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sábado, 6 de abril de 2019

[Okupas] La decadencia de una madre y esposa (3/4)

Descripción: Durante un tiempo, Andrea ha conseguido ignorar a sus vecinos y no volver a traicionar a su marido. Por desgracia para ella, los tres okupas no piensan renunciar a ella y, por eso, deciden meter tanto al hijo como al marido manipulándolos para dejar a la milf vulnerable. Andrea se verá tentada de nuevo por dos jovencitos y un viejo verde, arriesgándose a ser descubierta continuamente por su marido y por su hijo.

¿Conseguirá evitar que descubran su verdadera forma de ser?




Saga de los okupas, parte 3

La decadencia de una madre y esposa
IntroducciónSi bien el matrimonio entre Pablo y Andrea había sido feliz hasta antes de la llegada de Brandon y sus dos hijos, era cierto que también tenía sus deficiencias. Pese a lo lamentable que era su marido en la cama, su mujer nunca había visto con buenos ojos la infidelidad. Ni siquiera en su momento más caliente había tenido la más mínima duda. Ni cuando los padres más atractivos iban a visitarla y coqueteaban con ella a espaldas de sus esposas. Aborrecía todo lo referente a la infidelidad, y despúes de tantos años, sabía complacerse y saciar por sí misma esa hambruna sexual. En cambio, si había algo que no podía satisfacer era la atracción sexual que le traían esas emociones de abuso, humillación y traición. Sentimientos tan fuertes que solo comenzó a experimentar una vez que unos malnacidos se mudaron a la casa de al lado: >>
   << Un padre, que era un viejo verde machista y asqueroso, un borracho y drogadicto de cuidado; soltero junto a sus dos hijos ambos mayores de edad. Cayó frente al hijo mayor y, con la excusa de limpiarles la casa, también lo hizo frente al padre y al hijo menor. Nunca había experimentado un sexo tan sucio y excitante, dejándole huella.

Se negó a continuar: Tras aquella despedida con ambos hermanos, cortó cualquier contacto con ellos. No volvió a limpiar en su casa, no abrió la puerta de su casa la infinidad de veces que le picaban durante el día y prohibió a su hijo tajantemente llevarlos de nuevo a su domicilio.
   Pasaron siete días antes de que dejasen de insistir, no volvieron a picar a la puerta y siquiera contactaron a Manuel. Todo parecía haber acabado, se mantuvo firme pese a que deseaba volver a pecar.

***

Una tarde volvía Pablo de trabajar en la oficina. Su mujer había estado fogosa los últimos días, más cachonda de lo habitual. Un síntoma inequívoco de que no estaba teniendo sexo con otros hombres, aunque eso no podía hacerle olvidar el manchurrón de semen que encontró la pasada semana en el pantalón de su mujer.
   Entró en el portal y se cruzó con Sergio, hizo un amago de esquivarlo y pasar de largo, pero este le preguntó: ‘’¿Tienes algún problema conmigo?’’
   Era al menos una cabeza más grande que él, tenía barba y mirada de zorro; llevaba tirantes y lucía unos discretos pero definidos músculos. La manera de preguntarle lo intimidó al instante, y pese a lo mucho que los detestaba, Pablo se acobardó con nerviosismo y le aseguró que no le pasaba nada. El joven se mostró mucho más simpático, presentándose e intercambiando un apretón de manos. Le dijo que los vecinos estaban para ayudarse, y que si necesitaba cualquier cosa podía acudir a él… Al fin y al cabo, vivian puerta con puerta.

El marido de Andrea subió las escaleras con el rabo entre las piernas, procurando no pensar demasiado en aquel encuentro.



*** Capítulo 1: Visitas a las tantas ***Si pensaba que ese encuentro fue casual, se equivocaba. No le hizo ninguna gracia cuando, una noche tras haberse presentado, picaron a la puerta mientras cenaba plácidamente con su mujer y su hijo. Al estar la mesa cuadrada frente a la puerta del recibidor, y al estar Andrea más cerca de esta, evitó que fuese su marido y se adelantó abriendo la puerta del recibidor y, una vez dentro de este, abrió también la puerta que daba a la escalera. A esa hora ni se le habría ocurrido pensar que pudiesen ser uno de los vecinos.
— ¡Hola! –saludó enérgicamente Sergio-. Perdona que os moleste, pero nos hemos quedado sin sal y…
— Ya. Entiendo –se apresuró a decir la mujer, evitando mirarle a los ojos.



Dejó entornada la puerta el tiempo justo para ir a la cocina a por una taza repuesta con sal.
— Que aproveche –Se dirigió el intruso al padre e hijo.
— Gracias –se limitó a decir el padre ahuyentando la mirada al poco de cruzarla con el joven.

Sergio permanecía el umbral, sobre el felpudo. Agarrando la taza en cuando la madurita se le encaró con ella entre las manos. No faltó la mirada sobre el escote de ella, seguido de un coqueteo visual que ella rechazó al instante. Le sostuvo la mirada friamente, dejándole claro que no era bienvenido.
— Muchas gracias, guapa. Que tengas una buena cena.
— De nada, ``guapo´´. Buenas noches.

La mujer de cabello rubio se sentó junto a su hijo y su marido y continuaron cenando, pese a que Pablo no hizo ningún comentario al respecto. Estando ya ambos en la cama cometió el error de quejarse de que el muchacho hubiese picado a aquellas horas, aunque en aquel momento ni sospecho ni entendió porque molestó tanto a su esposa, aunque esta no hiciese nada para hacerlo notar.


***

La siguiente noche estaban los tres sentados en el sofá, Andrea había echado bronca a su hijo por encerrarse en la habitación y lo castigó forzándole a estar en el comedor con ellos. Veían un programa mientras el adolescente ojeaba su móvil a desgana, cuando el sonido del timbre sacó al matrimonio de su ensimismamiento.
— No puede ser… -dijo Pablo.
— No creo que sean ellos… -contestó su mujer, aunque en el fondo presentía que si sería uno de los vecinos.

Sopesó dejar que fuera su marido el que se levantase y acudiese al timbre, pero no dio señales de pretender hacerlo. El timbre volvió a sonar, y pasó de insistir; en lugar de eso se puso en pie y se dirigió a la entrada, abriendo la puerta y descubriendo que esta vez era el menor de los dos hermanos.
— ¿Sí?
— Hola. ¿Tienes alcohol? Nos hemos quedado sin.
— Claro… -contestó ella entrecerrando los ojos. Dani no sonreía, pero no se cortó un pelo al mirarle las tetas-. ¿Algo más?
— Un poquito de leche de vaca no me vendría mal –el comentario, tan descarado, le hizo fruncir el ceño.

``No te pases´´ vocalizó con los labios sin emitir sonido alguno.
— ¿No os queda leche?
— No es de vaca –se limitó a contestar con una sonrisa traviesa.
— Ahora te traigo el alcohol y la leche…

Tardo un poco más que el día anterior, pero le llevó un bote de alcohol y un tazón metálico con tapa rebosante de leche.
— Bueno, ya me devolverás ambos. Ahora si no te importa, es tarde y queremos descansar. Si podéis evitarlo no volváis a picar a esta hora…
— Vale, guapísima. Muchas gracias –El yogurín, con ambas manos ocupadas y con toda la naturalidad del mundo, le dio dos besos en ambas mejillas lo suficientemente alto para que Pablo desde el sofá lo escuchase.

Al volver al sofá junto a su marido y a su hijo, no se habló del tema. Continuaron viendo el programa y, sin saberlo, Pablo volvió a cometer el error de hablar tan despreocupadamente del tema con su esposa. Esta vez destacó el hecho de que le hubiese pedido la leche, asegurando que no era tonto y sabía que se la había pedido con segundas intenciones.
— Es un crio –le recriminó su mujer, estando ya ambos estirados en la cama. Ni se molestó en negar las intenciones del muchacho. Estaba asqueada, visiblemente molesta.
— Ya van dos veces que esos cabrones pican a las tantas… Todo para verte.
— La próxima vez, si quieres, te levantas tú y les atiendes.
— No tendrían que picar a esas horas directamente.
— Eso, mejor que piquen cuando no estás –ironizó su mujer poniendo los ojos en blanco.

No se dirigieron la palabra en lo que quedaba de noche, ya que Pablo no entendía que era lo que tanto irritaba a su mujer: No tardaría mucho en descubrirlo.


***

Andrea llevaba diez días sin ser infiel, suponiendo todo un record. Su marido comprobaba cada noche lo acaramelada que podía llegar a ser, pero esos días de ‘’abstinencia’’ eran mucho más duros de lo que habría cabido esperar, siendo normal que por las noches estuviese tan salida.
   Pese a su bordería al recibir a sus dos jóvenes vecinos, se alegraba saber que continuaban detrás suyo. Su ego femenino y su amor propio se dispararon, por muy difícil que se le hiciese. Saber que su marido estaba celoso le gustaba y le irritaba al mismo tiempo, no por lo que hacía sino por lo que no llegaba a hacer. Se quejaba mucho, pero no era capaz de dar la minima muestra de poner fin a aquella situación.
   Dejaba claro que sabía que los vecinos le iban detrás, pero no tenía la hombría ni el orgullo de querer terminar aquella situación.
   Además, los días transcurrían lentos y pesados para ella. Quedaba menos de un mes para septiembre y la vuelta a la rutina como profesora de primaria, por lo tanto las mañanas como las tardes se convertían una tortura. Al estar desocupada no podía parar de centrarse en lo ``hambrienta´´ que estaba.
   No ayudaba que de vez en cuando, tanto por las mañanas como por las tardes, los vecinos la acosasen picando al timbre. Si no les abría era porque no estaba segura de lo que les haría: ¿Pegarles bronca por ser tan pesados o quizá los invitaría a pasar y se dejaría follar sobre el sofá de su propia casa?
   Esos pensamientos calenturientos hacía que recibiese a su marido con mucho más deseo del habitual, y cada noche hacían temblar la cama de su habitación poco menos de un minuto hasta que el eyaculador precoz se corría. Notarla tan fogosa hizo olvidar a Pablo durante un tiempo aquella prueba de la presunta infidelidad de Andrea, estando segura de que no podía serle infiel…

Pero no todo eran buenas noticias, pues a sus espaldas en la casa de al lado los okupas se burlaban de su incompetencia al presenciar como habían tratado a su mujer frente a él. Habían sido sutiles y hasta amables, pero Brandon, que odiaba al informático con todo su ser, no iba a ser cuidadoso en absoluto.

***
— ¿Qué tal te ha ido en el instituto? –preguntó el padre a su hijo sentándose a su lado en la mesa.
— Bueno –se quedó pensativo unos segundos-. Han puesto un par de exámenes para el Martes. ¿Y sabes qué? Ninguno de los dos profesores quería cambiarlo.
— ¿De qué sirve que os obliguen a hacer dos examenes en un día si luego no dedicáis suficiente atención al tema que estáis estudiando?
— Ya, pero bueno… Santiago es así, y Michele ese una amargada.
— ¡Manu! –le repredió su madre, dejando caer molesta la cuchara en la sopa.
— ¡Es la verdad!
— Si no lo cambian por algo será –insistió su madre, dejándolo callado y cohibido.

Sono el timbre de la puerta, y aunque Andrea dejó a su marido tiempo suficiente para levantarse este no lo hizo. Manuel se levantó y se fue a su habitación, no le apetecía esperar a que volviesen a picar ni comprobar quien estaba ahí.
— Termina de cenar –exclamaba su madre al tiempo que sonaba el timbre de nuevo.
— La madre que los parió –rugió Pablo mordiéndose el nudillo hasta dejarse una marca morada sobre la piel.

Su mujer, tras suspirar, se levantó frotándose las manos con el paño y en poco pasos ya estaba en la puerta. Al ser la que preparó la cena, aún llevaba el delantal amarillo de siempre. Fue eso lo primero que vió Brandon al abrirse la puerta.
— Perdona por molestarte, hermosa. Era por si tenías un mechero.
— Creo que sí –La tardanza de Andrea en contestar se debió a que aquel viejo fulminó con la mirada a Pablo y este, se calló. Era mejor así, aunque decepcionó mucho a su esposa.

Tantas veces que le había dicho Pablo lo mucho que se había tenido que controlar para no pegar a ese viejo y entonces se acobardaba en su propia casa. La exuberante rubia fue a la cocina, Pablo y él se miraron brevemente hasta que este sonrió macabramente. Escupió al felpudo con asco y se dispuso a decir algo, pero Andrea llegó tendiéndole un mechero transparente. Al no ser ninguno fumadores le había costado encontrar uno.
— Aquí tienes.
— No sé que haría sin ti, preciosa… Te debo un favor –tal como lo dijo sono sucio y asqueroso-. Si necesitas cualquier cosa –le miró deliveradamente los pechos antes de continuar- me tienes al otro lado del rellano.
— Gracias, Brandon… Eres muy amable –contestó Andrea echando la vista atrás y mirando tímidamente a su marido de reojo, este tenía la cabeza agachada y evitaba mirarlos-. Pero por suerte con mi marido no me falta de nada.
— Bueno, cuando tu marido no esté puedes contar conmigo.
— Brandon.
— ¿Sí, preciosa?
— A esta hora no nos gusta que piquéis. ¿Lo entiendes?
— Bueno, tranquila. Intentaré venir a verte a otras horas –se echó a reir-. Teniendo una vecina tan guapa y con esas tetas es inevitable que me pase por aquí…
— Me halagas… Es una pena que esté casada con mi marido –contestó con sarcasmo, miró hacia atrás y guiñó un ojo a su marido con una sonrisa traviesa-. Tendrás que conformarte con mirar solo.
— Que mala eres…
— Si no te gusta, no juegues –comentó, y le fue a cerrar la puerta en las narices, pero antes dijo:-. La respuesta siempre será la misma -``Plass´´

``Demasiado manso ha estado´´ se dijo a sí misma cuando volvía al comedor y daba un beso en la boca a su marido.
— No le hagas caso, lo hace para provocarte…
— Me dan ganas de matarlo…
— No digas tonterías, amor… -le dio otro beso en la frente y lo abrazó, estando él sentado frente a la mesa-. Deja a ese viejo verde tranquilo. Eso es lo más cerca que va a estar de mí.

Se dieron otro beso, y por un instante a Pablo se le olvidó la mancha de semen en la parte interna de aquel pantalón.

***

— No digas tonterías, por favor –contestó en poco más que un susurro, frotándose la crema hidratante en las manos.

Ambos estaban sentados en la cama, con las espaldas recostadas conta la pared y las almohadas presionándoles placenteramente en la zona lumbar.
— ¿Cómo sabías que se llamaba Brandon? –volvió a preguntar alterado.
— Alguna vez ha picado a casa, se presentó hace tiempo.
— ¿Y nó me dijiste nada?
— ¿Qué había que decir? No ha pasado nada digno de mención.
— ¿Ni que te mira las tetas ni te dice esas cosas? –le recordó, irritado.
— Es un viejo verde, cielo. En ocasiones ha venido a casa, ha picado y ha hecho comentarios babosos como el guarro que es. Nada más.

El arranque de ira en el pecho del hombre se atenuó, había conseguido disimularlo, pero odiaba pensar que ese viejo era el causante de aquella mancha de semen en los pantalones de su mujer. Incluso de los dos hijos de este le habría sentado mil veces mejor que enterarse de que el amante de su mujer era ese viejo.
   Por un momento, se derrumbó.
— Tengo la edad que tengo, cariño… El viejo verde no me preocupa, pero los dos hijos suyos…
— Son muy guapos –reconoció su mujer sin molestarse en ocultarlo-. Pero tú eres mi marido.
— ¿Me vas a decir que no disfrutas cuando se han pasado por casa a pedir sal y alcohol? Como te hablaban, como te miraban…
— Claro que me gusta. ¿Qué mujer no se sentiría halagada? Pero sigo siendo solo tuya –Al oír eso, el aludido soltó un bufido.
— Me da miedo… -comenzaba a decir él antes de interrumpirse, carraspeó y evitó mirarla a los ojos-. Tengo miedo que mientras estoy trabajando piquen a casa y te intenten seducir…
— Pablo…
— … Y pierdas la cabeza. No soportaría eso…
— ¿No confías en mí?
— Confio en ti, pero… -mintió Pablo.
— ¿Tienes miedo a que tenga un calentón y te sea infiel?
— Eso mísmo.
— ¿Qué te hace pensar que no te lo he sido ya? –respondía con cierto tono juguetón, mirándole a la cara.
— Confio en ti –repitió-, sé que no serías capaz.

Se produjo un silencio, justo antes de que Andrea se estirase de lado y apoyase la cabeza sobre las piernas de su marido.
— Si estás seguro de que no te lo he sido hasta ahora… ¿Por qué te preocupa el futuro?
— ¿Cómo podría culparte por pecar habiendo una tentación tan cerca de ti?
— ¿Estás diciendo que verías con buenos ojos…?
— No –le cortó-. Claro que no. Pero lo entendería… Eres humana.
— He deseado más de una vez tener sexo con el mayor; el hijo. –reconoció Andrea, sintiéndose liberada-. Y con el otro, el chiquitín. Pero ya está… ¿No has deseado alguna vez tener sexo con una famosa de la televisión?

