Marcadores del blog

lunes, 1 de junio de 2015

El masaje a las tres diosas, Parte 1


Argumento
Tres masajistas de un hotel de lujo se dedican clandestinamente a abusar de sus clientas. Un día llegan al hotel una madre y dos hijas que van a todas partes juntas. ¿Como se lo montarán los masajistas para meterse entre las piernas de tan refinadas damas?



Click aquí para ver ''El masaje a las tres diosas, parte 2''


Jon

Podía escuchar el sonido de las olas chocar contra la orilla de la playa, muy próxima a donde estaba yo. También oía el alborotado gentío yendo a la playa y volviendo de ella. El sol me hacía ronronear, la fresca brisa que transportaba el aroma del mar, y la comodidad del césped acariciando mi piel. Yo no quería pensar, tampoco moverme, no quería que el tiempo pasase y  deseaba quedarme allí dormido, pero eso era imposible.
Mis dos compañeros de vocación cuchicheaban a mi lado, era demasiado para ellos el simplemente disfrutar de nuestro rato libre echando una apacible siesta tomando el sol, pero no… Ellos sentían la necesidad de cazar nuevas presas.
Yo no podía culparles, nuestro empleo nos dejaba pocas salidas. Teníamos un buen salario pero poco tiempo para disfrutarlo, ya que no podíamos alejarnos demasiado del hotel ¿Qué vicios podíamos permitirnos en nuestro tiempo libre, entonces?
Abrí los ojos lentamente mientras me concentraba en descifrar sus susurros y comprenderlos.
— Mira esa, tiene cara de viciosa. ¡Vaya tetas! Mira como me sonríe ¡Hola preciosa! —Le saludaba Gay, mi compañero, mientras balanceaba la mano de un lado a otro—. Seguro que le pone que la empotren en la pared y la azoten.
— Deberíamos buscar algún grupo de dos o tres, si cazamos de una en una nos vamos a quedar con las ganas de más —inquirió Loki, seguramente rememorando en su imaginación nuestras anteriores “horas extra”—. Como siempre nos centramos en una sola, la que sea que elijamos no nos aguantan demasiado a los tres.

<<Nosotros éramos los masajistas del hotel de lujo que podía verse desde nuestra posición. Era un lujoso hotel de cinco estrellas que además del buen servicio a sus clientes, ofrecía un inmejorable servicio de masajes por las mañanas y por las tardes.
Esos masajes estaban los regulados por el hotel por lo que el supervisor se paseaba para comprobar que todo estaba correcto, pero cuando terminaban nuestro horario oficial, nos quedábamos a hacer horas extra con las presas que cazábamos, sin supervisión alguna. Estudiábamos y evaluábamos su comportamiento, dependiendo de si la presa en cuestión tenía una personalidad fogosa o sumisa utilizábamos uno u otro método.
A veces bastaba con mostrarnos sugerentes, lanzar un par de indirectas y hacer un masaje subido de tono. Ninguna podía resistirse demasiado a un masaje de tres profesionales fornidos como nosotros, mucho menos después de ser “marcadas” y, después de unas preliminares intensas, llegaba el esperado momento de sexo salvaje con la clienta.
El problema estaba en que seguir el ritmo a los tres resultaba imposible para una sola mujer.
>>

— Sí, eso que dices está muy bien, mas la caza en grupo es un verdadero problema. Se respaldan unas a otras y cuesta demasiado manipularlas, por eso cazamos en solitario… Eso sin tener en cuenta que tienen que hospedarse en nuestro hotel —Gay continuaba buscando con la mirada, aunque no parecía decantarse por ninguna.
— ¡Loki! —exclamó mi compañero interrumpiéndole y provocando que me sobresaltara, alzándome para poder ver que había llamado su atención.

No hacía falta que nos señalase quienes eran, los tres clavamos nuestros ojos de buitre en ellas. Lo difícil era no hacerlo, y no éramos los únicos que lo hicimos.
Tres diosas ni altas ni bajas, paseaban por el andén de cemento que separaba la playa del césped en el que nos encontrábamos nosotros, no nos miraban. Ellas no miraban a nadie, hablaban como si nadie les prestase atención.
Una morena, una de pelo castaño y otra rubia, la morena parecía ser mucho mayor… Yo estaba seguro de que esa morena tendría entre treinta y cuarenta años; me sorprendería que tuviese más.
La castaña y la rubia …(una a cada lado)… parecían en cambio universitarias que rondarían los veinte años, poco más. Las tres mujeres se contoneaban con una sensualidad seguramente innata e inconsciente, sus bikinis sugerentes y las toallas sobre los hombros.
Las tres tenían unos exuberantes pechos que botaban en cada paso que daban, las de la morena eran claramente más grandes que las de sus acompañantes.

Claramente ella iba provocando, de reojo miraba a los hombres que la observaban, demostrando sentirse satisfecha y orgullosa con un gesto de superioridad y alta autoestima. La de pelo castaño, en cambio, discutía con la rubia y parecía abstraerse de las miradas ajenas tanto de hombres como mujeres. Se podía palpar su agresividad, era una joven desafiante e inconformista, también podía notar esa actitud de superioridad de la mujer morena.
La rubia, en cambio, parecía frágil y sumisa. Su piel pálida y clara como la yema del huevo parecía ser extremadamente frágil; no debía orgullosa y no hacía falta ser demasiado observador para darse cuenta. Esa joven al contrario que las otras dos carecía de autoestima y seguramente tendría muy poca confianza en ella misma, e incluso pecaría de ser demasiado humilde.

Pasaron de largo, cruzaron la carretera por el paso de cebra, llegando a la manzana del hotel donde trabajábamos nosotros y, entrando por sus puertas, desaparecieron entre esas paredes.
—… Aunque siempre hay una primera vez — Loki miraba las puertas de nuestro hotel recogiendo sus cosas y encaminándose hacia él.
— ¿Una primera vez para qué? —pregunté temiéndome lo peor; se había acabado mi descanso al parecer.
— Para cazar a un grupo de tres —manifestó él con una perversa mirada que delataba su naturaleza de depredador.
— Oh… Venga… —Me quejé llevándome la palma de la mano a la frente, esto olía a problemas.
— Si no nos arriesgamos nunca sabremos si podría haber pasado. Además… Podemos y lo haremos.

<<*Regla número uno de nuestra vocación, citando a mi supervisor: Los finales felices son leyendas urbanas e ilegales, al menos en nuestro hotel. Si nos pillan nuestros superiores intentando intimar con una clienta, puede ocasionar denuncias por acoso sexual y, consecuencia, nuestro inevitable despido.
Traducción simple: No debemos ser pillados.
*Regla número dos no oficial: Seleccionamos a las viciosas más evidentes, de una en una, las acechamos y, analizamos su comportamiento para saber si puede dar problemas o no. Solemos decantarnos siempre por las que aparentan ser más sumisas, y en muy pocas ocasiones hacemos nuestra magia sobre mujeres dominantes.
*Regla número tres no escrita: Una vez cae la noche y termina nuestro turno oficial, es cuando hacemos horas extras no remuneradas, llamando a la habitación de la presa notificándole que ha sido la ganadora de un sorteo para recibir un masaje relajante gratuito de lujo, una vez accede …(Si es que lo hace)… ya no hay vuelta atrás. La manoseamos y calentamos hasta que prácticamente deja de resistirse y nos suplica sutilmente que nos la tiremos.
Estas tres mujeres van en piña, por lo tanto pueden razonar en grupo resistiéndose con más facilidad. Además tenemos estrictamente prohibido ligar con clientas del hotel dentro de este aunque estemos en nuestro tiempo libre, por lo que hacemos un paso en falso y por irremplazables que seamos vamos de patitas a la calle
>>




Andrea

Mi madre y mi hermana comenzaron a discutir cuando ya habíamos subido al ascensor, mas yo me mantuve callada intentando evadirme esperando a que llegásemos rápido a la habitación en la que nos alojábamos.
—No puedo creer que no podamos ni salir a la playa —gruñó Amy mientras se abrían las puertas del ascensor.
— Claro que podemos. Y lo hemos hecho —Le increpó mi madre pegándole un suave y cariñoso empujón para hacerle salir del ascensor—. No entiendo a que viene tanto drama…

Amy puso los ojos en blanco, se giró sobre si misma y se encogió de hombros.
— Claro, se me olvidaba que tú disfrutas con toda la playa mirándote lascivamente.
— Yo no disfruto exhibiéndome —Le rebatió ella—. Has confundido a lo que me refería.

