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viernes, 1 de marzo de 2019

[Okupas] Intentando volver a ser una buena esposa (2/3)

Descripción: Andrea está profundamente arrepentida por haber por haber sido infiel a su marido con el yogurín del vecino. Por eso se propone detener toda esa locura sin renunciar al trabajo (secreto) que hace en casa de los okupas limpiando. Por desgracia para ella, los okupas no van a renunciar a su dominio sobre su cuerpo. Iniciando así el acercamiento hacia el hijo adolescente de esta y mientras su madre empieza a sentir interés por el asqueroso vejestorio del vecino. El padre de los dos hermanos, un camello delincuente de mala vida... ¿Podrá mantener su voto de fidelidad al matrimonio? ¿Qué hará su hijo al descubrirla coqueteando con los vecinos?







Saga de los okupas, parte 2

Intentando volver a ser una buena esposa






*** Capítulo 1: Conversación ***

Había cometido esa locura hacía poco más de dos horas. Estaba estirada en la cama y la rodeaban un silencio y una oscuridad absolutas, aunque el silencio se veía interrumpido por los leves y suaves ronquidos de Pablo. Sentía el cuerpo cansado, dolorido e inquieto; aunque no sabía a ciencia cierta si su insomnio se debía a eso o al hecho de haberse dejado follar por el yogurín de veinticinco años que residía al lado.
   Hasta tres veces seguidas –durando cada vez bastante- había abusado de ella mientras esta hablaba por teléfono. Y se sentía culpable, sí… Pero con la culpabilidad de una pecadora satisfecha. No estaba orgullosa, pero sí realizada.

Por eso tardó en coger el sueño, pero acabó conciliándolo.

***

Su marido no estaba a su lado cuando despertó, ni se había percatado de su escapada al trabajo. Apartó la liviana sabana de dos patadas y enseguida gesticuló una cara de dolor:
— ¡Auch! –se lamentó, cogeando con suavidad hasta la cocina.

Un par de tostadas con mantequilla y mermelada acompañadas de un café le brindaron la energía. La televisión de la sala no estaba encencida, y estudiaba lo que tenía enfrente con el único ruido del crujir de las tostadas. Ella y sus inquietudes:
   ‘’¿Debería dejar de ir a limpiarles su casa? ¿Qué haré si le dicen algo a Pablo? ¿Y si me chantajean…? ¿Qué pasará cuando vuelva a estar hambrienta?´´
   Fue entonces, al pensar eso, cuando se dio cuenta de la ausencia de su excitación. Siempre había estado hambrienta, y prácticamente cada día se levantaba pensando en ello hasta que se le pasaban las ganas o se masturbaba. Los dedos solo la aliviaban, además de que una vez había adquirido un consolador y no se sentía cómoda. El mayor problema era ese: ¿Qué haría cuando volviese a estar hambrienta? Teniendo la tentación a un par de pasos de la puerta de su casa.
   Se percató de que estaba mordiéndose la uña y golpeaba el suelo con el talón de la zapatilla. Lo peor sin duda era lo que ese hambre le impulsaba a hacer: Había fantaseado con el padre… ¡Con el padre! Le vino a la mente ese cincuentón delgaducho y descuidado con barba de leñador y pelo negro ceniza. ¡Como de desesperada tenía que haber estado para fantasear con él!

Entonces sonó el timbre de la entrada; su primera reacción fue no responder, aunque pasado unos segundos de titubeó se acercó sigilosamente y ojeó por la mirilla: Era Sergio, fue casi instintivo abrirle la puerta: >>
<< Iba vestido en bermudas, como si fuese un bañador de flores y una camisa blanca de tirantes marcando sus brazos bien entrenados. Iba en sandalias y era evidente que no se había recortado la barba, teniendola casi tan larga como la de su padre con la diferencia que la suya era marrón oscuro.
— ¿Qué quieres? –preguntó con más hostilidad de la que pretendía.
— Hablar –su respuesta fue desenfadada, casi desganada.
— Pasa –dijo haciéndose a un lado-, aunque no puedo perder demasiado tiempo, tengo cosas que hacer –se excusó cerrando con suavidad la puerta.
— No te rayes –contestó paseándose por el interior del salón.

El inicio de la conversación consistió en que el yogurín asegurase que no tenía intención de forzarla a repetir ni que iba a contar nada de lo ocurrido ni a su padre ni a su hermano.
— ¿Dónde está el truco? –preguntó la madurita.
— No hay. Volverás por ti misma.
— No va a pasar nada de nuevo, Sergio… -Al afirmar esto, el jovencito se echó a reir.
— No puedes esperar saciar tu hambre para siempre habiendo comido una manzana cuando tenías hambre en el pasado.
— Muy filósofo, no te pega.
— Pero es verdad. Volverás… Disfrutaste como una perra.
— No… No te lo niego –musitó evitando mirarle a los ojos-, pero no pienso volver a cometer el mismo error.
— A ver si acierto: Tu marido folla de pena y seguro que la tiene pequeña.
— Es mi marido, para lo bueno y para lo malo.
— Ayer no pensabas lo mismo.
— Ayer no estaba en mis cabales –ajustició.

Sergio volteó y se acercó con las manos metidas en los bolsillos, quedando frente a frente. La mujer expresó su intención de dejar de ir a limpiar, y aunque esto no lo dijo, no estaba bien que teniendo hambre se juntase con ``comida´´.
— Haz lo que quieras, si quieres dejarlo, déjalo. Pero tienes la llave de mi casa. Si alguna noche te apeteciese venir a mi habitación… también tienes mi número.
— ¿Y si te pido que borres mi número? No me siento cómoda pensando que puedes escribirme y que lo lea mi marido.
— Podría decir que lo borrare… -dejo entrever que no lo haría-. ¿Y si me entra un calentón?

Justo en ese momento notó cierta complicidad y deseó seguirle el juego. Se le pasó por su mente, fugaz como un cometa, no tener que elegir entre ese joven y su esposo…
— Sergio… Tienes que entender que podría ser tu madre, y que soy una mujer casada. No puedo con estos juegos. Ha sido una locura de una noche. Me ha… me ha encantado, de verdad.

Pareció que el zagal iba a insistir, lo que lo habría hecho más dificil. Pero, en lugar de eso, solo dijo:
— Vale –Se rascó su barbudo mentón-. Pero cuando vuelvas a necesitar una buena polla, te vienes a mi cuarto.
— ¿Y si está tu hermano? –Fue una pregunta impulsiva, se arrepintió nada más soltarla.
— No creo que a Dani le vaya a molestar que nos ayudes a desfogarnos a los dos.
— Bien cargaditos de leche… -ambos rieron-. Puede que siga yendo a limpiar… Sin ropas provocativas –El moreno emuló una mueca triste, pero asintió, comprensivo.
— Como quieras.
— Y no vengas a casa. ¿Y si hubiera estado mi marido? No quiere veros ni en pintura…
— Venía a pedirte sal.
— Ay, dios… -se lamentó, empujándolo hacia la puerta de salida y echándolo con un empujón cariñoso, cerrando la entrada al instante.

No iba a durar mucho con provocaciones como aquella.



*** Capítulo 2: La sospecha de Manuel ***

El hijo del matrimonio era un adolescente de diecisiete inviernos, siendo reservado y tímido. Un friki sin prácticamente nada de habilidades sociales al que no le gustaba salir de su habitación, y la cual abandonaba únicamente forzado por sus padres, para ir a sus clases de repaso o para ir a casa de uno de los pocos amigos que tenía. Le gustaban los videojuegos, los libros y las series.
   Había seguido con poco interés la ocupación del piso vecino, enterándose de las buenas nuevas por los improperios que lanzaba su padre Pablo. En cuanto dejaron de hacer ruido por las noches –algo que le afectaba de pleno porque lo oía todo-, la tensión se fue rebajando.
   Tenía una pasión secreta, o mejor dicho, un fetiche: Estaba relacionado con las milfs y el incesto. Nunca relacionó ese interes en su madre, y cuando buscaba porno nunca pensaba en ella a pesar de tener el mismo físico que las mujeres que buscaba.

Cierto día, a las cuatro de la tarde, la había descubierto arreglándose en el baño para largarse sin avisar. Algo extraño pues a esa hora normalmente acostumbraba a dormir o a estar por la casa.
   Ya en alerta, abrió algunas veces la puerta de su cuarto de manera sigilosa para espiar como su madre se largaba –generalmente vestida con pantalones elásticos super ceñidos y una camisa formal sencilla de color blanco-. Pasaba dos o tres horas fuera y volvía regresando habitualmente sobre las siete de la tarde, con su padre pisándole los talones.
   Alguna vez le había preguntado mientras cenaban si había salido y ella respondía que no, por supuesto, su hijo no la delató.

Si bien no llegó a averiguar donde iba –dando por hecho que se iba fuera del edificio-, ya comenzaba a olerle raro todo aquello. Cierta noche, sobre las once de la noche, escuchó las pisadas de su madre dirigirse a la escalera. Abrió justo a tiempo para verla vestida con unos leggins y una camisa… Al poco rato escuchó gemidos en el piso de al lado; no en el cuarto inmediato al suyo, pero si en algún lugar de la casa. Los muelles crujian y los golpes, asemejándose al martillo de un carpintero, resonó contra las vigas.
   Andrea volvió a las pocas horas, despeinada y sudada, ni se percató de que su hijo miraba a traves de la puerta entreabierta. Por eso la vio meterse en el baño, ducharse y encerrarse en el cuarto con su padre.

No supo nada más.



***

Al mediodía siguiente ambos comieron juntos. Él acababa de llegar del instituto, donde estaba dando clases de repaso para prepararse para los exámenes de recuperación del curso siguiente. Estaban almorzando tan tranquilamente cuando ella optó por preguntarle:
— ¿No vas a salir con nadie estos días? ¿Con Jaume o Juanjo? –Su hijo negó con la cabeza y ella le reprendió.

Comenzó a darle la brasa, sin más. Le reprochó su sedentarismo y su incapacidad para salir fuera de casa por voluntad propia. Dijo que esta criando a un vago y que estaba harta de que no saliese de la habitación. En consecuencia, el muchacho se agobió, recogió su plato y tiró a la basura el contenido con los gritos de su madre a sus espaldas, instigándole a que se lo terminase. No tardó en encerrarse en su cuarto, en poner el pestillo de la puerta y colocarse los cascos. Se centró en jugar y en escuchar música hasta que acercándose las cuatro de la tarde –cuando la cosa ya se había enfriado-, lo paró todo y se situó al lado de la puerta para escuchar únicamente si su madre se iba.
   La escuchó saliendo de su propia habitación, y girando el picaporte tras deshabilitar el cerrojo, observo a su madre agarrar el bolso y salir hacia el recibidor; escuchó abrir la puerta y el portazo de salida.
   Corrió como un demonio hasta la puerta y deslizó la mirilla para descubrir a su madre de espaldas a él aguardar a que la puerta de enfrente se abriese. Un chico alto, moreno y con barba vestido con tirantes la recibió con una sonrisa, haciéndola pasar. Sostenía todavía el picaporte cuando se quedó mirando su culo al verla entrar, cerrando la puerta con un portazo.
















*** Capítulo 3: Voluntad inquebrantable ***

— Pensé que dijiste que ibas a venir con una ropa un poco menos… -comenzó a decir Sergio sin llegar a terminar lo que estaba diciendo.
— Esta ropa es cómoda para limpiar –su réplica la acompañó un encogimiento de hombros.

Dejó caer su bolso al lado de la televisión, como hacía siempre.
— Empiezo ya –dijo totalmente sería, antes de añadir-. ¿Me pagas ahora o después? En mano, por favor.
— Te pago ahora y así luego te vas cuando te apetezca –La sonrisa burlona no abandonó el rostro de Sergio. Sacó de su bolsillo veinticinco euros y se dio directamente en mano-. Bueno, me piro a mi habitación… Cualquier cosa ya sabes dónde estoy.

Fueron tres horas de jornada de trabajo rápidas en las que se centró exclusivamente en el comedor, en el baño, en la cocina y en la sala del recibidor. Sergio no salió apenas de la habitación, y cuando lo hizo le dedicó poco más que alguna broma con la que consiguió arrancarle una sonrisa. Cuando dieron poco menos de las siete, la limpiadora agarró sus cosas y se fue.

***

Eran las diez de la noche, el matrimonio permanecía relajado en el sofá frente al televisor; el niño, por supuesto, encerrado en su cuarto. Pablo sacó de nuevo el tema sobre que la policía no parecía tener posibilidades de sacar a los ocupas del piso y citó: ``No sin una orden judicial´´
   Su mujer estaba cansada de las quejas de su marido, y con voz cansada le recordó que ya no estaban molestando.
— ¿¡Que no hacen nada!? Sigue viniendo gente rara a comprarles cosas, y no se me olvida la humillación del otro día en el portal…
— Estaba borracho, cielo –lo aplacó.

``Y cuando te humilló intentabas escabullirte, y lo hiciste´´ se dijo Andrea rememorando lo que pensaba de la cobardía de su pareja.
— ¿Por qué no reaccionaste en ese momento? En el portal –especificó.
— Quería evitar problemas. Le hago algo en el portal y encima sería el la víctima.

Algo le dio a pensar que si hubiesen llegado a las manos no habría sido el viejo de al lado la víctima. Parecía mucho más violento, rudo y agresivo.
— ¿Por qué te pones de su parte? –preguntó Pablo, asqueado.
— Te dije que no llamaras a la policía, lo hiciste. Te volví a pedir que no lo hicieras, y lo hiciste. Nunca me haces caso… Parece que hablo con la pared. Todo eso se habría solucionado hablando.
— ¿Acaso has hablado con ellos? –preguntó mordaz.
— Alguien lo ha hecho –Había tardado en responder-. Y… ¿A que ya no oyes música?
— ¿Qué vecino ha hablado con esos mierdas?
— ¿¡Qué más da, Pablo? Esto se podría haber evitado llamando a la policía, y tú lo hiciste, poniéndolos de malas.
— Son Okupas, Andrea… ¡Okupas!
— También son tus vecinos –replicó antes de ponerse en pie y largarse.


***

Metida en la cama ojeó su whatsapp sin notificaciones de ``Charo peluquería´´ a la vista; resopló, indignada y frustrada a partes iguales. Pablo entró ya en pijama en el cuarto y cerró la puerta con pestillo, metiéndose bajo la sábana y dando un beso a su mujer.
— Perdona. Puede que me haya pasado un poco.
— No te preocupes –contestó bordé.

Pablo la sorprendió besándola en el cuello, sin que a ella le apeteciese en absoluto. Lo encontró tan empalagoso y cariñoso que, aún apática, acabó cediendo y complaciendo a su pareja.

***

Andrea picó a la puerta del Cuarto B con los nudillos.
— ¡Ya va! –se escuchó desde el interior.

Abriéndole la puerta el hermano pequeño: Era moreno, igual que su hermano, carecía de barba, era más bajo y tenía los brazos sin muscular; estaba en calzoncillos.
— ¿Qué pasa, mamita? –pasa?
— ¿Y Sergio?
— No está.
— ¿Y tu padre?
— No está. Pero bueno, mi hermano me dijo que te diese esto cuando volvieses. Cualquier cosa a aquí me tienes –le informó cediéndole el dinero mientras la hacía pasar, cerrando la puerta.

Eso fue lo último que escuchó y vió Manuel, espiando a traves de la mirilla.


***

— Oye. ¿No vas demasiado tapada? –le preguntó una vez dentro.
— ¿Perdona? –le cuestionó totalmente antipática.
— Que ya podrías quitarte un par de botones de la parte de arriba.
— Eso dio lugar a malentendidos, por eso ya no lo hago.
— Venga… Enróllate un poco. Que no te voy a hacer nada.
— No voy a desabrocharme la camisa.
— Venga… Uno o dos botones solos. Y te dejo en paz.






















— ¿No te pondrás pesado si lo hago? –preguntó tras poner los ojos en blanco. Al ver que el chico asentía, con una sola mano se desabrochó los dos botones más cercanos a su cuello, formando los pliegues de la camisa una pequeña v alrededor del escote.
— Mucho mejor –Dani se fue con un canto en los dientes, aunque Andrea sabía que sus insistencias no iban a quedar ahí.