Cuando su marido se disponía a negar con la cabeza, ella le reprochó con la mirada semejante falacia.
— Eso no te lo crees ni tú.





*** Capítulo 2: Un judas por hijo ***— ¿Quieres algo? –preguntaba el mayor de los hermanos a Manuel; este y Daniel jugaban frente al televisor, sentados en el suelo de su habitación en casa de ellos.
— Una coca-cola –contestó sin separar la vista del televisor.

No tardó en volver con una lata del refresco, fria. Lo habían invitado sin más, sin darle ninguna explicación. Y él fue, en parte, por la curiosidad de saber que querían. Sergio le había escrito por Whatsapp sin mostrar ninguna intención subliminal, invitándolo simplemente a jugar a unas partidas de futbol.
   Las conversaciones trataban del deporte, del alcohol, los porros y las chicas. Acabaron logrando que se derivase exclusivamente hacia el sexo femenino y luego específicamente hacia las mujeres maduras. Algo totalmente intencial por parte de los dos hermanos.
— Las maduritas molan mucho más que las niñatas, te lo digo yo –aseguró Dani llevándose la cerveza a la boca y bebiendo un sorbo largo.
— Hay cada madura… -corroboró su hermano mayor-. Y encima son unas guarras. El matrimonio las ha dejado hambrientas y buscan buenas pollas fuera de él.
— ¿Te has hecho muchas pajas pensando en cuarentonas, Manu? –le interrogó de manera cordial el más pequeño de sus dos vecinos.
— Mmmm… Sí… -alargó la respuesta en el tiempo.
— ¿En alguna profesora?
— Buff… No sé, no me acuerdo.
— Venga, enrollate. No tengas vergüenza que es algo normal. ¿Te has pajeado más con porno de chicas de nuestra edad o con cuarentonas?
— Lo segundo –contestó sin apartar la mirada de la pantalla. Aunque terminó pausando el juego y volviéndose hacia ellos-. No soy gilipollas. Sé que vais detrás de mi madre.
— ¿Te molesta? –preguntó Sergio sin inmutarse. Recibió un encogimiento de hombros como respuesta- Ya lo sabías. ¿No?

No quería confesando aquello, pero se sentía la necesidad de hacerlo. Ya no tenía suficiente con callarse y fingir que no sabía nada.
— ¿Y le has dicho algo a tu padre? –negó con la cabeza-. Si no te molesta… Entonces te gusta.
— No fantaseo con mi madre.
— No, ya. Me lo imagino –le cortó Daniel, antes de concretar-. Pero te has pajeado pensando en eso –el invitado se sonrojó, era algo que nunca habría querido reconocer-. Venga, no te rayes –asistió cálidamente el menor de los dos hermanos dándole unas palmaditas en la espalda-. Está buenisima.
— ¿Os la habéis follado? –preguntó con un nudo en la garganta. Sus labios estaban ligeramente curvados hacia abajo.

En cierta manera, se había pajeado un centenar de veces fantaseando con eso. Aún así, no era algo que desease que pasase en realidad. Sintió ira y repugnancia al creer que era así, pero necesitaba saberlo… Aunque le daba miedo descubrir que realmente había pasado.
— Sí –contestó Sergio con cautela.

Estaba claro que no les importaba lo mal que pudiese sentarles, tenía claro que lo estaban tratando tan bien únicamente porque querían algo de él.
— Y… -no pudo continuar.

Al ver que Manuel no decía nada, Dani buscó continuar lo que el no había sido capaz de decir.
— ¿Qué? ¿Y cómo folla? ¿Y cómo se sintió?

El aludido lo fulminó con la mirada, pero lejos de intimidarle lo hizo reir.
— Tiene que joder un huevo, que tu madre esté tan buena y sea tan zorra.
— Mi madre no es una zorra –sentenció. La discusión se limitó a él con Dani. Sergio no participaba.
— ¿Qué no? –replicó-. ¿Sabes que venía a limpiarnos la casa, no? Una excusa fácil para poder enseñar las tetas y menear el culo mientras recogía un poco. Va salida perdida.
— Le hicimos un favor –reconoció Sergio, riendo con crueldad. Aún así su tono de voz era suave-. No veas como folla. Es un pozo sin fondo.

Aquella conversación no le gustaba en absoluto. Quería irse y no volver a hablar del tema pero, al mismo tiempo, quería hacerlo. Se sentía estúpido y enfermo.
— Tu padre… -empezó a decir, añadiendo un ‘’no te ofendas’’ antes de continuar-… es un mierdas. Calla como una puta, un cobarde.
— Y tu madre es una malfollada –añadió Sergio, sincerándose.
— Pero lleva días semanas sin hacer nada con vosotros…
— Míralo, que listo el niño –se rió Dani-. Como controlas, eh.
— Ahí está… Te digo yo que en unos días se dejará follar como una loca.
— Si nos ayudas… Te deberemos una, una muy gorda. Quien sabe… Quizá algún día le vendamos los ojos y dejamos que te la folles. Si quieres, claro. Sino… Podrías mirar.
— ¿Ayudaros… en qué?

Ambos sonrieron, aunque no dijeron nada.





*** Capítulo 3: Las tres clases particulares ***

Desde la desagradable escena que montó Brandon, pasaron dos días sin que Andrea se dignase a abrir la puerta. Daba igual si era de día o de noche, viendo a traves de la mirilla a Sergio, a Dani y en ocasiones al padre de este.
   Los motivos eran indiferentes, cualquier excusa sería buena para hablar con ella, y esta se esforzó por no darles ningún pretexto para poder hacerlo; pues en el fondo se moría de ganas de consentirles. Estaba ya tan salida que hasta volvía a excitarle la rudeza y la agresividad de Brandon… Algo que no había experimentado desde la última mañana en la que acudió cachonda perdida a su habitación y se dejó follar allí.

Se sentía molesta con su marido por consentir aquellas faltas de respeto tanto a ella como a él mismo. ¡Había presenciado como un viejo verde coqueteaba con ella y lo menospreciaba, pero no fue capaz de decir nada! Además, le había confesado que vería ``normal y humano´´ si ella cometía el error de ser infiel con los dos yogurines de al lado. Y esa actitud, tan cobarde y perdedora le irritaba. Ella había elegido pasar ``hambre´´ por él. No le motivaba en absoluto sentir que su pareja prefería esconder el rabo entre las piernas, dejando que se sintiesen tan confiados como para decirle cosas sucias bajo su propio umbral.
   Además, todas y cada una de las veces que los vecinos habían sido recibidos al picar la puerta, si él había estado delante había agachado la cabeza y no había medidado palabra. ¿Dónde estaba su orgullo? ¿No se atrevía siquiera a plantar cara para proteger y conservar su dignidad como esposa?
   Más de una vez se le antojó abrirles la puerta y echar un poco de leña al fuego para hacerle reaccionar. No, no quería que se peleara con ellos ni que se discutiese… Pero al menos podría mostrar la intención, como mínimo, de querer plantar cara, de estar dispuesto. Ya luego se habría encargado de parar la pelea e intervenir.

Entonces, al tercer día por la noche desde que dejó de abrirles la puerta, movieron ficha de una manera que ninguno se esperaba…


***

Estaban cenando su mujer y él. Al parecer Manuel ya había cenado previamente, por eso sorprendió al padre de este el disponerse a salir por la puerta de casa frente a ellos. Al preguntarle a donde se dirigía, dijo que a casa de un amigo… No tuvo que insistir demasiado para sonsacarle, frente a su madre, que iba a casa de los vecinos.
   Si bien estuvo a punto de prohibirle ir, al percatarse de que su mujer no dijo absolutamente nada, se limitó a decirle que no regresara tarde.
Al consentir aquello, fue Andrea la que miró incrédula a su marido. En cuanto su hijo hubo salido y cerrado la puerta de la casa, preguntó a su mujer con un icónico ‘’¿Qué?’’
— ¿Lo dejas ir? ¿Así, sin más?
— Ah. Que ibas a prohibírselo tú –se aventuró, sarcastico, su marido; encarándose a su mujer.
— Llevabas más de un mes despotricando de los vecinos, prohibíendome hablar con ellos y asegurando que trafican con droga y que son malas personas. ¿Y dejas a tu hijo ir?
— Iba a hacerlo, pero tú también tienes boca para explicar a tu hijo porque no debería ir a su casa.
— Es mayorcito para saber lo que está bien y lo que esta mal –musitó con un ligero encogimiento de hombros. Agarró el móvil y ojeó sus redes sociales tratando de pasar del tema.
— Si no querías que él fuera, tal deberías haberle dicho algo.
— Ahora soy yo por no haber impedido que Manuel salga. ¿Y cuando pican a la puerta de nuestra casa y me dicen cosas? ¿También tengo que plantar cara en tu lugar? ¿No tienes boca para hablar?

Se miraron durante unos segundos y sin decir nada más, Pablo se levantó y se encaminó hacia la cama.
— ¡Eso! ¡Vete! ¡Huye también de esta conversación!
— ¡Yo no huyo! –rugió colérico por primera vez-. Confio en ti y punto.
— He evitado abrirles la puerta para que no tengas que pasar por eso, pero me molesta que te tengas tan poco amor propio como para consentir que vengan a intentar robarte tu mujer y no hagas N·A·D·A –señaló poniendo enfasis en la última palabra, permaneciendo sentada e inclinada hacia su contrincante.
— ¿Qué esperas que haga, Andrea? ¿Quieres que me lance a su cuello y me denuncien? Porque si me peleo con uno de los tres los otros dos me caerán encima. ¿Eso te da igual?
— ¿Es lo que te da miedo? ¿Pelearte? ¿No te da más miedo perderme?

Se produjo de nuevo un silencio incómodo mientras chocaban miradas que casi producían chispas.
— ¿Te estoy perdiendo? –Un único hilo de voz fue lo que permitió a Andrea escuchar a su marido.
— La última vez que discutimos esto dijiste que veías normal que me sintiese atraida por dos chicos guapos.
— También te dije que confió en ti.
— Me duele que lo veas normal o lo toleres, incluso si te duele. No quiero que aguantes nada, porque ellos disfrutan humillándote mientras intentan demostrar que estan por encima de ti.
— ¡Pues vete con ellos y déjame en paz! –gruñó dándole la espalda y desapareciendo tras encaminarse a su habitación.

Como una fiera, su mujer lo persiguió abriendo con un golpe seco y abrupto la puerta de su cuarto, y siendo consciente de que todo se podía escuchar en el otro cuarto, susurró:
— Si con todo esto no has sido capaz de decirles nada a ellos, cuando vengan y me digan guarradas no quiero ni oírte. ¿Me has entendido? Si no eres capaz de plantarles cara, luego no me comas la cabeza a mí –al ver que no contestaba, enfurruñado en su lado de la cama, añadió-. Si no eres capaz de luchar por mí, luego no te quejes.

Esa noche durmió en el sofá, no quería ni ver a su marido. Su hijo volvió a las doce de la noche tras unas cuantas horas jugando en el cuarto de los dos hermanos, evidentemente, sin haberse enterado de nada. Le sorprendió verla durmiendo allí, pero al hacerse la dormida no mediaron palabra.
    Sería la noche siguiente cuando Sergio llegaría a su casa con una propuesta demasiado irresistible como para negarse, dándole la oportunidad de poner a prueba la cobardía de su marido.



*** 3.1: Proposición ***
La discusión del día anterior resintió su contacto al día siguiente. No hubo llamadas telefónicas entre marido y mujer cuando este estaba en el trabajo, y por la noche llegó estando ya lista la cena. La tensión que se respiraba en el ambiente se cobró, como primera baja, a Manuel; que terminó la cena en un abrir y cerrar de ojos, recogió sus platos y se largó hacia la habitación.
   No se habían dirigido la palabra y evitaban mirarse mientras masticaban la cena sigilosamente sentados frente a frente, cada uno sentado en las caras opuestas de aquella mesa cuadrada de madera. El timbre sonó a las ocho y media de la noche, haciendo que intercambiasen una silenciosa mirada: La esposa titubeó pero, por su estado de ánimo, arrastró la silla hacia atrás y se dirigió a la puerta tras limpiarse las manos con una servilleta que había al lado de su plato. No miró a traves de la mirilla, abriendo la puerta sin más.
— ¡Hola! ¿Qué necesitas esta vez? –preguntó con cierta petulancia, sin carecer en absoluto de su amabilidad tan característica.
— Hola –saludó Sergio sin más adornos. Sonreía lo justo, y no tardó en corregirla-. No necesito nada, solo quería pedirte ayuda con algo.
— Entonces ya necesitas algo. ¿Qué es? –replicó con cordialidad, antes de echarse a reír con cierta inquina. Una risa que su marido consideró cansina y pedante, haciéndole apretar los dientes.
— Manu se pasó por nuestra casa a jugar unas partidas y nos comentó que eres profesora. A mi hermano y a mí nos molaría mucho que nos dieses clases particulares.
— ¿De qué? –preguntó, sinuosa, alzando una ceja. Se recogió el dorado flequillo tras su hermosa oreja.
— Caste y mates.
— ¿Y por qué las necesitáis? –le interrogó frunciendo el ceño.
— Queremos apuntarnos a la escuela de adultos y es mejor si tenemos una buena base –contestó mirando a Pablo desde la entrada.
— No sé, creo que deberíais ir a una academia –musitó-. O asistir a repaso de verano. Ya casi es septiembre, pero si os dais prisa... Manuel va todas las mañanas y así se prepara para los exámenes de recuperación de Septiembre.
— Lo que pasa es que mi hermano y yo somos mucho de hacer campana… -Ese comentario cambió el semblante de Andrea, que se puso seria como si estuviese hablando con un alumno más.
— Si eres de hacer campana tanto da si vas al colegio o te doy yo las clases, no vas a tener la fuerza de voluntad para continuar.
— Bueno, si las clases me las das tú está claro que no voy a perder el interés.

Los labios de la milf pasaron de una linea recta a temblar, curvándose hacia arriba y formando una tímida sonrisa. Su mirada también se alegró al instante.
— Si no tienes fuerza de voluntad para ir a las clases, servirá de bien poco que te de unas clases particulares –insistió-. De hecho, será perder el tiempo para los dos.
— Nunca he dicho que vaya a hacer campana cuando empiece la escuela de adultos.
— Sí, lo has hecho. Has insinuado…
— Me refería a lo del curso de verano…
— Ya, y a mis clases no vas a faltar.
— A tus clases… -la miró de pies a cabeza, explayándose en su escote- … la verdad es que no. Además, ese no es problema tuyo, porque te pagaría.

Al escuchar eso, se alegró de darle la espalda a su marido, sus labios esbozaron un intento de sonrisa que se fue ampliando hasta enseñar todos los dientes. Se lo estaba imaginando plantándole el dinero entre las tetas.
   Estuvo segura de que él pensó exáctamente lo mismo; no dijó nada, pero su sonrisa le delató.
— Es tu dinero… Suponiendo que lleguemos a un acuerdo con la cantidad por clase. Tengo que consultarlo con mi marido.

El aludido levantó la vista y buscó la mirada de Andrea, mientras esta se daba la vuelta y se encaraba hacia él.
— ¿Te parecería bien que de clases a los vecinos? –este se encogió de hombros, evitando mirar al veinteañero que aguardaba sobre el felpudo.
— A mi marido no le importa –concluyó imprengando veneno en cada palabra-, así que podré daros clases particulares aquí.
— Si lo prefieres, en mi casa…
— No, no. Se harán aquí –replicó implacable. No iba a regatear.
— Bueno, vale. Pues aquí. Cuando…

Andrea alzó la mano para interrumpirlo, atajándole.
— Tengo mano con docentes que trabajan en escuela para adultos y sé más o menos el temario que tocan. Si tu hermano y tú aceptáis hacer clases particulares seguiréis el ritmo que yo imponga y me pondréis las cosas fáciles… ¿Me has entendido? Además, empezaríamos mañana mismo.
— ¿Qué horario?
— Dos horas cada noche, sobre esta hora –Al darse cuenta que quería concretar, añadió-. De nueve a once de la noche –notó que el yogurín hacía sus cálculos mentales-. Evidentemente el fin de semana no viene incluido.
— ¿Cuánto?
— Hmm… -sopesó claramente indecisa, apoyándo el hombro contra el marco de la puerta-. Quince euros cada uno, a la semana.
— ¡Venga! ¡Eso es un robo!

Sergio intentó regatear, pero la hermosa mujer de rubios cabellos no le dejó más posibilidad que aceptar.
— Siempre puedes apuntarte al curso de preparación –lo despidió, cerrándole prácticamente las puertas en las narices. Se dirigió hacia la mesa, sentándose para continuar cenando.

Era tapeo para una cena ligera, así que agarró una llesca de pan con tomate y aceite, pegándole un mordisco como si nada hubiese pasado.
— Andrea… ¡Andrea! –repitió con un tono de voz más contundente al ser ignorado la primera vez.
— ¿Hmm?
— ¿Vas a dejar que esos dos niñatos estudien en nuestra casa todas las noches a las diez de la noche?
— Sí… ¿Tienes algún problema? –le cuestionó, traviesa.
— ¡Pues claro que lo tengo! –rugió perdiendo los estribos y levantándose mientras golpeaba la mesa con ambas manos, la bebida y los alimentos temblaron sobre el mantel.
— ¿Y por qué no has dicho nada mientras lo hablábamos?