Mi hermana esquivó su mirada y se dirigió hacia nuestro alojamiento. Pude ver claramente como negaba con la cabeza.
— Te referías a que yo no debo darle tanta importancia a que me miren y disfrutar más si salgo, pero se te olvida que yo no soy una maldita exhibicionista —Se colocó delante de la puerta y pasó la tarjeta ‘’llave’’ por el identificador—. ¡Me cagüen la mar salaa! ¡No abre esta puerta!

Amy comenzó a repetir el proceso de apertura una y otra vez, sin éxito alguno. Yo me acerqué y con sutileza le agarré la tarjeta. Puse la flecha mirando boca abajo y la deslicé con suavidad de arriba a abajo hasta que la luz se tornó verde.
— Tienes que hacerlo sin prisas, boba —Le dije riéndome tontamente, devolviéndole la tarjeta, ella la cogió de malas formas y entró la primera en la habitación, pude alcanzar a escuchar como decía “¡No te jode!”

Mi madre entró la segunda, guiñándome un ojo con una sonrisa de complicidad. Tuve que morderme el labio para no reírme, ya que pocas veces tenía posibilidades de dar lecciones a doña perfecta. Yo entré la tercera, cerrando la puerta tras de mí; hacía poco menos de una hora que habíamos llegado, quedaban dos días para volver a casa.


Loki

— Que guapa estas hoy… ¿Te has cortado el pelo? ¿Usas un pintalabios nuevo? —La agasajé con picardía y habilidad, mas no tuvo éxito alguno.
— Corta el rollo, Loki. Que soy yo y eres tú, ¿Ya habéis seleccionado y estudiado a las presas? — Tifani me miraba con cara de póker, y ella tenía razón, nunca habíamos conseguido nada con ella. Era inmune a nuestros encantos, por suerte no a nuestro dinero.

Me rasqué la perilla pensando mientras miraba desde el mostrador del hotel a Jon, el cual ligaba con la camarera del bar que sonrojada bajaba la mirada al suelo.
— ¡Nah! Las hemos seleccionados, ni siquiera estudiado superficialmente si darían problemas o no, pero tiene pinta de ser que sí.

Tifani me miró sin comprender.
— ¿Entonces para que vienes aquí, idiota? Nuestro pacto se basa en que solo hacéis horas extra con las que han sido marcadas y estudiadas antes, vuelve cuando lo hayas hecho.

Con disimulo, metí mis dedos índice y corazón en la solapa de mi chaqueta blanca para sacar sensualmente cincuenta euros que iluminaron la mirada a mi compañera.
— ¡Oh… Si…! Sobre eso… Digamos que estas presas son del tipo que no se pueden dejar escapar… —concerté moviendo a un lado y a otro el billete, ella ya no me miraba; no lo perdía de vista.
— Loki, me estas volviendo loca… ¿Acabas de decir presas en plural? —exclamó resistiéndose a la hipnosis de mi dinero.
— Son tres: Una morena; una rubia y una castaña. Van juntas y son pechugonas, de buen ver.

Tifani abrió la boca y sus ojos se quedaron muertos.
— ¡Olvidaos ahora mismo de ellas!
— ¡Oh, veng…!
— ¡Ni venga ni nada, no tenéis ninguna posibilidad con mujeres así! Créeme, os estoy haciendo un favor… — Se opuso rotundamente, meneando la cabeza de un lado a otro.

“Mierda, lo que nos faltaba” Pensé mientras sacaba un billete de veinte euros y lo añadía al bote de cincuenta, no era demasiado para mí, dado que los sobornos eran pagados entre los tres, pero si era una suma substanciosa para ella.
— ¡Escúchame! Las estudiaremos y si son compatibles con nuestro negocio las marcaremos. ¿Vale? Tú no tienes que hacer nada, te prometo que si hay cualquier problema no te delataremos —Argumenté, y frente a su silencio añadí—. Y podemos hacerlo contigo o sin ti, con la diferencia es que si participas te llevaras doscientos entre los tres, da igual si sale bien o mal. No pierdes nada.
— Si os despiden yo ya no cobrare más comisiones, por lo tanto sí que pierdo. ¡Y mucho!

<<Tifani y yo estábamos en plena negociación, y yo no podía simplemente tirar la toalla. Ella ya no negaba compulsivamente, por lo que yo sabía que tenía muchas posibilidades de convencerla, además… Dime una sola cosa que no sea negociable en esta vida.
— Tif, escúchame. Son tres semidiosas. ¿Vale? Lo único que les hace vulnerables es que son de carne y hueso y, a menos que sean bolleras, las podremos poner cachondas a las tres…>>

— ¡No hasta que las estudieis! — Me interrumpió con nerviosismo.
— Cállate y escúchame —Le corté—: Las estudiaremos y las marcaremos, y una vez marcadas tú recibirás la mitad del pago y harás tu trabajo. Una vez realizado te iras a dormir esperando la otra mitad… ¿Fácil, verdad? El problema está en marcarlas y lo que venga después, por lo demás es todo fácil.

Ella dejó de mirar los billetes y agachó la mirada observando la superficie de la mesa de mármol, yo sabía que ya la había convencido.
— No perdemos nada por estudiarlas… Así que… ¿Por qué no nos das sus identidades y su número de habitación para poder empezar? — Ella no dijo nada, alzó la mirada y la clavo en mis pupilas, giró sobre si misma y abrió el penúltimo cajón de los archivos empezando por la derecha, donde sacó un portafolios de cartón con el número trescientos veintitrés, el cual correspondía al número de la habitación en la que se hallaban.

Abrió la boca para cerrarla rápidamente.
— ¿Qué pasa? —Le pregunté condescendientemente.
— Da igual como os lo montéis, son demasiado para vosotros. Si fuesen amigas sería otra cosa, pero son familia y…
— ¿Familia? ¿¡Como que son familia!?
—pregunté sobresaltado.
— Una madre y dos hermanas… ¿No lo sabías? —contestó como si fuese algo obvio.

En ese momento entendí que no solo era improbable, prácticamente era imposible.
— Tal vez debamos hacer las horas extras por separado —dijo Gay colocándose a mi derecha, que parecía haberse enterado de todo.
— Sera lo mejor… Las separamos en tres cuartos independientes y cada uno con una… —razoné  imaginándome el panorama—. ¿Vienen acompañadas? ¿Esposos, novios o amantes?

Tifani negó con la cabeza, aliviándome.
— Llegaron a recepción solas, pagaron solas, hicimos la factura la madre y yo, y subieron solas. No me dieron a entender que estuviesen esperando a nadie más y la habitación es de tres… Por lo tanto a menos que algún conocido suyo haya contratado otra habitación, vienen solas. Mas si habéis tenido suerte con eso, sigue siendo muy complicado.
— Podemos hacerlo así —propuso Gay poniendo las manos encima del mármol, bajando la voz—. Una vez estén marcadas, hacemos lo de siempre y cada uno con la suya que elegiremos previamente. De las tres seguro que cae alguna, si se resisten o se ponen hostiles las dejamos ir y ya está. ¿Quién va a denunciar a un masajista por “tocar” un poco más de lo debido? El que quede libre; si es que queda alguno; va a uno de los cuartos restantes y hacemos un masaje entre los dos o entre los tres a las que queden.
— ¿Y si solo queda una? —pregunté molesto, ya que me había hecho la idea de que sería comida para uno.
—Pues la dividimos entre tres, así de fácil — Esa afirmación de Gay más que una propuesta parecía una orden.

Negué con la cabeza haciendo evidente mi disconformidad con el plan.
— Hagámoslo bien entonces, estas tres están demasiado buenas para dejarlas escapar. Yo creo que cada una tendrá un punto débil, y la de pelo castaño no se rendirá de la misma manera si le entro yo a si lo haces tú —manifesté sonriendo descaradamente, evitando decir también que ninguna de las tres podría resistirse a mí.
— A mí me gusta la rubia, tiene pinta de sumisa y a mí esas me vuelven loco.
— ¡Estáis enfermos! —dijo Tifani poniendo los ojos en blanco, ella solo nos soportaba por las comisiones que se llevaba.
— Entonces para Jon queda la madurita, pero me da que no se va a quejar precisamente —bromeé con euforia, la castaña es la que más me había gustado de las tres, me parecía una luchadora insaciable, no me agradaban las sumisas.