***

El yogurín entró en la cocina rascándose la entrepierna mientras Andrea fregaba, no lo fulminó con la mirada de milagro. Le reprochó estar mucho más seria y tensa, y aunque ella lo negó, el insistió preguntándole si se folló a su hermano o a su padre.
— ¿Por qué tienes que pensar que ha habido algo de sexo?
— A ver… Antes parecías una desquiciada sexualmente… Y ahora estás así. Alguien te ha pegado un buen polvazo.
— Ha sido mi marido.
— Ese es un mierdas –contestó entre risas burlonas. Al ver que la que fregaba frente a él pareció molestarse, se disculpó:-. Solo te digo la verdad. ¿Te has follado a mi padre?
— Si tuviese que elegir de los tres, sería con tu hermano.
— Ayer por la noche aprovechasteis que no estuve para follar –insistió.

La mujer, que podía ser su madre, se secó con la muñeca el sudor de su frente y se plantó frente al dieciochoañero.
— Te lo ha contado. ¿No?
— ¿Es verdad? Que cabrón.
— Eh, que él no me ha dicho nada. Lo he deducido yo y te has descubierto tu sola.
— Ya –contestó agarrando la fregona y llevándosela al comedor. El muchacho la siguió, pisándole lo fregado provocando en la limpiadora un bufido de irritabilidad.
— ¿No te apetece echar otro? –no pudo evitar mirarle incrédula.
— No, gracias. El chiringuito ha cerrado.
— Venga… Uno rapidito. Me muero por hacerlo contigo…
— Pues es una lástima. Tu hermano fue más rápido y no voy a volver a cometer ese error –sentenciaba dándole la espalda, pero al ver que el chico iba a continuar insistiendo. Se le adelantó-. Mira, Dani. Yo… -hizo una pausa, aclarándose-. No quise hacer nada de eso… Estaba pasando un mal momento con mi marido, estábamos discutidos y tu hermano me pilló cachonda perdida. Pero no va a volver a pasar. ¿Lo entiendes?
— Si lo hiciste una vez que importa una vez más…
— Si vuelves a insistirme, me voy y no vuelvo.
— Podría decírselo a tu marido…
— Si vuelves a amenazarme con eso, se acabó. Si tienes que decírselo, díselo. Pero no sacaréis nada más de mí. Me voy, he terminado por hoy.
— Oye, perdona. Creí que así tendría alguna oportunidad. Perdóname, anda.
— Te perdono, aunque no me ha gustado nada que intentes chantajearme. Una vez más y se acabó. ¿Te has enterado? –el chico asintió intimidado por el carácter de la madurita.

Fue ahí cuando se percató de la diferencia entre los dos hermanos: Sergio nunca la chantajearía, era mucho más inteligente emocionalmente y sabía tener la paciencia hasta que ella tomase su decisión.
   Esa noche se duchó rápido mientras su hijo permanecía encerrado en la habitación y empezó a preparar la cena con tiempo de sobra. Cuando se acercaba la hora de dormir, aún en el sofá, empezó a notar como sus pensamientos se decantaban a fantasear con lo que habría pasado si hubiese consentido al menor de los okupas.
   No tuvo sexo con Pablo, ni tampoco se notó, pero si se notó algo perturbada: Empezaba a tener hambre.

*** Capítulo 4: En tu casa o en la mía ***

Manuel volvía del instituto cuando llegando a su portal alguién la llamó siseándole. El ruido y los gritos procedían del bar que había a pocos metros de su portar, donde en la terraza que había fuera había un montón de mesas y sillas con solo dos chicos sentados en ella.
— ¡Eh! ¡Tshhh! ¡Niño! Venacápacá. Ven, venga va, que solo queremos hablar contigo…

Por su miopía no los reconoció, pero al acercarse descubrió a los dos okupas que habían abierto la puerta a su madre las veces pasadas.
   El chico se acercó, vacilante, como si no puediese correr ni escapar. Cuando se hubo acercado lo suficiente, se presentaron dándole la mano. Ambos llevaban puestas gafas de sol y se bronceaban bajo las agobiantes pinceladas del sol. Se presentó primero el más grande, con barba y moreno como el otro; se llamaba Sergio. El más pequeño y menos musculoso, que tendría una edad muy parecida a la de Manu; se llamaba Dani. Se presentaron como sus vecinos.
— ¿Quieres algo?
— N… No… Gracias.
— ¿Cómo te llamas?
— M… Manuel.
— Venga, Manu. Somos enrollados. No nos tengas miedo, que eres nuestro vecino. ¿Fúmas, bebes…?
— No.
— Así me gusta, un chico sano –dijo Sergio soltando una sonora carcajada-. Va, siéntate. ¿Qué quieres?
— Un nesté.
— ¡Mozo! ¡Tshh! ¡Un nesté para el niño. ¡Con hielo! ¿Lo quieres con hielo, no? –el aludido asintió.

Ambos empezaron a fumar frente a él, haciéndole preguntas al principio tan vanales como si estudiaba o si tenía consola para jugar.
— Vivimos puerta con puerta y no habíamos hablado una mierda –dijo tras haber conversado un poco.

El hijo mayor de Brandon le explicó a Manuel que tenían en su habitación una colección de juegos, y que si quisiese podrían compartirlos. Incluso invitarlo a jugar en su casa; entonces el camarero interrumpió la conversación trayendo la bebida para el recién llegado.
— ¿Qué queréis? –preguntó Manuel, impulsivo debido a su impaciencia.
— ¿Por qué lo preguntas? ¿Tenemos que querer algo para invitarte a tomar algo?
— Nunca habéis picado a casa. Os he visto varias veces y… nada.
— Ya, pero ahora sí. Y si te animas… Puedes venirte a nuestra casa.
— ¿Queréis que vaya a vuestra casa?
— Sí… -musitó Sergio tanteando a su joven vecino-. Y que algún día nos invites a tu kelly. Solo eso.
— No sé…
— Shhh –Sergio le hizo callar alzando el dedo índice-. Pregúntaselo a tu madre. ¿Vale? Ella ya ha hablado un poco con nosotros y nos conoce, sabe que no somos mala gente. Si te deja, pues mejor para todos.
— No sé si me dejará.
— Bueno Manu, cuando una madre dice que no, hay que hacerle caso –dijo riendo, inclinándose hacia el adolescente para darle unas simpáticas palmadas en el hombro.
— ¿De verdad solo queréis venir a jugar un rato a mi casa?
— Que desconfiado, tio –lo dijo riendo, como si no le hubiese molestado-. Que sí, nano. Tú háblalo con tu madre y dile que te hemos invitado a nuestra casa… O invítanos tu a la tuya, ya me entiendes.
— Pero… yo no fumo nada…
— ¿Te crees que somos camellos o algo, no? ¿Eso se lo has oido a tu padre?

Se dio cuenta de su error, pero ya no podía corregirlo. Entonces el veinteañero con barba se echó a reir, y su hermano con él.
— Pues tiene razón, pero no somos mala gente. Y no te quiero vender nada, y no quiero robar nada de tu casa.
— Bueno, a tu madre, que está bastante buena.
— Es broma, es broma –lo acalló Sergio a su pariente menor-. Es un bromista. Oye, que si no quieres no te sientas obligado, eh… Pero si lo haces te vas a ganar dos buenos amigos.
— Sí… Se lo comentaré a mi madre –dijo sin decidir nada, levantándose. Se despidió de ambos, justo antes de que Sergio lo agarrase de la muñeca y le pidiese el número.

Si Manuel dio muestras de no pretender hacerlo, acabó cediendo. Le dictó su número de móvil, y Sergio no se molestó ni en comprobarlo. Entonces le permitió marcharse.

***

El adolescente llegó a su habitación tras saludar a su madre, cerró las persianas y se quedó totalmente a oscuras. Agarró un poco de gel del baño, se bajó los pantalones y empezó a fantasear.
   Imaginó al viejo de la gorra abusando de su madre, ese era el peor y el que más morbo le daba. Por algún motivo, le excitaba de sobremanera pensar que humillaban a su propia madre, que la ponian a cuatro y le obligaban a hacer cosas asquerosas, mientras le azotaban y le hacían fotos. Y pensando en esas cosas se corrió, rememorando el ruido d ela cama, los gemidos de placer… Sabiendo que ese día se iba a masturbar muchas veces más pensando en aquello.



*** Capítulo 5: La extraña de mi esposa***

El motivo principal por el que Pablo sabía que su mujer estaba con él era debido a lo detallista que era, a lo atento y a lo cariñoso… Siempre tuvo presente que pese a su diminuto tamaño de pene, podía complacerla con su vigor, sus manos y su lengua.
   Desde la noche que salió con su amiga, algo cambió. Habían pasado ya tres noches y la sentía apática, distante… inapetente. Algo totalmente raro en ella debido a que siempre había sido muy ardiente y difícil de complacer. Nunca había dejado de buscarlo en la intimidad de la cama, y aunque él fuese menos libidinoso que ella, siempre había intentado complacerla… Pero llevaba al menos tres noches totalmente distinta, incluyendo esa misma.  

Eran las doce de la noche y se acababa de meter en la cama junto a ella, la cual estaba leyendo una revista sobre avances tecnológicos. Parecía tranquila y sosegada, sin preocupación alguna, aunque para Pablo ese era el problema.
— Andrea. ¿Te pasa algo últimamente?
— ¿Qué? ¿Por qué? –contestó sorprendida, como si fuesen imaginaciones suyas. Aún así Pablo no cesó en su empeño.
— ¿Cuándo fue la última vez que me buscaste en la cama?
— Ah, eso…
— ¿Qué pasa?
— No me he estado sintiendo bien estas noches. Habré agarrado un resfriado o algo…
— ¿En verano?
— Sí, algún cambio de temperatura tonto. O algo por el estilo.
— ¿Seguro que no te pasa nada?
— No, tonto. Ya veras como dentro de poco vuelvo a ser la misma de siempre –detectó cierto tono de tristeza en la voz femenina.
— Si tienes algo que hablar conmigo… Puedes hacerlo.
— ¿Algo como qué?
— Lo que sea –se limitó a responder él, sin pretender poner nombre a la preocupación que tenía. No quería etiquetarla ni pensar de que podía tratarse.
— No tengo nada de lo que hablar, Pablo. Es algo físico, ya verás como se me pasará.

***

Eso fue lo que hablaron, aunque en repetidas ocasiones su mente se dispersaba para pensar en su mujer y su extraño comportamiento.
   Aquella noche sucedió más de lo mismo: Llegó a la casa, se cambió, cenó junto a su hijo y a su mujer; estuvo un rato en el comedor, finiquitó un par de quehaceres en su sala de trabajo y se fue a dormir. Andrea hizo el intento de besarle y abrazarle, compartiendo mutuamente cariño, aunque no la notaba tan mojada y ardiente como la mayor parte de las noches anteriores. La notó prácticamente forzada; obligándose a sí misma a excitarse para complacer a su marido y no preocuparlo.

El día de ella no fue más ardiente ni apasionante que esa noche. Continuó yendo a limpiar a la casa de los vecinos con la diferencia de que estos apenas le trataron, y eso la hizo sentir mal porque en cierta manera deseaba que le insistiesen y le fuesen detrás, aunque fuese solo para negarse.
   Y seguía estando inapetente, ausente de excitación. Su sexo estaba seco la mayor parte del tiempo y únicamente se lubricaba cuando limpiaba en la casa vecina. Por la noche tenía que hacer un esfuerzo para mentalizarse de que debía centrarse en su marido.

Ya había logrado asumir y prometerse que no volvería a fallar a su marido, hasta el punto de prometerse que si sentía una elevada tentación de recaer, dejaría de limpiar en esa casa, incluso, pensó en confesarle la verdad a su marido; aunque lo descartó al pensar que nunca podría saberse su reacción en lo referente a los vecinos.

No se esperaba que la cosa fuese a complicarse para ella, y a hacerlo todo más difícil.


***

Pablo repitió su rutina de llegar a casa después de un largo día de trabajo sentado en su despacho y se duchó con cierto aborrecimiento. Sin embargo, tras la cena, rompió esa monotonía dirigiéndose directamente a la cama.
   Le sorprendió su mujer entrando tras de él en el cuarto y quedándose estirada a su lado bajo las sábanas. Fue mutuo el interés cuando se empezaron a besar, notándola de nuevo más ardiente y cachonda… como sí los días pasados hubiesen sido solo un mal sueño.
— ¿Qué te pasa? –preguntó a su mujer, parando de besarla para tomar airé y cuestionarle.
— No lo sé… 
— Pero qué…
— Calla y bésame –la exigencia de su mujer no vino sola, pues totalmente desnuda de cintura para abajo se montó sobre él y restregó la humedad de su entrepierna con su duro pene.
— El preservativo…
— Quiero sentirte al natural –ronroneó besándolo mientras agarraba con su mano el pene y lo orientaba hacia su sexo. Fue placentero sentirlo dentro, y más aún sentirla espoloneando sobre él y haciendo temblar ligeramente la cama, haciendo cierto leve ruido que seguramente pasaba desapercibido.
— La píldora…
— No la estoy tomando. No me sentaba bien… Pero quiero que acabes dentro.
— Andrea…
— Lo deseo… Amor mío. Lo deseo… -repitió machacando su pene con esos botes. Necesitó unos pocos para que sus testículos se vaciasen sobre ella, aún así, la excitada esposa continuó haciendo volar su melena rubia y sus pechos sobre él, aprovechando cada segundo que su polla permanecía dura-. Sí… Oh, sí… Me encanta sentir tu leche en mi vagina –le premió, deslumbrante. Su voz era poco más que un murmullo, no parecía querer ser oida.

Continuó trotando diez segundos más hasta que su pene deshizo por completo su erección. Haciendo que la jinete que tenía sobre él se descabalgase y quedase tumbada a su lado. Pablo no se rindió, sabiendo que debía aún satisfacerla. Besándola, manoseándole los pechos, mientras su mano buena se centraba en formar círculos invisibles alrededor del clítoris, gesto que fue bien recibido por su mujer. Al poco rato empezaron a temblarle las piernas y, al no ser capaz de dejarlas quietas, pareció estallar en un considerable orgasmo y ella le apartó la mano, de manera gentil.
Esa hambruna sexual tuvo su origen muchas horas atrás, en la casa de los vecinos.


*** Capítulo 6: Los nuevos amigos de mi hijo***

A las cuatro de la tarde, unas horas antes de su encuentro sexual con su, Andrea ya estaba vestida con su habitual camisa blanca acompañada con el pantalón negro elástico. Para ella iban a ser tres horas más en casa de los vecinos, sin esperar que sucediese nada en concreto. Había empezado a pensar que los dos yogurines de los vecinos habían aceptado la imposibilidad de llegar a algo con ella.
   Agarró su mochila, cargada con la ropa de recambio, las llaves y el móvil, lista para salir al rellano y entrar en el piso ajeno. Picó varias veces, evitando usar la llave que tenía de respaldo por mera educación pero, al ver que no respondía nadie, terminó usándola.

El comedor se encontraba en el fino equilibrio entre orden y desorden que había logrado conseguir en los últimos días. Los muy guarros seguían dejando las sobras tiradas por ahí y, aunque no parecían en limpiar absolutamente nada, tampoco parecían estar ensuciando más de la cuenta.
   Lo primero que hizo fue ir a la habitación de Sergio y Dani para asegurarse de que no estaban. Después, fue a la habitación del padre, aunque de lejos los ronquidos ya alertaban de su presencia.

Sintió la tentación de querer abrir la puerta, pensando que nunca antes había limpiado ese cuarto. ¿Y por qué no? No pudo evitar imaginárselo sin una sola cosa ordenada, además que el interior, aún con la puerta cerrada, desprendía un fuerte olor que le provocaba un picoteó revoltoso en la nariz.
   Se imaginó entrando… No, se imaginó como sería tener sexo en una habitación en ese estado por un hombre que, seguramente, no había tocado a una mujer en muchos años. De nuevo sintió ese extraño cosquilleo en el vientre que tanto había echado de menos. Así que retrocedió y se puso a limpiar el resto de la casa.