Se puso rojo de la rabia, viéndola sonreír con una maliciosa satisfacción. Se lo merecía, cobarde.
— ¿Te parece bien? ¿O prefieres que vaya a darles clase a su casa? –inquirió altiva-. Si le he impuesto venir aquí es para no estar sola en su casa. Eso lo he hecho pensando en ti.
— Haberle dicho que no.
— ¿Por qué no?
— ¡Porque es una excusa! Solo quieren acercarse a ti y pegarse un revolcón.
— Bueno, menos mal que estarás tú para evitar que eso pase –ironizó.
— ¿Qué se supone que debo hacer si los pillo manoseándote?
— O si me llevan al cuarto de baño –puso los ojos en blanco-. No sé, Pablo. Eso no se pregunta, eso se hace.
— Esto que haces te va a salir muy caro. ¿Me has oído? Luego no quiero ni oirte cuando me veas con otras mujeres.

Mientras agarraba un trozo de fuet y se lo llevaba a la boca, Andrea se puso en pie con un movimiento brusco y empezó a recoger los platos, encaminándose hacia la cocina.
— No has sido ni capaz de imponerte y plantar cara. Yo no habría dudado en sacar las garras si una golfa se atreviese a insinuarse así frente a mí, pero para estar tan preocupado de que me manoseen un par de crios, bien que te callas.

La discusión se zanjó ahí, esa vez fue él quien durmió en el sofá. Imaginándose a los dos mierdas del piso de al lado coqueteando con su mujer cuando hicieran clase. Entonces recordó aquel pantalón con manchas de semen en la zona íntima…


*** 3.2: La primera clase particular ***
No había podido dormir en la mayor parte de la noche, pese a lo cómodo que resultaba tener toda la cama para ella sola. Al otro lado de la pared escuchó gemidos y chapoteos, pese a que estaba segura de que era porno. Lo estaban poniendo para echar más leña al fuego, y lo estaban consiguiendo.
   Iba a cometer, de nuevo, el mismo error que la última vez. Había conseguido no volver a traicionar a su marido, llevaba más de dos semanas sin intimar con ninguno de los vecinos y… allí estaba: A punto de dejarse acaparar por dos niñatos frente a su marido.

No estaba bien, y lo sabía. No tenía la razón. Se mentiría a sí misma: No lo hacía para dar una lección a su marido. No, en realidad lo hacía porque quería sentir a esos dos irle detrás. También quería sentir los celos de su marido, su rabia… Su cobardía y su poca dignidad le hacían sentir a disgusto, por eso se comportaba de manera tan egoista.
   Se repitió mil veces a lo largo de la noche que iba a cancelar el compromiso con los dos yogurines, quedándose dormida antes de tomar finalmente una decisión final.


***

Era de día y había tratado de limpiar la casa a fondo para mantener la mente ocupada. Desinfectó y desgrasó los extractores de la cocina por dentro; limpió los metales de los fogones; puso lavadoras, planchó, barrió…
   Cuando se disponía a sentarse, con todo el torso y el rostro sudorosos: Sono el timbre. No se molestó en mirar por la mirilla, si era uno de ellos no tenía sentido.
— Hola, Sergio. ¿Qué quieres?
— Hola, profe. Quería saber que tendremos que traer a las cla…
— Corta el rollo, listillo –le atajó con una sonrisa traviesa, mientras se secaba con el antebrazo el sudor de la frente antes de colocarse el flequillo tras la oreja-. Es una excusa para hablar. ¿Qué quieres? –repitió sin dejar de exhibir alegremente sus dientes.
— Me has pillado. ¿Por qué no hacemos las clases en mi casa? A esas horas de la noche seguro que molestamos a tu marido.
— ¿Ahora te preocupa el bienestar de Pablo? Las haremos aquí, en el comedor de mi casa. En la tuya seguro que no os centráis.
— Bueno, vale… No voy a insistirte. Más adelante serás tú la que proponga continuar en mi casa.
— Creído –musitó mientras dejaba escapar una risita cómplice.
— ¿A tu marido le pone que los buitres te den vueltas o es así de subnormal?
— Es así de subnormal –contestó con la contundencia de una persona airada.
— ¿Por qué…?

La madurita agarró al joven por el brazo y lo arrastró para dentro. No, mejor dicho él se dejó arrastrar. Andrea prefirió evitar que los vecinos esparciesen rumores innecesarios por la escalera.
— ¿Me vas a decir ya que quieres?
— ¿Por qué aceptaste darnos clases particulares? No me lo esperaba.
— Por el dinero…
— Venga, va. No tienes pinta de estar tan necesitada… Lo haces por joder a tu marido.

Se miraron intensamente a los ojos, la cuarentona fue incapaz de contener la sonrisa; siempre la hacía reir. Se limitó a encogerse de hombros.
— Entonces ya que lo haces, hazlo bien. Ponte una blusita escotada, una faldita corta…
— No te pases, bastante va a sufrir el pobre con veros tan cerca de mí. Lo que sí que te voy a pedir es que a la hora de pagarme…
— ¿Sí?
— Lo hagas en mano.
— Esta noche te pago…
— Sería lo de esta semana, treinta euros. No me tendrías que pagar hasta el viernes de la semana que viene. Pero por favor… No os paséis.
— No nos pasemos… ¿De qué?
— Que haya accedido a daros clases particulares no significa nada.
— ¿No vas a follar con nosotros?
— No…
— Bueno... ¿Tu crees que cuando terminemos de estudiar tu marido nos dejará decía Sergio poniendo enfasis en el consentimiento de Pablo- quedarnos a dormir? Podríamos hacer una pijamada…
— No te pases…
— Ponte una falda y una blusa escotada. Quiero que me enseñes bien… las tetas.

Acto seguido, abrió la puerta para invitarlo a salir, aunque antes la sorprendió inclinándose hacia ella como si la fuese a besar, deteniéndose a pocos milimetros de su boca y lanzando un beso al aire.

***

Iban pasando las horas y poco podía hacer la esposa de Pablo para distraerse. No intercambió llamadas con su marido; cada cierto tiempo apagaba la televisión, poniéndose a pasear por la casa sin rumbo alguno. Pensando en que debía asegurarse que los dos yogurines se limitasen a ver y escuchar, sin permitir ningún tipo de tocamiento.
   Sin embargo, le volvía loca tratar de imaginarse a su marido callado y sumiso mientras dos jovenes se imponían. Por eso, poco antes de las siete de la tarde se atavió con unos pantalones tejanos de un tono azul oscuro –los cuales le llegaban hasta los tobillos-, y una blusa airada que no conseguía ocultar las tiras de su sujetador negro. Era una prenda ligera que no se le ceñía a su silueta, sin más que lo estrictamente necesario; a pesar de eso, una curva redondeada lucía aquella pronunciada linea vertical que formaba su escote allí donde se unían sus pechos.
  
Aquella noche, tras llegar su marido, cenó junto a ellos a las ocho de la noche y para poco antes de las nueve ya habían terminado. Su hijo Manuel se encerró en el cuarto, no porque esperase nada sino porque esa era su rutina. Pablo, por otra parte, estudiaba de arriba abajo a su mujer viéndola pasearse impacientemente por el salón.
   El timbre sonó a las nueve y cuarto; llegaban tarde. La pasiva reacción de Andrea extrañó a su pareja debido a que esta era muy estricta con la puntualidad, habiéndose llegado a enfadar por mucho menos. Los invitó a pasar y estos saludaron a Pablo pese a que este simplemente se dedicó a devolverles el saludo con un seco asentimiento de cabeza.
   Si la mesa era cuadrada, con cuatro sillas en cada una de las cuatro caras, Andrea sentó a los hermanos frente a frente, colocando su silla entre ellos y con una esquina del mueble separando a cada uno.
    Según les informó la primera semana se centrarían en estudiar castellano, castigando los temarios de ortografía y gramática. Puso dos hojas delante de sus dos alumnos y les hizo realizar unos ejercicios escritos en un libro.
   Se podría decir que estudiaban diligentemente, pero en realidad hacían poco más que mirarla lascivamente.

   Ambos le hacían preguntas, siendo respondidas todas ellas por una paciencia incuestionable; aunque para gusto de su cónyugue era demasiado simpática y sonriente, comportándose como una compañera de clase; la más guapa, camelándose a los dos chicos más malotes del aula.
   Pese a todo, la clase no consistió en nada más. Se marcharon Sobre las once de la noche tal como habían acordado, dejando al matrimonio solos en el comedor.
— No ha ido tan mal –murmuró organizando los papeles, antes de cuadrarlos con un par de toques contra el canto de la mesa.
— No, les has enseñado muy bien… -no terminó la frase.
— Te lo tienes merecido, en parte esto lo estoy haciendo para que aprendas a cortar las cosas a tiempo.
— Si tú lo dices…
— Cuando quieras explotar, explota.
— Sigue pinchándome –le amenazó, cortante.

Esa noche ambos se dispusieron a dormir en la cama, ambos estaban desnudos y ambos se deseaban el uno al otro.
   Los dos tenían sus sexos cubiertos por las sabanas, aunque se veía claramente que Pablo sufría una erección. Los dos pechos de su mujer lucían sus durezas a modo de provocación. Se habían ido desnudando poco a poco sin mediar palabra, sin besarse ni tocarse. Como si simplemente buscasen dormir desnudos.
— ¿Vas a follarme ya o tengo que irme al piso de al lado?
— Alomejor eso es lo que quieres.
— Cariño… Si quisiese follarme a los vecinos no montaría este circo. ¿No crees?
— Pues bien que te gusta que te miren las tetas…
— Reconozco que me gusta provocarles un poco… y que te pongas celoso.
— Pues a mí no me hace ni puta gracia.
— Ellos pueden mirarme todo lo que quieran… Solo tú puedes tenerme.

Acto seguido apartó de dos patadas la sabana y se abrió de piernas para su marido. Él se le tiró encima y empezó a follársela sin más esperas. Duró unos sesenta segundos, besándola, mordiéndola; pese a tenerla tan pequeña, esa energía casi la hizo correrse… Casi.

Fingió un orgasmo cuando este lo intentó con lenguas y dedo, haciendo que perdiese todo el interés.


***

Estaban abrazados, desnudos. Pablo reconoció en voz alta por primera vez tener miedo y estar inseguro. Se compadeció de él, aunque no pudo evitar meterle aún más inseguridad.
— Te amo mucho, pero tendrás que confiar en mí. Tendrás que confiar… -se apresuró a decir al ver que quería interrumpirle-… en que no haga nada más que enseñarles las tetas..
— Cuando te veo vestir esa ropa, dudo…
— O te haces respetar o confias en mí. No puedes tener las dos cosas, cielo –dijo con ternura-. Me gustaría poder ponértelo fácil y negarme a darles clases, o taparme hasta el cuello… Pero seguiríamos en las mismas. Porque ellos no se van a rendir… Tarde o temprano dudarías de si intentan algo cuando no estás en casa. O vences ese miedo y les plantas cara… O tendrás que confiar en que no haga nada.






*** 3.3: La segunda clase particular ***Era viernes por la noche, a poco rato de impartir la segunda clase a sus embelesados estudiantes. El comedor estaba bien iluminado con la televisión puesta de fondo, el matrimonio fingía verla haciendo tiempo hasta que diesen las nueve de la noche. No hablaban, excepto para hacer algún comentario vanal sobre lo que aparecía a traves de la pantalla.
  Era la calma que precedía la tormenta, y entre ambos se respiraba un ambiente tenso y turbio.

A Andrea le llamó la atención de que su marido hubiese evitado ponerse el pijama, algo que acostumbraba a hacer poco después de llegar del trabajo y ducharse. Continuaba llevando la misma ropa con la que había ido al trabajo, como si no fuese a poder sentirse libre hasta que no hubiese acabado la pesadilla que le tocaba aquella noche.
   La madurita se cruzó de piernas, unos muslos desnudos cubiertos únicamente por una falda azul claro que casi le llegaba hasta las rodillas. Para aquella noche había escogido una camisa de tirantes ceñida a su torso, negra, con delgadas tiras curvando sus hombros y con el corpiño reforzando la erótica forma de sus pechos.

Si se sentía mal por su acompañante, no se le tardó en pasar, pues al ver la diminuta erección en la entrepierna de Pablo le hizo pensar que, en el fondo, se lo merecía. Aún así, confiaba en que en el último momento saltase y detuviese todo aquel sin sentido. Que los expulsase a patadas de la casa o, al menos, tratase de ponerlos en su sitio.
   Pero no pasó… No. Los yogurines llegaron tarde, como si lo hiciesen adrede. Se sentaron en el mismo sitio que ayer y dedicaron la clase de dos horas a mirarle las tetas y hacer ciertas preguntas con doble sentido. Su marido permanecía en el sofá, con cara de poker y con el portatil entre las piernas. Aunque a ratos dirigía furtivas miradas hacia ellos sin mediar palabra alguna.
— Oye, Sergio –susurró procurando que Pablo no le escuchase, aprovechando que el ruido de la televisión tapaba su voz-. No me has pagado…
— Ah, sí… -dijo y, como si nada, se sacó la cartera del bolsillo, agarró los treinta euros de aquella semana y se lo incrustó entre las tetas hasta que el dinero quedó aplastado entre ellas.


Quizá Pablo lo vio, o quizá no, nunca lo sabrían. Lo que es seguro es que si lo vio, no dijo nada.
— Profe, no entiendo esto… -comentó Dani ojeando el libro. Para poder leerlo, Andrea tuvo que levantar su culo de la silla, rodear la esquina de la mesa y situarse al lado de Dani, a su derecha.
— ¿Qué no entiendes? –dijo inclinándose hacia el libro, dándole una vista perfecta de sus tetas a Sergio. La docente se colocó su flequillo rubio tras la oreja, con el culo en pompa. El dinero permaneció estrangulado entre las dos grandes ubres de color claro.



Su marido pudo ver desde el sofá, una parte de las bragas de ella, ya que la falda no daba de si para tapar tan grandioso trasero.
   Pasaron dos horas más, y se volvieron a ir a las once de la noche tras haber dado una sesión intensiva. Andrea estaba recogiendo los libros, los lápices y las hojas de la mesa cuando Pablo le espetó:
— ¿Qué será lo próximo, Andrea? ¿Les darás clases en ropa interior? ¿Desnuda?
— Quizás… Si lo consientes…
— Me estás tocando los huevos.
— Eres tú quien permite esto.
— ¿Qué es lo que quieres, Andrea?
— ¡Que demuestres que te importo lo más mínimo! ¿Cuándo te cansarás? ¿Qué tengo que hacer para que actúes?


***

Hubo un breve momento de silencio, no se miraban. De hecho, Pablo tenía la vista fija en su ordenador.
— ¿Confías en mí?
— Sí, aunque me lo pones difícil.
— Entonces confías en mí… Puedo hacer lo que quiera.
— Lo que quieras no.
— ¿Te gusta que vista así para dar clase?  ¡Frente a ti!
— No.
— ¿Y por qué no dices nada?
— ¡Porque tendría que salir de ti!
— Ni te imaginas lo que yo sería capaz de hacer si una golfa fuese detrás de mi marido.
— ¡Pues yo no soy así, Andrea! A ver cuando te enteras.
— Entonces si no eres capaz de hacer nada, conformate con mirar como esos que tanto odias me rodean como buitres… -hizo una pausa, antes de avisarle impulsivamente-. mañana iré a unas tiendas de ropa y voy a comprar lo más provocativo que encuentre. ¡Tú decides cuando paras esto!

Esa noche no hubo sexo, y Pablo durmió en el sofá… Ninguno de los dos pudo conciliar el sueño. Andrea estaba segura de que Pablo iba a saltar en cualquier momento, imponiéndose como su marido ante los vecinos. Él porque desconfiaba claramente de su esposa y era consciente de que no iba a poder hacer nada para detenerlo. Por eso mentía diciendo que confiaba en ella, porque eso le daba la excusa para no actuar…
   Porque… ¿Realmente quería parar aquello? ¿Y si en el fondo le excitaba pensar que abusaban de su esposa? Le enfadaba, y al mismo tiempo le calentaba. Sabía lo libidinosa que podía llegar a ser su mujer, pero hasta ese momento solo había considerado que podía ser así con él.



*** 3.4: La tercera clase particular ***Si todos los días tenía que mantenerse ocupada para no pensar en esas cosas y hacer ninguna tontería; cumplir su promesa e irse de tiendas el sabado fue algo totalmente liberador. Andrea pocas veces se cuestionaba lo falta de amigas que estaba, hasta que llegaban esas situaciones. Al mismo tiempo, Pablo salía con unos compañeros de trabajo e iba a tomar algo en algún bar perdido de la mano de dios; su esposa se paseaba por los escaparates de Victoria’s Secret y otras tiendas; fantaseando con los efectos que producirían en cualquier hombre cada una de las prendas que veía colgadas en las vitrinas.
   Sabía que se estaba pasando, y demasiado se había ido acercando a una linea roja que no debía cruzar. No habría culpado a su marido si le hubiese salido con los papeles del divorcio, pero sorprendentemente no lo hacía.
   Compró faldas cortas, tangas y ropa interior de encaje. Rompió su hucha de ahorros comprando todo tipo de blusas y de medias de red, todas con un carácter sensual y agresivo.