Gay me empujó con una mano mientras declaraba:
—Él siempre se queja de todo, es un vago. Seguramente hasta le da pereza hacer las horas extras.
—Ojalá le dé pereza, así me quedo con la morena y la castaña —supliqué montándome la fantasía de un trio.

Tifani chocó sus palmas entre si para atraer nuestra atención.
— Chicos, que os desmadráis. Vamos a resumir el plan. ¿Vale? Tenéis toda la tarde, toda la noche, podéis hacerlo esta noche o la de mañana, pero se van el lunes. Si os decidís finalmente por hacerlo, las marcáis y me lo hacéis saber; de esta forma llamare al teléfono de su habitación para informarlas de que han sido las ganadoras de un premio, el resto ya será cosa vuestra si aceptan. ¿Si? —preguntó.
— No lo habría resumido mejor —aplaudí abriendo el portafolio observando la escasa información que había, lo típico: Fotocopias de los tres “Documentos Nacionales de identidad” y la factura pagada del hotel, junto con la tarjeta copia que abría la habitación en casos de emergencia, la agarré y la introduje en mi bolsillo, para posteriormente centrarme en los DNI’s —. Andrea la rubia; dieciocho años. María la madre morena de treinta y ocho años. Y su segunda hija Amanda de diecinueve años, la castaña —Me paré a revisar su foto con la mirada antes de cerrar portafolios y devolvérselo discretamente.
—Bueno chicos, daros aire que vienen clientes. ¿No tenéis que ir a hacer masajes a hombres peludos o algo? Puerta —decía Tifani haciendo un gesto de despedida cargado de despreció con su mano, al tiempo que sonreía a los clientes mientras guardaba el portafolios de nuestras presas en su cajón correspondiente—. ¡Buenos días! ¿En qué puedo atenderle…?

Gay y yo nos acercamos a Jon, el cual estaba inclinado en la barra del bar susurrándole al oído a la camarera.
—Tenemos trabajo —Le informe agarrándole del cuello de su uniforme y tirando de él.
— Te llamaré, preciosa —prometió Jon provocando en la camarera una sonrisa nerviosa.
— Maldito mujeriego vago, tenemos trabajo con esas tres —repetí por si no me había escuchado la primera vez.
— Oe oe, quieto parado —Jon opuso resistencia soltándose con facilidad girándose sobre mí mismo y colocándose bien la pajarita de su uniforme blanco—… Vaya palo. ¿Por qué no espiais vosotros mientras yo hago un masaje de prueba a la camarera…?
— Haz lo que quieras —dije rindiéndome, llevándome la palma a la frente. Cuando Jon sentía pereza para algo, insistir era una lucha constante y yo no estaba dispuesto a estar encima de él todo el rato—. De todas formas tiene que haber uno de los tres en los masajes, si el supervisor pregunta por Gay y yo dile lo de siempre.
— ¿Qué es lo de siempre? —Me preguntó sacándome de mis casillas.
— Que estamos haciendo masajes en las habitaciones por petición de varios clientes, Tifani también lo sabe, por lo que si le pregunta ella podrá verificar nuestra cuartada.
—Vale, tranquilo. Todo controlado.
— Te quedas con la madurita y Gay con la rubia, la castaña es para mí. ¿Alguna objeción? —pregunté alzando el puño apretado, totalmente abierto a debatir cualquier desacuerdo por su parte.
— ¡Oh, no…! Para nada, muy conforme —aceptó sin oponer resistencia, alzando las manos en son de paz.
— Amanda para mí.
— ¿Quién? —Preguntó sin enterarse, rascándose la cabeza.
— La castaña, la maldita castaña, capullo —exclamé perdiendo los nervios, siempre me sacaba de quicio ese hombre.

Él se encogió de hombros y se dirigió hacía Tifani en recepción. Yo y Gay fuimos al cuarto de la limpieza donde teníamos escondida una maleta de oficina con cámaras portátiles inalámbricas de corto alcance, solo hacía falta poder colocar una cámara en el baño desde donde se les escucharía y podríamos observarlas en toda su gloria y esplendor.

<<Nadie busca cámaras cuando van a va a la habitación de un hotel, curioso pero real…
Pocas veces nos arriesgamos a poner cámaras, lo hacemos solo cuando hay mucho en juego y esta es una de esas ocasiones
>>

No fue difícil colocarlas, ya que con la recepcionista del hotel cubriéndome y la cámara del pasillo “defectuosa” que dejaba de grabar algunos ratos, podía acceder mientras comían con facilidad. Yo subía a la habitación mientras Gay las vigilaba discretamente, y con esto matábamos dos pájaros de un tiro. Ya que él estudiaba su forma de comportarse mientras comían, y si alguna abandonaba el restaurante inesperadamente yo recibiría un oportuno telefonazo.

Al salir de la habitación en la tercera planta, llamé a Tifani y pregunté:
— ¿Ya vuelve a fallar la cámara del piso tres?
— Sí, he llamado al técnico de mantenimiento. Me ha dicho que no entiende como pueden fallar tanto estas cámaras —afirmó con una risa tonta, yo le colgué marcando el número de Gay—. ¡Gay, oye… está fallando la cámara de la planta tres! ¿Dónde estás? —pregunté interpretando mi papel a la perfección por si alguien de los alrededores me escuchaba ya que hombre precavido vale por dos.

Tardó unos segundos en responder, pero me dio una respuesta satisfactoria justo como esperaba.
— Estoy en el restaurante, mis tres platos preferidos están aquí. No se por cual decantarme —Se reía.
— La castaña es mía —Le advertí mientras me dirigía a la habitación y, en dos zancadas me planté frente el umbral de la puerta colgándole. Miré a ambos lados para comprobar que no había testigos y con un sutil movimiento vertical de codo, pasé la tarjeta copia que me había dado Tifani en el portafolios y, abriendo la puerta, dando un paso al frente me introduje en el alojamiento cerrando la puerta tras de mí; una vez dentro y en la intimidad del piso busqué el aparato que daba corriente a la habitación, introduje la tarjeta haciendo que la habitación quedase habilitada de corriente, e inmediatamente la extraje. De esta forma me aseguraba no olvidarme la tarjeta y la habitación tardaría unos cinco minutos en quedarse sin luz, lo justo para colocar la cámara e irme.

No debía tocar ni mover nada, hay personas muy organizadas y maniáticas. Si una de ellas era de esa manera sería una negligencia por mi parte cometer tal error.
Antes de pensar siquiera en respirar: entré en el cuarto de baño; me coloqué frente al inodoro y me arrodillé; colocando mi maletín sobre él y abriéndolo.
Extraje de él una cámara de color negro de forma cilíndrica del tamaño de un cigarro, lo coloqué en el sistema de la ventilación que estaba ubicado sobre la bañera a unos veinte centimetros bajo el techo, la coloqué apuntando hacía el resto del cuarto de baño. Y aunque no tenía ni idea de si el ángulo sería bueno ni siquiera cuales serían los ángulos muertos era preferible a arriesgarse a que descubriesen la cámara si la dejaba en otro lugar. Si cerraban la cortina se nos fastidiaba el plan, pero aunque mirase al conducto sabiendo que estaba ahí me costaba verla, se camuflaba a la perfección y no sobresalía.
El vapor era otro posible factor a tener en cuenta, pero ya bastaba de poner pegas.

Sopesé la posibilidad de colocar otra cámara en la habitación, así que salí del baño observando la ubicación del sistema de ventilación (que ya conocía) y medité sobre ello.
Acabé por decidir que no lo iba a hacer, ya que me parecía innecesario.
Volví al baño y me cerré la maleta, levantándome y dirigiéndome a la salida.
La palma de mi mano se quedó a escasos milímetros del picaporte, acabé por dejar la maleta en el suelo y, dando media vuelta me dirigí al armario de la lujosa habitación. Había sucumbido a la curiosidad, y me alegraba aunque sabía que eso era una estupidez a medio y largo plazo.