***

Sergio entró y dejó las llaves en la mesita del recibidor. Dirigiéndose directamente a ella para saludarla con dos besos que ella no rechazo.
— Tu hijo no te dijo que nos conocimos… Me cayó muy bien.
— ¿Sí? –preguntó en consecuencia, algo preocupada. No le gustaba la idea de que su hijo se relacionase con ellos.
— Sí. Ya nos dijo que un día nos invitaría a su habitación a jugar a la PS4.
— ¿Eso dijo?
— Si te parecía bien, claro. Dijo que te lo preguntaría.
— Pues no me ha preguntado nada.
— Se le habrá olvidado… O a lo mejor lo dijo para quedar bien. A saber –finalizó con una mueca de titubeo-. La verdad es que… -comenzó a decir mientras se sentaba en el sofá, con una posición despreocupada-… no me parece tan mala idea.
— Ah, sí. ¿Por qué? –intuyó por donde iban los tiros, y no se equivocaba.
— Si voy al cuarto de tu hijo a jugar unas partidas… Puede que te vea con ropa más… íntima.
— Y yo que creía que lo habías superado.

Se miraron por un momento, hasta que el chico de pelo oscuro continuó hablando.
— ¿Te imaginas? Yo en la habitación de tu hijo y tú pasando frente a su puerta con una blusa de estas transparentes. O en ropa interior.
— Eso nunca va a pasar, y menos delante de mi hijo.
— Ya… Pero quizá si que te pongas un buen escotazo. Quizá me de por ir al baño y te encuentre ahí meando. Imagina las posibilidades…
— Si por un casual acabases jugando con mi hijo en su cuarto… Quítate esas ideas de la cabeza. Ya te dije que no iba a volver a caer en ese juego, y menos en mi casa con Manuel.
— Ya. Pero eso lo dijiste en frio, cuando vuelvas a estar celando como una perra puede que te apetezca volver a caer.
— Además… No puedo dejarte entrar en mi casa porque si lo hiciese y se entera mi marido eso puede costarme el divorcio.
— Pues mejor que no se entere. ¿No? ¿Qué tiene de malo que el vecino haga amistad con tu hijo? Por cierto… No te he pagado.














Sacó de su bolsillo el ya rutinario rollito de veinticinco euros y se lo fue a dar en la mano sin levantarse. Ella avanzó hacia él, acercándose al sofá pero justo cuando estaba a punto de cogerlo, Sergio apartó impulsivamente su manaza con el dinero y la aferró por la muñeca tirando de ella hacia él, haciendo que quedase inclinada y enseñándole el escote.
   Podría haber retrocedido, haberse apartado o incluso haberle apartado la mano, pero no lo hizo… Miró a ese yogurín de mirada penetrante y se dejó colocar el dinero entre las tetas… otra vez.
— Piénsatelo. Habla con tu hijo, asegúrate que tu marido no se va a enterar y si te parece bien que me invite a jugar… No voy a irte detrás ni nada, simplemente es que tu hijo me cae realmente bien.
— Lo… Lo pensaré –Esa respuesta significaba rendirse, aunque en cierta manera era innegable que le gustaría poder verlo fuera de esa casa.

¿Qué estoy haciendo? Tengo que reaccionar… Está tomando el control de todo. Esta no soy yo…´´ pensaba mientras barría nerviosamente el comedor, mientras Sergio le miraba contonear esas dos nalgas a pocos metros de él.

***

Entró en la casa, sin saber si estaba enfadada o alegre. Puso la ropa a lavar y se duchó, una vez ya relajada y procurando poder hablar con su hijo antes de que llegase el padre de este, entró en su cuarto sin avisar siquiera:
— ¡Mama! ¿No puedes picar? –chilló escandalizado.
— ¿Invitaste a los vecinos a casa? –Manuel pareció titubear, silente, si le convenía pronunciarse al respecto.
— ¿Por qué?
— Porque Sergio me ha dicho que le ofreciste venir a jugar a tu cuarto.
— ¿Y puedes decirme como es que te hablas con “los okupas´´  de los vecinos?
— A mí no me hables así –explotó su mal genio acumulado desde días atrás.
— ¡Pero es verdad! Papa dando esas charlas sobre lo malos que son los vecinos y tú te metes en su casa… -se tapó la boca, arrepentido de lo que acababa de confesar.
— ¿Lo sabías? –su hijo no contestó-. Te acabo de preguntar que si lo sabías –recibió un asentimiento como afirmación-. ¿Cómo?
— Te vi salir de casa un día por la tarde y vi que te metías directamente en tu casa.
— ¿Te parece normal espiar a tu madre?
— ¿Te parece normal ir a casa de unos okupas a hacer vete a saber qué?
— No he ido a hacer nada malo, Manuel. Les limpio la casa, solo eso.
— Sí hombre.
— Pues sí. ¿Recuerdas cuando ponían música a todo volumen? Pues yo llegué a un acuerdo para que no lo hicieran. Me pagan por ir tres horas al día a limpiarles.
— ¿Eso es todo?
— Eso es todo. ¿Pero qué te piensas que es tu madre? –el adolescente no respondía, avergonzado. Ni se le ocurrió comentar que la había oído gemir, o eso creía-. Ahora me vas a decir porque invitaste a esos okupas a casa.
— Nos conocimos… y me cayeron bien.
— ¿Solo eso? –Manuel asintió-. ¿De verdad? –volvió a asentir.

La madre del muchacho suspiró aliviada, entrando en la habitación y sentándose en la cama.
— No le vas a decir nada a papá, ¿No? –este negó con la cabeza-. Manuel, si le cuentas que voy a su casa a limpiarles… Eso romperá nuestro matrimonio. ¿Lo entiendes? –su hijo asintió.
— Entonces… ¿Podré ir a su casa o podrán venir a jugar aquí?

Andrea se peinó el flequillo con la mano, agotada. Los ojos se le cerraban, y antes de responder se lo pensó bien: ¿Se iba a limitar la cosa que su hijo jugase con el vecino? O… ¿Usarían eso para acercarse dentro de su propia casa?
— Sí. Pero siempre a unas horas que no haya riesgo de que tu padre vuelva antes de tiempo y los pille. Y si pasa… Yo no sé nada.
— Tranquila mama, los he metido porque yo he querido.
— Y Manuel. Si te ofreciesen drogas o hacer algo malo…
— Yo no hago esas cosas mamá.
— Ya…

*** Capítulo 7: Sin darse cuenta***
En el momento en que Andrea consintió sin más condiciones que los okupas de los vecinos pudiesen venir a su cuarto a jugar, fue cuando al friki de su hijo le quedó claro que algo pasaba ahí entre su madre y ellos. Había perdido la cuenta del número de veces que se había imaginado a esos desgraciados abusar de su madre, de que esta se convirtiese en su esclava sexual y estos la emputeciesen dentro de ese piso okupa. Lo que nunca se habría imaginado es que eso, además de su propia fantasía ficticia, fuese algo que estuviese pasando de verdad.

Entonces, cuando encontró un mensaje en su whatsapp de desconocido saludándole, lo agregó como Sergio Ok.

***

Eran las tres del medio día cuando el timbre de la casa sonó, Manuel se levantó de la mesa y abrió la puerta, invitando a pasar tanto a Dani como a Sergio.
— Hola. Que aproveche –dijo el pequeño de los dos hermanos, viendo como la mujer se llevaba la servilleta de tela a la boca y se recogía las migas antes de dar las gracias.
— Mama, vamos a la habitación a jugar. ¿Vale?
— Sí. ¿Queréis tomar algo? –cuando ambos respondieron que cerveza fría, se comprometió a llevárselas.

A Manuel no se le pasó por alto las miraditas, ni que su madre vestía aquella misma blusa que se llevó aquel día de madrugada, a las cuales se les marcaban los pezones levemente.
— Por aquí.

Si los guio hasta su cuarto, ambos se recostaron contra la cama pared de la cama mientras Manuel encendía la consola y activaba ambos mandos para echarse unas partidas de futbol. Al poco rato, entró su madre con una bandeja donde estaban apoyados los vasos llenos de espumosa cerveza y unas olivas.

  







   








No los miró a los ojos en ningún momento, pero ellos sí le miraron el descarado escote con el que entró y que se acentuó al dejar las bebidas sobre la mesa.
— Muchas gracias –le agradeció Sergio quedándole un bigote de espuma al beber del vaso. Andrea cerró la puerta al irse.

Pasaron un rato jugando antes de que tanto Sergio como Dani se quitaran sus camisas, quedando desnudos de cintura para arriba.
— ¿No te importa, no? Es que hace un calor…
— No, para nada…

A las dos horas, siendo las cinco. La habitación apestaba a sudor, y eso fue lo que debió oler su madre al entrar a dejar la ropa limpia.
— Perdonad…
— No mujer. ¿Qué hay que perdonar? Que es tu casa –contestaba Sergio justo antes de que Manuel se levantase para ir al baño.
— Voy al baño –avisó, cerrando la puerta tras de sí. Buscando crear una situación dejándolos a los tres solos.

Se metió en el cuarto de baño pegando un portazo, sacó su móvil y abrió una app que permitía ver a través de las cámaras y los micros asociados. La pantalla integrada que tenía en su cuarto daba una perspectiva recortada pero bastante buena de los dos chicos sin camisa frente a su madre.
   Esta parecía estar nerviosa, sudada también.
— Si tienes calor quítate la camisa también, que aquí sobre ropa.
— Chicos, no seáis malos…
— Venga. Quítate la camisa, que estamos todos demasiado calientes –se echaron a reír.









Incluso a través de la cámara integrada en su ordenador, podía ver los pezones duros a través de la blusa.
— ¿Voy a limpiar la casa ahora?
— Oye, date un respiro. ¿No? Que tampoco somos millonarios. ¿Cuánto nos has sacado ya?
— Si no me decís que no vaya.
— A ver, que querer que vengas, queremos. Pero no a limpiar precisamente.
— Entonces no voy –replicó ella sonriendo.
— No le digas eso a mi padre, con lo que le gusta que muevas el culito por la casa le da algo.
— Me voy –puso los ojos en blanco antes de irse.

Desde el baño, Manuel sintió unas incontrolables ganas de masturbarse. Aún así se retuvo, volviendo a la habitación con los dos invitados. Cuando fueron las seis de la tarde, los apremió a marcharse y ellos obedecieron sin la menor vacilación. Manuel hizo como si no se hubiese dado cuenta de nada…



*** Capítulo 8: Volviéndome loca***
Su marido había llegado hacía poco y se había ido a duchar, y aunque la cena estaba preparada, ella no pudo separar la vista del móvil. Una sola conversación la tuvo en vilo, y hasta cierto punto ruborizada. Un cosquilleo permanente en su vientre y unos calores anormales en el pecho y en la cara le atosigaban; mientras sus ojos eran presos de la pantalla del móvil:

<< Conversación de Whatsapp >>

Charo: No saves komo nos as puesto a mi hermano i a mi
Andrea: No quiero saberlo…
Charo: Estavas tan sudadita, se te marcavan los pezones y to. Te havríamos follado en ese mismo cuarto… Vaia ganas te tenemos.
Andrea: Hay que parar esto…
Charo: No kiero k pare, Andrea. Kiero que seas mia…
Andrea: Tuya… Y de tu hermano, y de tu padre…
Charo: No me iras a decir k no te mola la idea de k tres machos te follen…
Andrea: Pero estoy casada. No quiero fallar a mi marido.
Charo: Tu mario no te sabe dar gusto, yo sí. Pasame unas fotos de tus tetas… Así me puedo hacer una paja…
Andrea: No…
Charo: Solo de tus tetas, benga… k no salga tu cara –Andrea dudaba ya que su marido estaba en casa. ¿Pero qué mal puede hacer calentar un poco a esos dos yogurines? Se pone de lado en el sofá inclina un poco su pecho para que se acentue su escote y deja que salga su sonrisa traviesa en la foto-. Dios…. Me encanta. Peaso foto. Como la bea mi padre se va a matar a pajas…










Andrea: O se me tira encima la próxima vez que me vea…
Charo: No te estrañe… te tiene unas ganas brutales.
Andrea: Sergio, que quede entre nosotros… ¿Cuánto hace que tu padre no tiene pareja…?
Charo: ¿Kieres decir q cuanto hace que no folla? Hace diez o quince años. Está que se sube por las paredes. Oie, q t iba a decir… Mañana ven a limpiar por la mañana que tenemos la casa mui guarra.
Andrea: ¿Quién estará de los dos? —preguntó con interés.
Charo: Mi padre, te pagara el. Mi hermano i io estaremos currando…


Justo en ese momento entró Pablo en el comedor, y su mujer entró en una carrera contrarreloj para borrar el chat de esa conversación. Solo necesitó cinco segundos y toda la conversación quedó borrada… Además, su marido no se percató de lo roja que estaba, limitándose a sentarse a su lado sin quitar la vista de la Tablet.
— Cuando quieras cenamos…
— Sí, ve poniendo la cena si quieres. Termino una cosa y voy.
— Vale… -dijo levantándose del sofá dejando el móvil escondido bajo el cojín, acercándose a su marido y susurrándole a la oreja:-. Aunque no me refería a ese tipo de cena.

Su marido la miró a los ojos y pareció entender…

***

Estaba demasiado fogosa, demasiado mojada, demasiado cercana al orgasmo. Su marido la estrangulaba con ligereza, prácticamente sin asfixiarla, y meneaba las caderas como un loco quizá creyendo que así le daba más placer. Pero no era eso lo que la traía loca, sino una idea que se le había metido en la cabeza y no se le iba. Una idea sucia, degenerada y masoquista >>
   << Sentía cierta empatía hacia Brandon, el asqueroso viejo verde del piso de al lado. Empatía por lo hambriento que debía estar, por lo mucho que debía desearla. Tantos años sin sexo, sin poder catar a ninguna mujer… Y allí estaba ella, yendo a limpiar todas las mañanas, provocándole.
   Ese hombre le daba asco, aunque al mismo tiempo tenía su morbo: un cerdo, un asqueroso, un camello de la mala vida…
   Se sentía tentada a provocarle un poquito, y ver hasta dónde podía llegar.







Y allí estaba, pensando esas cosas, sabiendo que no iba a ser lo suficientemente fuerte para resistirse. Se imaginó el deseo de ese hombre al verla a cuatro patas, como perra en celo, clavándosela sin ningún tipo de medida anticonceptiva… Como dos animales, dos bestias cachondas mientras él la dominaba y la hacía su puta.
   La mujer de Pablo tuvo que hacer un esfuerzo por no gemir el nombre del vecino.
 — No pares… Me corro –suplicó con voz aguda, a punto de alcanzar el delirio. Intentando discernir entre lo que era real y lo que no. Aunque no era su marido quien deseaba que la follase en aquel momento, cerró los ojos y se imaginó al demacrado vecino, con su aspecto descuidado, rudo y salvaje clavándosela hasta el fondo-. ¡Me corro…!

Pablo se corrió y paró justo en el momento de mayor clímax, dejándola desamparada; aplastada bajo él. Aún cachonda, con esa idea que no se le iba de la cabeza.
   Sus dedos le proporcionaron un orgasmo que le ayudó a salir del paso, pero no era con sus dedos con lo que quería correrse.


*** Capítulo 9: El asqueroso semental del vecino***

El nerviosismo y la impaciencia porque ya fuese de día le complicó poder conciliar el sueño, aún así acabó quedándose dormida no demasiado tarde con los muslos húmedos y encharcados.
   Estaba soñando, aunque ella no lo sabía. En esa realidad paralela, ella iba a limpiar a casa de los vecinos totalmente desnuda mientras los ocupas se paseaban con total indiferencia por la casa. En la cocina, tuvo que ponerse a gatear para limpiar un armario por dentro y Brandon, al ver ese paronama, se bajó la bragueta y empezó a follarse a la chacha. “No dejes de limpiar, esclava. Ese es tu trabajo. Limpiar y servirnos de balde para corrernos´´ dictaba con crueldad el demacrado padre de Sergio y Dani.
   A pesar de ese trato hostil, ella intentaba obedecer tratando de reprimir los gemidos para que su marido y su hijo no la oyesen, fingiendo limpiar hasta que se corría como una loca.

