirar mejor, introdujo aquel monstruoso falo en la boca de la joven. Dominada por la tibante correa, empujó hacia atras al Malo Maloso pero este, agarrandola de la nuca, demostro una fuerza sobrehumana pues ni es inmuto. Presionó la cabeza de ella contra su puvis, meteniendole  la punta del miembro en la boca y es que era tan grande que no podía cerrarla.
   - Vamos, zorra. ¡Chupa! Que te tengo muchas ganas -murmuró totalmente fuera de sí, y mientras aquella bestial polla crecía en la boca de ella. Hilos de saliva impregnaban su boca y escapaban de ellas, llenando la sala de las arcadas y los sonidos humedos y obscenos que producia su miembro al entrar y salir de la gargante de ella.
  
No tardó el miembro en alcanzar la culminación de su erección cuando Alex se dejó caer en el sofa y la obligo a ella tener que levantarse y quedarse inclinada mientras engullía forcada su miembro. Nora le miró como pudo a los ojos, suplicando que acabase de una vez, pero el lejos de acabar soltó la cadena de su cuello y la agarró con ambas manos por las sienes de ella, forzandola a bajar lo máximo posible.
   Nora se debatía entre el desmayo por la falta de oxigeno y el extasis que le producía el sabor salado y varonil del miembro de Alex. Y al verse forzada a mantener aquella postura humillante y tragarse tan profundamente aquel miembro, comenzó a perder el conocimiento. Empujó su cabeza todo lo que le fue posible hacia atras, pero las manos del villano no le dejaban, sus ojos comenzaron a ponerse en blanco y, justo cuando todo iba a acabar, Alex le permitió extraer todo el miembro y la dejó tumbada boca arriba en el sofa, extasiada y agotada por la intensidad de la mamada.
   Alex se colocó entre sus piernas y las separó. Agarrando su miembro perfectamente lubricado golpeó el clitoris de ella como si pudiese permiso para entrar, pero al estar en un estado de semiinconsciencia ella no pareció percatarse de lo que pasaba. Él le dio unos golpecitos en las mejillas hasta que ella reaccionó, totalmente roja.
   - Eh. Venga. Pateame como lo has hecho con el gato. Venga -ordenó mirandola a los ojos mientras frotaba el miembro contra la entrepierna humedecida. Nora volvió a reaccionar y le dio patadas, le empujó; resonando sus golpes y sus quejidos en la sala como único ruido. Todos los expectadores y todos los guardias observaban sin moverse y sin decir palabra, como si por hacerlo aquella situación pudiese vaporizarse y volar lejos- ¿Qué haces? Si no te resistes te la voy a meter. ¿Alomejor lo que quieres es que te la meta?
    - ¡No! ¡¡No!! -se resistió cada vez con más ferocidad. Pero de nada sirvió, no lo dió todo por impedirlo. Quizás la razón era que estaba agotada por la falta de aire durante la mamada, o quizás fuese que, inconscientemente, deseaba aquella polla, pero fuera como fuera, no logró que poco a poco el enorme glande se abriese paso por su coño. Una vez tenía la punta ya metida, Alex detuvo su avance, miró a los guardias y les hizo una seña.

Ellos acercaron a Harry y lo hicieron arrodillarse frente al sofa, teniendo una imagen perfecta a pocos metros de como iba a ser follada por aquel bastardo. Lo que más avergonzó a Nora fue que su cuñado la mirase de aquella manera tan obscena, como si envidiase a su violador y quisese estar en su lugar.
   - No… por favor, no. Así no… -suplicó tapandose la cara para que no pudiesen versela. Alex la agarró del cuello con una mano y la otra la colocó en el muslo de la joven, separando aun más su pierna. 
   - Vaya… Parece que te pone que nuestro hermanito menor nos vea haciendo esto. Me estás apretando mucho más que antes…
   - ¡Cabronazo…! -se lamentó Nora, instintivamente dejó de taparse la cara llevando sus manos  a la mano de Alex, el cual le había comenzado a presionar, emulando un punto de asfixia. Una vez con su cara descubierta, Alex introdujo de una sola embestida todo lo que quedaba y cabía del miembro, quedando al menos la mitad del miembro fuera-. ¡Me vas a partir! -gimió una y otra vez, alternandose para variar con algún quejido.
   - Eso es lo que quiero.