En las estanterías horizontales podía ver sujetadores y tangas muy sugerentes, de colores rojos y negros intensos que eran contrastados por un blanco puro, ropa interior de “guerra”. Si ellas no tenían novios ni esposos, había por el momento muchas posibilidades de que fuesen mujeres liberadas que buscaban amantes de una noche allí donde fuesen, eso era bueno para nosotros.
Continué bajando la mirada, estante por estante hasta encontrar algo que me gustó: Tres tiras verticales de condones, supongo que una tira por coñito y, sin contarlos, habría unos seis condones multiplicados por tres, aproximadamente.
—Los condones descartan el bollerismo, al menos el de una de ellas… Y son unos cuantos por tira lo que indica si pecan,  son de las que piden repetir, lo que indica que son golosas. Solo falta estudiar —Las psicoanalicé hablando conmigo mismo mientras cerraba el armario con cuidado y me dirigía a la puerta. Agarré la maleta, pegué la oreja a la puerta y en silencio me concentré en cualquier sonido exterior que pudiese provenir del pasillo, pero no hubo tan mala suerte.

Tras de mí y, de forma muy oportuna, se cerraron las luces indicando que ya no debía preocuparme porque ellas entrasen y se encontrasen las luces encendidas.
Abrí la puerta con el sigilo de un zorro y, asomando la cabeza, mire a ambos lados para comprobar que el camino estaba despejado.
Cerré la puerta procurando no hacer ruido y me alejé de allí como si nada hubiese pasado.
Marqué el número de Tifani y susurré:
— ¿Ya funciona la cámara del pasillo? Porque “la cámara” parece funcionar.
— Genial, te cuelgo que tengo clientela inscribiéndose.

Tras colgarme, marqué el número de Gay que no tardó en contestarme:
— ¿Qué tal la cámara del pasillo?
— Al parecer ya funciona. ¿Qué tal la comida?
— Perfecta, creo que los platos son idóneos para ser comidos — Gay parecía estar deseando contarme cosas sobre ellas, pero ya no me sorprendía despues de ver los condones y la ropa de guerra—. Oye, genial. ¿Has pagado ya al vigilante de la entrada?
—No, tengo buen rollo con él y me deja entrar gratis. Como es buffet libre yo le hago masajes gratis para las contracturas y el me deja comer sin registrar mi entrada. Si el supervisor preguntase nos cubrimos entre Tifani, yo y él y todo solucionado.
— El poder de los masajes, dominaremos el mundo —bromeé de buen humor, pero él me interrumpió con un susurro nervioso.
— Mama pitufa va a salir del restaurante, si sigues por allí mejor vete.

Yo colgué y me di prisa en desaparecer de la tercera planta. Antes de entrar en el ascensor miré a la cámara que había enfrente enfocando de la habitación de ellas, una luz LED roja apareció tras unos segundos observando el aparato, la cámara volvía a funcionar y allí no había pasado nada, pero si algo saliese mal, no habría pruebas visuales de él entrando en la habitación.


María

Abandoné el restaurante llena y satisfecha por la calidad de la comida, Amy y Andrea aun iban por el segundo plato y tardarían en finalizar. Yo me había propuesto pasear un poco por el interior del hotel y buscar algo que me gustase… Siendo un hotel de lujo, tendría que tener algunas actividades gratuitas, ya que muchas otras eran de pago o debía ser socia para poder participar de manera ilimitada mientras estuviese en el hotel.
Si me hacía socia, una broma que saldría por unos sesenta euros; no salía a cuenta para el día y medio que se iban a alojar allí. Ser socia permitía acceder a todas las zonas vip cuantas veces quisiese: Sauna y piscina termal; gimnasio con monitores especializados; spa de chocolate y aceites naturales…
Me moría de la envidia y cada segundo que pensaba en el asunto me replanteaba seriamente en pagarlos. Sin embargo, mi economía no lo permitía y estábamos a primeros días de mes, íbamos invitadas por unos familiares que no habían podido asistir, para no desperdiciarlas, nos habían regalado las entradas, que les habían tocado en un sorteo. La cuarta entrada se la llevo un anónimo afortunado que yo no tenía el placer de conocer.

Nunca había estado en un spa, mucho menos de lujo. Y era lo único que realmente me llamaba la atención de todos los privilegios VIP del hotel; me daban ganas de llorar al pensar en lo que me perdía.

Subí las escaleras del comedor subterráneo hasta llegar al vestíbulo del lujoso hotel, todo era glamour, tanto la decoración como los huéspedes de este. Yo decidí ir al bar a beber algo para ahogar mis penas de solterona y con suerte, conocer a un apuesto mozo que me invitase a una ronda.
Al llegar al local, me decepcioné al ver que solo había viejos bien vestidos y críos tomando refrigerios; que mal me estaba saliendo todo…

Alguien chocó contra mí, empujándome y haciéndome perder el equilibrio. Me di la vuelta mosqueada buscando con la mirada al culpable, tuve que alzar un poco la vista para observarle bien. Era bastante más alto que yo y muy corpulento, vestía un uniforme blanco con una pajarita negra.
— Perdona, no era mi intención empujarte, preciosa —Su voz áspera y penetrante me tocó hondo, lo que no me gusto fue su dejé descuidado que tenía. La primera impresión que hice de él era el de un pasota, vago y perezoso. Su pelo rojo era largo y le llegaba hasta las orejas, con dos cascadas escarlatas descendiendo por ambas sienes, una barba oscura y descuidada le daba un aspecto de vagabundo, pero salvaje y peligroso.

Sus ojos marrones se clavaron en los míos, con descaro y despreocupación.
Una sonrisa impertinente iluminó su cara; a mí me había dejado muda.
— D…Deberías ir con más cuidado… ¿Eres un empleado el hotel? Podrían echarte por tratar así… a los huéspedes—. Recuperé la compostura como pude y me mostré lo más coherente posible.

Se llevó la mano a la nuca y comenzó a rascarse el cabello mientras se reía.
— No creo que me echen por algo tan nimio como esto… Soy muy bueno en mi trabajo. ¿Sabes?

Me picó la curiosidad y no pude evitar preguntar:
— ¿Y de que trabajas? —Me mostré desafiante sin bajar la mirada.

Él dio un paso al frente y coloco su mano en mi espalda, guiándome hacía una de las mesas con sutileza, no me estaba empujando… Al menos no me dio esa impresión.
— Jajaja ¿Para qué voy a decírtelo? Disfruta de la incertidumbre, jovencita —exclamó entre risas, pero yo no pude pensar claramente tras oír la palabra jovencita. Me pareció un peloteo puro y duro, pero me callé—. ¿Estás aquí para tomar algo, no? Yo tengo un pequeño descanso ahora, te invitare como disculpa.
— Y yo aceptaré tu invitación como compensación —acepté sumisamente mientras él se dirigía a la barra—. ¡Quiero un San francisco! —manifesté intentando no alzar demasiado la voz, pero me oyó a la perfección. No se molestó ni en girarse, simplemente alzó la mano como diciendo: “Vale”…
— Sara, preciosa, ponle a la morena aquella un San francisco y a mí me pones un vaso de vodka blanco, con hielo —le alcancé a oír, me fijé en como la tal Sara ponía una mala cara mirándome.
— ¿Una amiguita tuya? — Me costaba escucharla, pero lo hice.
— No te pongas celosa, mujer. Tu eres mi única amiga aquí —se produjo un silencio y vi como ella sonreía. Al rato venía él con lo suyo y lo mío, sonriéndome con su pinta de buenazo descuidado.
— ¿Tu novia? —pregunté, yo sí que estaba celosa, aunque se debía al hecho de que creía haber encontrado un buen plan con apuesto hombre.
— No es mi novia, es una compañera de trabajo…
— Pero hay química, se notaba en el ambiente. Saltaban chispas, ¿verdad? —Le interrogué buscando que confesara.
— ¿Chispas? No… Pero las habrá cuando ella y yo no estemos de servicio.

Yo no pude evitar reírme, que descarado. Cada nueva cosa que salía por su boca confirmaba que todo le daba igual.
— Pareces deprimida, de capa caída —observó el joven, analizándome.
— ¿Tanto se me nota?
— Cuéntame… —dijo como si nos conociésemos de toda la vida—. Quiero decir, soy un empleado del hotel, no es que vaya a contárselo a nadie. Tus secretos están a salvo conmigo… Y así te desahogas.