Abrió los ojos, ya era de día y no había ni rastro de Pablo. Eran las nueve y media de la mañana y este hacía horas que ya debía haberse ido. Su hijo Manuel tres cuartos de lo mismo, pues tenía que estar en el instituto haciendo las clases de recuperación.
— Uffff… -gimió la mujer, haciendo a un lado la colcha y descubriendo su entrepierna mojada como si se hubiese meado encima. El más mínimo roce en su entrepierna la hacía estremecerse de placer.

Y ahora tengo que ir a limpiar… ´´ se dijo a sí misma sin levantarse de la cama. No era una idea que le desagradase, y ese era exáctamente el problema. No estaba pensando en ir a limpiar precisamente.
   Se incorporó y fue al baño, se aseó concentrándose en darse especial higiene en su sexo y se puso los leggins grises en conjunto con la ligera blusa blanca. No se puso ropa interior, y aunque sabía que estaba mal, disfrutó al verse en el espejo.
   Solo voy a provocarle un poco´´ se prometió logrando ver marcados sus pezones contra la blusa, aunque no se diferenciaba el color, solo el contorno. “Le provocaré un poco y lo dejaré a medias…´´ se interrumpió a sí misma al fantasear con ese viejo cincuentón perdiendo los estribus por haber sido tan calientapollas.

Agarró un pequeño bolso color beige y colocó dentro el móvil, las llaves del piso y la copia de la llave del Cuarto B. Miró el reloj y se recordó a sí misma que le quedaban tres horas hasta que su hijo volviese, tiempo justo para ir a limpiar y volver antes de ser descubierta.
   La madre de Manuel era consciente de que se estaba arriesgando mucho, pero no quedaba en ella ni rastro de la intención de seguir siendo una buena esposa. No, en ese momento solo quería ser una calientapollas y una puta que disfrutase calentando al desesperado vecino.

Cerró la puerta de su casa con llave y cruzó en tres pasos el rellano, accediendo a la silenciosa casa de los ocupas con la copia que le había dado el hijo mayor.
   ¿Qué haría Pablo si me viese entrar aquí con esta pinta?´´ se preguntó muerta de la curiosidad. Una parte de ella estaba segura de que encontraría la manera de perdonarla, porque Pablo pese a todo era demasiado bueno con ella: Era atento, romántico y respetuoso; y la amaba, y ella lo amaba con locura a él. Pero él era un amante pésimo, y en cierta manera tener tan cerca a tres hombres salidos la tentaba demasiado.

   





Cerró la puerta con cuidado de no hacer ruido y permaneció quieta unos segundos, mientras escuchaba para su alivio unos ronquidos provenientes del cuarto del padre, que sería el cuarto gemelo al de su hijo.
   De puntillas se dirigió al cuarto de Sergio y Dani, asegurándose de que ninguno de los dos hermanos estuviesen encerrados en el cuarto. Suspiró, aliviada; sonriendo con cierta timidez para sí misma, volviéndose hacia la puerta de la que salían los ronquidos. La casa estaba hecha un desastre, y eso que no hacía demasiado que la había limpiado, pero no era la casa lo que iba a limpiar en aquella ocasión.
— Orrghhhjjjjj –el ronquido era fuerte y pesado, avalando el profundo sueño de Brandon al otro lado de la puerta.

A Andrea no le hizo falta abrirla para volver a saborear ese olor que provenía del interior. Lo había olido otras veces, pero nunca había accedido al interior. Era un olor salado que conocía bien: Era el olor a semen, a testosterona, a sudor, a esa fragancia que liberan los hombres cuando están excitados. Era un olor a desorden, a caos… Al de una bestia salvaje.










Aferró el picaporte con la palma de su mano y lo giró lentamente, sabía que tenía que picar a la puerta, pero la curiosidad le podía. Abrió sigilosamente la puerta de par en par y fue entonces cuando, de pleno, un pesado y fuerte olor a semen le provocó un placentero cosquilleo en la nariz.

El cuarto estaba prácticamente oscuro, con la persiana totalmente bajada; pero era tanta la luz que entraba por la puerta qu podía ver perfectamente la silueta de Brandon. La cama estaba en medio de la habitación, siendo sus sábanas blancas. El viejo estaba totalmente desnudo, con la polla tiesa y medio arropada por la tela.
   Su cuerpo era delgado, aunque conservaba parte del músculo. Todo su cuerpo estaba rodeado de una capa peluda de pelo. Y los testículos, grandes como dos mandarinas, rebosaban al lado de la manta.
   Por un instante se sintió tentada a invadir la habitación y despertarlo directamente. No era un pensamiento lógico, simplemente era una locura que se le antojó. De todas maneras, era consciente que debía cerrar la puerta y picar, como si nunca la hubiese abierto; así que lo hizo.
   Toc, Toc, Toc…
— ¿¡Qué!?­ –preguntó inmediatamente Brandon tras interrumpir su ronquido abruptamente.
— Soy yo, Andrea… He venido a limpiar –hubo un silencio de un par de segundos.
— ¡Pasa! –ordenó con voz ronca. La aludida obedeció.

Abrió la puerta de par en par, y le sorprendió ver que Brandon no solo no se había molestado en tapar su entrepierna; sino que también se había llevado ambas manos a la nuca para apoyar la cabeza.
— Venga, ponte a limpiar.
— Necesitaré que salgas.
— En mi habitación no entra ni dios sin que yo esté. ¿Te enteras? Ya puedes empezar.
— Brandon…
— Venga. ¿A qué esperas? Limpia.
— No me voy a sentir cómoda si te quedas mirándome mientras limpio.

Se miraron intensamente durante unos segundos.
— En ese caso… hazme el desayuno.
— ¿Qué?
— Ya me has oido –le increpó el cincuentón rascándose el mentón peludo. La aludida se echó a reir, paralizada.
— ¿Por qué iba a hacerte el desayuno?
— Así funcionas. ¿No? Te pagamos y haces lo que necesitamos.

Andrea se resistió a morderse el labio, divertida. Se sorprendió a sí misma no molestándose por aquella actitud, aunque sabía que era porque no esperaba nada positivo de él.
— ¿Me vas a pagar por hacerte el desayuno?
— Y porque me lo des de comer.
— Estás ya viejecito para que te den de comer. ¿No?
— No me importaría que una mujer como tú me de el desayuno –replicó con una dulzura impropia de él mientras le miraba descaradamente al escote-. ¿Alguna vez le llevas a tu marido la bandeja con el desayuno a la cama?
— No –reconoció.
— Que pena por tu marido.
— No voy a traerte el desayuno, y mucho menos te lo voy a dar. Si quieres limpiaré la habitación, que es el acuerdo que tengo con tu hijo.
— Tu eliges: O me haces el desayuno o te pones a limpiar, pero yo de aquí no salgo –aseguró él con su voz ronca.

La rubia, en lugar de irse del cuarto, se arrodilló al lado de la puerta y dejó su bolso en el suelo. Y sin ponerse de pie, en cuclillas, le sonrió tímidamente. ``Es como un niño, que simple que es´´ pensó burlándose del viejo que tenía frente a ella.
— Podría limpiar el resto de la casa… Aunque me da que entonces si saldrías de la cama. Eres un viejo verde que solo quiere mirarme el culo mientras trabajo.
— Y seguro que te gustaría.
— Mientras me pagues… -esa respuesta hizo a Brandon soltar una sonora carcajada, tosiendo al final.
— Pagaría por ver la cara de tu marido al oir eso. ¿Qué diría si supiese que la puta de su mujer viene a calentar al okupa que tanto odia? ¿Te imaginas?
— Seguro que no le gustaría –reconoció ella-. Aunque no va a pasar nada más, así que disfruta de las vistas –murmuró sonriendo al final con gesto victorioso.
— Tu marido es un calzonazos que no sabe como mantenerte a raya. A mí no me pasa lo mismo.
— ¿Ah, no?
— No –negó rotundamente llevándose la mano al enorme salchichón que tenía entre las piernas. Empezó a acariciarselo sutilmente con la yema de los dedos-. No. Aquí mando yo y tú no pintas una mierda. Tú lo que necesitas es un macho que te enseñe quien manda.
— A mí no me manda nadie. Normal que estés soltero.
— Si no tengo mujer es porque sois unas tocacojones –contestó rudamente-. Para lo único que servis es para limpiar y para dejaros follar. Es una pena que tu marido no sirva para lo segundo, por eso vienes aquí. ¿No?

Andrea hizo ademan de comenzar a decir algo, pero Brandon la cortó.
— No hace falta que finjas más. Tomaré el papel de tu marido y tú harás lo que yo te diga. En el fondo estás deseando ser dominada, porque esa es la naturaleza de toda mujer, obedecer. Ve a la cocina y hazme un sandwich de huevos fritos y tráemelo.
— Te lo haré no porque me lo ordenes –contestó ruborizada, sin saber porque iba a hacerlo. O sí que lo sabía, muy en el fondo, y era porque quería seguirle el juego-. Sino porque me das pena.
— Te espero aquí -Cuando Andrea ya se había dado la vuelta, saliendo de la habitación; él añadió:-. Y para beber quiero leche fresca.


***

En el resto de la casa reinaba el silencio, aunque en la cocina solo se oía al aceite chispear mientras se freían los huevos. Andrea aguardaba, con el pompis apoyado contra la encimera, pensativa.
   Ese hombre le daba asco, sí… Pero también le divertía consentirlo un poco.
   Le gustaba demasiado sentirse deseada por él, porque se imaginaba lo hambriento que estaba. Y estaba deseando calentarlo un poco más para, en el último momento, irse apresuradamente de la casa.

Cuando estuvo el sandwich con los dos hogazas de pan atrapando los dos huevos fritos, derramó un chorro de leche en el vaso y cual camarera en un bar transportó el desayuno a la cama del patriarca, depositándolo con delicadeza entre las piernas desnudas del padre de Sergio.
— Cuando dije que quería leche fresca me refería a otra cosa –protestó mirándole de reojo el escote. ``La chacha´´ permaneció estática a su lado, esperando a que el dueño de la habitación iniciase con su desayuno. Al darse cuenta, el añadió:-. Te dije que me ibas a dar tú de comer.
— Estás soñando –musitó, incrédula. Se echó a reir.
— Lo digo en serio. Vas a darme de desayunar. Y luego te pagaré.
— No he desayunado –contestó echándole una mirada fugaz de manera inconsciente a la entrepierna del cincuentón-. Voy a darte de desayunar a ti.
— Podemos compartir el desayuno –Lo había dicho con un tono de voz tierno, aunque al darse cuenta de que no funcionaba lo agrabó-. Vas a darme de desayunar, y luego te pagaré. Haber venido desayunada.
— Te daré de desayunar solo para que te calles –contestó Andrea sin creerse que nuevamente estuviese cediendo a sus caprichos.

Con toda la mala uva que le salió, aprovechó para exhibirse descaradamente. Si tenía que humillarse de esa manera, al menos lo dejaría con un buen dolor de huevos, pensó.
   Apoyó una rodilla sobre la colcha, dejando sus pechos en caida libre contra la blusa. Si se le veía un pezón fuera de esta, no hizo nada para remediarlo. Agarró con una mano el sandwich y lo guió hasta la boca de Brandon; este separó ambos labios y pegó un mordisco al pan, haciendo que se derramase un chorro de llema sobre su pecho desnudo.
— Mira que has hecho, vas a tener que limpiarme.
— No te pases de listo… -Pero el viejo verde la agarró del pelo sin compasión alguna y tiró de él para hacerla ponerse a cuatro patas a su lado-. ¿Q… Qué haces?
— Vas a limpiar lo que has ensuciado.

Haciéndole algo de daño, tiró de su pelo como de la correa de una mascota. Logró que una de las dos copas del pecho de Andrea se sumergiese en el vaso de leche, empapando el pezón y haciendo que se adhiriese a la blusa.
— A eso me refería con que quería leche. ¿Te gusta la leche?

Intimidada al sentirse sumisa entre sus garras, se limitó a asentir.
— ¿Tu marido te da leche por las mañanas?
— No… -reconoció ella.
— Dijiste que no habías desayunado. ¿No?
— No…
— Entonces vamos a hacer un trato. Te doy de desayunar y te pagaré cien euros.
— ¿Me vas a pagar cien euros? ¿Tan desesperado estás?
— Te voy a demostrar lo zorra que eres –dijo de repente, rojo de la rabia-. Has traído tu móvil. ¿No?
— ¿Qué?
— Coje tu móvil, ya.

Andrea estaba cohibida, pero no le tenía miedo. Más bien era fascinación. No quería reconocerlo, pero le estaba encantando ese juego, dejando creerle que llevaba el control de la situación. Así que se levantó y agarró el móvil de su bolso.
— Llama a tu marido.
— ¿Qué? ¡No!
— Llámalo, haz lo que te diga y te pagaré lo que te dije –la aludida se vio tentada, no tanto por el dinero sino por la idea de traicionar a su marido de esa manera. La idea de dejarse abusar y robar por semejante cabrón.
— ¿Qué le vas a decir?
— No voy a decir nada. Ni se va a enterar que estás conmigo. Pero quiero que me comas la polla mientras hablas con tu marido.
— ¿Solo eso?
— Sí. Te lo juro.

``La palabra de un machista, un ocupa y un drogadicto´´ se dijo a sí misma, estremeciéndose al pensar que estaba dispuesta a comerle la polla ahí mismo. Se percató por primera vez del manchurrón en la tela de su entrepierna. Su vagina estaba pegada al pantaloncito gris y se le marcaba como una ventosa a un cristal humedo.
— Llámale –ordenó, antes de añadir-. Y pon el manos libres. Tu marido me da asco, y voy a disfrutar robándole a la mujer que el mismo no sabe satisfacer.

Lo notaba. El corazón le latía entre sus grandes pechos a mil por hora, estaba buscando en la agenda el número de su marido. Lo estaba haciendo.
   ``¿Qué hago?´´ se preguntó, temblando. Mirando a ese demacrado cincuentón desnudo y pajeándose frente a ella ``Había venido a jugar un poco con él… Y voy a comérsela´´ se dijo sin poder dejar de mirarle el rabo.
   Píííí… Píííí…
— El manos libres –recordó el viejo de pelo grisaceo. Ella obedeció, activando la función del altavoz mientras suplicaba telepáticamente a su marido que no lo cogiese.



















Pííí… Píííí… ``¿Por qué hago esto? ¿Por qué le estoy llamando? Cualga… Vas a arruinar tu matrimonio…´´
   Píííí… Cauchh.
— ¿Sí? –inquirió su marido al otro lado de la linea. Su esposa cerró los ojos maldiciendo, antes de abrirlos y mirar a los ojos de Brandon. El ocupa le indicó con el dedo índice que se acercase, mientras con la otra mano se continuaba pajeando.
— Cariño… Solo quería hablar contigo. ¿Qué tal estás?

``Dile que vas a desayunar un buen plátano´´ vocalizó Brandon con malicia sin ser oido siquiera por ella. Cuando Pablo terminó de explicar que estaba bien, Andrea repitió lo que el cincuentón le había ordenado, preguntándose aún a sí misma porque estaba cediendo.


— Pues yo voy a comerme una butifarra ahora… -confesó gateando hasta ubicarse entre las dos piernas del hombre y agarrar con la mano que tenía libre aquel hediondo y sudoroso rabo, casi tan duro como una piedra.

Dejó el móvil justo al lado, sobre las sábanas blancas, al tiempo que admiraba y repudiaba las características de aquel enorme cipote. Lo bueno, evidentemente, era el tamaño y la dureza. Parecía mentira que un miembro viril de cincuenta años pudiese mantenerse de aquella manera, lo malo era la higiene. Apestaba a un olor muy característico, delicioso y asqueroso a la vez. Era una fragancia que se le metía en la nariz y la hacía extasiarse mientras le provocaba un cosquilleo en sus puntos erógenos.
   Las venas, grandes como pequeñas lombrices verdosas, sobresalían de la carne oscura.
— ¿Una butifarra, a esta hora? –preguntaba Pablo, extrañado. De fondo se oía el ruido de las teclas del teclado. Su marido estaba escribiendo al tiempo que trabajaba con el ordenador.