Ambas manos de Alex se cerraron en torno al cuello de ella, y apretando de forma dominante pero permitiendole respirar, comenzó la follada lenta pero agresiva, con embestidas pausadas y pasionales que hacían gemir de placer a Nora cada vez que el glande de ella besaba la boca de su utero y amenazaba con atravesarla.
   Nora pareció olvidar completamente que su cuñado estaba prisionero, observando a su lado. Que estaba siendo follada por uno de los culpables de la muerte de su esposo, y que era el espectaculo de hombres corruptos y viciosos.
   Solo existía aquella polla de descomunal tamaño entrando y saliendo, empapando el sofá con los liquidos vaginales que salían despedidos a raudales, aquél olor a sexo que desprendían ambos, aquella falta de oxigeno que la extasiaba y la hacía llegar al climax.
    De repente, las manos de Alex dejaron de agarrar su cuello. Sus brazos rodearon sus caderas y le levantaron en el aire; sin sacar el miembro, se estiró en el sofá y ella sentía como el miembro se incrustaba aún más en su interior, haciendo presión para el interior de su barriga. Sus labios exteriores eran acariciados por el vello pubico del villano, y tenía la sensación de no poder con un solo milimetro más de miembro.
   Un guantazo, claramente dominante y no doloroso, aterrizó en el pomulo de la mulata. Y moviendo sus caderas, la obligaron a votar para reanudar la follada. Ella se inclinó hacia adelante, y posó la frente en el torso de aquel hombre que tanto odiaba y, sin embargo, tan bien le estaba haciendo sentir. Le arañó, clavandole las uñas hasta el punto de hacerlo gemir. Y el en consecuencia le azotó el culo, le apartó el pelo y le mordió el cuello de manera salvaje y ruda. La saliva de él corría por el cuello de ella, y ella ya no podía dejar de botar. Le costaba tremendamente moverse  con aquello en su interior y, aunque le dolía, también le proporcionaba sin punto de comparación, un placer mucho mayor.
   Los dedos humedos de el villano fueron a parar al sexo de ella, masajeando en circulos su clitoris. Ella se mordió los labios, cerro los ojos y gimió de placer, estaba a punto de llegar, no era la primera vez ni la segunda, pero este iba a ser enorme.
   Abrió los ojos y vió a Harry, enrojeció aún más y se tapó con la cara las manos.
   - No me mires, Harry. Por favor… No mires esto. No quiero que me veas así.




Alex la agarró de la cadena del cuello y tiró de ella hasta el punto en que se vio obligada a inclinarse y a quedar boca abajo, con el culo levantado. El se apartó, sacándo el miembro y poniendose tras ella, la azotó y le mordió las nalgas provocando que ella pegase pequeños respringos. Aún sin tenerla metida, ya gemía y temblaba, su zona intima estaba totalmente empapada y aclamaba aquel miembro.
   - Va a ser un enorme placer para mí, ser el primero en llenarte con mi semilla…
   - ¡No! -se resistió la mulata dando coces, pero de nuevo fue fácilmente agarrada y sometida. Alex tiró de su cabella, forzandola a mirarle a los ojos mientras esperaba lo inevitable.
   - Vamos… Pateame como lo hiciste con el gato. ¿No puedes?
   - Te mataré -aseguró la mulata impregnando cada silaba de asco y odio, jurándose a sí misma que no vería otro amanecer. El malo maloso finalmente introdujo de una sola embestida el dilatado coño de ella, haciendo que esta, pese a morderse los labios, se le escapase un berrido de placer.

El gato Vieri, volvió a la carga sentándose en el hueco vacio del sofa, y sin mencionar palabra la agarró de la nuca y la obligó a tragarse su barra de carne. La joven follada por boca y entrepierna, dirigió una mirada de odio, ya que al no poder morder ni hablar, solo le quedaba hacer notar su descontento en un duelo visual. Intentando ignorar los azotes que comenzaban a arder, los testiculos de Alex chocando en cada embestida con su clitoris y su glande aporreando la entrada de su utero; centró toda su atención en maldecir a Vieri visualmente pero a este, aquella mirada furiosa lo único que hizo fue excitarle y con el aumento de la intensidad de la mamada, hizo a Nora introducirse más miembro, frotandose a conciencia con la campanilla impregnada de saliva espesa, en un intento de acaba directamente en su garganta… si llegaba.
   Nora comenzó a sentir a perder el conocimiento debido, de nuevo, a la falta de oxigeno. Llevaba rato conteniendo el tremendo orgasmo que se acumulaba en toda su entrepierna, pero aquella sensación de mareo y excitación no ayudaba.
   Intentó cerrar los ojos, pero solo logró que se quedasen en blanco. Intentó dar marcha atrás con la cabeza y terminar de una vez aquella fatigosa mamada, pero Vieri la tenía fuertemente sujetada por la nunca y no la dejaba retirarse.
   - Me corro ya. ¡Voy a llenar a esta zorra! -anunció Alex. La mulata se percató de que ambas barras de carne palpitaban fuerte, derritiendose en orgasmos anunciando, ellas también que iban a vomitar rios de leche en su interior. Pero ya no lo quedaban fuerzas para resistirse; relajó el cuello, dejando que Vieri hiciese con su cabeza lo que quisiese y también hizo lo propio con sus caderas. Si tenía que morir asfixiada, lo haría después de correrse.
   