Me gustó su lógica y simplemente se lo deje pasar.
— Es sencillo… Soy una madre de dos hijas, viuda. Estoy estancada en la clase media de manera que no puedo escapar y, por caprichos del destino, me han regalado entradas para este hotel de lujo con mis dos hijas —bebí un sorbo largo y continué—. Dos días de desconexión total… Sin embargo no puedo permitirme… Nada de “lo vip” —dije poniendo énfasis en la palabra—. Para un capricho que nos pegamos y no podemos usar la sauna, ni la piscina termal, ni el gimnasio… Ni el spa. Y me iré de aquí sin probar nada de eso… —Me llevé las manos a la cara como si estuviese a punto de llorar, aunque lógicamente esa no era mi intención.
— Vaya… Creo que te centras demasiado en el dinero, morena.
— Me llamo María… —Me molestaba que no supiese mi nombre.
— Como sea, María, te centras demasiado en el dinero —dijo moviendo la mano como queriendo quitarle importancia.
— No me centro tanto en el dinero… — Me excusé bajando la mirada sabiendo que no era verdad.
— Sí, lo haces. Has dicho: Clase media y vip con deseo, le das demasiada importancia al dinero y a lo que puedes conseguir con él —Argumentó dejándome sin posibilidad de replicar—. Lo mejor de esta vida es gratis. ¿Sabes?
— No.
— ¿Cómo que no?
— Lo mejor de esta vida cuesta dinero…
— Te equivocas… Esto… María. Esta vida es maravillosa si sabes vivirla con positividad. Dormir la siesta, disfrutar del calor del sol, de esas noches de invierno de manta y calefacción, beber fría cuando tienes mucha sed, un buen masaje…
—Nunca me han hecho un masaje —declaré, cogiendo de la conversación lo que más me interesaba. Con suerte conseguía llevármelo a la habitación a que me hiciese uno en su tiempo libre.
— Pues eso no puede ser… Yo te hare uno, gratis. Aunque mi supervisor me matara si se entera… —declaró riéndose descaradamente golpeando suavemente la mesa, mientras con la otra mano pegaba un gran trago al vodka.
— ¿Uno gratis? ¿Es que sueles cobrar por los masajes? ¿Y quién es tu supervisor?

Una sonrisa de oreja a oreja se formó en su cara, una mirada inquisidora me miró con ojos perversos.
— Sí, suelo cobrar por ellos… Es mi trabajo.
— ¿D…Das masajes? —Pregunté atónita, dando en mi interior saltos de alegría de la suerte que había tenido. Guapo y masajista profesional—. Ahora entiendo porque dijiste que no te despedirían… Debes de ser muy bueno… —dije montándome mi propia película, riéndome como una tonta.
— Yo puedo hacerte uno gratis… Pero si quieres repetir, ya tendrás que pagar.
— Bueno… Soy catalana y, inmerecidamente, tenemos fama de agarrarnos a lo gratuito y evitar lo que se pagué… Siempre y cuando podamos hacerlo, claro.

Él se rio como si le hiciese gracia mi comentario.
— Esperó que repitas, sinceramente —Dijo acabando el vodka de un trago y levantándose, yo tardé en reaccionar pero le imité.
— Vamos a la zona del spa, allí te pondrás el albornoz y te haré el masaje en una de las salas.
— ¿A…Albornoz? —pregunté confundida.
— Claro… Es gratuito todo, al menos… Esta vez. Lo tomas o lo dejas —ofreciéndome un tajante ultimátum sin dejar en ningún momento de ser agradable y cordial.

Su impertinencia me hizo dudar, pero también era cierto que la palabra gratis resonaba en mi cabeza sin parar. No quería preguntar nada más, pero yo esperaba que el masaje no se limitase solo a los hombros y la espalda… Pero no iba a reconocerlo, no.


Jon

No pude evitar reírme, Loki y Gay me iban a matar, pero ya la tenía en el bote. De todas formas… ¿Para que marcarla si ella ya estaba predispuesta a recibir un masaje gratuito? Me había arriesgado demasiado porque… ¿Y si me hubiese dicho que no? Después de estudiarlas y marcarlas podría reconocerme echándolo todo al traste. Por suerte eso no pasó y, la verdad, me daba mucha pereza alargar la cosa tanto. No tenía ganas ni paciencia suficiente para realizar todo el proceso que nos garantizaba suprimir la resistencia de las señoritas con las que intimábamos haciendo horas extra.
De todas formas, podía marcarla de cierta manera en esta sesión y quitármelo de encima.

Oía como María me seguía por el estrecho pasillo de puertas blancas y paredes con colores relajantes, caminábamos en dirección al spa desde el vestíbulo, cuando vi a Loki caminando hacia mí por el mismo pasillo. Me fulminé con la mirada tras comprender lo que pasaba, aunque sin atreverse a decir nada. Yo le guiñé un ojo y le sonreí, me paré enfrente de mi sala de masajes e hice pasar a la madre.
— Ahora voy María, tengo que hablar con el supervisor. Aprovecha para cambiarte con uno de los albornoces que hay ahí, no entrara nadie aquí, solo yo. Y picaré para saber si estas lista —dije con calma, mi corazón comenzó a latir con nerviosismo cuando noté tras de mí a Loki.
— ¿Pero me quedo totalmente desnuda? —pregunto mirándome mal.
— No mujer, no. En ropa interior ya estará bien… —Me pensé bien lo que decía y añadí—. Sin ropa interior es para un masaje completo, con aceites y aromaterapia, para relajar el cuerpo del todo. Pero esto no es un masaje completo —Le guiñe un ojo con una sonrisa buscando ser lo más agradable posible.
— ¿Y no va a ser un masaje completo…? —preguntó decepcionada.

Tras de mí pude sentir la palma de su mano agarrando mi hombro izquierdo y, a posteriori, apretando con fuerza buscando hacerme daño.
—Ahora vengo jejeje —Le sonreí cerrando la puerta con suavidad.
— ¿¡Se puede saber que mierdas estás haciendo, desgraciado!? Acabas de joder todo el plan. ¡Tenemos que ser putos desconocidos para ellas! ¿¡Se puede saber en que estabas pensando!? —Me hacía gracia los gestos de escurrir, golpear y destruir que hacía con las manos, mientras su cara se ponía roja de la rabia y, al mismo tiempo, “gritaba” sin levantar la voz como si estuviese afónico para no ser escuchado por María; me resultaba bastante cómico.
— Jejejeje —Me reí rascándome la nuca sin saber que decir, la verdad es que Loki cuando se enfadaba me daba bastante respeto.
— ¡Bastaaaardo! ¿¡Como que jejejeje!? —explotó, imitando con enfado mi risa, me agarró por las solapas del uniforme y meciéndome bruscamente, alzando la voz.
— Tranquilo, no planeo hacer “nada” —prometí apartándolo de mí de un suave empujón—. Ha sido casualidad, me ha dicho que no era socia y que no podía permitírselo. Y le he prometido un masaje gratis, solo eso. Pero no voy a hacer nada más.

Alzó el dedo señalándome con él con intención amenazadora.
— ¡Más te vale! —Me advirtió—. Capullo —Me insultó yéndose hacía el vestíbulo.

Yo me serené y me coloqué correctamente el uniforme, cuidando de que la pajarita estuviese bien puesta.
— Este el día menos esperado explota cual volcán. Espero estar ahí para verlo, será un buen espectáculo… Solo espero estar tras el cristal de seguridad jejeje —Bromeé en voz alta para mi mismo riéndome, después suspiré y piqué tres veces con fuerza sin oír respuesta, dado que esas salas están insonorizadas, esperé unos cuantos segundos y entré.

Ella estaba en albornoz de seda blanca, no tenía ni las manos ni las piernas cruzadas, lo que es un claro síntoma psicológico de indecisión o querer protegerse de algo, por lo que se hallaba tranquila.
A simple vista parecía estar deseando el masaje… ¿Querría algo más? No tardaría en descubrirlo.
María me miraba picara, haciéndome ojitos:
— ¿No me vas a hacer un masaje completo?