Eran prendas de guerra. En el fondo no creía que la mayor parte de aquellas prendas fuese a tener la oportunidad de usarlas, esperaba que su marido saltase mucho antes deteniendo aquella locura. Lo que sí era verdad es que comenzaba a sentir curiosidad, experimentando cierto morbo por coquetear con otros hombres frente al cobarde de su esposo.
   Los celos y la envidia eran mucho más deliciosos que la pasividad que mostraba como parte de su rutina en matrimonio.

Cuando llegó a la casa colmada de bolsas de compra y se encontró a Pablo desvistiéndose, lo agarró de la muñeca y lo guió hasta su cuarto. Juraría haber visto pequeñas perlas de sudor acumularse en la frente de su marido cuando le mostró cada uno de los conjuntos que había comprado. No, no solo se los mostro: Los exhibió para él.
   Como una modelo de oficio se vestía y se desvestía, probándose en conjunto aquellas redes decorando sus fuertes y potentes muslos depilados, combinados con una falda tan corta como la de una atractiva ramera. Un vestidito ceñido que lamía con sus curvas tanto su trasero como sus pechos, un vestidito sencillo y sin estampados –el cual era lo favorito de todo lo que había comprado- que daba la impresión de estar constantemente a punto de dejar al descubierto a sus pezones y su vagina…
— Andrea… Por favor. No puedo con esto.
— Si no quieres que pase, parate el lunes frente a la puerta a las nueve de la noche y diles que no va a haber clase.
— Se van a enfadar, han pagado por eso.
— Fíjate –replicó con parsimonia, completamente seria-, con ese dinero me he comprado algunas de estas prendas y maquillaje… -al ver la cara de su marido, añadió-. Págales lo de esta semana y diles que no vas a tolerar esto. Sino… -se encogió de hombros y se fue…



***
El domingo apenas sucedió digno de mención, convivieron los tres de la mejor manera posible, haciendo tiempo hasta el lunes. El hijo estudiaba por la mañana, el marido trabajaba y Andrea hizo tiempo leyendo las crónicas del asesino de reyes: Las puertas de piedra.
   Una de las razones por las que Pablo se aventuró a pensar que su mujer no sería capaz de hacerlo, era el condicionante de que su hijo permaneciese en casa durante aquella noche. ¿Qué impedía a Manuel salir de su habitación y encontrar a su madre vestida una fulana? Sin embargo, su hijo adolescente no asomaba la cabeza de su habitación; la fémina se acicalaba en el cuarto de baño dándose los últimos retoques en el rostro. Varias veces se paseó su marido frente al baño, indeciso, estando tentado a quitarle las brochas de maquillaje de las manos… Sin llegar a hacerlo.

Faltaban al menos cinco minutos para las nueve de la noche y el inicio de la siguiente clase particular. Sería la última oportunidad que tendría para parar aquella situación, pero en su lugar se levantó del sofá paseándose como por un sueño hasta el cuarto de baño. Ojeó a su esposa, que estaba dándole la espalda mientras se aplicaba un pintalabios brillante y de tono bastante natural frente a un espejo con lupa.
   Se había puesto uno de los vestiditos que se había comprado el sábado, casualmente el más irrespetuoso y provocativo para él. Era de tela roja, la cual combinaba muy bien con su color de ojos y con el dorado de sus cabellos. Era una prenda de pieza única, seguida desde la delgada tira de los hombros hasta la ``campana´´ que formaba entre sus piernas. Esa falda era tan estrecha que le dejaba poco margen a separar los muslos, los cuales estaban eclipsados por las medias de red negra que dibujaba rombos en toda la extensión de sus piernas.
   Portaba también unos zapatos de tacón delicados y estéticos de color magenta que, inevitablemente, le hacía alzar el culo más de lo habitual.

Sus miradas se encontraron a traves del espejo. Su amada esposa sonrió sin dejar de aplicarse el último repaso del pintalabios, y su mirada, decorada a la perfección con rimel, sombreados y delineados, le prometió ser mala aquella noche.
   El timbre sonó, haciendo que la fémina de cuarenta años guardase en el estuche todo lo referente al maquillaje y se diese la vuelta; rompedora se puso a andar pasando por el lado de su marido, susurrándole al oido que no llevaba ningún tipo de ropa interior. Se dirigió directa a la puerta meneando las nalgas, temblándole los muslos apretujados dentro de esas redes negras; sus nalgas que azotaban el interior de la falda exhibiendo cada contoneo muscular de estas.
— ¡Wow! Estás impresionante –alcanzó a escuchar Pablo, paralizado en la puerta del baño.
— Dejame darte un besito, preciosa –escuchó decir al mayor de los dos hermanos.

Si ponía atención, estaba seguro de poder escuchar cuatro besos dados en las mejillas; luego entraron en la casa y se sentaron al lado de su maestra… Pegados a ella.


***

Si las dos clases anteriores cada uno se había sentado frente a una de las cuatro caras de la mesa, esa clase prometía ser diferente. Andrea no mostraba lo nerviosa que estaba, aún así acompañó a los dos yogurines hasta la mesa, sentándose ella en la misma silla de siempre.
   No le sorprendió ver como ambos cogían sus respectivas sillas y la dejaban caer al lado de la suya; en otras palabras, iban a estudiar los tres como si fuesen siameses. Por un instante creyó que sería demasiado, pensó en ordenarles que se alejasen de ella pero, al ver como Pablo entraba en el comedor con la mirada gacha y mirándoles de reojo, decidió dejarlo todo como estaba.
   ``Si se sigue haciendo el loco después de haberme visto así de arreglada… Es que no va a hacer nada. ¡Que se joda!´´ sopesó para sus adentros, rabiosa. Hasta hacía unos momentos habría apostado porque, en el último momento, habría corrido hacia la puerta tras ella y habría bloqueado la entrada. Pero no sucedió.

Pablo se dejó caer en el sofá, mirando como los dos mamonazos se estrechaban más y más contra su mujer, sonriendo a los lados de su mujer y, con esta, completamente calmada devolviéndoles la sonrisa. No era así en absoluto, pues para ella cada roce la hacía estremecerse. Sentía una humedad desagradable entre las piernas, sintiendo la necesidad de separarlas y abrirse de par en par.
   En lugar de eso abrió los libros de texto y empezaron la clase: >>
<< — Entonces, esto es hiato porque tiene ae –argumentó totalmente serio el mayor de los dos hermanos.
— Sí, exacto. ¿Y esta? –preguntó señalando a otra palabra.
— Esta tiene diftongo porque es iu –se entrometió el pequeño.
— Correcto.
— Ah, ya lo entiendo –Sergio rió con inocencia, a pesar de que su mano se posó disimuladamente bajo la mesa sobre el muslo enredado de su maestra.

La víctima de ese tocamiento tuvo un gran escalofrío por toda la espalda, mirando a su esposo desesperada sabiendo que no quería llegar a este punto. Los dedos del yogurín se deslizaron por debajo del comienzo de la falda, cada vez más y más cerca.
— Muy bien –le felicitó, riendo incómodamente-. Eres muy listo –le había agarrado la muñeca por debajo la mesa y apartó la mano de ahí.
— ¿Y esto? ¿Cómo se lee esto? –preguntó Dani, masajeándole la rodilla disimuladamente. Era un milagro que Pablo no se diese cuenta de nada, ni que no se hubiese percatado del nerviosismo de su esposa. Él continuaba centrado en su ordenador, o quizá distrayéndose con él.

El otro crio había garabateado sobre el papel: ``Kiero comerte el coño´´
— Está mal escrito –dijo automáticamente, agarró el papel y el boligráfo rojo, tachándolo y escribiendo al lado a modo de corrección: ``Pues hazte una paja´´, a lo que Dani contestó: ``asmela tu´´.

Era impresionante lo cachonda que podía ponerle unos garabatos escritos en un trozo de papel. Más sin estar segura de que, desde aquel ángulo, su marido pudiese verlos manoseándola disimuladamente bajo la mesa.
   En cierto momento ambos hermanos posaron un par de manos contra sus muslos, necesitando ella ambas manos para quitárselas de encima.
— Tengo sed… Y aquí parece que está muy mojado –susurró Sergio, logrando ruborizarla. La simple idea de que presionasen sus labios contra su eufórica vagina la iba a volver loca.
— Se te marcan mucho los pezones… Aunque el calzonazos de tu marido esté ahí creo que no me voy a poder aguantar más…

Bajó su mirada pegando su propio mentón a su cuello y estudiando el estado de su escote. La larga linea formada por sus pechos ya no era lo más llamativo, sino los dos bultos que hacían gala de lo duros que estaban aquellos pezones.
— ¿Parece que no dejamos a tu marido concentrarse? ¿Quieres que continuemos en mi casa? –preguntó Sergio con osadía, lo suficientemente alto para que Pablo lo escuchase.

Inmediatamente el hombre se levantó y se dirigió con nerviosismo a algún lugar de la casa, escapando del salón mientras los pasos se alejaban. Sintiéndose mal por él, empezó a reprenderlos:
— ¿Podéis tomaros las clases en serio?
— ¿Cómo vamos a concentrarnos estando vestida así? Cómemela y luego me centro –musitó el mayor.

Dani no dijo nada, en su lugar le apartó el pelo y empezó a besarle con una insoportable lentitud el hombro, subiendo hasta el cuello. Un escalofrio le barrió todo el cuerpo, haciéndola cerrar los ojos por una fracción de segundo.
   Una mano excavó bajo la falda y forzó el camino entre ambos muslos –estando estos tan apretados que era prácticamente imposible llegar-, pero los dedos se clavaron triunfantes contra su coño y este los recibió con alegría placentera.
   Dani arañó el corpiño de su pecho, impacientándola más. Sus muslos se separaron, abriéndose como una ostra. Entonces fueron ambos hermanos los que empezaron a besar y morder su cuello haciéndola mirar hacia el techo y poner los ojos en blanco.

Su mente estaba partida en dos mitades, una exigía echarlos de casa pues esa era la linea roja que no debía cruzar. La otra mitad la instaba a ir a casa de los dos niñatos y dejar que se la follasen como una loca.
— Que zorra, no llevas tanga ni nada… ¿Cómo puedes hacerle esto a tu marido?
— Eres una calienta pollas –dijo el mayor-. ¿Cómo quieres que nos concentremos?
— Chicos… no me hagáis esto –gimió con un hilo de voz, cerrando los ojos. Dos manos diferentes exploraban su coño esquivando el fino hilo de red que lo cubría.

A lo lejos se escuchó la puerta del baño y los pasos de Pablo acercándose a la mesa de estudio.
— Se acabó –rugió, sorprendiendo a su esposa-. Fuera. ¡Largo de mi casa! ¡¡Fuera!! –chilló, rojo de la rabia.
— Tranquilo, tio –dijo Dani poniéndose a la defensiva, claramente asustado. Los dos hermanos se levantaron, preparándose para encararse. El hermano mayor, por el contrario, no vio ninguna amenaza en él.
— Ya está –intervino Andrea, intentando reprimir una sonrisa… Apartando la silla y sosteniendo a tu esposo. Casi perdiendo el equilibrio por el poco sostén que le ofrecía su calzado. La interrupción de este la había sacado de todo trance y excitación.
— No tenemos culpa de que tu mujer sea una zorra –añadió Sergio completamente serio y despreocupado.
— No quiero volver a veros en mi casa. ¿Os enteráis? ¡Fuera!
— Será mejor que os vayáis –estaba asustada por primera vez, no por su esposo, sino por como pudiesen reaccionar ellos-. Sergio… No me hagais repetirlo.

Ambos cedieron a regañadientes, sorprendidos de la reacción de su marido tanto como la esposa del mismo. Cerraron la puerta de un portazo.
— No vas a dar más clases a esos idiotas…
— Has tardado, eh…
— ¿Cómo me haces pasar por esto? –parecía que iba a darle un ataque al corazón. Estaba fuera de sí.
— Quería saber hasta donde ibas a aguantar… Hasta donde ibas a prestarles a tu mujer.
Le vió chasquear la lengua, la agarró de la muñeca y la arrastró hacia su cuarto donde cerró la puerta y puso el pestillo. La lanzó contra la cama y ella se abrió de piernas de par en par, sus ojos destelleaban, encendidos.
— ¿Ibas a dejar que me llevasen a su casa y me follasen? ¿Quieres que se follen a tu mujer?
— ¿Habrías dejado que lo hiciesen? –inquirió el aludido con un hilo de voz.
— Sí, iba a convertirme en la puta de esos dos niñatos –reconoció, ruborizada.

Pablo recortó la distancia entre ellos y se avalanzó sobre ella, besuqueándole agresivamente el cuello y la boca corriéndole el carmín, mientras con sus manos se desabrochaba la cremallera. Su polla estaba lo más dura que podía estar, y se metió en su vagina empezando a follársela con una fuerza nunca antes vista.
   Broom, Broom, Broom. La cama botaba hasta el punto de taladrear el suelo.
— ¡Ahhh! ¡Ah! ¡Ahh! ¡A… Amor! ¡El condón! ¡Ponte el condón! –pero él no se detuvo ni dijo nada-. Como me encanta… Nunca me habías follado así.
— Estabas tan mojada por ellos. ¿No? Querías que te follaran.
— Sí… Me moría de ganas –confesó sin saber si lo decía para seguirle el juego o decir la verdad.
— Eres una perra infiel.
— Sí… Soy tu perra infiel.
— Me voy a correr…
— ¡Acaba fuera! No estoy tomando la pildora… -le recordó, completamente cachonda.

Pero la estranguló y no pudo decir nada más, pese al diminuto tamaño la follaba con tanta fuerza que el orgasmo para ella era inminente. Puso los ojos en blanco, poniendose roja y desmayándose.
   Plas, plas, plas… escuchaba a lo lejos justo antes de notarle rugir derramando todo dentro.
— Has… Has… –le reprochó, incrédula.
— Díme la verdad… ¿Habrías ido con ellos si te lo hubiesen pedido?
— Sí… Me habría ido a su casa.
— Te habías arreglado con esa intención.
— Sí… A que me follasen esos dos niñatos que tanto odias. Y también ese viejo verde.
— Cómo puedes ser tan guarra…
— Me gusta bien duro… Y tú eres un pichafloja que no me folla bien –le espetó, cruel. Notó como la polla de su marido, impregnada de su propio semen, se había ido aflojando. Pero al oir tal provocación se puso dura de nuevo, continuando la follada de nuevo.
— ¿Esto es un juego o realmente quieres que te follen?
— Quien sabe… -coqueteó, burlesca… Los dos pechos se le salían de la blusa y él los asió con contundencia mientras reanudaba la follada.
— ¿Estás reconociendo que si tienes oportunidad me serás infiel?
— Si no haces nada para impedirlo… ¡Ah! ¡Ah! No pares… Sigue. Fóllame con esa rabia…

Plas, plas, plas, plas… Andrea se empezó a correr, por primera vez después de mucho tiempo. Se corrió como una loca, extasiada por los celos y el deseo con que su marido le había impregnado.
   Le encantó. Quedaron tumbados en la cama, respirando con dificultad.
— Necesito saber que no vas a hacer nada con ellos… -se reincorporó.
— Cariño… Todo ha sido un juego. Un juego para que te pusieses celoso, nada más.
— ¿Cómo voy a poder confiar en ti después de todo esto…?
— Vas a tener que confiar. Y cuando no puedas… Cuando sospeches –dijo asfixiada, señalando a su pene, ya flácido-. Guardate esa rabia para follarme por la noche. Follas mucho mejor cuando estás celoso –entonces se empezó a reir, sin más.
— Y piensa que hasta que comience a trabajar, voy a estar muy solita en casa… -le susurró al oido-. Mientras tú no estás, los vecinos se mueren por pasar un rato conmigo –dijo. Y le besó.




*** Capítulo 4: La erótica boca de una madurita insatisfecha ***

Había visto a su madre arreglarse y exhibirse como una furcia de discoteca.
Había oído como sus padres follaban más ruidosos que nunca en la intimidad de su habitación.
Se había pajeado al pensar que su padre estaba tolerando todo aquello…


Pero tan solo era el comienzo.


***

Era mediodía y hacía poco rato que se había despertado. El móvil vibró, sacándolo de su sueño. Sergio le instó a ir a su casa en ese mismo momento para echarse unas partidas, también dijo que quería darle una sorpresa. Sin más detalles, simplemente le interpuso una condición a la cual el adolescente aceptó sin pensárselo dos veces.
   No dijo a su madre que se iba ni que comería fuera, no. Simplemente se escapó a la casa vecina. Fue recibido por Dani que lo condujo sin muchas explicaciones al cuarto que compartía con su hermano y, en el cual, estaba encendida la televisión conectada a la consola.

Todo parecía indicar que iban a echar unas partidas de futbol y ahí quedaría todo, pero algo le le hacía presentar que las sonrisasque ambos hermanos lucían al sacar sus teléfonos móviles avecinaban algo muy diferente.