Le habría encantado dejar escapar un tremendo gemido de placer al sentir aquella sensación de plenitud al ser llenada por Alex, al sentir como Vieri descargaba, también, directamente en su garganta. Pero fue su propio orgasmo el que la hizo derretirse de placer, sus piernas temblaron y se salieron de control, notó cascadas de semen surgir de entre sus piernas y su boca. Y ese fue el preciso momento en el que ella quiso perder el conocimiento… cosa que no llegó a suceder.
   Vieri y Alex se fueron, a algún lugar, muy lejos de aquella sala. Decenas de hombres enmascarados, e incluso algunos guardias, se acercaron a Nora con sus miembros erectos fuera para penetrarla, una y otra vez, de mil formas distintas.
  
Pasaron una decena de horas, una eternidad a su parecer. Su cuerpo calculó centenares de orgasmos, de gemidos; millares de chorros de semen chocando contra su piel y sus orificios. No fue todo placer, en cierto momento el ardor y la sensibilidad aumentada sustituyeron el placer. Se sintió violada, y no solo en el aspecto físico, se sintió morir una y otra vez, pero nadie le dió la oportunidad de descansar.
Los invitados enmascarados se fueron dispersando, al igual que los guardias. En cierto momento ella quedó tumbada en el suelo, medio muerta, pero sin conciencia. Su mente no estaba allí, estaba en otra parte… con su esposo. Apenas notó como dos hombres la llevaron a un cuarto con una cama; como la asearon y la dejaron reposar; cerró los ojos y no los volvió a abrir hasta haber dormido dias.
   Pero alguien la despertó, en aquella oscuridad sin sueños oyó voces, dos guardias que la custodiaban discutían. Uno parecía negarse, y el otro parecía atrevido, afirmaba que podía hacerse. No abrió los ojos, se limitó a escuchar, aprovechando para descansar hasta el último segundo si era necesario.
   - Te digo que no pasa nada. Está profundamente dormida, después de un dia y parte de la noche enteros siendo violada. ¿Crees que va a despertar solo porque nos la follemos un poco?
   - Lord Vieri fue muy especifico, tenemos que dejarla descansar.
   - ¿Eres un invertido o qué pasa? ¿Como puedes pensar siquiera en dejar pasar una oportunidad como esta? Tiene el cuerpo de una india.
   - No soy un invertido.
   - No, solo tienes más pluma que un campamento indio.

Una mano se introdujo entre las sabanas y el ombligo de la convaleciente mulata hasta aterrizar en su vagina.
   - Dejala en paz…
   - ¿Te da pena? ¿Sabes a cuantos amigos mios a matado esta guarra? ¡Que se joda! Voy a follarmela todas las veces que…

Nora aprovechó aquél momento en el que le había parecido que habían dejado ambos de mirarla para abrir los ojos y observar a ambos; como se miraban mutuamente, no se percataron del regreso de su consciencia, y al ver al secuaz del malo maloso sentado en la cama, lo primero que hizo fue agarrar el revolver y pegarle un tiro al que estaba sentado. Al instante ya había reaccionado el percutor y apuntaba al tal Machi.
   - Me rindo. Me rindo… No me pagan suficiente -dijo levantando ambas manos ante la fria mirada de la joven. Pero ella no podía sentir piedad en aquel momento, se sentía indiferente y vacía, y lo habría matado a él también de no ser que no era estúpida y necesitaba ayuda para salir de allí.
   - Quiero matar a Alex y a Vieri, son a los únicos dos que quiero matar. Si me ayudas no te mataré -Aquellas palabras sonaron tontas y parecía como si las hubiese dicho otra persona; Nora se sentía confundida.
   - Te ayudaré. Te traeré la ropa y te ayudaré a escapar de aquí con tu sobrino.
   - Cuñado -le corrigió Nora, y después asintió sin dejar de apuntarle. Machi, el guardia superviviente de los dos que la vigilaban, tardó solo unos segundos en llevarle a la cama un conjunto de ropa.
  
Una vez vestida, ordenó a Machi que lo llevase hasta el despacho del jefazo. Le obligo a pasar a él primero y después entró ella, apuntando a Alex (el cual se hallaba sentado en su gran sillón de cuero negro) que la miró con la boca abierta.
   - ¿Solo dos guardias me pusiste? He llegado a pensar que querías que escapase.
   - No esperaba que pudieses moverte en ese estado.
   - Pues te equivocabas. Y pase lo que pase será culpa vuestra por subestimarme. Machi -le contradijo Nora y, dirigiéndose a Machi, obligó a Alex a que se levantase y se pusiese contra la pared-. Regístralo de pies a cabeza, si tiene cualquier arma dejala encima de la mesa… una sola tonteria y os pego un tiro a cada uno.
  