No me iba a convencer, el premio de no hacérselo era mucho mejor que sucumbir a sus peticiones en ese momento. Me acerqué a ella sin dejar de sonreír y le pregunté:
— ¿Te acuerdas que te dije que sería gratis la primera vez? —Ella asintió, por lo que continué—. No soy un chapucero, lo que te haga ahora te lo hare bien y lo vas a disfrutar, pero… —Me incliné hacia ella e intenté suavizar el tono de voz al acercar mis labios a su oreja, quedando está separada a escasos milímetros—. Si lo que te haga ahora te va a encantar… ¿Cómo crees que sería el completo? —Esa insinuación provoco que se ruborizase inmediatamente.

María se rio tontamente mientras tartamudeaba torpemente:
—P…Pues… N… No sé… ¿Qué haces en el completo? —preguntó totalmente sonrojada, yo choqué las palmas de mis manos provocando su sobresalto.
— Es un masaje que no tiene límite de tiempo y puedo alargarlo tanto como quiera, siendo decisión mía. Puede ser sin ropa interior (siempre manteniendo las partes íntimas tapadas por toallas empapadas en agua hirviendo), el resto del cuerpo se masajea con aceites o incluso chocolate de primerísima calidad, se hace al mismo tiempo aromaterapia con perfumes y aromas relajantes… o estimulantes para el riego sanguíneo. Y obviamente es un masaje mucho más completo —publicité mis servicios “Premium”, di unos pasos hacia atrás y continué—. De todas formas… Eres catalana y tal vez no vuelvas a contratar mis servicios, por lo que da igual lo que haga en el completo… ¿Verdad?

Ella no pudo evitar sonreír.
— Hagamos esto: Te voy a dar el mejor masaje “gratuito” de tu vida, exprimiendo todo el potencial de la palabra gratuito y, si te gusta, podría hacerte un descuento de más del sesenta por ciento… Y créeme que valdrá la pena si contratas mis servicios Premium. ¿Está bien?

La madurita asintió y yo continúe buscando su simpatía, intentando ganármela del todo.
— Que quieras volver o no, será decisión tuya. Esta media hora de masaje es sin compromiso… — Con la palma abierta  y los dedos recogidos señalé a la camilla—. ¡Estírate!
— ¿Debo… Quitarme el albornoz? —Me preguntó sugerentemente.
— Como desees, la ropa interior no es necesario, en cambio el albornoz si… Me facilitara la labor para el masaje —Se quitó con decisión la prenda y se estiró boca abajo en ese cómodo colchón con ruedas, para cualquier hombre corriente, sería un auténtico sacrifico no follársela ahí mismo, e incluso los que consiguiesen aguantarse un poco y la masajeasen no tardarían en meter mano y mostrar sus cartas. Sin embargo yo más que estímulos visuales necesitaba estímulos manuales, sentir el calor corporal. No me bastaba con ver un simple cuerpo por muy modélico que fuese; necesitaba que morder y ser mordido, acariciar y ser acariciado…

Procedí a enjabonarme las manos y a limpiarlas a consciencia en el grifo.

Al quedarse en ropa interior, tumbada boca abajo pude analizarla físicamente mejor. No sabía cuál sería su edad, pero tenía el cuerpo de una veinteañera. Un culo bien colocado pese a la  reducida celulitis y ligeras capas de grasa en diferentes zonas de su cuerpo. No debía pesar más de ochenta quilogramos y tenía un cuerpo de diosa. Sentía la necesidad de tocarlo y de sobarlo, pero eso no iba a ser problema por demasiado tiempo.
Las yemas de mis dedos se posaron sutilmente sobre su sujetador y con habilidad lo desabroche en un par de parpadeos.
— La espalda es lo que más voy a masajear y así estarás más cómoda
—Ella no contestó, ni se quejó… Directamente no reaccionó, por lo que yo no insistí.

Estirando la piel y comprimiéndola, comencé a hacer la magia que surgía de mis manos con la naturalidad de siempre. Tenía toda la espalda tensa y agarrotada: Las cervicales; las vértebras; la zona muscular alrededor de las costillas…
— Te noto muchas contracturas, tengo mucho trabajo por hacer… Relájate y disfruta, cierra los ojos, procura escuchar mi respiración y si no puedes, la tuya. Siente la calidez de mis palmas, el roce de ellas produciendo corriente estática —recitaba con voz suave, procurando que entrase en un estado de semi-hipnosis—. Sigue mis instrucciones: Expira, inspira. Expira, inspira… —musité mientras masajeaba con suavidad unas zonas y presionaba más en otras, ella obedecía hasta que poco a poco comenzó a ronronear más que a respirar.

<<Proceso elemental para suprimir la resistencia de nuestras víctimas: debemos “marcarlas”. Puede sonar, quizás, una palabra fetichista, posesiva y dominante. Nada más lejos de la realidad.
El proceso de marcar a una mujer para nosotros significa ponerla cachonda a más no poder de forma física… o química. Y es que nosotros nunca recurrimos a marcarlas de forma física dado que la discreción y nuestras “emboscadas” son elementales en esta vocación. Por lo tanto, usamos drogas afrodisiacas especializadas que no nublan el juicio pero si desinhiben bastante a la víctima en cuestión.
Seamos sinceros, si alguien no quiere, se negara. Nosotros lo único que hacemos es… ponerlas cachondas a más no poder durante la cena metiéndole una pastilla afrodisiaca en la bebida y, una vez ha hecho efecto, nuestra querida recepcionista hace su magia con el vale para unos “masajes completos gratuitos”, muy pocas logran resistirse pero a las que lo hacen, las respetamos y les dejamos ir como si fuese un malentendido como cualquier otro…
Ahora iba a marcar de forma natural a María y dejar que la semilla del deseo germinase, después la marcamos con un afrodisiaco potente durante la cena junto a sus hijas y vuelve a por su “masaje completo gratis” ganado en un sorteo; cachonda y marcada de forma física y química… ¿Buen plan, eh?
>>

Me conciencié recordando lo que no podía hacer: besarla; acariciarla más de lo necesario; no debía manosearla… Sin embargo debía dejarla lo suficientemente satisfecha para que desease volver a por más… Lo tenía difícil, pero me puse manos a la obra.
Comencé por hacerle crujir las vértebras, colocándole sus brazos en cruz alrededor de su pecho y usando mi peso sobre ella. La presión ejercida produjo en su tronco innumerables crujidos que evidenciaban el trabajo bien hecho. Repetí el proceso en diferentes posturas para asegurarme que no quedaba ninguna zona de su espalda sin crujir.
— ¡Ouch! ¡Ufff! Que gusto… —musitaba ella aliviada cada vez que acababa.
— He terminado con esto, colócate de nuevo boca abajo con la mandíbula apoyada en ese agujero que hay en la parte superior de la camilla.

Ella obedientemente se colocó como le pedí y sin perder tiempo, presiones con mis nudillos sus vertebras de abajo hacia arriba. Después unté aceite esparciéndolo, ella inconscientemente movía las nalgas cada vez que me acercaba, lo que delataba su desesperación.
— Vas… demasiado rápido ¿No puedes hacer el masaje más lento? —preguntó y, aunque al principio entendí que se refería al ritmo y a la potencia, acabé por plantearme si podía tratarse de una indirecta sobre mi demora a la hora de masajear las piernas.
— Mentirosa… —Me reí quitándole hierro al asunto, y comencé a bajar. Presionaba con las palmas en las costillas, masajeaba en círculos con las yemas y los nudillos hasta que terminé llegando a sus nalgas.