*** 4.1: Merienda *** 

Andrea había tardado en percatarse de la ausencia de su hijo, y cuando intentó contactar con él para preguntarle si comerían juntos descubrió que no estaba recibiendo los mensajes. Era mayorcito y no iba a recriminárselo pues, fuese a donde hubiese ido ya era bueno que saliese de su cuarto un poco.
   Estaba dirigiéndose desde el salón hasta su cama para echar una pequeña siesta, pues no tenía hambre y prefería desconectar un poco pero, justo cuando estaba estirándose sobre su edredón y depositando su móvil sobre su mesita de noche, este empezó a sonar. Era una llamada de su vecino. Titubeó, sopesando la posibilidad de denegarle la llamada pero, tras recordar lo que había pasado el día anterior se lo cogió:
— ¿Sí?
— Hola, Andrea.
— Hola, Sergio.
— ¿Cómo estás?
— ¿Qué quieres, Sergio? –preguntó, sin paciencia alguna para andarse con rodeos.
— Estoy cachondo perdido, y mi hermano también.
— ¿Y?
— Pues que vengas a nuestra casa…

Aprovechándose del hecho de no poder ser vista, sonrió mientras se mordía la comisura del labio.
— No voy a ir, Sergio. Eso ya quedó atrás.
— No lo parecía ayer…
— Os estaba usando para poner celoso a mi marido, eso es todo.
— Y funcionó, te folló bien.
— Sí… Me encantó, así que no. Gracias.
— Pero tu marido no folla como yo ni como mi hermano.
— Eso es verdad –confesó volviendo a sonreír. Se cambió el móvil de oido para poder escuchar el ruido de la puerta por su hijo volvía.
— A Dani y a mí nos dejaste con dolor de huevos ayer. Ya que nos utilizaste podrías compensarnos…
— Podría. ¿Pero voy a hacerlo? No, lo siento.
— No seas mala… Anda, vente un rato y cómenos la polla.
— Si voy a tu casa no será solo para chupárosla un rato, voy a querer más y no voy a dejar que eso pase.
— Si vienes te prometo que no te follaremos –prometió con solemnidad, parecía más serio de lo habitual.
— ¿Está tu padre? -``Estoy pensando en ir de verdad, ¿Cómo puede ser tan…?´´ pensó para sus adentros.
— No, no llegará hasta la noche. Estamos solo mi hermano y yo…
— ¿Pero sabes lo que pasa? Si voy a conformar con daros placer a vosotros.
— Escúchame, si te estoy invitando es para que nos comas la polla. Es una compensación, nos lo debes.
— ¿Y si voy y os la como, estaremos en paz?
— Sí… -fue la única respuesta de Sergio.
— ¿Lo prometes?
— Sí…
— ¿Estáis planeando tener sexo cualquiera de los dos?
— No, solo nos follaremos tus tetas y tu boca… Como mucho.
— Eso me gustaría verlo.
— Pues ya sabes… Arréglate como ayer y ven a merendar, te esperamos.

No hubo respuesta posible por parte de Andrea porque, el yogurín, acababa de colgar de manera instantanea.
   Esta vez la madurita no titubeó, simplemente se levantó de la cama y se encaminó hacia su armario para escoger que iba a ponerse.



*** 4.2: Testigo de un banquete ***



El timbre sonó y ambos hermanos se pusieron en movimiento. Apagaron sin previo aviso la consola y mientras el mayor iba a recibir a la visita, Dani espetó a su invitado que no debía dejarse ver ni hacer ningún ruido. Todo había pasado muy rápido para el hijo de Andrea; el adolescente aún estaba intentando asimilar que iba a ver como se follaban a su madre.
   Lo primero que escuchó en cuanto se abrió la puerta de la calle fueron los tacones de su madre picoteando el suelo. Manuel entonces se dio cuenta de que estaba paralizado y no se movía, por eso tan pronto como recuperó el control de su cuerpo se deslizó hacia la puerta de la habitación y se asomó al borde. Era evidente que su madre estaba demasiado concentrada en los dos yogurines que se paseaban por el comedor como para pecatarse de que su hijo observaba desde la puerta entreabierta que conducía a las habitaciones… >>
   << Al observarla, se dio cuenta que era incapaz de seguir viéndola como a su madre. No, en ese momento solo veía una perra en celo. En primer lugar, estaba desnuda. Lo estaba si se le comparaba con la noche anterior. En ese momento no tenía medias, ni sujetador, ni pendientes ni colgantes; solo unos tacones y un trapo que cubría sus intimidades. En segundo lugar, ese era un vestido escueto y simple; era lo suficientemente justo para ocultar su vagina, sus nalgas y sus pezones… todo lo demás quedaba a la vista. En tercer lugar, esa prenda daba una impresión de fragilidad. Con poco que se tocase o se moviese con ella, se veía como si fuesen a quedar todas sus intimidades expuestas.
— No sé que hago aquí –confesó la exuberante rubía, quedándose de pie frente al sofá. Como si estuviese a punto de dar media vuelta y marcharse.
— Todos sabemos muy bien a que has venido –le contradijo Sergio.

Daniel se había ido a otro lugar de la casa, volviendo al poco con tres botellas de cerveza frías entre sus manos. Le entregó una a su vecina y la sobrante a su hermano mayor. Ambos jóvenes llevaban puestas camisas de tirantes y manga corta. Los enormes bultos entre sus piernas estaban cubiertos por unos calzoncillos desliñados.
— Sientaté –le ordenó el mayor tras sentarse en el sofá y golpear en el asiento con su mano.

Tras titubear unos segundos mirando a donde acababa de señalar su anfitrión, la madurita se dejó caer cuidadosamente en el mueble. Dani hizo lo mismo, dejando a la infiel entre ambos.
   Cada uno tenía una cerveza en la mano, aunque lo más erótico fue ver como la cuarentona humedecía sus labios tras beber un ligero sorbo.
— ¿Por qué estás aquí?
— No lo sé…
— Sí lo sabes –objetó el hijo mayor de Brandon, insistiendo-. ¿Por qué estás aquí?
— Porque sois unos salidos y queréis abusar de mí –replicó la recien llegada con sarcasmo.

Sonriendo de oreja a oreja, esa vez Sergio no reprobó su contestación. Bebió un trago justo antes de conducir su dedo índice a los muslos desnudos de la milf, y con la uña rozó y levantó la diminuta falda del vestido dejando a la vista la depilada entrepierna de la mujer.
— Será eso. Creo que no es nada de eso. ¿Quieres oir la verdad?
— ¿Cuál es? –se limitó a preguntar bebiendo otro trago mientras estiraba su falda para ocultar su vagina, sin éxito, pues era tan corta que se veía fuese como fuese.
— Sabes que ayer fuiste muy mala. Fuiste una calientapollas. Y estás aquí para compensarnos –La aludida esbozó una tímida y ligera sonrisa-. Me gustaría ver la cara de tu marido si te viese ahora.
— No creo que le hiciese mucha gracia… -reconoció, ruborizándose.

Pese a que el menor de los dos hermanos no participaba en la conversación, pareciendo estar distraido, con la mano libre acarició el muslo de su vecina como si lo hiciese con una pluma. Eso distrajo a la madurita, como si lo que más desease en ese momento fuese el contacto físico… Uno que se estaba haciendo desear.
— ¿No dijiste que ibas a cortar esto…? –le cuestionó Sergio enmudenciendo su rostro.
— ¿Cómo voy a cortar nada si no habéis dejado de tentarme?
— Ah… Nosotros somos los malos. Dani, ¿Recuerdas que llevaba puesto ayer?
— Un vestido parecido a este y unas redes.
— ¿Qué más? –le apremió su pariente. Con el dedo índice hacía rulos con un mechón de pelo dorado de la fémina. Esta se dejaba toquetear por ambos, aunque fuesen poco menos que caricias.
— Llevaba pendientes y un collar. También iba muy maquillada –Lo último que añadió, se lo susurró al oido a la excitada cuarentona-. Vestía como una puta.
— ¿Qué excusa tienes para eso? –inquirió Sergio, altivo.
— Era un juego con Pablo –se limitó a contestar, sin sonreír y encogiéndose de hombros. Sus mejillas estaban coloradas. Bebió otro sorbo de cerveza.
— Y nos jodiste a mi hermano y a mí. Nos fuimos con dolor de huevos a casa.
— Pobrecitos –ironizó, mordiéndose la comisura del labio.
— Y ahora te toca pagar…
— Que mala he sido… Merezco un castigo –coincidió ella misma, volviéndose hacia Sergio.

Sus bocas se fueron acercando, cada vez más y más. Antes de que sus labios se rozasen sus lenguas ya se estaban encontrando. El sabor a cerveza impregnaba ambas salivas y calentaba más si cabía el cuerpo de la milf. Entre beso y beso, la mirada de María se deslizó hacia el bulto creciente de Sergio. Parecía una cría de serpiente que, con cada nuevo beso, creía varios centimetros hasta salirse completamente del calzoncillo.
   Ignorando por completo a Dani, la madurita se volteó ligeramente y continuó besando al veinticuatroañero mientras, con la mano, empezaba a pajearlo. Sus diminutos dedos no podían cerrar el agarre en torno al tronco venoso y oscuro de ese cipote, pero aún así comenzó a menearlo de arriba abajo, desde los testículos hasta el glande como si fuese el recargador de una escopeta.
   Sergio representó bien su papel, dejándose besar y pajear por la rubia. Su hermano pequeño, por el contrario dejó su polla al aire y se centró en manosear aquellas hermosas ubres y exponerlas fuera del vestido.

Fue inevitable, al sentir que Sergio no hacía nada por tocarla ni adelantar nada se volvió y reposó su espalda contra el sofá completamente acalorada y giró su cara hacia la de Dani; el menor de los dos agradeció esto y correspondiendo con deseo aquellos labios. Al principio tímidamente, y luego más agresivamente.
   No eran besos que gustasen a todo el mundo, pero a ella la volvían loca. Eran sucios, rudos y dominantes.
   Entonces Sergio se puso también a manosearla, las cuatro manos toqueteaban y acariciaban diferentes partes de aquel erótico cuerpo. Unos arañaban placenteramente el muslo izquierdo mientras otro pellizcaba con suavidad el endurecido pezón de la mujer; la barba de Sergio hacía cosquillas en su cuello mientras se lo mordía y, al mismo tiempo, Dani mordía el cartilado de la oreja izquierda de la madre antes de susurrarle algo al oído.
   Las cuatro manos tocaban muslos, nalgas y tetas, las bocas exploraban cuello, labios y orejas… Pero ninguno de los dos exploró su hambrienta vagina.
   Desesperada, agarró la mano de Sergio y la guió hasta su entrepierna, pero este la apartó.
— Estás castigada –le recordó, sonriendo con crueldad-. Si quieres que te toquemos ahí, vas a tener que usar tu boca.
— No seáis así… No puedo más.

Sin embargo, ninguno de los dos estaba interesado en complacerla. Les divertía lo cachonda que estaba, así que el mayor de los dos la agarró de su pelo y la guió hacia su entrepierna. Resignada, Andrea se removió para poner las rodillas en el suelo a los pies del sofá para realizar una verdadera mamada al pollón de su vecino.
   Lo agarró con ambas manos y se disponía a lamerlo con el culo en pompa y las tetas fuera; pero en el último momento este la retuvo y la dejó con la lengua colgando.
— ¿Qué…? –preguntó sin comprender.
— Si quieres jugar… Tienes que seguir nuestras reglas –no dijo nada-. ¿Prometes que harás lo que queramos? ¿Serás nuestra zorra?
— Soy vuestra zorra…
— Podemos hacer lo que queramos…
— Podéis hacerme lo que queráis…
— ¿Seguro? –Era lo que querían oir, y fue evidente que se lo pensó dos veces antes de decir que sí, pero aún así, lo dijo.
— Seguro…

Sergio agarró el móvil y sin previo aviso activó la cámara de este y empezó a grabar. El autoreflejo de la madurita fue interponer entre la lente y su cara una de las dos manos para que no se le viese la cara. Eso fue algo a lo que Sergio no se negó, pues quedaba visiblemente erótico ver solo la lengua y la boca de esa mujer lamerle la polla.
— Ahora… Ya puedes comerme la polla.
— No grabes… -le pidió la madurita totalmente seria. Aún así, su lengua lamió desde los testículos hasta el glande antes de besarlo y empezar a chupar con breves asentimientos de cabeza haciendo ruidos de succión.
— Estás demasiado buena… Siempre he querido grabar mis propios videos.
— Bórralo luego…
— No lo borraré, pero no se lo enseñaré a nadie.

Para colmo, Dani también había sacado su móvil y había empezado a grabar mientras se pajeaba. Su polla era muy diferente a la de su hermano, un poco más larga pero bastante más delgada mientras que la de su hermano mayor era gruesa, venosa y tosca.
   Aunque la mano de ella ocultaba su cara de la cámara de Sergio, no consiguió esconderse de la de Dani. Aún así, como si no supiese que estaba siendo grabada por la otra cámara, pronunció su mamada todavía más, pero evitando las arcadas.
   Solo le cabían en la boca los primeros siete centimetros de polla, pero Sergio decidió forzar su límite y mientras continuaba la temblorosa grabación, con una mano libre sostuvo la nuca de la fémina y sin piedad le hizo forzar una garganta profunda.


   Cof, Cof… Tosió la mujer con su garganta empalada por aquel pollón. Se puso roja y sus ojos parecían estar a punto de salirse de las órbitas, volvió a toser dos veces más, derramando saliva sobre el calzoncillo y la camisa del yogurín. Sus labios parecían estar a punto de partirse, dilatados por el diametró de aquel miembro.
   Cuando el chico soltó su cabeza, su vecina alzó la cabeza como si acabase de estar apunto de ahogarse en las profundidades del mar, resurgiendo en la superficie. Pegó una bocanada de aire y dejó caer su cara contra la babeada polla de su amante.
— Eres un bestia… -se quejó, mareada.
— Mi hermano también quiere.

Todo estaba siendo grabado por ambas cámaras, quedando registrado como la ruborizada hembra pasaba de dedicarse a una sola polla para dividirse entre los dos. Agarró ambos cipotes y empezó a masturbar, sosteniendo mucho más cómodamente el alargado; puso su culo en pompa de nuevo y dedicándose unos segundos a chupar una y luego otra.
   Dani se había pegado a su hermano mayor para que las mamadas fuesen más fáciles de dar, y a pesar de que ambos dejaban que la mujer se las chupase con libertad cada cierto tiempo la agarraban por la cabeza y forzaban de nuevo una garganta profunda.
   En el turno de Dani apoyó los codos sobre la nuca de Andrea, al principio forzando una mamada más profunda que rozaba la campanilla en boca ajena. Pero cuando sintió lo bien que se sentía rozando el glande en la carnosa y caliente garganta de la cuarentona, echó todo el peso de los brazos sobre la cabeza de ella deslizando unos cuantos centimetros más para su esófago.
   La cámara de Sergio logró captar a Andrea poniendo los ojos en blanco y babeándole los testículos en un intento de respirar hasta que el chico soltó su cabeza.
— No puedo más… Estoy muy mareada.
— Se siente demasiado bien follarme esa boca –se excusó el menor.
— Si quieres follar, puedes cogerte esta otra boca de aquí… -suplicó abriéndose los labios vaginales con dos de sus dedos.
— ¿Cuál boca?
— Esta… -repitió, haciendo al hijo de Brandon levantarse y rodearla, sin dejar de grabar.


El vestido no conseguía esconder ni el coño abierto de par en par ni el depilado ano de la mujer, quedando registrado en la grabación. Aquella vagina parecía respirar, contrayéndose y expandiéndose mostrando el cuello uterino en lo profundo de la cavidad.
— ¿Quién te ha dicho que puedes parar? –inquirió juguetón Sergio agarrando la cabeza de ella y conduciéndola de nuevo hasta su miembro. Acompañó su cabeza en cada subida y bajada de la mamada, centrándose en el glande antes de caer en picado hacia los testículos. Si una de las dos manos la tenía ocupada dejando expuesta su vagina, la otra la usó para pajear la gruesa base de ese pollon mientras le comía las pelotas.
— Métemela ya… -suplicó, impaciente, con la nariz y la boca enterrada en aquella bolsa escrotal, impregnada en hilos de su propia saliva.

La cámara de Sergio grabó la comida de pelotas que le hizo aquella ardiente mujer, pero la de Dani lo logró grabar todo desde atrás. Detuvo la grabación y se arrodilló frente a ella, agarrando por fin ambas nalgas con sus zarpas y abriéndolas de par en par.
— Ahhhh… -gimió completamente erótica al poco contacto de las uñas del muchacho tan cerca de su coño y su culo-. Métetemela… No aguanto más.

Para dejar el culo en pompa, reafirmó su espalda dejándola recta y dejó las tetas a la altura del cipote de Sergio. Sus pezones, duros como piedras, rozaban los muslos del joven. Notó como los dientes mordisqueaban sus nalgas…
   ``Su boca está tan cerca de mi vagina… Me voy a volver loca´´ sopesó sintiendo unas ganas irremediables de orinar.
— Usa las tetas… -Aunque lo estaba pidiendo, Sergio ya estaba agarrando por los pezones sus pechos y estrangulando su polla con ellos.
— ¿Te gustan?
— Me vuelven loco… Tienes unas buenas ubres.
— Son todas tuyas, cielo… -le dijo sonriendo, besándolo en la boca. Sergio se olvidó del móvil por un momento y cayó sobre el asiento del sofá. Grabando de refilón aquella escena.