``Cómetela´´ vocalizó en silencio Brando, imperioso; justo antes de poner en jarra sus brazos apoyando la nuca en sus manos. Se vió tentada a no responder a su marido y llevársela a la boca.
   No sabía que responder, y por otra parte tampoco quería esperar más. Se moría por tenerla dentro, por dejarse robar por aquel bastardo… Pero irónicamente, o así lo veía ella, no quería ser infiel a su marido.
   Era un juego, eso era. Iba a comerle la polla a ese viejo verde, sin llegar a tener sexo con él. Por lo tanto, no podía ser una infidelidad.
— Sí… Tengo mucha hambre –acercó la nariz al glande y al bajar el prepució vio espegma acumulado bajo este. El olor la volvió loca. Era esa fragancia que inundaba la habitación.

``Apesta demasiado…´´ rezó para sus adentros, odiando y amando ese olor al mismo tiempo. Quería apartarse, alejarse de ella...
— Pero, cariño… ¿Qué pasa con la dieta?
— He estado demasiado tiempo a dieta… -titubeó pensativa, sin atreverse a mirar a Brandon a los ojos. Parecía como si estuviese hablando consigo misma y no con su marido.

``Cómetela ya´´ volvió a ordenar el cincuentón, eufórico. Al ver que Andrea no llegaba a decidirse, la agarró del pelo con la mano derecha e hizo recortar la cabeza los pocos centimetros que quedaban: ``Saca la lengua´´
 
Temblorosa, la mujer de Pablo, descolgó por sus labios aquella larga y espumosa lengua repleta de saliva y lamió tímidamente el glande.
— ¿Y te vas a comer la butifarra a secas? –preguntó con el tono de voz cargado en sospecha.