Machi no replicó; claramente encantado, cacheó todo el cuerpo centrandose sobretodo en el culo y en la entrepierna de este. Sacó de varios escondrijos revolveres en miniatura, y uno de tamaño normal de la funda de su cintura.
   - Tiene una pistola, pero está pegada a la piel -sonrió picaronamente Machi.
   - Veo que disfrutas de esto, invertido. Si salimos de esta te castraré.
 
El secuaz de Alex agachó la cabeza y no respondió, claramente intimidado. ¿Pero por qué ayudaba a Nora? ¿Por qué se lo estaba poniendo tan fácil?
   - Machi, ves a buscar a Vieri y dile que Alex requiere de su presencia, que está relacionado conmigo pero no le digas el qué.

Obediente, este salió de la habitación dejando solos a Alex y Nora.
   - Sientate en el sofa de cuero este y ponte estas esposas.
   - ¿No vas a matarme?
   - Juré que te mataría, y vas a morir. Pero puedes elegir entre una muerte rápida… O una muerte muy lenta -aseguró la mulata con una sonrisa de suficiciencia-. Y te garantizo que estoy deseando que me des una sola razón para hacerte sufrir todo lo que me has hecho sufrir a mí, bastardo.

Alguien picó a la puerta y la puerta se abrió, entró Vieri que, abriendo los ojos como platos, intentó huir pero chocó con Machi, perdiendo el equilibrio y cayendo de espaldas al interior de la habitación. Nora le atizó con la culeta del revolver, dejándolo noqueado.
   Le colocó a él también un segundo par de esposas; hizo a Machi registrar en busca de armas el cuerpo inconsciente de Vieri. Lo sentaron al lado de Alex y, quedándose pensativa, la joven dio otro golpe con el arma al malo maloso haciendo que quedase despatarrado en el suelo.
   - Machi. ¿Eres un invertido de verdad? -preguntó Nora sin dejar de mirar a Alex con el culo en pompa.
   - No soy ningún invertido. Solo me gustan los hombres.
   - Pues a eso me refería.
   - ¿Y qué pasa con eso? -la desafió, orgulloso, Machi con la mirada.
   - ¿Podrías hacerme un favor? Quiero vengarme de la violación que he sufrido… pero no tengo polla como tú. Y al ser tan machos, lo más humillante que puede pasarles…
   - No digas más -le cortó Machi con aspecto solemne. Se acercó a Alex y le bajó los pantalones, dejando al aire su culo y su miembro colgando. Escupió al ano de este y se lubricó el miembro al tiempo que ganaba una fabulosa erección-. Los chicos malos siempre fueron mi debilidad… y no hay más malo que el malo maloso. Que ganas le tenía a este hombreton.

Mientras Machi se preparaba para penetrarle analmente, Nora le soltó unos guantazos para que recuperase la consciencia y, para cuando Lord Villanus se hubo dado cuenta de lo que pasaba ya era tarde. Machi hizo mucho más que penetrar un ano de solo salida; “el invertido” rompió una lanza a favor de la homosexualidad, en contra de la homofobia y de la busqueda de puntos G masculinos en el salvaje oeste. Fue un pionero en lo suyo, y halló lo que buscaba, en el culo del malo maloso.
Berreó como una niña suplicando que se la sacara, lo único que hizo Nora fue taparle la boca con un trapo, disfrutando del sufrimiento de su archi-enemigo.
   - ¿Sabes a que huele esto, Alex? -susurró la mulata inspirando de manera descarada, al no recibir más respuesta que la negativa del violado, la joven respondió por él-. Huele a victoria. Y huele, también… a justicia.

Machi llenó con su semilla el culo del malo maloso.
Nora pegó un tiro a Alex y luego otro a Vieri, dejando sus cadaveres desperdigados por el despacho.
Harry fue rescatado por su cuñada y los tres salieron juntos del edificio, subiendo a dos caballos y alejandose del edificio lentamente; varias pequeñas explosiones formaron una mayor que derrumbó el edificio, matando a todo el que hubiese dentro de forma discriminada.
   - ¿A donde vamos ahora? -preguntó Harry.
   - A donde nos lleve el viento.
   - Necesitaré un apodo si voy a ir contigo -dijo Machi, trotando cerca de Nora.
   - Ya tengo el nombre perfecto para ti.
   - ¿Ah, sí? Cual.
   - Machi, piel roja.
   - ¿Por mis antepasados indios?
   - No, porque después de violar al Malo Maloso, se te ha quedado en carne viva.

Los tres rieron, dirigiendose hacia el sol que, en una puesta de sol bellisima, se fusionaba este con la tierra dejando paso a la noche. A sus espaldas: Cadaveres, humo y cenizas.

FIN

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