Manuel, desde el cuarto, no pudo evitar empezarse a masturbar. Viendo como Dani besuqueaba el culo en pompa de aquella mujer y esta, que mantenia un duelo de lenguas contra un Sergio con la polla enterrada entre sus tetas, temblaba de pies a cabeza. Ante la petición de su vecino favorito, esta junto el mentón con su cuello y dejó caer sobre ellas un largo y espumoso hilo de saliva, antes de reanudar su morreo con el jovenzuelo.
— Ufff… -gimió, de nuevo, poniendo los ojos en blanco. Levantó el culo todavía más haciendo que sus labios vaginales externos rozasen por poco con los labios de Dani. Meneaba sus caderas como si bailase la danza del vientre, a contoneaba su coño frente a él.
— ¿A qué esperas? Pajéame –le ordenó Sergio, logrando que por fin la mujer se centrase en exclusiva para él. Aprisionó entre sus temblorosas manos ambos pechos, subiendo y bajando, dejandose follar las tetas.

La lengua de Dani se paseó tentativamente sobre el ano de la mujer, y al comprobar que no sabía a nada desagradable, dejó caer un hilo de saliva que usó para penetrarlo con el dedo gordo. Acción que la hizo estremecerse una vez más.
— Por ahí no, idiota…
— Estás castigada –le recordó Dani repitiendo las palabras de su hermano-. Portate bien y tu coño recibirá una buena polla.
— Yo la quiero ya… -se lamentaba antes de interrumpirse.

Las caras que ponía, de súplica y desesperación, excitaban a Sergio de sobremanera. Este volvió a besarla una vez, más. La agarró de la nuca por última vez y la hizo chupar el glande al mismo tiempo que empezaba a follarse las tetas con diminutas embestidas. El yogurín se iba a correr, echando atrás la cabeza y cerrando los ojos. La empática mujerzuela entre sus piernas lo sentía y pese a que nada tocaba su vagina empezó a moverla como si estuviese teniendo sexo por ella.
   Sentía en los labios el tembloroso e impaciente pulso de aquella vergota, se aceleraba. La estranguló más con sus tetas y aceleró el ritmo.
— Trágatela toda –ordenó tras coger el móvil de nuevo y grabar aquella escena.

En el vídeo se veía a su hermano de fondo, mordiendo las nalgas de la madura y penetrándole le culo con un dedo. También se apreciaba un primer plano de la rubia con las tetas apretujadas. Quedó registrado como esta dejaba de besar el glande y sacaba la lengua, Sergio pudo entonces follarse sus papilas gustativas mientras ella le miraba directamente a los ojos… y sonrió. Andrea abrió su boca y tendió su lengua sobre su mentón, babeándolo todo.
— Me corro… Trágatelo todo, no dejes de mirarme –volvia a ordenar, justo antes de pegar un pequeño bote y estremecerse de pies a cabeza. Un primer chorro acertó en su campanilla, un segundo impregnó la erótica buena que se extendía a los pies del glande como una alfombra roja para su esperma, el tercero y el cuarto rebosaron los labios y se derramaron por su mentón aterrizando sobre su canalillo y la polla que sobresalía de ellos.
— Guau… -su exclamación fue acompañada por una sonrisita divertida. Su cavidad oral estaba inundada de semen, el cual se tragó gustosa-. ¿He sido buena? –inquirió con tono inocente, frotando con suavidad la polla que conservaba entre su torso.
— Sí, pero aún sigues castigada…
— Aún quedo yo –replicó su hermano menor, que se puso en pie y giró para posicionarse frente al sofá y ante ella; aún así, no se sentó.

Arrodillada frente a él, completamente impaciente y cachonda, sacó la lengua manteniendo esa sonrisita. Le ponía que le humillasen así, ser putilla de dos inmaduros y sumisa de sus crueles deseos.
   Se estremeció cuando las suaves manos del dieciochoañero la aferraron por el pelo e introdujo el extremo del miembro deslizándolo a traves de la lengua antes de empezar la follada. Estaba cachondo, y estaba follándose una boca que en ese momento solo existía para que pudiese correrse. La madre de Manuel lo miraba a los ojos, no apartaba la mirada, relajó el cuello y dejó que el imberbe se follase su boca, su lengua y su garganta.
   Tenía el ritmo de la respiración muy elevado, se iba a correr. La serpiente blanca –lisa y sin tantas venas como la de su hermano- perforaba sus labios mientras Sergio grababa todo.
   Dani la miró intensamente a los ojos cuando la clavó hasta el fondo, al principio con dificultad y fallando: La primera embestida y la segunda no logró empotrar sus testículos en el mentón de la mujer, pero en la tercera logró meter por completo su largo cipote alargado, ensanchando su garganta y dejando reposar el glande en esa parte del esófago. Más de veinte centimetros de glande naufragados a lo largo de su garganta…
   Se mantuvieron la mirada, incluso cuando a la madura se le nubló la vista y empezaron a ponerse en blanco.
— ¡Uff..! –bufó Dani sacándola casi por completo y empezando a follarse de nuevo su boca sin sumergirla tan profundo.

La lengua se sentía demasiado bien, y se corrió sin avisar, restregando el glande y el prepucio contra ella. Inundando por segunda vez la cavidad oral de ella en poco rato.
   Las dos pollas estaban ya reducidas y sin ganas de lucha; algo que no gustó nada a ella pero en el fondo lo entendía. Habían estadojugando con ella, querían dejarla lo más hambrienta posible antes de follársela. ¿Y cuanto tiempo pasaría hasta entonces?
— Has sido muy buena. Ya puedes irte a tu casa.
— He hecho todo lo que me dijisteis… -les reprochó antes de sonreír tímidamente, intentando negociar-. Creo que merezco una buena follada.
— Ya –afirmó el mayor de los dos, antes de añadir-. Pero nos has exprimido bien con esa boca tan pervertida que tienes. No lo disfrutaríamos. ¿Qué dices, Dani? ¿Nos la follamos?
— Nah. Se me han quitado las ganas. Esta noche o mañana ya si eso.
— Quiero que borréis los vídeos.
— Son para nosotros, no los vamos a compartir. ¿No?
— Que va –Dani le dio la razón a su pariente.

Sergio se puso en pie, ya con el calzoncillo bien puesto y tendió la mano a su invitada, esta se dejó levantar con todo el vestido ensuciado. Algo que la hacía ver todavía más sexy, solo que de una manera más indecente. La condujo hasta el recibidor, prácticamente echándola de la casa pese a la amabilidad que mostraba.
— Esto sigue siendo parte del castigo, para que no olvides que no debes ser una calientapollas con nosotros –le susurró al oido, manoseándole el culo mientras ella exhalaba excitación. Las yemas de sus dedos rozaron su coño entre ambas nalgas-. Ahora eres nuestra, y si cualquiera de nosotros te pide algo más te vale que lo cumplas. Sino… Puede que te quedes una temporada sin follar con ninguno.
— ¿Tu padre está incluido?
— Claro. Eres la puta de la familia –Su sonrisa indicó que no fue ningún adjetivo despectivo, sino más bien cariñoso.

Tras abrir la puerta y devolverle el bolso, la abrazó por detrás y le besó el cuello frente a la solitaria escalera, asió su seno izquierdo mientras su mano derecha acariciaba la cara interna de sus empapados muslos.
— Dilo.
— ¿El qué?
— Di lo que eres…

María sopesó responder a eso, pero le encantaba demasiado ese juego de hacerse desear.
— Cuando me folles… Quizá lo diga –sugirió antes de cruzar el rellano. Si alguien baja por las escaleras, se cruzaba con una hermosa y bella mujer, con la cara llena de sudor, semen y saliva colgando hasta sus tetas.

Pero a ella le daba igual, estaba demasiado cachonda para pensar en nada más. Cachonda y satisfecha… Por desgracia, no sabía que al enterarse de lo que acababa de pasar el patriarca de la otra casa iba a querer imponer su derecho sobre ella de la manera más cruel posible… y en el propio piso de ella.






*** Capítulo 5: Traición nocturna ***

Manuel no volvió inmediatamente a su casa, no. Uso su propio wifi –descubrió que ellos les robaban el internet- para descargar los vídeos que tanto Dani como Sergio habían grabado a lo largo de la velada. No quiso mirarlos demasiado en cuanto estuvieron en su poder. Haberlo hecho hubiese sido como si un niño, sabiendo cual era su regalo, lo hubiese abierto y mirado horas antes de poder hacer uso de él… No, el niño quería impacientemente que llegase el momento para poder usarlo y poseerlo… Y él también.
   Les dio largas para poder volver a su casa, a pesar de que ellos estaban planeando lo que pasaría esa noche. A Manuel le daba igual, pues no veía momento para volver a su habitación y pajearse con aquellos vídeos de tantísima calidad como los que acababa de obtener.
   Se despidió de ambos y cruzó el rellano hasta la puerta de su casa, su madre estaba duchada, peinada y sentada en el sofá leyendo en su tablet como si nada hubiese pasado.
— ¿A dónde habías ido?
— Por ahí… -dijo con vaguedad, pensando únicamente en la habitación.

Miró de reojo mientras se dirigía a ella. Llevaba un vestidito ni de lejos tan provocativo como el que había llevado a la casa vecina; uno veraniego y de estar por casa que disimulaba a la perfección sus atributos femeninos.
   ``Vaya diferencia´´ se dijo para sus adentros, poniéndose colorado. La mujer estuvo a punto de reprender a su hijo por irse directo a la habitación, pero en el último momento se lo pensó mejor; evitando articular objeción alguna.

Una vez dentro de su cuarto, cerró con pestillo, se puso cómodo y empezó a ver cada uno de los cinco videos que habían grabado los dos hermanos. Esos vídeos eran sus nuevos tesoros.


*** 5.1: La calma antes de la tormenta ***Hacía poco que su marido había llegado del trabajo sobre las siete y media de la tarde. Se dieron un cordial saludo, aunque pudo rescatar cierta mirada de reproche por parte de Pablo. ¿Estaba molesto por lo que había pasado el día anterior? Quizás… Fuese como fuese ella estaba segura de que no sería algo que hablasen hasta la noche.
   Estaba haciendo una cena sencilla mientras el padre de su hijo se aseaba en el bañó: Pan con tomate y aceite, y una tortilla de patatas. Estaba ya todo listo sobre la mesa, con una tapa de hojalata conservando el calor de la tortilla circular cuando le vibró el móvil. Era el yogurín de su vecino, listo para torturarla un poco más.
   ``Es lo malo de ser una masoca´´ se acusó abriendo la aplicación y respondiendo, al tiempo que agudizaba el oído para asegurarse de que su marido seguía duchándose… Y así era.

<< Conversación de Whatsapp >>Charo: Ola wapaCharo: Puedes havlar?Charo: Esta tu marido cerca?Andrea: ¿Qué quieres?Charo: Esta noche tngo una sorpresita para ti.Andrea: ¿Cuál? –emoticonos de carita vergonzosa-.
Charo: Vamos a acerte una bisita a tu casa, x la noche.Andrea: No, eso sí que no. Voy yo a la vuestra.Charo: No, en tu casa. Eso o nada.Andrea: ¿Entiendes que si mi marido me pilla se acabó todo?Charo: Eso le da mas morbo.Andrea: Os he dejado grabarme… No me hagas esto.Charo: En el fondo saves q quieres. Te mola eso de traicionar a tu marido.Andrea: No en mi casa. No estaré cómoda.Charo: Asegrate de q tu marido no te pille y ya.Charo: Esta noche a las doce o asi en la puerta de tu casa. Ponte algo sexy o te quedas sin polla.Andrea: ¿Vais a venir los tres?Pero no obtuvo respuesta. Se le aceleró la respiración, sintió sonrojarse y notaba que el corazón iba a partirle el pecho de lo fuerte que le palpitaba. Era arriesgado, era irresistible.

***

Su marido, su hijo y ella cenaron sin nada resaltable que comentar. Pablo hablaba con su hijo sobre ir a ver un partido de futbol el siguiente domingo, ya que unos clientes de la empresa le habían regalado unas entradas para el palco norte.
   Estuvieron hablando también sobre temas de seguridad informática y sobre lo vendido que estaba el usuario con móviles android.
   No hablaron de nada más, terminando la cena y siendo Manuel el encargado de recoger los platos y fregarlos.
— Cuando vuelva quiero verlo todo fregado. ¿Me has oido?
— Sí –se limitó a contestar Manuel para evitar una discusión mayor.

Pablo hizo señas a su esposa para acompañarlo a su habitación, y allí retomarían esa discusión que no supo terminar el día anterior.
   Una vez en su cuarto, cerró la puerta con pestillo y se encaró a ella.
— ¿Qué quieres? –le cuestionó altiva.
— ¿Qué qué quiero? No puedo seguir así, María… Llevo todo el día pensando en que podrías estar tirándote a los vecinos.
— ¿Y te gusta?
— Claro que no. No es algo agradable.
— Nuestro amiguito aquí abajo no piensa igual…

La discusión parecía que se iba a alargar mucho, pero no fue así. ``Es precoz hasta para eso´´ se lamentó para sus adentros mientras lo avecinaba avalanzarse sobre ella. Y lo hizo. Sus bocas quedaron pegadas como dos quinceañeros cachondos, aunque ella no estaba ni la décima parte de lo cachonda que estuvo esa mañana. Su cuerpo no lo deseaba y se estaba empezando a dar cuenta.
   El vestido que llevaba, de falda larga, fue apartado sin demasiado esfuerzo. Se bajó la cremallera y se la metió. No estaba seca, pero tampoco estaba demasiado mojada. Así le resultaba aburrido.
— ¿Y qué es lo que no puedes aguantar? –comenzó a decir-. ¿Pensar que he invitado a tomar a un café a esos dos niñatos? –inquirió con una sonrisita cruel y maliciosa-. ¿Sabes que han estado picando a la puerta de casa? Como lobos hambrientos separados por un cristal de su presa.

Oír eso lo provocó a dar las primeras embestidas, a besarla para callarla.
— ¿Por eso no me has llamado? Tenías miedo a pillarme follando con los vecinos, ¿No?
— Cállate…
— Cállame tú…

La agarró por el cuello, en un intento de asfixia. Se estaba poniendo más interesante y divertido para ella, y vagina se fue mojando más y más, aunque no tenía claro si era por lo rudo que se estaba poniendo con ella o por sus propias palabras.
— Pensé en invitar a tomar un café al viejo verde ese… Quizá hacerme un selfie con él y mandártela… Quizá lo hag… -pero no pudo terminar. Pablo la estranguló con mucha más fuerza y la embistió repetidamente como un conejo.

A Andrea le costaba respirar, pero aún así sonrió. Se fue poniendo roja, y luego morada. Cuando Pablo se dio cuenta la soltó y la empezó a besar. La asfixia la habia mareado, y su coño estaba hecho agua. Por desgracia, Pablo se corrió sobre su vestido gruñendo con respiraciones entrecortadas.
— Solo me estoy quedando contigo, cielo. Me encanta cuando me follas así.
— Eso está bien… A mí también me gusta. Pero no me gusta estar todo el día pensando en que me estás siendo infiel.
— Eso es lo delicioso… Que por la noche me castigues por hacerte sentir esos celos.

Se besaron acarameladamente… La calma antes de la tormenta. Había sido un buen preliminar para lo que iba llegar después.



*** 5.2: Invitado no deseado***

Eran las nueve de la noche, el matrimonio estaban enzarzados en un abrazo. Cada segundo que pasaba era un largo minuto de espera para Andrea, que supervisaba con frecuencia el reloj de su mesita de noche para asegurarse de que el tiempo seguía avanzando.
   Escucharon a su hijo encerrarse en su cuarto, no había tardado demasiado en fregar los platos; pero menos había tardado Pablo en follarse a su mujer. Andrea no era capaz de vaticinar lo que iba a pasar en unas horas, pero se mentía a sí misma si fingía que no lo deseaba. Una parte de ella quería poner a prueba su suerte y dejar que esos malnacidos abusasen de ella; que la usasen. Era algo que su marido no podía hacer... Pero no solo eso. Empezaba a gustarle esa emoción que le provocaba traicionar a su marido, ese sexo sucio y humillante que la rebajaba a poco más que una puta de tres al cuarto sin dignidad alguna. Pese a lo digna que se había considerado siempre, no podía resistirse a lo divertido que era consentir a aquellos sementales.

Fueron varias las veces que, mientras estaba abrazada a su marido, sintió el deseo irrefrenable de confesarle todo aquello: Decirle lo excitante y morboso que se sentía dejarse follar por el asqueroso viejo verde del vecino, por su guapísimo hijo mayor y por el abusón de su hijo pequeño. Eran tres placeres totalmente diferentes, pero a la par iguales.
   Sino lo hizo era porque tenía claro que lo más delicioso de ese sentimiento era la ignorancia de su propio marido. Eso y, también, que no sería capaz de sobrellevarlo. Les costaría el fin de su vida tal y como la conocían. Y por irónico que fuese amaba a su marido.