Antes de contestar, Andrea se reafirmó sobre sus cuatro extremidades con el culo en pompa. Intentó apartar la cabeza, aún con la lengua fuera y en contacto con el glande, pero la mano del ocupa le hacía de tope contra su nuca y no le quedó otra que mantener la posición. El sonido de las sabanas y los chasqueos de lengua eran lo único que se oía, y era imposible que Pablo no lo escuchase. Aún así, Brandon colocó la otra mano libre contra la nuca y con ambas manos la aferró mientras restregaba su polla contra su lengua.
   ```No me cabe… Me la va a desencajar la boca´´ pensó incrédula, intentando no sentir el sabor.

Brandon se incorporó finalmente, poniéndose de rodillas frente a su sometida vecina. Sus tetas, debido a la posición, estaban fuera de la blusa con los pezones a la vista. El macho enterró el rabo entre los labios de la fémina, que continuó poniendo los ojos en blanco tanto por el olor como por el sabor.
    A pesar de estar metiéndole poco más que el extremo, su glande prácticamente rozaba la campanilla de Andrea haciéndola sufrir unas pequeñas nauseas. Como no había desayunado, no había nada que vomitar.
— Grr… -rugió Brandon mientras dejaba caer su nuca a la espalda y miraba al techo mientras recibía el sexo oral.
— ¿Andrea? ¿¡Andrea!? –se impacientó el marido de la mujer, con cierto tono de enfado en la voz-. ¿Qué es ese ruido? Ese thi-thi-thi…- La victima de ese abuso oral sintió la excitación y el próximo climax del viejo, aceleró para correrse en su boca mientras ella notaba el glande contra la campanilla y sus testículos contra su mentón.














Intentaba apartarlo con ambas manos, tenía que contestar a su marido. Pero, como si se estuviese corriendo, clavó bastante hondo su polla con tres pesadas y lentas embestidas provocando una morbosa asfixia a la rubia.
   ``Tengo que contestar a Pablo´´ se repitió mientras sentía acalorarse, y cuando creía que ese viejo verde iba a derramar su semilla en aquella garganta profunda; el viejo que había estado reteniendo su cabeza, se apartó dejando un enorme pollon tieso e impregnado por hilos de espesa saliva, los cuales caían desde su boca y se dividieron, quedando colgados de sus labios hasta sus tetas y desde el glande de Brandon hasta sus testículos y sus muslos.
— ¡Andrea!
— Perdona, Cielo… -carraspeó, un par de veces, mareada; con los ojos llorosos y las mejillas coloradas-. Me he atragantado con un trozo de butifarra. Creía que me iba a morir.
— Tienes que ir con más cuidado. Cómetela poco a poco.
— Sí…
— ¿Y no la acompañas con nada? –una sonrisa malvada apareció entre la barba de Brandon.
— ¿Qué?
— Con huevos, por ejemplo. Podrías acompañar la butifarra con huevos.

Brandon la aferró de la nuca nuevamente y se pajeó con su mano buena mientras que con la su zurda forzó a ``su chacha´´ a estampar su boca y su nariz contra los peludos y enormes testículos. Se miraron a los ojos mientras el calzonazos de su marido hablaba, y fue sucia, una mirada muy sucia.
   Le pegó un tirón en el pelo que significaba ``Mírame´´, y sorpréntemente, ella obedeció. Le sostuvo la mirada unos segundos antes de apartarla avergonzada. Se miraron a los ojos mientras el calzonazos de su marido hablaba, y fue sucia, una mirada muy sucia.
— Es… Es una buena idea, cariño. La próxima vez me comeré una butifarra con huevos.

``Ahora, ponte a limpiar´´ le espetó sin mediar palabra, moviendo únicamente los labios.
    ``Me tengo que ir´´ se excusó Andrea, pero él de un empuzón casi la tira de la cama. Pretendió, al parecer, llevarla al borde para que recogiese los montones de ropa que había en el suelo.
— ¿Qué haces? –preguntó Pablo nuevamente, con la mosca detrás de la oreja-. ¿Por qué se oye tanto ruido?
— Y… Ya he terminado de desayunar, cariño –no parecía muy decidida-. Ahora me estoy poniendo a… recoger la ropa sucia.

A cuatro patas y dándole la espalda al viejo, su enorme culo y sus nalgotas estaban en pompa. Un enorme manchurrón oscuro se extendía sobre su marcada vagina, que desde ya hacía rato, se le marcaba como si fuese una ventosa.
   ``No… Tengo que irme de aquí. Tengo que irme o me va a violar´´ pensó, aunque sabía perfectamente lo que iba a pasar. No iba a ir a ninguna parte. Notó las pisadas de Brandon sobre la cama, se estremeció al sentir las uñas descuidadas del ocupa arañar la piel de sus caderas al agarrar la tira del pantalón y bajárselo hasta las rodillas. Sintió aquel enorme cipote humedecido con su propia saliva bailar y botar contra sus muslos, sus nalgas y, finalmente, besar su vagina.
   La sentía abierta, de par en par, como si fuese el unico lugar por el que podía respirar. También sentía unas ganas insoportables de orinar.
— ¿Y si te relajas un poco? Ya recogerás más tarde.
— Pablo…

Por un momento, quiso pedirle ayuda; que fuese a salvarla. Brandon la iba a violar, Brandon iba a abusar de ella. Porque ella era una masoquista, y sabía que todo aquello estaba mal. Ese asqueroso viejo iba a descargar dentro de ella más de una década de inanición sexual.
   Porque eso era lo que la volvía loca: El dejarse robar, el dejarse violar por aquel hombre.

Iba a convertirse en su esclava sexual.

``¡¡¡Plaaaaas!!!´´ De una sola embestida, la clavó hasta el fondo y ella se mordió el labio hasta hacerse sangre para no gritar. Su mente estaba en blanco, por un momento se le olvidó que estaba hablando con su marido.
— ¡Hmmm! –cerró los ojos y mordió la colcha de sabanas blancas, mientras Pablo alarmado le preguntaba que había pasado-. La lavadora, me he dado con el dedo meñique…–mintió.

El viejo cincuentón soltó una risita y, teniendo ya una excusa para hacer ruido, empezó a follársela con un chapoteo que se parecía mucho al ruido de una centrifugadora
   Plas, plas, plas, plas… Al principio despacio, pero en menos de quince segundos llegó al climax. Las manos del viejo la aplastaron por la espalda, y notó la presión del colchón contra las tetas.

   No podía ni creer lo mojada que estaba, lo fácil que entraba y salía. Se la estaba clavando hasta el cuello uterino, y sus testículos aporreaban sus humedecidos muslos.
— Grrr… -Brandon rugió como una bestia ante el inminente orgasmo, acelerando al ritmo ultrasonico de una lavadora: Plas, plas, plas, plas… ¡PLAS, PLAS, PLAS, PLAS!
— ¡Ahhhhhiiiiiii! –rugió inevitablemente Andrea sabiendo que estaba siendo impregnada por él. Puro sexo alocado sin condón, no consentido. Notó como derramaba su ardiente y espeso semen posiblemente infertil contra su sediento coño. No supo si él que se había corrido antes o fue ella la que empezó a mearse sobre la cama.
— ¡Andrea! ¿Qué pasa? ¿Hola? ¿¡Me oyes!? ¡Andrea! –Pero ella no lo escuchaba.

Sintió su vientre cada vez más lleno con aquel calor líquido, mientras las su vagina cerraba el grifo a aquel chorro. Tuvo que morder las sabanas y enterrar la cara entre ellas, gimiendo y ronroneando mientras intentaba contener los temblores incontrolables de sus piernas.
   Intentó apoyarse sobre sus rodillas, pero estas le fallaban. Su orgasmo era tan intenso que no sabía si se había meado o, si estaba haciéndolo, o si se había detenido.

Brandon dio unos pasos vacilantes hasta atrás y se dejó caer al lado de las almohadas agarrando un porro a medio terminar y reanudándolo con un mechero que había cerca.
   Cuando la fémina, aún extasiada por el climax, creyó haber recuperado el control de su voz. Desenterró la caa de las sábanas, agarró el móvil y dijo:
— Me he dado otro golpe contra el borde de la lavadora… -se excusó sin creérselo ella mísma.
— ¿Qué me dices? Te atragantas, luego te das contra la lavadora –el tono de Pablo transmitía reproche, como si no terminase de creérselo.
— Eso me pasa por andar hablando contigo mientras limpio…

Brandon fumó apenas dos caladas al porrete antes de apagarlo contra la mesita de noche. Ver a Andrea abierta de piernas con el móvil en la mano y liberando por su vagina un chorro de semen le hizo detener el decrecimiento de su cipote y mantenerlo semitieso. Se acercó gateando a ella y le empezó a comer la boca, dándole igual que estuviese hablando, como si quisiese que la descubriese.
— Nunca me llamas por la mañana, y por una vez que lo haces… -le reprochó Pablo, antes de desviar el tema-. Oye. ¿Sabes que a Jose lo han ascendido? Se ve que es sobrino de un directivo…

El marido de la infiel confundió el silencio con una disculpa, y el ruido del chapoteo con el de la lavadora. Si bien no pudo contestar debido a que tenía la lengua del viejo verde impregnándole la boca y la barba pinchándole la cara, tuvo que hacer un esfuerzo por intentar apartarlo, pero era inútil. Era mucho más fuerte que ella y reanudó las embestidas hasta que la hizo ponerle de nuevo los ojos en blanco.
   Chap, chap, chap, chap, chap… Las embestidas eran muy rápidas, pero al poco rato se cansó y pasó a unas más lentas y pausadas……..chap….. chap….. chap…..
— Ummm… ¡Hmmmm! –Apenas logró reprimir un gemido cuando reanudo sin previo aviso la follada a un ritmo rápido y potente, mientras su marido seguía hablando de no sabía que ascenso.

Se agarró sus propias piernas por las rodillas y se abrió: Más, más… ¡Mucho más! Mucho más de piernas hasta que su vagina lo único que podía hacer era tragar polla y vomitar semen. Mientras con cada embestida los enormes testículos aporreaban el culo de ella. No había dejado de besarla ni un solo momento y clavándola hasta el fondo, al ritmo de ``despacito´´ empezó a clavarla hondo, corriéndose de nuevo.
— ¿Andrea? ¿Andrea? –escuchó a lo lejos. Lo escuchó maldecir y protestar, cagándose en la mala cobertura mientras, sin sacarla, reanudaba una tercera follada hasta que Pablo colgaba y podían empezar a follar libremente.

Prucogui, Prucogui, Prucogui, Prucogui… Los ruidos de los muelles que antes no se oían, en ese momento ensordecieron la habitación, eclipsados, por poco, por los gemidos de Bradon. El viejo no se corrió una tercera vez, pero si se quedó tendido sobre ella; pegados por el sudor.
   Aparte de la primera vez, su vagina se había corrido varias veces más y estaba destrozada.
— ¿Tu marido te había follado tan bien alguna vez? –pegó un tiro al porro tras separarse de ella y encenderlo, consumiéndolo casi por completo de una calada.
— ¿Cómo se te ocurre acabar dentro de mí? Estás loco… -En aquella queja cargo un sinfín de tímido reproche, como si no se atreviese a reprenderle siquiera.
— Me vas a decir que no lo has disfrutado… -rió de nuevo-. Eres una buena zorra… Aguantas lo que te echen. ¿No? Que desaprovechada estás con ese mierdas. Una buena yegua necesita un buen jinete que la monte.

``La yegua´´ miró de disimulado refilón a la entrepierna del padre de Sergio. Sus testículos se habían hecho mucho más pequeños, como si hubiese liberado una gran carga dentro de ella. La butifarra estaba morcillona, mientras su glande vomitaba un único chorro de espeso semen sobre las sabanas.
— Esto… Esto quedará entre nosotros –le espetó Andrea, intentando ponerse en pie. Sus rodillas, presas del pantaloncito, aún le temblaban.
— Quedará entre nosotros que eres una zorra que ama una buena follada –replicó con crueldad-. Llevaba tanto tiempo sin follarme a una buena moza…

El drogata de avanzada edad, aplastó el consumido extremo del porro contra su mesita de noche y se avalanzó sobre Andrea que pegó un chillido de sorpresa. Apoyándose sobre los hombros femeninos, restregó su polla blanda y agotada contra las nalgas de su vecina.
   Esta por unos instantes no dijo nada, estando segura de que no podía volver a follársela en tan poco tiempo. Notó sus besos puntiagudos por la barba en su cuello, en su hombro… Sintió una dureza creciente entre sus nalgas.
— No… -fue lo único capaz de decir, con un hilo de voz. Aunque sabía que aquello no iba a servir de nada.

Su vagina, inundada de aquella leche espesa, empezó a derramar sobre las sabanas este cuando el cipote de Brandon, aún sin estar duro del todo, exploró su sexo hasta clavarse de nuevo en el fondo.
   Plas, plas, plas… Se reanudaron las embestidas, y sin poder creerse que ese viejo pudiese durar una tercera ronda y media, Andrea consintió ser su puta… una vez más.

***

Estaba ya en la ducha de su casa, todo había pasado. Manuel aún no había llegado o eso creía; sus dos nalgas estaban enrojecidas mientras el agua caliente arrastraba el sudor, la saliva y el esperma.
   Aún tenía adoloridos todos los músculos de su cuerpo, y pese a no haber durado ni de lejos tanto como el hijo, había sido mucho más violento que ese y mucho menos considerado.

A cuatro patas, después de haber colgado a su marido Brandon se las ingenió para follársela por tercera o cuarta vez. La azotó haciéndola sentir una adrenalina como nunca antes lo había hecho, le había manoseado las tetas y había usado un lenguaje tan vulgar como nunca se había imaginado, mientras trataba de exprimir sus ubres.
   Le había hecho cosas que, en ese momento, no podía creer haber tolerado.

Se sentía violada, abusada y humillada pero, al mismo tiempo y en lo más profundo de su ser, lo había disfrutado. ¿Cómo podía parecerle morboso que un hombre tan repudiable y asqueroso como ese se la hubiese beneficiado?

No lo entendía, pero era así.



*** Capítulo 10: Un leggín como evidencia***

Manuel escuchó a alguien ducharse en el baño y, dándo por hecho que era su madre, soltó un bufido de resignación mientras llevaba la mochila a su cuarto y se sentaba unos segundos en el borde de la cama. Se quitó las bambas, el pantalón y la camisa dejando su cartera sobre la colcha. Se puso unos pantalones y una camisa de estar por casa que le servirían para andar por esta hasta que su madre saliese del baño y pudiese entrar a ducharse.
   Agarró el montón de ropa, hedionda y sudada, y la transportó en brazos hasta el arcón de la ropa sucia en el balcón. Titubeó, quedándose de pie frente a una blusa y un pantaloncito de leggin que claramente estaba sucio. Se lo pensó y, vencido por la curiosidad, hizo caso a su instinto mientras dejaba caer sin cuidado alguno la ropa que llevaba en brazos; luego, agarró el pantalón y lo examinó hasta ver con sus propios ojos una mancha oscura en el hueco donde debía estar la entrepierna.
   Se quedó pensativo, justo antes de darle la vuelta y mirarlo por dentro, descubriendo que aquella mancha en el exterior era solo un cúmulo de chorros de semen enganchados en el interior. Era esperma espeso, pero todavía estaba humedo.

Manuel dejó el pantalón tal como lo había encontrado, agarró el montón de ropa que la había traido y la llevó de vuelta a la habitación, escondiéndola en el armario.

***

Apenas había ropa clara en el arcón de la ropa sucia, aunque a Andrea, tras salir de la ducha y pegarse el susto de su vida al encontrarse a su hijo ya en la casa, le bastaron únicamente cuatro prendas de color claro para poner aquella aquel pantalón a lavar y borrar la evidencia.
  
Dentro de la ducha había tomado una decisión, y pensaba cumplirla.



*** Capítulo 11: La ruptura definitiva***

— ¿Estás segura? –preguntó Sergio desde el sofá, bebiendo un sorbo de la botella de cerveza.
— Sí –asintió totalmente seria.
— ¿No te viene bien la pasta?
— Puedo pasar sin ella, y esto solo nos hace mal a los dos.

Dani, sentado en una silla en el otro extremo del comedor, soltó un bufido de resignación. Estaba claramente molesto, aunque no dijo nada para interrumpir aquella conversación.
— ¿Quieres decir algo? –le invitó con ternura volviéndose hacia el menor de los hermanos.
— Te follas a mi hermano, te follas a mi padre… y a mí ni agua.
— No puedo seguir así… No me siento bien engañando a mi marido.
— Pues hazlo conmigo y luego suda.
— Si no quiere seguir no podemos forzarla –replicó con picardía, aunque Andrea estaba segura de presentir que el yogurín de veinticinco años no se había dado por rendido.
— ¿Te vas a poner digna ahora? ¿Te follas a tus dos vecinos y ahora me dejas a mí a dos velas? Eres una calientapollas.

Una sonrisa traviesa se formó bajo la nariz de la arrepentida vecina. Mentiría si no admitiese que tuvo el impulso de agarrarlo de la mano, llevárselo a la habitación y dejara que vaciase toda su leche en ella. Aunque sentía debilidad por el mayor, el dieciochoañero también tenía cierto atractivo… No tenía la barba de su hermano, aunque sí tenía la misma mirada intensa y zorrona de este.
— Ninguna de esas veces fue planificado… Y estoy muy arrepentida de esto. Ni siquiera sé como voy a poder callármelo con mi marido.
— Que más da una más… -preguntó Daniel haciéndole un puchero casi infantil.
— Confio en que no pongáis la música alta por las noches y no hagáis nada que me perjudique con mi marido.
— Claro que no, Andrea… Con lo mucho que nos has ayudado –aseguró Sergio poniéndose en pie y dejando la botella casi vacia en el suelo del piso.

Recortó la distancia hacia su vecina de casi cuarenta años y le plantó un beso en la boca. La mujer de Pablo no se lo esperaba, sino lo habría rechazado, pero una vez que sus labios ya se habían encontrado no quiso separarse de ellos.
— Una vez salgas por esa puerta, no te molestaremos más… Pero antes quiero despedirme como te mereces.
— Y… ¿Cómo es eso? –inquirió pensativa con sus labios muy cerca a los de él, mirándole a esos ojazos.
— Ven, te lo enseño…

La agarró de la mano y la guío hasta un punto de la casa que al principio no supo identificar. Para ella podría haberla llevado al balcón, a la cocina, al cuarto de su padre o al baño… Pero acabaron en la oscura y mal iluminada habitación de ellos dos.
— ¿Para que me traes aquí?
— Para despedirnos bien…
— Sergio… -dijo pensativa-. No –no lo dijo decidida, y Sergio lo notó.
— Mi hermano tiene razón. ¿Qué importa una vez más?
— No está bien. Quiero cortar esto de raiz, por eso no voy a venir a limpiar más.

Sergio la calló con un beso, sus lenguas se entrecruzaron, estando solos en el cuarto. Dani entró en la habitación a paso cauto, como si se estuviese acercando a una presa que podía ahuyentar en cualquier momento. Cerró la puerta y se quitó tanto el pantalón como el calzoncillo junto.
   El mayor de los dos hermanos empujó con suavidad a Andrea hasta la cama, que se dejó caer resignada de culo sobre el colchón.
— No quiero que haya penetración… No me toquéis ‘’ahí’’ –rogaba la madurita justo antes de volver a ser besada por Sergio. Su beso era tan intenso que sus lenguas podían apreciarse desde fuera…

Dani se arrodilló tras sacarse la camisa y empezó a comerle el cuello y manosearle las tetas por encima de la blusa, desabrochándole el sujetador habilidosamente con lo que se asemejó a un chasquido de dedos.
— No, eso no… -suplicó con voz débil tratando de impedir a la mano de Dani desabrocharle el pantalón, pero este lo logró y procedió a bajarle suavemente los tejanos oscuros hasta los tobillo; ella añadió:-. Deja la parte de abajo o me voy.
— Dijiste que no te toquemos el coño, pero no has dicho nada del resto.

Apoyando a su hermano y ayudándole a desnudar el tobillo derecho mientras que, el otro, hacía lo propio con el montón de pantalón que abrigaba el tobillo izquierdo. Hubo suspiros por parte de la rubia, con la piel erizada. Las dos manos de los chicos estaban muy calientes, aunque ella sentía frío. Se las ingeniaron para quitarle la camisa prácticamente sin que se diese cuenta, y antes de que empezasen a besarla y tocarla de nuevo solo le cubrían aquellas bragas de encaje su desnudez.
   Dani fue quien la besó en los labios esa vez. Cuatro manos la acariciaban por cuatro partes distintas, unos dedos que podían ser de cualquiera de los dos, le exploraban los muslos. Una segunda mano, le manoseaba las tetas, otra, la nalga.
   Estaba y se sentía hipnotizada, con tantos dientes morder su piel, labios besuqueando su cuello y sus orejas.
 
El menor de los dos hermanos pareció aburrirse de tanto preliminar y se sentó en la cama, encima de la cabeza de Andrea. Se puso de rodillas frente a ella y se sentó con cuidado sobre su frente, dejando que esta empezase a chuparle los testículos bastante más imberbes que los de su hermano. Empezó a pajearse, sintiendo un cosquilleo cada vez que la madurita usaba su lengua para impregnar sus cojones de saliva.