Sin pensarlo y sin pedir permiso comencé de masajear la cadera su culo de manera sutil, ella no se quejó, al contrario, comenzó a alzar un poco su trasero sin mediar palabra. Se puso a gemir y a menear su cadera cuando descendí al interior de los muslos. Ya no estaba masajeando, eran caricias impregnadas de sensualidad. Deslizaba las yemas por su piel sin perder el contacto. Estaba completamente empapada y a la espera de que yo tomase la iniciativa. Mis uñas rozaban con suavidad los bordes de su ropa interior para después continuar bajando a las piernas.
Ella suspiró, pero no dijo nada. Se notaba que lo estaba pasando mal, era orgullosa y valoraba más su dignidad que el propio placer.
Me agradaba como era, podía empatizar totalmente con ella y comprenderla a la perfección. Ella no era sumisa, no se iba a dejar pisotear por nadie por muy desesperada que estuviese. Sin embargo era una guarrilla, como yo. Pero demasiado orgullosa para reconocerlo.
Solo me gustaría que ella fuese más combativa, no me estaba ofreciendo nada de resistencia y me estaba resultando aburrido.
— ¿Q…Qué piensas de mi trasero? —preguntó sin venir a cuento.
— ¿Qué dices? —pregunté sin saber bien que contestar.
— Pues eso… ¿Qué piensas de mi culo?
— No estoy seguro de si debo contestar, porque si contesto que me encanta podría incomodarte para que continuase o podría… gustarte la respuesta.
— No me va a incomodar, simplemente… No tengo oportunidad para preguntarlo a nadie y tú hasta me lo has masajeado…
— Ah… Pues… —Hablar de esas cosas me daba mucha pereza, con lo fácil que era demostrar si algo o gusta con hechos. Decir una misma cosa puede gustar o desagradar dependiendo del contexto, el tono o la intención con que se dice, a mí nunca se me había dado bien ser sincero—. Pues debo decir que me ha aliviado… que no seas vip, porque eso significaría masaje de aceite o de chocolate, y te lo comería a mordiscos si me dieses la oportunidad —pude ver como una sonrisa de satisfacción iluminaba el perfil de su cara que me era visible. Yo comencé a masajear las rodillas, los gemelos y finalmente los pies.

Ella susurró imitándome:
—Mentirosooo…

Con un cachete en su nalga derecha, sin cortarme un pelo exclamé:
— ¡Ha finalizado el masaje gratuito!
— ¿Q…Quuué? P…Pero si hemos empezado hace un momento —tartamudeó claramente confusa.
— Tres cuartos de hora —dije señalando al reloj con una sonrisa de oreja a oreja.
— Se me ha pasado volando…
— ¡Eso es bueno! Quizás te animes a probar el completo… Con un descuento, obviamente. Entre los de clase media tenemos que ayudarnos jajaja —bromeé riéndome.
— Supongo que si el descuento es del sesenta.. setenta por ciento, pues podría permitirme el capricho.
— No me digas eso, mujer… Que te lo estoy rebajando mucho, y el sesenta y cinco por ciento de descuento de cuarenta euros el completo son…  aproximadamente unos quince euros aproximadamente.
— Y… Si pago quince… ¿Nos harías un masaje a las tres?
— No puedo… Me gustaría, de verdad, me caes genial. Pero piensa que cada masaje lo tengo que registrar y me lleva tiempo… Quince cada una sí que podría, pero tiene que haber un mínimo de entradas… ¿Por qué te crees que no me echan con tanta facilidad?
— ¿Y este no lo registras? —preguntó con perspicacia.
— Claro que lo registro, pero como masaje de cebo —improvisé.
— ¿Cebo?
— Hago uno gratis y consigo que vuelvas con un completo. Al conseguir una clienta que en principio no es socia y no tiene planeado costearse ningún servicio, haciendo un pequeño o mediano descuento, consigo más de lo que iba a recaudar al principio… Que es nada ¿Verdad?

Ella se rio conmigo mientras le abrochaba el sujetador, se cogía el albornoz y e iba a buscar su ropa, que se encontraba encima de la mesa.
— ¿Volverás? —inquirí como quien pregunta por el tiempo.

La madurita miró al techo y susurró:
— Tengo que consultarlo con la almohada… Y con el cerdito… Pero en principio sí —confirmó sonriendo, mientras se endosaba el estrecho pantalón en sus sensuales caderas, después la camisa y, recogiéndose el pelo se dirigió a la puerta contoneando sus caderas para salir de la estancia, dejándome solo con una infinidad de llamadas perdidas de mi compañero el psicópata.

Gay

Cuando se abrió  la puerta y Jon asomó su cabeza pelirroja riéndose y rascándose la nuca me temí lo peor. Loki temblaba en su escritorio de la rabia desintegrándolo con la mirada.
— Antes de que digáis nada, me ha ido genial. Quiere repetir y hasta ha insinuado que quiere traer a sus hijas para un completo… Le he dicho que no, que no me lo permite el supervisor —explicó tras cerrar la puerta y apoyarse contra ella.

Loki a mi lado golpeó la mesa con el puño y se llevó las manos a la cabeza.
Respiró pausadamente y para mi sorpresa estaba totalmente inexpresivo cuando volvió a mirar a Jon.
—Miremos el lado positivo, busquemos el lado positivo suponiendo que no la hayas cagado… ¿Qué has averiguado de ella?

Jon se acercó al escritorio de nuestro despacho y se sentó en la silla, agarrando su sombrero de paja, apoyó ambos pies, uno sobre otro, encima del escritorio y se tumbó hacia atrás inclinando la silla manteniéndose sobre dos patas tapándose la cara con el sombrero de paja como si estuviese durmiendo; daban ganas de tirarlo y que se rompiese algo… Que pasota era, me ponía de los nervios hasta a mí… Con lo paciente que era.
— Hemos tenido suerte, al menos con la madre. Es una madurita desesperada, sexualmente hablando. Es muy orgullosa, lo suficiente como para no reconocer que se está muriendo por ser manoseada, aun siendo obvio visualmente. La muy pervertida estaba moviendo las caderas con mucho deseo cuando le agarré el culito… Es una leona muy salvaje.
— ¿Es todo? —pregunté.
— Pues… —Titubeó alzando la mirada al techo—. Es de clase media, no puede permitirse ser socia ni comprar servicios específicos por separado… Así que si Tifani tiene que presionar, que lo haga por ahí.
— ¿Presionar? ¿A que te refieres? —pregunté levantándome mientras que Loki seguía sentado.
— Han sido marcadas y llama Tifani, les informa de que casualmente han sido las ganadoras de un sorteo… ¿Casualmente de tres servicios de masaje completo? Suena muy descarado.

A Loki le estalló literalmente la vena en la sien, se levantó tirando la silla al suelo.
— ¡Les pillaría por sorpresa si no hubieses sido tan imbécil como para hacerle un masaje a una de ellas, bastardo!

Jon ni se inmutó, seguía acomodado en su posición.
— Gracias a mí la madre desea más y tendrá predisposición por repetir el masaje. Al parecer no tienen esposo ni novios, tampoco amantes… Por lo que yo parto con ventaja, ahora solo falta colocaros a vosotros dos con las pequeñas ubres de vaca.
— ¿Y qué propones que diga Tifani? Señor “Improviso sin avisar a nadie” —Le cuestionó Loki, yo miraba de un lado a otro como un partido de tenis, la verdad es que estaba indeciso. Era cierto que era muy descarado la actuación de Jon, pero la oportunidad que había creado era perfecta.

Jon agarró su sombrero de paja y se enderezó, para luego levantarse y pasearse por el despacho.
— Yo digo que Tifani las llame una vez estén marcadas las tres, les dice que su habitación ha sido una de los números ganadores para recibir como premio un vale (por integrante) para una actividad nocturna que puede ser  el spa o la sauna por una hora, ya que el gimnasio y la piscina a esas horas están cerradas, tampoco concreta que debe elegir en el spa —Yo asentía, me estaba gustando y tenía sentido, por el momento—. Seguramente y, solo si lo hace, María preguntara si puede cambiar el vale por un servicio de masaje completo, y ella dirá que debe negociarlo con el profesional en cuestión, pero que lo intente.
— ¿Y si no pregunta nada? —pregunta Loki más calmado, al ver que no había peligro.
— Tenemos varias opciones: Tif propone un masaje ya que somos los únicos profesionales que nos quedamos hasta tarde; o esperarlas en el recinto de la sauna, preguntarles que hace allí a esas horas y, cuando me enseñe el vale, le digo que yo y los otros masajistas aceptamos esos vales para un completo, ya que nos dan dinero pero él.