El móvil vibró a su lado, llegó una notificación y de refilón logró leer el nombre de Charo: ‘’ Oie, q mi padre ya va para allí, no e…´´ la notificación se cortaba ahí. Sobresaltada y con el corazón bombardeando su pecho, se levantó.
— Voy a tomar algo a la cocina. Una infusión –concretó poniéndose en pie. Pablo, perezoso, siquiera hizo el amago de levantarse.
— Pues yo voy a intentar dormir, ya me ha entrado sueño…
— En un rato vengo… -dijo dándole un beso en la frente. Antes de salir de su cuarto, se puso el mismo vestido escueto y corto que se había llevado ese mediodía a la casa de los okupas.

Si su marido hubiese estado atento, quizá habría sospechado al ver a su mujer desnudarse frente al armario despojándose de toda prenda antes de calzarse el ligero vestido que exhibia sus muslos y su escote. Si hubiese sido cauto, se habría levantado y habría seguido a su esposa… Pero no lo hizo. Y Andrea salió del cuarto cerrando la puerta tras de sí.

Estando ya frente a las habitaciones escuchó un leve y ligero picoteo de nudillos en la puerta de la entrada.

Brandon estaba allí, y ella iba a hacer esa locura con su hijo y su marido en casa.

*** 5.2: Omnisciente***
Había visto en vivo y en directo como se follaban las tetas y la boca de su madre, tenía hasta cinco videos grabados unas horas atras que evidenciaban lo cerda que era en realidad. Fantaseaba con aumentar esa colección y presenciar cosas mucho más sucias en un futuro…
   Aún así, no podía aguardar y esperar para ver que pasaría esa noche. Sergio le había garantizado que su padre, Brandon, quería emputecer a la guarra de su madre en su propia casa. Hasta que no lo viese con sus propios ojos, no podría creérselo. Ya le habían confirmado, tanto un hermano como otro, que Brandon había tenido sexo con ella pero verlo y saberlo eran cosas totalmente distintas.

Escuchó a su madre salir prácticamente de puntillas de su cuarto, cerrando la puerta de su cuarto con suavidad. La escuchó avanzar por el pasillo, abrir la puerta cerrada que daba al salón y cerrarla tras de sí.
   Mucho se había estrujado los sesos Manuel para saber como podría espiar lo que fuese que fuese a pasar en esa sala. Había pensado en esconderse en el balcón, pero lo pillarían fácilmente cualquiera que estuviese en el salón y tuviese que salir a coger algo de la despensa. La galería y la cocina tres cuartos de lo mismo, también estaban descartadas. Entonces se le ocurrió grabarlo todo… ¿Y por qué no?

Puso su móvil en modo avión, se aseguró de que la calidad de la grabación fuese alta y hubiese el filtro de nocturnidad activado. La pantalla desprendía poco brillo, por lo que aunque no hubiese luz no se habría visto con facilidad que el móvil estaba ahí y, por encima de todo, su madre nunca se iba a fijar el lugar donde había escondido el móvil.
   Sí, se había asegurado bien que el móvil tuviese batería y capacidad para grabar todo lo que pasase en el comedor… Y ni siquiera necesitaría estar allí.

Pese a que el móvil estuviese colocado en una posición privilegiada desde la que se veía la mayor parte del salón, el sofá y un resquicio de la cocina; Manuel era consciente de que había puntos muertos que este no podria capturar pero, incluso en ese caso, ya tenía un plan b preparado.





*** 5.3: A punto de ser descubierta***Se acercó con paso cauto a la puerta de la casa. Los picoteos que desde el otro extremo de la casa eran discretos y pasaban desapercibidos, se escuchaban más impacientes y fuertes a medida que se acercó. No estuvo segura de si debía abrir la puerta, imaginándose a un lobo viejo hambriento al otro lado del umbral. Supo que, si habría la puerta, no habría marcha atrás…
   ... Entonces, de manera impulsiva, la abrió de par en par: Allí estaba, calzando unas sandalias viejas y polvorientas de color negro, llevaba unos tejanos veraniegos que le llegaban hasta las rodillas y en varias partes del mismo acumulaba numerosas rasgaduras y agujeros. Una camisa de botones abierta de par en par cubría su espalda, mientras que su inflado y velludo barriga cervecera quedaban a la vista.
   El cincuentón no tenía una sola característica morbosa en su cuerpo, pero no era eso lo que cautivaba a Andrea. Era una masoca, y varias veces había sospechado estar sexualmente enferma. Lo miró a los ojos, por encima de su barba descuidada y notó a simple vista que estaba beodo y desquiciado. Pero ahí estaba, en su forma de mirarla… No la miraba como una persona, sino como una boca a la que penetrar y un coño al que impregnar. La ansiaba con el aura de una bestia en celo… Y eso era algo bueno, porque a pesar de estar casada, ella también lo estaba.

Estando de pie sobre el felpudo, avanzó varios pasos cruzando el umbral y como si fuese un chupasangre clavó sus dientes en su cuello. Fue un beso salvaje que la hizo estremecerse mientras suplicaba ``No´´. Como una valiente nadadora que se lanza al helado mar pero se arrepiente una vez está dentro.
   Un escalofrio le recorrió desde la vagina hasta la nuca, con la puerta del pasillo abierta la empotró con la pared mientras sus rudas manos manoseaban la suavidad de sus nalgas, estaba lo suficientemente mojada para que tanto su vagina como su ano estuviesen lubricados, y por curioso que pudiese parecer, ese cincuentón arañó placenteramente sus nalgas rozando con sus dedos corazón su culo, amenazando constantemente con invadirlo.
— Deja que cierre la puerta al menos… -suplicó, cerrando los ojos y abriendo la boca para emitir un gemido silencioso.

No sentía estar traicionando a su marido, sentía estar siendo robada. Eso la ponía a mil, notando el hedor a alcohol en la barba de ese viejo verde, con la polla dura contra el tejano y sobresaliendo junto al ombligo. La esposa de Pablo vio de reojo el glande y pensó que iba a acabar dentro de su coño en no mucho rato, y eso la hizo gemir con tan solo los besos acompañados de una barba que le hacía cosquillas.
   Del cuello pasó a su boca, y se besaron como una par de quinceañeras mientras la luz del recibidor ahuyentaba la oscuridad del rellano y del resto de la escalera. Si hubiese habido alguien mirando, habría visto como el anciano borracho le daba la vuelta, empotrando de frente contra la pared a esa mujer arreglada con ese obsceno vestidito y quedándose pegada a ella como un chicle. Sus tetas se apretujaron contra el muro mientras levantaba su culo, sus dos nalgas separaron la diminuta e insufiente falda del vestido, dejando a la vista aquella enorme y carnosa raja. Brandon, arrodillado frente a este, aferró con sus zarpas aquellas dos duras y bien puestas nalgas y las separó como moises dividió las aguas en dos.
   El coño de aquella mujer, esposa y madre quedó expuesto, totalmente depilado, por debajo del ano; ese viejo verde hundió su nariz en ese culo y su lengua en el empapado sexo de ella.
— Hmmm… -gimió sonoramente, levantando más el culo-. ¡Ahhh! –sollozó, con ambas piernas temblando, al sentir a ese malnacido penetrar su ano con el pulgar-. Por ahí n… ¡Hmmm!

La hizo poner los ojos en blanco, besando su clítoris antes de volver a separar su culo aún más y penetrar la vagina lo más profundo que pudo con su alcohilica lengua.
   ``¡Zass!’’ Un azote en la nalga derecha la hizo sobresaltarse, apretó los dientes para no gritar sabiendo que cada gemido que soltase resonaría por la escalera. Brandon se rió burlonamente, dando otro azote en el mismo lugar y dejando un irritamiento rosado sobre la nalga.
    ``¡Zas! ¡Zas!´´ Soltó dos azotes más, que resonaban por oscuros y solitarios pasillos del edificio, uno en la nalga derecha y otra en la inmediata; se puso en pie tras ella y restregó con maldad su glande y parte de su polla contra el empapado sexo de ella. Si tenía las rodillas flexionadas, las puso rectas; arrastrando su polla desde el clítoris de ella, hasta su ano y finalmente dejando el miembro que asomaba por el tejano abrazado entre ambas nalgas.
   Andrea temblaba, no podía creerse que quisiese ser follada de esa manera; pero se mentía a sí misma si pretendía fingir que no podía imaginarse otra cosa que no fuese aquel monstruoso cipote clavándose contra ella.
   Aún con la cara apoyada contra la pared, la mano de la cuarentona se movió sola acariciando a sus espaldas el extremo del miembro de su abusador, aunque este se la apartó de mala manera. La punta de esa polla desprendía un abundante y pestilente liquido preseminal, impregnada en testosterona.
— Tira para dentro… -ordenó con su característica voz rota y lenta, agrabada por su ebriedad.
— Yo… -comenzó a decir ella, echa un lio.

Lo peor para Andrea era saber que, cuando estuviese con la cabeza fría, se arrepentiría de haber consentido a ese viejo… Pero lo cachonda que le ponía en ese momento era equiparable a lo mucho que le gustaba hacerlo con Sergio. Eran placeres totalmente diferentes: Con el hijo mayor disfrutaba porque, pese a que también lo hiciese duro y rudo, como su padre, era guapo y respetuoso. Le encantaba mirarlo a los ojos.
   Con Brandon le pasaba todo lo contrario, con él se sentía violada, abusada, humillada… Se rebajaba al tener sexo con él. ¿Cómo podía gustarle? Ahí estaba… No le gustaba, pero le ponía a mil.

El allanador cerró la puerta de la casa, la agarró por la muñeca y la llevó hasta el sofá, bajo la atenta e incansable mirada de la cámara oculta de Manuel. Brandon se sentó a la izquierda de ese bombón, cuyo vestido ya no conseguía ocultar sus perlados y brillantes muslos. La agarró de la nuca con su brazo derecho mientras que, con el izquierdo, se desabrochaba el botón y la cremallera antes de hacer a un lado los pliegues del tejano. Su dote viril era un cipote de más de veintitrés centimetros, tan ancho o más como el de su hijo mayor, pero venoso y con arrugas. Era monstruoso y de piel oscura, su bolsa escrotal era enorme, gigante. Nada más verlo, Andrea sabía que quedaría inundada bajo el espeso semen que almacenaban.
   Con su mano buena, empujó la cabeza y he hizo encontrarse las bocas y lengua de ella con el glande. Los labios le bajaron el prepucio y su lengua dejó una parte de este brillante y reluciente.
   El sabor, fuerte, le hizo poner los ojos en blanco una vez más. Esforzándose por no vomitar al sentir el extremo contra su garganta.
   ``Glup, glup, glup, grooopp´´ Tras tres subidas y bajadas la dejó clavada contra su campanilla, Brandon disfrutaba poniendo a esa zorra madura contra las cuerdas, saboreando como se sentía tenerla en esa calida y húmeda boca. Él sabía que esa guarra quería tenerla dentro, y que la frustraba tener que conformarse con sentirla en su boca.

La cámara registró a la madre de su dueño con las piernas ligeramente abiertas e inclinada haciéndole una felación a ese viejo. Los pezones amenazaban con asomarse fuera del vestido, y cada vez que Brandon la forzaba a enguillir el máximo de carne, ella no podía evitar dejar escapar hilos de saliva que se acumulaban en los colosales testículos de él y en sus tejanos.
   Andrea se desesperó al sentir que el ritmo con que se follaba su boca, indicaba que no le quedaba mucho para correrse. Temía que fuese a acabar y dejarla en vilo, como sus dos hijos… Y mientras el muy bastardo agarraba su cabeza con ambas mano impidiendo a su boca alejarse, empezó a embestir con sus caderas esos labios y a follarse su garganta.
   ``Chap, chap, chap, chap, chap, chap…´´ El ruido, lascivo y evidente, resonaba por todo el comedor. Era impresionante que Pablo no lo hubiese escuchado. Justo cuando pareció que iba a acabar dentro, se escuchó a lo lejos una puerta abrirse con la sutileza de quien no quiere despertar a nadie, unos pasos y la puerta del pasillo que daba al salón abrirse de par en par.
— ¡Manu! Q… Qué haces despierto –preguntó su madre sonriendo. Estaba ruborizada, con el mentón y los labios impregnados con hilitos de su propia saliva que su hijo a esa distancia pareció no ver.

Tenía un pezón medio salido y tanto sus muslos como sus pechos estaban sudados y con restos de saliva.
— Iba a buscar algo para beber. ¿Qué hace él aquí? –inquirió entrecerrando los ojos, mirándolos de manera sospechosa.


La polla de Brandon estaba escondida bajo sus tejanos, abrochados de nuevo.
— Estaba hablando con tu madre de unos problemas que hay en la escalera –murmuró Brandon, sonriendo de manera maliciosa.

Estaban sentados tan juntos el uno del otro que Manuel ni se dio cuenta de que ese asqueroso viejo verde estaba manoseando el culo de su madre. Esta sonreía con clara incomodidad, pero no hizo nada por apartar la mano, quizá porque habría sido demasiado sospechoso.
— Manu, se bueno y trae a nuestro invitado una cerveza, anda.
— Vale –aceptó, encogiéndose de hombros.

No les dio tiempo a nada, tardó pocos segundos en llegar a la nevera, en agarrar una cerveza fría de esta, en destaparla y en llevarla hasta el sofá. Fue su madre la que se levantó, con los pliegues de su vestido aireando sus intimidades de manera sutil, no había visto nada y al mismo tiempo lo había visto casi todo. Seguía ruborizada, pero se mentía a sí misma creyendo que estaba consiguiendo mantener las apariencias.
   Le agarró la botella de cerveza, movimiento que le había servido de excusa para alejarse de él y no ser manoseada. Mientras le tendía la cerveza a su invitado y este pegaba un trago, se dirigió a su propio hijo y le dijo:
— Cariño, no le vayas a decir a papa que Brandon está aquí. No quiero que se preocupe.
— Tranquila, mama. No diré nada. Me voy a dormir.
— Vale, cielo. Descansa.
— Venga, chaval –lo despidió Brandon, agarrando por las piernas a su madre y abrazandola a su lado. Ella de pie y él sentado, los dos muslos brillantes y húmedos a la misma altura que su cara. Su mano derecha, escondida tras sus piernas, enterró sus dedos entre sus carnes y clavó sus uñas dentro de su vagina; poniendo la piel de gallina a Andrea frente a su hijo. En su defensa, se puede decir que disimuló muy bien.

Manuel se esforzó por aparentar ingenuidad y sonreir antes de irse. Escucharon los pasos del chaval alejarse hasta su cuarto y como se cerró la puerta.
— Estás loco… ¿Cómo me tocas delante de mi hijo? –Era un reproche sin enfado… Sin fuerza alguna.
— A mí no me interrumpe nadie –gruñó pegando otro sorbo a la cerveza antes de hacerla sentarse sobre su entrepierna, aún cubierta con el pantalón.

Ella aceptó de buen grado, meneando su culito expuesto sobre la cremallera del tejano. Se echó a reir, provocativa, antes de levantar y dejar caer su culo repetidas veces como si estuviesen teniendo sexo. Lo estaba tentando a follarla sin más demora, pero no lo hizo. En su lugar, la agarró de la muñeca y la condujo a la cocina, abrió la nevera y la hizo arrodillarse frente a él. Sin bajarse el tejano se bajó la cremallera y expuso su erección frente a ella.
— ¿Dónde nos habíamos quedado? –preguntó agarrándola forzosamente del pelo e introduciendo aquel cipote de caballo entre sus labios. De nuevo, casi tuvo que desencajar su mandibula para poder comérsela.

Andrea chupaba con impetu el grande, lo prefería a forzar a su garganta más de lo que podía. Aunque si era cierto que le fascinaba hacerle garganta profunda, era lo más parecido a tenerla dentro, en su vagina. La única polla que había conseguido tragar hasta la base era la de Dani, por lo delgada que era, las otras dos apenas podía meterse más de la mitad… Y con muchas nauseas.
   Se miraron a los ojos, con la nevera abierta de par en par a espaldas de la madurita. Ella estaba de cuchillas, con la falda del vestido arremangada contra su ombligo y su vagina expuesta.
   ``Glup, glup, glup´´ chupaba y chupaba mientras sostenía a ese viejo verde por sus caderas. Él la miraba como un objeto chupándosela, y ella lo miraba como al ladrón que era. El malparido que la estaba robando.
     Entonces se volvió a abrir la puerta del comedor y Andrea se sobresaltó, entró el pánico y se apresuro a tratar de levantarse y apartarse, pero Brandon no se lo permitió. La agarró por la nuca y la forzó a seguir chupándosela mientras la puerta de la cocina se abría.
   Manuel había vuelto, pero desde su perspectiva solo veía su vecino frente a la nevera con los tejanos y la camisa puesta: ``Nada sospechoso´´.
— ¿Y mi madre? –preguntó el adolescente.
— Ha ido al baño, tenía ganas de orinar. Ya sabes, mujeres. –La sonrisa de Brandon, que iba de oreja a oreja, indicaba que mentía descaradamente. Con su mano marcaba el ritmo con que aquella guarrilla le besaba la punta, por suerte, la puerta de la nevera se interponía entre ella y su vástago.
— ¿Qué haces ahí?
— Tengo calor, y la nevera da frio.