Sergio aprovechó para arrodillarse en el suelo frente a las piernas abiertas de su presa, ni el mismo se creía que fuese a irse de ahí sin ser follada por ambos. Pero era muy inteligente, y sabía que para comerse un mejillón primero tenía que esperar a que esta se abriese.
   Dio un beso muy cerca de la entrepierna, casi rozando la ropa interior. Luego lamió el muslo izquierdo haciendo que todo el cuerpo de Andrea se erizase de placer.

La propia Andrea agarró la polla de Dani y empezó a pajearla por sí misma, usando la lengua para lamer lo largo del tronco y meter el glande por la boca. Pese a su sabor fuerte, no se podía comparar a lo mal que sabía el glande de Brandon.

   ``¿Cómo de cachonda tuve que estar para disfrutar eso´´ se preguntó, permitiendo que Dani empezase a follarse con cuidado su boca. Era una posición rara, pero se dejó hacer hasta que el yogurín quiso meter más de lo que ella podía tragar y empezó a toser.
   Dani sonrió a su hermano, y para darle un respiro, se quedó pajeándose solo mientras masajeaba sus cojones con la suave y humeda boca de Andrea. Esta se concentró plenamente por primera vez en los besos de Sergio entre sus muslos.
— No… Ahí no –suplicó, casi gimiendo, agarrando al mayor de los hermanos del pelo para apartarlo.

Apenas hizo fuerza para apartarlo de su vagina, y este, como si fuese por accidente, besó la ubicación del clítoris por encima de la ropa interior. Eso hizo a su vecina, tan mojada como una esponja durante una ducha, arquear de nuevo su espalda, abrir la boca y cerrar los ojos.
   ``Si esto sigue así…´´ se dijo, poniéndose a cuatro patas de un bote. Agarró a Sergio de la camisa y lo tiró a la cama, teniendo a ambos hermanos juntos con las pollas erectas al borde de la cama.

Los agarró a ambos y empezó a pajearlos, aunque se dio cuenta de lo tremendamente incómodo que le resultaba masturbar dos pollas de tan gran tamaño. Casi no podía sostener la de Sergio en una sola mano, y se dio cuenta que la del hermano mayor no era tan grande como la de Brandon.
   Recordaba haberse corrido como una loca con aquella polla, mientras que la de Sergio, siendo ancha y larga, era más grande que la de Dani. La de Dani le resultaba mucho más fácil agarrarla, porque era mucho más delgada aunque más larga que la de su hermano.
   Le recorrió un escalofrío al pensar que esa polla podía facilemente ‘’pinchar’’ su cuello uterino.
— ¿Quién dices que se corre antes, bro? –le preguntó con una sonrisa Dani a su pariente.
— Claramente tú, que eres un conejo casi.
— Sigue soñando. Podemos apostarnos algo. Si me corro antes, te daré… -musitó el imberbe mientras Andrea, divertida, movía la cabeza de arriba abajo sobre su polla.
— Lo que tú digas, pues ves preparándomelo porque me lo vas a tener que dar pronto.

Andrea se dio cuenta de que en cada polla tenía una considerable cantidad de saliva espumosa que se iba acumulando. Al principio le dio cierta vergüenza pero, como quería hacerlos acabar lo antes posible, no podía andarse con remilgos.
   Dani la sorprendió agarrándola por la nuca cuando se centró en el pene de este, y le hizo tragar lo máximo posible haciéndole poner los ojos en blanco a los pocos segundos. El glande le sobrepasaba la campanilla y tuvo que controlarse mucho para no vomitar.

— ¡¡¡Uffff!! –rugió Dani, con una gran sonrisa, levantando el culo y clavándosela aún más en la boca mientras sostenía su cabeza con ambas manos. Andrea estaba ya roja, y tosió, asfixiandose hasta que el niñato le permitió retroceder.
— No hagas eso, mi boca no es una vagina en que puedas clavarla de esa manera –le advirtió aún atontada por la falta de oxígeno.
— No es culpa mía, tengo demasiadas ganas de hacer eso con tu coño… -le contestó en tono altanero masturbándose.

Sergio, aburrido, la agarró de la muñeca y la hizo poner ambas tetas sobre su pollón. A pesar de tenerlas tan grandes, a penas podía estrangular el tronco de este.
— Escupe sobre ella, babéala –ordenó-. Más… ¡Más! –le apremió al ver que escupía un pequeño gapo con timidez.
— Alomejor es que tiene la boca seca –propuso con crueldad Dani.
— Sí, puede ser… -dijo para sí, y luego se dirigió a Andrea inclinándose hacia ella-. Abre la boca. Saca la lengua…

Ella obedeció y se sorprendió al ver como ese el moreno con barba hacía la cercada de derramarle un gran y espeso hilo de saliva dentro de su boca.
— Ahora ya no tienes excusa.

Aquella saliva ajena en su boca le supo raro, pero no mal. Era extraño tener algo tan íntimo y personal como aquello alrededor de su lengua.
   Agachó la barbilla, entrecerró los ojos y agarrándose los pechos lo derramó todo sobre el glande del yogurin lubricándose los pechos justo antes de empezar a masturbarlo. Se le dibujó una sonrisa en su cara al cruzar la mirada con él; mientras, el dieciochoañero, se removió de su sitio para posicionarse tras la fémina. Esta tenía el culo en pompa y apoyaba todo su cuerpo sobre las rodillas contra el borde del colchón.
   Giró parcialmente la cara sin dejar de hacerle la cubana al yogurín de enfrente, preocupada por las libertades que pudiese querer tomarse Daniel. Notó como este afincaba sus diez uñas contra sus nalgas y como metía su nariz contra su culo.
   ``Está tan cerca´´ pensó mientras dejaba salir un soplido, notando como las manos ansiosas agarraban los pliegues de su ropa interior y las arrastraban hasta las rodillas.

Su coño estaba expuesto, a pocos milimetros de la boca del chico. Este le lamió el muslo, le mordió la nalga y separó ambas dejando totalmente visible su ano y su vagina.
— No me toques la vagina… -le recordó sin perder la compostura Andrea.
— No quiero tu coño, quiero esto… -le corrigió presionando con el pulgar el depilado ano. Estaba humedecido y bastante bien lubricado por flujo vaginal que se había desplazado hasta ahí…
— No… Eso no –suplicó de poca gana.

Un chorro de saliva salió de la boca de Dani y aterrizó entre sus nalgas. Notó aquel grande presionar su ano, peligrando constantemente con acceder dentro. Pequeños empujones hacian besar profundamente la punta de aquel nabo con su culo, aunque no llegaba a entrar dentro del todo.
— Ahhh… Te he dicho que no.
— No pareces muy convencida –replicó burlón.
— Se siente raro… No me gusta –Estaba mintiendo, porque no le disgustaba del todo.
— ¿Seguro? La quieres dentro… -musitó travieso Dani metiendo por fin el glande dentro con suavidad haciendo que Andrea se inclinase hacia adelante, poniendo mordiéndose los labios y dejase de masturbar con sus tetas a Sergio.

Se sintió desmayar, no la quería dentro de su culo, la quería en su vagina. Andrea lo sentía demasiado rico, saboreándo tenerla dentro, tan cerca de su vagina y tan lejos al mismo tiempo.
   Lo disfrutó porque le excitaba haberle entregado aquella parte de sí misma, le encantó sentirse abusada.
— Eh, no te olvides de mí –mascullaba Sergio, agarrándola de la nuca y haciendo que chupase el glande  mientras retomaba la paja con ambas tetas-. Joder… Me vas a exprimir todo con esas ubres.
— ¿Te queda mucho? –preguntó el pequeño.
— No, la chupa demasiado bien.
— Me voy a correr –avisó Dani, dando a entender que no quería alargarlo más. Estaba impaciente, y araño las dos carnosas nalgas de su vecina.

``No…´´ se quejó para sí misma, sin querer que aquello acabara. Quería tenerla dentro o, como mínimo, quería tocarse para darse placer ella misma. Estaba a punto de estallar.
   Las uñas del dieciochoañero se clavaban contra su culo, y aceleró el ritmo clavándosela más violentamente mientras su bolsa escrotal aporreaban deliciosamente su vagina.
   De repente se sobresaltó, sintiendo un azote contra su culo. Luego otro, y otro azote.

Zas, zas, zas…
— Me corro en tu culo, perra –dijo dándole un último azote antes de agarrarla del pelo.

Andrea notaba como ambos llegaban al punto de no retorno. Soltó sus dos pechos y se centró de pleno en la mamada. Sus dos manos se posaron sobre el musculoso abdomen de Sergio mientras aquel pollón le desencajaba la mandíbula y golpeaba la campanilla como si fuese un saco de boxeo.
   También, empezó a bailar con su culo, embistiendo la cadera de Daniel para provocar fuertes chasquidos cuando ambos sexos se encontraban.
— Ummmfu… -resopló Sergio echando la cabeza para atrás, corriéndose el primero dentro de su boca. Andrea estudió su reacción, maravillada. Sabiendo que había pocas cosas más morbosas que ver a un hombre guapo correrse frente a una misma.


El sabor salado y denso inundó su boca, demostrando que tenía bastante acumulado. Ya había terminado de correrse cuando el pequeño de los dos hermanos pegó una fuerte y potente embestida final echando un pequeño chorro dentro de su culo sacándola inmediatamente y disparando los siguientes tres enormes chorros contra su culo y su coño.
   Estaba temblando, ella. Mojada, excitada y con varios hilos de semen amenazando con entrar.
   Sergio continuaba sufriendo espasmos musculares alrededor de su pollón, y este daba pequeñas palpitaciones mientras su glande expulsaba alguna gota de esperma contra sus tetas.
   Dani había ganado, además de llevarse el privilegio de follarse el culo de su vecina.

Cuando el pequeño se dejó caer en la cama, los tres quedaron estirados en ella. Ambos, satisfechos, aunque Andrea no se había corrido y estaba completamente insatisfecha. Pese a eso, lo tenía claro: ``Es mejor así´´
— Esto se ha acabado… -sentenció poniéndose con dificultad en pie, estaba molida. Su lengua todavía saboreaba el sabor al rico esperma de Sergio-. No volváis a insistirme, por favor.

Se puso la ropa dándole igual estar pringada de semen y se largó a su casa. Poco antes de que este volviese del trabajo, la esposa y madre ya se había convencido de que no volvería a caer en ninguna infidelidad más.
   Su castigo era haberse quedado insatisfecha por aquel pecado que solo ella sabría y, así debía ser, porque por mucho que tener sexo con los vecinos fuese tan delicioso, nunca podría evitar sentirse mal por engañar a Pablo.
   Quizá podría hacer borron y cuenta nueva, quizá.

Manuel estaba en la cocina cuando llegó, encerrándose en el baño y quitándose la ropa allí. No quería arriesgarse a que este encontrase la ropa sucia y sin lavar, por lo que se duchó antes de llevarla a la zona de la ropa sucia…
   Se lavó la boca con esmero y tras secarse el pelo, agarró el montón de ropa y salió a la casa. Pegó un bote que ni un gato al descubrir a Pablo frente a ella.
— C… Cariño. ¿Qué…? –se detuvo, dándose cuenta de lo estúpido de la pregunta. Estaba en casa a la hora que tenía que estar-. Que susto.
— ¿Tanto calor tenías que te has tenido que duchar?
— S… sí. Estaba completamente sudada –coincidió visiblemente nerviosa, intentó avanzar hacia donde estaba la lavadora cuando Pablo se interpuso y agarró el pantalón.
— Deja, ya lo llevo yo. Te acabas de duchar, no te vayas a ensuciar más.
— No, no te preocupes… -dijo completamente alarmada intentando aparentar normalidad.
— Te he dicho que la llevo yo, Andrea. Solo falta que esta lavadora la tengas que poner tu también. Ya la pongo yo.
— No hace falta… -Pero él ya le había arrebatado la ropa de las manos, llevándosela a la lavandería.

El corazón le latía a mil. Su matrimonio estaba arruinado.

***

Cuando Pablo salió de la lavandería, Andrea no descubrió ningún tipo de nerviosismo o enfado en su rostro. Le dio un beso y estuvo tan cordial en lo que quedó de noche. Si había visto algo, su marido lo disimuló de maravilla.
  

*** Capítulo 12: Enfermiza sospecha familiar ***

Pocas habían sido las veces que Pablo se había tropezado en el portal o en la escalera con los ocupas del piso vecino. Hacía ya algún tiempo que se había enterado que eran un padre junto a sus dos hijos –los dos algo ya crecidos-, aunque estos al menos tenían la decencia de no saludarle ni dirigirle la palabra. El padre, cuyo nombre no sabía, disfrutaba provocándole cada vez que lo veía.
   Alguna vez ese demacrado drogadicto que solía vestir chandal, con gorra y barba descuidada, había escupido al suelo del portal al cruzarse con él. Pablo agachaba la cabeza y callaba para evitar el conflicto, resignado con tener que convivir con ellos y teniendo claro que llamar a la policia solo sería contraproducente.
Llevaba ya al menos una o dos semanas con cierto mal presentimiento rondándole la mente, y sabía que eso no era sino sinónimo de que había visto o sentido cosas que no iban del todo bien: >>
   << Para empezar, los ocupas no habían vuelto a poner música desde hacía ya bastantes semanas. También, había que tener en cuenta que su mujer había tenido una actitud sospechósamente tolerante a favor de ellos. Pero hubo tres hechos que aumentaron su paranóia hasta niveles alarmantes.
   El primer motivo fue la reacción de su esposa cuando se cruzaron con el vagabundo drogadicto ocupante del piso de al lado. Un motivo que por sí solo no decía mucho; pero aún recordaba como su mujer se sonrojó ante las groserías que lanzó ese viejo, además, esa noche estuvo muy apasionada mientras hacían el amor.
   El segundo motivo era la ropa deportiva que se había encontrado en la lavandería. Nunca había visto a Andrea usar leggins, pero ahí estaban, prácticamente cada día arrugados y sudados en la ropa sucia. Pablo se reconoció la desconfianza al acercar las prendas a la nariz y olfatear, aunque a parte del olor de su mujer no notaba nada más.
   El tercer motivo fue el colmo, siendo uno muy reciente. Era el colmo para él y le hizo desconfiar totalmente de su mujer. Estaba trabajando frente a su ordenador en la oficina cuando esta lo llamó, habían ruidos raros, escuchó en repetidas veces un sonido a succión; la escuchó gemir y ella puso la excusa de estar limpiando y de haberse hecho daño en el pie.
   Podía equivocarse, siendo perfectamente ruidos de la lavadora y que realmente se hubiese hecho daño… Pero todo parecía indicar que no.

No enseñó sus cartas, por supuesto. No le dejó saber que sospechaba y que se imaginó a su propia esposa teniendo sexo con otro hombre. Es más, había soñado que su mujer le era infiel con el viejo verde del vecino. Algo que le hizo sentir muy mal y deprimirse durante algunos días.
   No podía soportar que su mujer le fuese infiel, ni por asomo. Fue entonces cuando encontró el cuarto motivo para desconfiar. Andrea se disponía a llevar un pantalón tejano y una camisa a la ropa sucia justo después de ducharse, por lo que él se propuso para llevarla. Insistió, por supuesto, de tal manera que su mujer no se pudo negar. Desprendía un olor tosco, que le resultaba familiar a aquellos leggins que había olido tiempo atrás. Era un olor muy sutil, pero ahí estaba.

Al mirar dentro, sus ojos casi se le salen de las cuencas, al descubrir unas manchas blanquecinas y todavía frescas que identificó sin dudarlo como esperma. Intentó mantener la compostura, poniendo la ropa oscura dentro de la lavadora y poniéndolo todo a lavar.
   Su mujer apareció por la cocina, y según le pareció a Pablo, estaba tanteando el terreno. Él le devolvió una cálida sonrisa mientras le daba las buenas noches.

No iba a enseñar sus cartas.

***

Manuel seguía intentando descubrir si de vez en cuando su madre iba de visita al piso vecino. Aquella tarde, lo hizo. Justo el mismo día en el que había descubierto el leggin gris manchado de semen, y tras haber comido juntos, sobre las cuatro de la tarde espió a su madre mientras salía cautelosamente con una camisa blanca y un pantalón tejano.
   La descubrió picando al piso vecino y entrando dentro, pasaron al menos diez minutos y no hubo ningún tipo de ruido, pero escuchó voces en la otra casa. Parecían lejanas y se le ocurrió que podría espiar mejor desde otro punto de la casa.
   Se fue a la habitación de sus padres y lo escucho mejor: Gemidos femeninos, aunque muy pocos. Escuchó algún bufido y a los vecinos hablando. Identificó claramente el chapoteó incesante y supo lo que pasaba, se estaban follando a su madre.

Al rato dejó de oírse ruido y solo oyó una breve conversación diciendo ‘’Esto se ha acabado´´, por lo que decidió dejar de espiar y fue a la cocina a picotear algo. Cuando ella volvió, olía raro y estaba bastante sudada; apenas le digirió un saludo a su hijo antes de encerrarse en el baño y empezar a ducharse.

***

Alguna vez se había cruzado Manuel con el padre de los dos hermanos. Su habitación daba con la suya, y bastantes veces lo había oido gritar como un descosido.
   Su conocimiento de que en la otra casa se estaban follando a su madre le creó un sentimiento de fetiche cada vez que se masturbaba, imaginándolo de diferentes maneras, en las que él nunca era el protagonista ni participaba.
   No… El hijo de la maestra era consciente de lo buena que estaba su madre y ya había aceptado como algo normal el hecho de fantasear con ella. Llegó hasta a desearla sexualmente, observándola de una manera inquisitiva cuando no se daba cuenta para poder masturbarse con más facilidad.
   No sentía atracción hacia ella, ya que eso le habría parecido demasiado extremo… No. Él se conformaba con imaginar como se follaban de manera brutal a su madre, en especial el padre de los dos hermanos: Brandon.


*** Capítulo 12: Perseguida, pero no cazada ***

La despedida que tuvo la mujer de Pablo con ambos hermanos no hizo sino acrecentar el deseo de ambos hermanos por repetir con su vecina. Sin embargo, ella rechazó todos y cada uno de sus torpes intentos para contactar con ella: Les ignoró cuando se cruzaban por la escalera, bloqueó el número de Sergio para que no pudiese enviarle mensajes por whatsapp ni llamarla al móvil, los dejó picando a la puerta de casa y, si algúna vez se ponían tan pesados como para insistir, les abría echa una furía y les reprendía hasta que se marchaban.

Su último desliz con Sergio y Dani la había dejado profundamente con ganas de más, pero se había propuesto cortar de sano estando decidida a cumplir con su parte. Pasó una semana; y de más a menos dejaron de intentar hablar con ella hasta que, finalmente, se rindieron… O eso pensó ella.

Andrea, ingenuamente, se hizo la idea de que por fin podría dedicarse a su marido y a su hijo. Pese a que no contasen con lo perseverantes que podían llegar a ser tres ocupas encaprichados con poseerla… Aunque eso significase meter a Pablo en la trama.


*** Capítulo 13: Allanamiento de morada ***

Las pocas veces que el padre de Manuel se había cruzado con los dos hermanos ocupas del piso de al lado, se habían hecho el mutuo favor de ignorarse y pasar de largo. Únicamente había tenido encontronazos desagradables con el padre, Brandon, el cual ni era soportado ni soportaba al marido de su hermosa vecina.
   Había pasado una semana desde que encontró en el pantalón tejano de su mujer aquellas manchas de semen, y aunque no se había rendido ni lo había olvidado, no había pasado nada más raro. Él había agarrado el móvil de su mujer a diferentes horas y nunca había hallado pistas ni pruebas de que ella le fuese infiel.

Por desgracia para él, una tarde a las siete de la tarde; Pablo estaba volviendo a su casa cuando el mayor de los dos hermanos salía del portal. Esa vez fue diferente, se miraron por unos segundos como si se estudiasen; y aunque la mirada del chico carecía de hostilidad, se encaminó hacia su vecino antes de detenerse frente a él y saludarle:
— Hola.
— Hola –se limitó a contestar el padre de familia. Se dio cuenta que el chico, de unos veintiseis años, le sacaba una cabeza de altura.

Iba vestido con una camisa blanca de tirantes y unas bermudas de flores, luciendo musculo y unos brazos bien definidos. A pesar de ser de noche, llevaba gafas de sol; combinándole perfectamente con aquella barba bien recortada y cuidada, al contrario que la de su padre.
— ¿Tienes algún problema con nosotros? –la pregunta pilló por sorpresa al informático cuarentón.
— ¿Perdona?
— Soy Sergio, mejor que comencemos por ahí –le tendió la mano, y aunque titubeó, se la acabó estrechando.
— Pablo.
— Creo que no nos hemos molestado entre nosotros, pero creo que siempre nos estás mirando mal. Así que te pregunto… ¿Tienes algún problema?

Si bien Pablo sopesaba la posibilidad de decirle lo que le molestaba la idea de tener ocupas en el piso de al lado y de como se ganaban la vida vendiendo droga, su boca no recitó las palabras.
— No. ¿Por qué piensas eso? –En respuesta, el joven se echó a reir.