De nuevo, Andrea sintió espasmos que avecinaban el orgasmo de ese cabrón. Iba a correrse mientras hablaba con Manuel.
— ¿Y qué haces aquí en realidad? –preguntó este-. Porque eso de que has venido a hablar cosas de la escalera…

Cada vez la hacía chupar mas rápido, más hondo. El glande se restregó contra la campanilla y Andrea hizo un gran esfuerzo por no producir ningún tipo de tos ni arcada.
— Tu madre está muy buena, y un viejo como yo encuentra cualquier excusa para estar cerca.
— Mi madre nunca va a hacer caso a un viejo como tú.
— Está claro, Manuel –se burló de si mismo, sonriendo de manera simpática-. Tu madre está en otra liga.

Más espasmos, con un movimiento de mano con el que parecía estarse pajeando… Se iba a correr en su garganta.
— Pues no des tantas vueltas alrededor de mi madre, o se lo tendré que decir a mi padre…
— No te pongas así… Me conformo con verla de cerca, ya me entiendes –Brandon puso una mueca que delató estar a punto de correrse, abrió la boca, separando los labios ligeramente entre la barba, empezó a costarle respirar y luego apretó los dientes, dejando clavada su gran cipote en el esofago de Andrea. Esta tuvo que aguantar para no hacer ruido, poniendo los ojos en blanco, asfixiándose. Su coño se hacía agua-. Venga, vete a la cama antes de que te pille tu madre.

El chico obedeció, pero antes de darse la vuelta e irse, miró a la puerta de la nevera abierta como si quisiese ver a traves de ella, pasaron unos segundos en los cuales aquel pollon seguía asfixiando a Andrea.
— Venga… No querrás matarla del disgusto –se echó a reir, y entonces el muchacho se marchó.
   Se escuchó la puerta del pasillo cerrarse, y solo entonces Brandon separó su pubis de la nariz de esa guarra, dejándola tosiendo ahí, sentada en el suelo y abierta de piernas. Tardó unos segundos en dejar de estar morada, completamente ahogada.
— Como puedes… -pero Brandon no estaba para hablar, había sido interrumpido dos veces y no iba a esperar una tercera. La empujó de mala manera poniéndola a cuatro patas frente a la nevera, aún abierta, la cual empezó a pitar…-. ¡La nevera! Cierra… Cierrala –suplicó Andrea, pero este estaba demasiado ocupado posicionándola a veinte uñas como para hacer ninguna otra cosa.
— Si quieres que te la meta… Pídeme que te preñe.
— Eres demasiado viejo como para preñar a nadie…
— Eso ya lo veremos… Me voy a correr tantas veces dentro de tu vientre que tu marido tendrá que cuidar mi hijo dentro de nueve meses…
— ¿Te gustaría?
— ¿La quieres dentro o no? –dijo restregándola contra las encharcadas nalgas. Ella restregaba su culo contra su polla, y el hacía lo propio contra sus carnes.
— Sí…
— ¿Quieres que te preñe…?
— No… No quiero que un viejo como tú me preñe.
— Si la meto me correré dentro. ¿La meto o no la meto?
— Clávamela… hasta el fondo… -gimió, clavando su nuca en su espalda y mirando hacia encima suyo. Mirándole a los ojos-… viejo verde, asqueroso…

La agarró del cuello y le comió los morros, escupiéndole al interior de la boca antes de lamer su lengua con su áspera lengua alcóholica. Estaba a punto de correrse, los testículos le daban unos placenteros calambres, el coño de la casada estaba abierto de par en par, chorreando. Separó ambas nalgas con sus dos manos, abriendo aún más si cabía el sexo de aquella mujer y lentamente, fue perforando con su glande las excitadas carnes de esa mujer. Seguían besándose en aquel beso tan sucio: Ella a cuatro patas y su abusador inclinado hacia ella. Cada centimetro que metía, al ritmo de los segundos del reloj, hacía un sonido de fricción sucio y humedo.
— Ahh… -comenzó a gemir por lo bajo al sentir como entraba; agachó la cabeza y él aprovechó para tirarle del pelo.

En la cocina solo se oía el agudo pitido de la nevera, bastante alto y a la par gemidos de la mujer. Brandon, agachado contra su culo, metió un par de centimetros, luego otros tantos hasta que, al final, la clavó forzando por arte de magia unos que directamente no cabían. La agarró de un hombro con una mano mientras que con la otra jugaba con su pecho, ya fuera del vestido.
   Ambos daban la espalda a la puerta, y por eso al volverse, solo Brandon vio al adolescente mirando a traves de la puerta entornada y viendo como ese viejo perforaba el coño en pompa de su madre.
— Más suave… Más suave… -suplicó.
— Una mierda… Me voy a correr.
— No… ¡Ah! ¡Ahhh! ¡Ah! ¡Ahhh! –sollozó, pero las embestidas eran demasiado ricas como para continuar quejándose.

``Chap, chap, chap, chap…´´ El culo de Andrea chocaba ritmicamente con la parte delantera de él, concentrándose en los espasmos de Brandon. Era cierto, se iba a correr. Se dio prisa y buscó su propio orgasmo, sintiendo la rudeza de esa follada, iba a ser impregnada por ese asqueroso… ``Chap, chap, chap, chap´´ El chapoteo y el ruido de carnes se oía más alto que el propio pitido de la nevera. Su marido y su hijo se iban a enterar de lo guarra que era.
— Te voy a preñar… Eres mía.
— No… Eso no –Por dentro suplicaba que sí, que la llenase toda-. No te corras aún.

El ritmo cambió, y la follada pasó a ser rápida como la de un conejo: ``Chap, chap, chapchapchap, xasxasxasxasxas…´´
— No… -rugía ella mientras notaba un calor líquido en su vientre, explotando y derramándose contra el suelo de la cocina. Esas embestidas de conejo la hicieron correrse, por su egoismo, por lo cabrón que era al correrse tan rápido y tan despreocupadamente dentro de ella. Sus piernas temblaban y amenazaban con desplomarse quedándose estirada en el fresco suelo. Pequeñas convulsiones hacían agitar sus nalgas y sus piernas, que reposaban temblorosas contra el suelo.

Sin llegar a sacarla, aún seguía derramándose dentro de ella. Sentado sobre sus muslos y masajeando esas dos pomposas nalgas. La clavó varias veces contra el fondo, como si pretendiese impregnar el mismísimo útero y, segundos después, Brandon volvió a mirar atrás, y sonrió a Manuel como si le estuviese diciendo ``Esta puta es mía, mira como la preño´´. Este no solo espiaba, sino que había agarrado el móvil desde donde lo tenía escondido y había grabado esa última escena final.
   Brandon restregó su polla dentro de ella, liberando las últimas gotas en su interior a pesar de que, al sacarla, se derramó muchísima cantidad contra el suelo, dibujando rios en los muslos de ella y una enorme perla blanca en el interior de esa almeja rosada.
— Cómo has podido… -gimoteó Andrea, con la mejilla y las tetas pegadas al suelo. Estaba agotada, pero satisfecha… Aún estaba ida, corriéndose.

Brandon se puso bien los tejanos y se dirigió hacia el salón, abrió la puerta de par en par y miró al hijo de la mujer que se acababa de follar. Se fijó en el móvil con el que, muy posiblemente, los había grabado. Le dedicó una sonrisa de oreja a oreja antes de marcharse, dejando a Andrea tendida en el suelo a cuatro patas y rebosante de semen, a Manuel escapando a su habitación y con Pablo ajeno a todo, encerrado en su cuarto. Quizá no se había enterado de nada porque estaba viéndo videos de youtube sobre teorías hablando del final de juego de tronos.
   Cuando la mujer de este recuperó el control de su cuerpo y se apagó las brasas de su orgasmo, se levantó temblorosa limpiando el suelo y soltando un ligero gemido al sentir ese cosquilleo en su vagina. Sentía inflado el vientre, pero satisfecho.

Fue al baño a asear su sexo, antes de irse a dormir junto a Pablo… Placidamente.

No era consciente de que su marido, dentro de no demasiado, iba a saber mucho más sobre todo aquello de lo que a ella le habría gustado contarle. ¿Qué haría su esposo si descubría su verdadero ‘’yo’’?



Continuará y finalizará en la parte 4 (Esposa y madre, pero la puta de unos okupas)






31 comentarios:

  1. 1) Especial agradecimiento a Victor por las imágenes que me compartió por correo.
    2) Agradecimiento a todos los que esperáis pacientemente mis relatos.
    3) Tengo un problema con el work y no me señala las faltas ortográficas. Durante la corrección me centré más en que todo tuviese sentido que en buscar errores... Puede que haya bastantes por eso. Pero dentro de lo que cabe: Acentos y poco más.
    4) Agradeceré cualquier crítica, os lo recuerdo: Buenas o malas criticas, me animan a publicar mis relatos. 'Gracias!

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    1. PD: Es evidente, pero he corregido a contrareloj para que tengáis el relato. Espero que lo tengáis en cuenta. En 3 horas a trabajar... Vaya mierda XDDDDD

      Suerte que es mi ultimo día. Un abrazo a todo el mundo. ¡Felices pajas!

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  2. Madre mía, como me has puesto. Es increíble al estado que llega una mujer insatisfecha por tener un orgasmo. Que haya recurrido a follar con el viejo es síntoma clave del nivel de emputecimiento que tiene ya. Por otro lado hay que destacar lo cobarde que es Pablo y que no tuviera las agallas de parar todo antes lo que los ha llevado a donde están ahora, y que tiene un hijo que es como bien has dicho un judas. Mega morboso el relato y te deja con ganas de ver que pasa con el capitulo final, el cual ya espero leer con ansias.

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  3. Buuuf buenisimo mucho morbo y como no no pude terminar el relato del tirón.

    Felicidades.

    Fdo. Ermendasxxx79

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  4. Mi estimado Zorro, Muchas Gracias por éste relato y por la mención.
    Tal como nos lo comentaste es maravillosa ésta tercer parte. Yo no esperaba estos escenarios y estuve al borde del precipicio mientras Andrea -ésta Deliciosa, Sabrosa y Golosa MILF-, se abstenía de forma pétrea, como monja, de darle gusto a ese cuerpecito hambriento y deseoso por sensaciones, rudezas y placeres dedicados a Asmodeo.
    Si bien sabemos que ella caerá -por supuesto pensamos que serían caídas rítmicas-, o dejará que le caigan encima, es el proceso de destrucción lo que me ha gustado.
    Si esto es el principio, ¿qué sorpresas nos tienes para la conclusión?
    Por favor, en cuanto tengas oportunidad, regálanos el capítulo final.
    Eres un artista y este grandioso relato es sólo parte de una obra extensa que lograrás en un momento dado. Un abrazo, y deseo que todo sea avante en tu vida.

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  5. PRIMERÓ.-
    Aunque NO podemos describir la infinidad de momento morbosos, que se destacan.
    NO quisimos dejar de pasar los días, sin expresar lo más importante.
    Nos gustó y bastante
    Y por muy distintas razones y circunstancias.
    Pero resumiendo podemos decir que es; por LA VARIEDAD!”
    SI la variedad de acosadores (son 3)
    Y la variedad de humillados (son 2)
    Y por la guarra de la protagonista, aplaudimos que le atraiga eso de que la humillen.

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  6. SEGUNDO.-
    La variedad de la AUDACIA de estos 3 acosadores.
    Eso sin duda se lleva el capítulo, a nuestro parecer.
    Pero se vale diferir.

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  7. TERCERO.-
    También lo divertido que resulto leer las 3 escenas, de ir a tocar la puerta, por esos cabrones. Y la escena de la maestra exhibicionista. (Je, je)

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  8. CUARTA.-
    Podemos resumir en que el capítulo es Delicioso, porque los 3 Okupas.
    Demuestran tener una enorme VARIEDAD para humillar y demostrar a los 3 sometidos, que:
    - “!están por encima de ellos!”
    - “!están por encima de ellos!”
    - “!están por encima de ellos!”
    - “!están por encima de ellos!”
    - “!están por encima de ellos!”

    Aplauso de pie, por una hora, para el escritor, y que continúe el DOMINACIÓN.

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  9. Enhorabuena, un relato genial. Lo estoy leyendo por partes, es imposible acabarlo sin hacer unas pausas jejeje

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  10. Cada dia te superas mas
    Valio la pena la espera
    La caracterizacion de cada personaje en su justo lugar, y el morbo continuo lo hacen una obra de arte
    Es genial como la MILF parece sometida y al final es la que los maneja a todos para satisfacerse
    La version sin Gifs muy util para leerlo en lugares publicos como el bus y el tren

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  11. Como de costumbre relatazo, morbazo, increible...

    Los gifs acordes a el relatos... muchos buenos y de calidad.

    Deseando la continuación.

    Gracias campeón

    Fdo ermendasxxx79

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  12. Muy bueno este episodio. Ha valido la pena la espera. Me han gustado mucho los detalles de las escenas sexuales.Tambien me ha encantado como ella juega con su marido insinuandole que le gusta ser una puta para los okupas, como lo humilla sutilemente.
    Espero con ansia la parte final.
    MegaMan

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  13. Para cuando la continuación?
    Gracias maestro.

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  14. El relato espectacular. Me gustan más las partes en las que salen los dos hermanos y el hijo de la milf se cosca de todo.

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  15. Zorro donde te metes, que andas desaparecido. Tenemos ganas de leer el final de esta morbosa historia. Espero leerlo pronto.

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    Respuestas
    1. El domingo caí enfermo por gripe, y en este estado no me nace escribir. Tan pronto como salga de este malestar, acabaré el relato. A voz de pronto, para el lunes muy posiblemente me ponga manos a la obra y lo termine para esa misma semana.

      Os he leido a todos/as, muchísimas gracias por opinar y apoyarme. Se os quiere.

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    2. Valla, que putada, espero que te mejores pronto. Un saludo.

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  16. Hola amigo muy buenos tus relatos oyes el de la profesora y los nueve alumnos nunca los hicistes

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  17. A ver si estas mejor y mañana le puedes moldear y dar forma a ese relatazo que "tenemos" pendiente.

    Animo campeón

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  18. Viendole el lado positivo, las alucinaciones de la fiebre pueden ser fuente de gran inspiracion
    JA JA JA
    Que te mejores pronto, de todo corazon
    Un abrazo

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  19. Ahora si te escribo...los últimos gifs fueron tan excitantes cómo este capitulo ; pero la escena de brandon... Güauuu ; eso si que me ah encantado y era sabido que este capitulo Andrea acabaría siendo follada por uno de los 3.
    Al final el hijo quedará como un fetichista pajero por su madre y el marido como un cornudo cagón y sumiso. Y ella como la puta de los vecinos.
    Espero que mejores pronto zorro y saludos

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  20. Hola, queridos. Sigo tosiendo y con algunos síntomas más de la gripe... Es un virus cabrón que no se quiere ir: 7 días con ella.

    En fin. Ya no tengo fiebre y me encuentro mucho mejor. Esta tarde de lunes ya voy a estar escribiendo la continuación del relato. Recuerdo que ya lo tengo escrito de inicio a final, pero es un relato que escribí muy rápido descuidando los detalles. Aprovecharé que tengo esta semana para tomarme con calma eso de ir ''tuneando'' el relato, mejorarlo y ampliarlo. Gracias por vuestra espera, unos 5 días más y procuraré que lo tengáis.

    Un abrazo!

    PD: Contestaré vuestros comentarios más adelante, porque sé que falta gente por comentar y no me quiero adelantar. Un abrazo!

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  21. Cinco díassss Másss??? Buuuuf

    Snif 😭 Snif 😭 guaaa... 😭 guaaa... 😭

    Voy a hacer algo a modo de protesta...

    ... esperar cinco días XD jejeje


    Tranquilo por aquí estaremos, maestro. Gracias y muchos animos. Recuperate poco a poco.

    Fdo. Ermendasxxx79

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  22. Mierda no he podido esperar cinco días, no tengo palabra, ni fuerza de voluntad... 😂😂😂

    Ya queda menos, animo genio. 👍👍👍

    Fdo. Ermendasxxx79

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  23. Puto Ermendas xD Como me reí con tu comentario. Más ganas que yo de terminarlo imposible, aunque me divierte escribirlo. Aún me queda bastante, pero voy avanzando con buenas escenas de sexo...

    PD: Acabo de descubrir que con VLC puedo crear mis propios ''videos recortados'' para luego hacer mis gifs. Soy feliz

    Se acercan gifs muy buenos JAJAJAJ

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  24. Como que puto... un poco de respeto... Señor Don Puto como minimo 😂😂😂

    Con un poquito de "educancia" 😂😂😂

    Dfo. Ermen... yo mismo joder 😂😂😂

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    Respuestas
    1. Disculpe, mi lord. Digo, Señor don puto.

      Aquí, continuando la historia. He adaptado el que iba a ser el punto ''3'', para daros una pequeña sorpresa. Me gusta más como está quedando ahora.
      Estoy añadiendo mucho más de lo que había escrito anteriormente. No sé si estará para esta semana, aunque mañana pienso intentar escribir todo lo posible y el viernes también...

      Solo espero que no me peguéis por este final... XD

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  25. Por fin pude darme un tiempo para escribir!!!!!!

    No te preocupes mi estimado zorro, entre mas relato mejor. Espero que ya estes mejor de salud.
    tomatelo con calma.

    Saludos

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