— Ostía, menos mal. Me jodía pensar que mi vecino y yo nos tuviesemos que llevar bien. No hay motivo para que nos llevemos mal. ¿No? –hizo una pausa tan breve como innecesaria, dándole una palmadita amistosa en el brazo-. Ahora que nos hemos presentado déjame decirte que si necesitas cualquier cosa puedes picar a mi casa, entre vecinos tenemos que ayudarnos.
— Gracias, muy amable –dijo algo más cortado.
— Nada. Ya nos veremos, Pablo.

***

Habían pasado poco más de cincuenta minutos desde ese encuentro debajo de su casa. Pablo había llegado a su casa y saludado tanto a su mujer como a su hijo. Estaban cenando en el comedor cordialmente cuando alguien picó al timbre de la puerta.
— ¿Quién puede ser a esta hora?
— Será algún vecino –dedujo con indiferencia Pablo.

Andrea se mostro reticente a levantarse de la mesa, pero lo hizo. Llevaba puesta una camisa negra holgada con un buen escote, aunque escondido debajo del delantal amarillo. Dio unos pasos desde la mesa hasta la puerta que daba al recibidor y allí abrió la puerta sin mirar por la mirilla.
   La cara de ella se transformó, aunque intentase aparentar normalidad.
— ¡Que aproveche, vecinos! –musitó con una sonrisa Sergio-. Hola, vecina. ¿Tienes sal? Es que nos hemos quedado sin.
— C… Claro.

Nadie lo invitó a pasar, por lo que se quedó esperando fuera mientras Andrea iba a la cocina por un tazón.
— Os debo una –aseguró con una sonrisita burlona. Llevaba la misma ropa con la que se había cruzado.
— Para nada, los vecinos están para ayudarse –gruñó entre dientes, evitando mirarle a los ojos.
— Muchas gracias, guapísima. Te queda muy bien ese delantal –dijo agarrando el tazón con ambas manos, al cual la dueña de la casa le había regalado una generosa porción.
— No hay de qué, aunque si es posible no piques a estas horas porque a veces estamos durmiendo.
— Entendido, perdona. ¡Que paséis una buena noche! Tú también, preciosa…

Andrea intentó sonreir amablemente antes de cerrar la puerta, el corazón le latía a mil. Al sentarse en la mesa, su marido le explicó lo que había pasado un rato atrás cuando se cruzó con él en la calle.
— ¿No te ha dicho nada más? Quiero decir. ¿Por qué pensaba que te pasaba algo con ellos?
— Ese viejo verde les habrá dicho algo…

Aquella situación no quitó que Sergio hubiese demostrado que podía llamarla guapa frente a su marido y que este no moviese siquiera un dedo.
   El vastago de ambos siquiera abrió la boca, aunque se percató de aquel detalle. Todo transcurrió con normalidad hasta que marido y mujer se estiraron en la cama para prepararse para dormir.
— Cariño… -susurró Pablo, estirado de lado hacia el borde de la cama con su luz apagada. Andrea leía tranquilamente a su lado.
— ¿Umm?
— Habías hablado con alguno de los vecinos antes… -Andrea no contestó inmediatamente.
— ¿Por qué lo preguntas?
— Respóndeme, por favor.
— Pablo…
— Respóndeme.

Si bien titubeó a la hora de decirle la verdad, decidió que lo mejor era contar una parte parcial de esta e ignorar el resto.
— Sí.
— ¿Desde hace cuanto?
— Desde que escuchaban música… -la respuesta hizo a Pablo revolverse violentamente en la cama para encarar a su esposa, sentándose a su altura con la espalda en la pared. La mujer de cabello dorado dejó caer el motivo de su lectura sobre sus piernas.
— ¿Y no pensabas contármelo? –rugió en voz baja.
— ¿Cómo? ¿Con la tirria que les tenías? –esta vez fue el quien no contestó-. Prácticamente me lo prohibiste.
— ¡El cerdo del vecino te dijo guarradas cuando ibas conmigo! ¿¡Cómo has podido!?

La fémina se ruborizó al pensar que había hecho mucho más que decirle cosas sucias.
— No grites –le recordó-. No me parece para tanto… Solo hablé con el hijo mayor para que no molestasen por la noche.
— ¿Solo eso? ¿Tú has visto como te miran?
— ¿Eso es lo que te molesta? ¿No confias en mí? –preguntó herida, intentando no sentirse culpable por saber la razón que tenía su marido.
— ¡Son como hienas esperando a la menor oportunidad para comerte viva!
— Pablo…
— ¿Has oido lo que te ha dicho después de pedirte sal?

Eso indignó a la aludida debido al tinte hipócrita que desprendía en su acusación.
— ¿Has dicho algo tú cuando él me dijo eso? –le recriminaba cruzándose de brazos.
— Yo… No lo he hecho para evitar problemas.
— Yo también –se limitó a contestar.
— Si tú le hubieses dicho que no te llame guapa seguramente habría dejado de hacerlo.
— O lo haría más y peor. Solo me ha llamado guapa, Pablo. No dije nada por lo mismo que tú, porque era menos problemático callar.

El cambio de conversación demostró que el marido cedía la razón a su mujer, posicionado entre las cuerdas.
— ¿Hay algo más que no me hayas contado? ¿Has hablado más con ellos?
— Levemente.
— ¿Con cual de ellos?
— Con los dos hijos.
— ¿Me lo estás diciendo en serio? –preguntó fuera de quicio, celoso hasta los quistes.
— Son amigos de tu hijo.
— Y me entero ahora.
— Tu hijo se hizo amigo de ambos y hace una semana vinieron a jugar a su cuarto, pero nada más.

La mente de Pablo trabajaba a toda potencia, tratando de vincular el pantalón lleno de semen con el hecho de que su mujer hubiese estado hablando con los vecinos a sus espaldas. ¡Y habían estado en su casa!
— ¿Tienes claro que son unos cerdos, no?
— Como la mayoría de los hombres… Ni te imaginas las cosas que me dicen muchas veces cuando salgo a la calle –El intento de quitarle hierro a ese hecho fue bastante efectivo.
— Pero esos hombres no saben donde vives. No me hace ni puta gracia que unos camellos que están de ocupas en el piso de al lado se hablen contigo.
— ¿Estás celoso? Que novedad… Muy pocas veces te he sentido estarlo… -se burlaba, con una sonrisa complice, la esposa del informático-. Cariño, soy tuya. Que me deseen lo que quieran y que me llamen como les apetezca, estoy casada contigo y solo contigo.

Se inclinó a darle besos, y aunque al principio él no se movió, acabó aceptándolos. Lo que no sabía, es que saber todo eso lo iba a hacer tremendamente desgraciado: No sabía que había habido un incendio, aunque lo sospechaba. Solo quedaban las brasas, aunque de ellas dentro de muy poco, iba incendiarse todo de nuevo e iba a reducir la relación con su mujer a cenizas.
   Saber que los ocupas de al lado deseaban a su mujer no quitaba el hecho de ser un marido cobarde que estaba a punto de perder, para siempre, a su mujer.


Continuará en la parte 3 (La decadencia de una madre y esposa)

23 comentarios:

  1. Bueno, espero vuestros comentarios. Críticas buenas como malas, siempre que se basen desde el respeto.

    Creo que se nota el nivel de trabajo en el relato, os pueda gustar más o menos... De hecho, es posible que me haya dejado algunas faltas debido a que he ido apurado para corregir. Sino, no habría acabado a tiempo.

    ----

    Muchísimas gracias a todos/as las que me habéis apoyado. Deseando entregaros el final de esta saga que ya está (calculo) al 60/70%.

    Un saludo!!!

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  2. Pendiente de lectura... cuando llegue a casa lo devorare, si o si.



    Gracias de antemano.

    Y seguro que es un relatazo.

    Fdo. Ermendaxxx79

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  3. Este fin de semana habrá sexo en la vida de este viejo.
    GRACIAS a tu relato.
    Gracias mil,
    NO tienes una idea de lo IMPORTANTE que eres en nuestra vida de pareja, jaja.
    Saludos desde México.

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  4. Magnifico. No hay otra forma para describirlo. La forma de narrarlo, las situaciones que has descrito. Me ha encantado sobretodo la forma en que has incluido al marido y al hijo de la prota. Sobre la escena que tanto te preocupaba si nos iba a gustar o no como la has escrito, creo recordar que era la del padre, ha sido fantástica, nunca me hubiera imaginado que iba a acabar así y la verdad es que te has superado. Como siempre la espera ha merecido la pena y estoy deseando leer la continuación que seguro que es el doble de morbosa. Un saludo y espero que puedas actualizar pronto.

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  5. Increíble. Deduzco por el final y el titulo de la ultima parte, que Andrea seguira con su marido(pero que sera pura fachada) osea, ni follar con el y practicamente ni hablarle, solo ver como le crecen los cuernos. Ella se acabara dando cuenta de que el sabe todo, pero como cobarde que el es, no se atreve a enfrentarla y con el hijo pajeandose conocedor de la situacion (con prueba de video y todo).
    Solo tengo una pregunta: ¿Eres el alterego de DoctorBP? XD.

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  6. Buenos días zorro, es un relatazo pero para mí se hace un poco pesado en algunas partes, en cambio en otras se me pasan volando las líneas para mí gusto no tiene el nivel del primero pero de todas formas enhorabuena por crear un gran relato, un saludo

    Pd:Espero que no te moleste la pequeña crítica (Aunque para mí no es una crítica si no más bien una apreciación personal).

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  7. Me lo reservo para en fin de semana

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  8. Muy buen relato, La escena con Brandon y la de los dos hermanos muy buenas.
    Cobardes el hijo y el padre. Emociona la tercera parte y ver que rol juega el hijo, y cómo revela sus cartas el esposo.

    Saludos

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  9. Hola zorro
    La idea general, alucinante
    El desarrollo muestra quizas tu cansancio al desarrollar un relato tan largo
    La escena con Brandon y el hijo descubriendo las calzas manchadas es de una altura sublime, creo que alli debiste hacer un stop.
    La escena de la pseudo despedida con los dos hermanos se quedo por la mitad, creo que daba para volar muy alto , lo que sigue del marido deja todo muy bien encarado para el remate
    Me atrevo a comentar estas cosas porque tu lo pediste, te respeto mucho como escritor y no quisiera faltarte el respeto

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    1. No quiero responder comentarios para no influir en el criterio de nadie a la hora de comentar, más adelante os responderé uno por uno, pero sí te responderé a esto:

      Como más me vas a demostrar tu respeto es señalando en mis relatos:
      *Lo que te encanta.
      *Lo que te gusta.
      *Lo que te ha dejado indiferente.
      *Lo que te disgusta.
      * Y lo que te desagrada y cambiarías.

      No me ofende ni me faltas al respeto, menos con críticas tan respetuosas como la tuya. Eso incluye las negativas. ¡Un enorme abrazo a TODOS/AS!

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  10. Estimado Zorro.
    Es un relato maravilloso, lleno de dudas por parte de la sabrosa Andrea, a la cual han llenado de leche muy placenteramente a su pesar.
    Gracias por ser Dany quien llene los intestinos de Andrea.
    Esperamos la última entrega para ver cómo Andrea vive con su "hambre", Pablo acepta ser un astado -puesto que tendrá un cuerno por cada vez que la deliciosa Andrea sea cogidita-, Manuel pueda convertirse en voyeur y ayude a su "Mamita" a no sufrir de "hambre"; y disfrutar que Brandon, Sergio y Dany gocen de hacer disfrutar a la renuente y hambrienta Andrea.

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  11. Muy morboso. Me ha gustado
    Me encanta como ella termina cediendo a cada uno de los okupas. Me deja un poco indiferente el hijo, no termina de encajar en la historia. Podria ser que les facilite a los okupas oportunidades para follar a su madre.
    Me gustaria que el marido terminara confesando que le excita que la deseen y la seduzcan y que lo conviertan en cornudo consentido. Que la follen frente a el y lo humillen.

    MegaMan

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  12. PRIMERÓ.-
    Nos ha parecido (a nosotros) que la historia hasta ahora?
    Se ha estado desarrollado en Andrea y los Okupa, pero en este capítulo que viene (tercero) anhelamos, la HUMILLACION al cornudo y para el hijo.
    A cantidades industriales (Muchas)

    Pues deseamos lo que nos prometiste en la publicidad, jaja.

    A- Se aprovecharán de ella, sin molestarse en disimular delante del hijo y del marido, y de los “otros vecinos…???” (Eso sería GENIAL) Corrompiendo a una fiel y correcta esposa.
    B- El marido odia a sus nuevos vecinos y hace todo lo posible por putearlos.
    Pero frente a ellos no le queda otra que MORDERSE LA LENGUA, incluso cuando le provocan y le molestan.

    Lo anterior te lo decimos CON TODO RESPETO, pues DESEAMOS, la evolución de los personajes, para profundizar “LOS CONFLICTOS” y regocijarse.
    Quizás un poco de violencia FISICA hacia Andrea, ayudaría en elevar la temperatura en esta serie?

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  13. SEGUNDO.-
    Otra cosa que anhelamos desde que LEÍMOS como se desarrolló la historia, Andrea “!cobraría por limpiar la casa de los vecinos!”,
    Fue ver que lo hiciera con un “Auténtico uniforme de criada Francesa” Sexi y Puton.
    Y que ella sea DESCUBIERTA por su esposo e hijo, “!vestida así!”
    Y limpiando la casa de los odiosos Okupa,
    ¿Creemos eso causaría distintas reacciones? en todas las partes involucradas!”

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  14. TERCERO.-
    Y creo hablar por todos al decir que nos resultaron súper intrigante?
    Cómo termino el segundo capítulo, al romper una barrera más.
    En “la FALTA DE RESPETO” a este matrimonio, por parte de los Okupa.
    Y que estos esposos sin saberlo, estaban cayendo, bajo su DOMINIO.

    Pues esta última plática encierra mucho el pacto de SILENCIO y COBARDÍA, que están aceptando, (leer esta plática fue súper excitante)

    A).-
    — ¿Desde hace cuánto?
    — Desde que escuchaban música…
    -la respuesta hizo a Pablo revolverse violentamente en la cama para encarar a su esposa, sentándose a su altura con la espalda en la pared.
    La mujer de cabello dorado dejó caer el motivo de su lectura sobre sus piernas.
    — ¿Y no pensabas contármelo?

    B).-
    — ¡El cerdo del vecino te dijo “GUARRADAS” cuando ibas conmigo!
    - ¿¡Cómo has podido!?
    La fémina se ruborizó al pensar que había hecho mucho más que decirle cosas sucias.
    — No grites
    –le recordó
    - No me parece para tanto…?
    (Jaja, Andrea, no te parece para tanto!!!” te mereces más guarrerias por puta!)

    C).-
    — ¿Has oido lo que te ha dicho después de pedirte sal?
    Eso indignó a la aludida debido al tinte hipócrita que desprendía en su acusación.
    — ¿Has dicho algo tú cuando él me dijo eso?
    –le recriminaba cruzándose de brazos.
    — Yo… No lo he hecho para evitar problemas.
    — Yo también.
    –se limitó a contestar.
    — Si tú le hubieses dicho que no te llame guapa seguramente habría dejado de hacerlo.
    — O lo haría más y peor
    - No dije nada por lo mismo que tú, porque era menos problemático callar.
    El cambio de conversación demostró que el marido cedía la razón a su mujer, posicionado entre las cuerdas.
    (Jaja, me encanta que ninguno de los dos les ponga un alto, y permitan los siguán insultando)
    D).-
    - Cariño, soy tuya. Que me deseen lo que quieran.
    - y que me llamen como les apetezca,
    (Uuuufff de solo imaginar a Andrea, como la tapicen de insultos y comentarios subidos de tono y vulgares, sin importarles quien esté presente, Uuuff!” dice mi esposa se humedeció de imaginárselos)

    Como siempre disculpa la tardanza por nuestros comentarios, pero tú sabes que nuestra casa es chica y es difícil disponer de la computadora.
    Sabes que siempre nos resultan gratificantes, tus relatos FELICIDADES.
    Saludos desde México de Federico y Señora.

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  15. Relatazo, me engancho de el principio hasta el fín, la verdad (los gifs, en mi opinión, un poco flojos), es mi opinión particular, nada más.

    Y cambiando de tema como va el tercer relatazo???

    Gracias por currartelo tanto.

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  16. Espero que en el tercer relato esta mami humille a los pobres cornudos de su hijo y su esposo y q estos tengan q presenciar la putona q tienen en casa

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  17. Buenas, excelente la segunda parte, me sorprendió con lo del hijo de Sandra, muy bueno..
    Saludos..

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  18. Hola zorro te escribo para saber que tal va el tercer relato, crees que lo tendrás listo para este finde. Un saludo y espero leerte muuuy pronto.

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    1. En unas horas respondo comentarios e informo, graciss por el apoyo.

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  19. Hola zorro... Estoy releyendo de nuevo la segunda parte así te voy a dar mi opinión jejje.
    Primero : Andrea sabe que Sergio es bueno en la cama,atractivo y seductor con la mujeres y eso le encanta a ella. Es un poco dominante pero con las palabras adecuadas la atrae.
    En cambio su padre Brandon,es muy dominante y tiene una autoridad bien machista que a ella le encanta que la usen,la humillen y la trate cómo una cualquiera,una perra puta. Una fantasía a medias que se iso realidad en el cuarto del patriarca ocupa.
    Segundo: Manuel tiene un fetiche oculto,con las maduras y el incesto pero hasta donde estoy leyendo,no tiene un interés o sea no relaciona a su madre con ese fetiche. Hasta ahí vamos bien no?
    Pero mientras voy avanzando la lectura(cosa que eh leído antes y me acuerdo ahora),Manuel de repente se obseciona con Andrea o sea se pajea varias veces se calienta con su cuerpo, cosa que un principio no le sucedía.ya fantasea que los 3 vecinos la sometan en contra de su voluntad o todo lo contrario.
    Esta bien que en este segundo relato en una parte describes cómo Manuel sin ser visto obvio,ya sospecha de su propia madre... Las veces que sale y llega a sierta hora y el momento de esa noche que se mete en casa de su vecino y escucha ruidos estraños y la prueba de su ropa con manchas y humedad... Eso me pareció muy bueno cómo lo manejaste pero no me gustó que ya es un pajero bárbaro Manuel y que nunca tenía interés como fantasía con su madre y ahora ya lo tiene?.
    Tercero: de los 3 ocupas Sergio es el más inteligente y sabe cómo manejar la situación, no chantajea. Brandon es el que no le gusta un NO como respuesta y el más chico Daniel es más apurado.
    Llevas bien o creas bien a estos "machos" personajes y en cada escena que participan,parecen unos buenos actores reales así que ahí te felicito zorro.
    Cuarto:Pablo,para mi es un personaje muy pelotudo jeje que querés q te diga zorro...ya se esta dando cuenta que Andrea está cambiando,la siente rara,algo distante y empieza a sospechar o mejor dicho,que cuando él se entera por su propia esposa que ya estuvo hablando con los ocupas y la nueva relación de esos jóvenes con su hijo... Es muy cagon el personaje o sea marica... Las 2 conversaciones por teléfono,la ropa de su santa esposa con semen y aun así... No dice nada y se queda callado. Eso lo del semen ya es prueba suficiente de que tiene unos cuernos más grande que su cabeza. Pero hasta ahora son sospechas para él.
    Prefiero un final que el esposo no sea un gobernado consentido por su esposa y vecinos...que le guste ser cornudo.
    Bueno zorro voy a seguir leyendo... Hasta ahí nomas mis opiniones jajaja porque ya el resto no hace falta decirte nada porque es muy bueno y excitante... Voy a seguir leyendo saludos y espero pronto antes q termine la semana el final de esta saga

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  20. Ahh... Se me olvidaba...habrá otra escena pero que esta ves Manuel esté jugando en casa de los vecinos y su madre limpiando por turno en algún lugar de la casa los SABLES de los ocupas? Y justo en ese momento otra ves por teléfono Andrea habla con su querido Pablo... Ya con eso confirmo que el marido es muy pelotudo jajaja y el hijo muy fetichero.
    Como siempre zorro te pido,más escena de sexo pero ya si Andrea es oficialmente puta como el título de la tercera parte,me quedo corto con mis pedidos jejeje

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  21. Gracias a ti, siempreee...

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