Hice el trabajo de Loki que no reaccionaba y me puse negativo.
— ¿Y si no quiere?
— No creo que me lo rechacé, al menos ella. Las hijas no sé, pero ella quiere polla seguro.
— ¿Y cómo nos lo montamos con una madurita así, pregunto?
— Empiezo yo dándole el masaje y cuando ya la tenga cachonda perdida entráis diciendo que no tenéis nada mejor que hacer, y que si pueden participar en el masaje… No se negara a que la masajeen tres tíos como nosotros.
— ¿Pero y si lo hace?
— ¡No lo hará! —afirmó, por primera vez desde que lo conocía se mostraba convencido de algo, su optimismo era contagioso—. Le he hecho un buen masaje, dejándola insatisfecha… Todo lo que podía sin usar la boca ni tocar nada sensible… Si a esa marca le sumamos la de la noche y que está desesperada… Imposible. Y repito, hablo por María. No por las vuestras.
— La mía es sumisa, si consigo ponerle las manos encima se dejara hacer cualquier cosa —dije refiriéndome a Andrea.
— Amy en cambio sí que puede dar problemas, según lo que me ha contado Gay es desafiante y muy orgullosa, pero eso es cosa mía. Lo que me preocupa no es cuando empiece el masaje… Si no que no empiece.
— Pues si no empieza —comenzó a suponer Jon—… Vienes con mi madurita, no me importa compartir contigo.
— ¡Pero yo no quiero compartir! Yo quiero una castaña para mí solo, joder… —Se quejó Loki—. Somos como somos, tenemos demasiada resistencia y los tres somos muy bestias ¿Cómo esperáis que nos aguante una sola tía a los tres al mismo tiempo? Conmigo solo eso no pasaría.

Puse los ojos en blanco, ya empezamos. Siempre acabábamos igual, el muy avaricioso tenía sexo con verdaderos bellezones cuando hacíamos las horas extra. Como normalmente cazábamos de una en una, teníamos que conformarnos con intimar los tres con la misma, y con la resistencia de cada uno y la rudeza con la que teníamos sexo, las pobres acababan agotadas semi-desmayadas…
— ¿La cámara habrá captado algo? —pregunté intentando cambiar de tema.
— Pues posiblemente alguna de ellas haya subido a ducharse antes de echarse una siesta o… Algo. —propuso Loki.

Sacó el portátil de debajo del cajón, este estaba encendido recibiendo la señal remota de la cámara y guardando sus progresos. Al abrir la tapa, se encendió la pantalla donde estaba en funcionamiento el programa que venía con la cámara. En ese momento no había nadie en el baño, se veía algo borroso… ¿Sería vapor?
— Si esta empañada es que se ha tenido que duchar alguien… 
— Tal vez, daré marcha atrás a lo que haya grabado.
— ¿Graba desde que la colocaste? —Le pregunté, ya que yo no tenía ni idea y él era el que siempre se encargaba de la cámara.
— Inicia la grabación remotamente cuando activo el programa, piensa que se guarda en el disco duro, no en la cámara en sí.

Pude apreciar como con unos cuantos clicks se abrió una ventana en la que había una larga línea occidental formada por pequeñas imágenes rectangulares de muestra, catalogadas por horas y minutos. Haciendo click a lo largo de la línea podía seleccionar que minuto de la grabación quería ver.
Yo señalé con la yema del dedo a la hora y media despues de que comenzase a grabar.
— En la imagen de muestra de este minuto entra una de ellas en el baño. Selecciónalo y lo vemos ¿Se puede escuchar?
— Jon, pon el seguro en la puerta, no vaya a intentar entrar alguien
—Le ordenó Loki mientras seleccionaba la imagen. Con la configuración adecuada, se abrió a modo de video mostrando un baño vacío algo oscuro, la única iluminación que había en esa habitación era la que procedía de la terraza.

Tras unos segundos se abrió la puerta que daba al pasillo del hotel y entraron Andrea y su hermana la de pelo castaño.
— ¿Dónde está mama? Parece que tampoco está aquí —La cámara captaba la voz de ambas pero no a ellas en si que seguían en la habitación, por suerte la puerta del baño estaba abierta.
— ¿Qué chorra da? —se oyó decir, nunca había escuchado esa expresión—.  Yo pensaba que estaría echándose una siesta, pero tal vez se haya ido a dar una vuelta.
— ¿Estará bien? No se ha llevado el móvil… —anunció Andrea claramente preocupada entrando en el baño y recogiéndose su largo pelo rubio en una coleta.
— Es mayorcita, disfrutemos nosotras un poco de todo esto… Ni que pudiésemos hacerlo siempre.
— Pero… ¿Y si le ha pasado algo? —preguntó con inseguridad la joven.
— Sin más… ¡Sí no está aquí para cenar ya la buscaremos! Tal vez este ligando con cualquier turista —Le cuestionó su hermana, otra vez volvía a usar una expresión que no me era familiar… ¿Qué significaba sin más?
— Mala hija estás hecha… —declaró Andrea mirándose al espejo, se quitó la ropa y entró en la ducha. Como la cámara estaba justo encima, la ducha estaba en el ángulo muerto.
— ¡Imbécil! Perdona por querer disfrutar un poco de este lujo que nos envuelve… Además, ya sabes como es ella. Estaba deseando tener un poco de tiempo para desahogarse un poco…

Yo toqué el hombro de Loki y este me miró, pausando el video.
— ¿Cómo se llamaba la hermana agresiva?
— Amy —contestó confundido—. ¿Por qué?
— La madre es una madurita desesperada y Andrea es claramente endeble y fácilmente manipulable. Estoy seguro de que es el tipo de mujer que se somete a lo que dicen los demás pero… ¿Y Amy?
— “La castaña” no es como esas dos, por eso me gusta.
— Con una sumisa o una desesperada ligar es más fácil, pero cuando las vigile en la mesa me dio la impresión que esa Amy no estaba interesado en hombres, tampoco en mujeres. Creo que es de las que prefiere estar sola.

Loki se rio mientras miraba a la pantalla de nuevo.
— De eso se trata, que no me lo ponga fácil. Y las mujeres no son de piedra, a menos que sea tortillera, me la beneficiare.
— No me refiero a eso… Si conseguimos cada uno darles un masaje a las tres, ¿Y si la tuya se niega por mucho que hagas? —pregunté alzando la ceja.
— Pues diría que con un cuerpo con el suyo he perdido el norte y que no volverá a suceder. Ya está.
— ¿Y si te denuncia por acoso? Es lo que tienen las guerreras, que no se dejan pisotear.
— Yo no quiero pisotearla —manifestó girándose hacía mí—. Eso va más contigo con tu rollo dominante-sumisa. Lo mío es simplemente que necesito una mujer que me monte y me folle como si no hubiese mañana, y estoy seguro de que Amygail es ese tipo de hembra en la cama.

Saqué de mi bolsillo un billete de cincuenta y los puse sobre la mesa.
— Cincuenta a que no te deja meterla antes de una hora —Le reté.
— ¿No decías que no se iba a dejar pisotear? —preguntó relamiéndose el dedo y sacando un fajo de billetes del que extrajo uno de cincuenta añadiéndolo al mío en la mesa.
— Decía que no es el tipo de mujer a la que puedas follarte cuando quieras, tenemos que tener en cuenta que van a estar marcadas… Químicamente van a estar cachondas pérdidas, y no creo que tarden demasiado… En cambio la tuya, hasta que ella no quiera no podrás follártela
— Puedo conseguirlo antes de una hora desde que empiece a masajearla —exclamó desafiante, mientras una mano aplastaba los dos billetes que él y yo habíamos colocado.
— Añado cincuenta diciendo que le da puerta y no se la lograra follar —proclamó Jon con una sonrisa insolente.

Loki puso en marcha la grabación por donde la habíamos dejado. El agua de la ducha comenzó a sonar y una ola de vapor empaño completamente la cámara.
—Mira que ponerla justo encima de la cámara… Vaya genio estas hecho.
— Cállate —Me advirtió dividiendo la palabra en tres sílabas—. ¿Sabes la que se liaría si la encontraban? Tuve que ponerla en el único sitio que enfocaba gran parte del baño y donde me garantizaba estar camuflada.
— Vale, lo que tú digas —Le di la razón malhumorado, cruzando los brazos en torno a mi pecho.

Andrea contestó a su hermana desde la ducha:
—Pero lo raro es que no nos haya avisado y…
— Ya estoy aquí, niñas. —exclamó una voz, me era familiar.
— ¡Mami! ¿Dónde estabas? —Se distinguía preguntar a Amy a lo lejos, escuchar con claridad era casi imposible debido al ruido del agua en la ducha.
— Me han hecho un masaje gratuito, que gusto.
— Ah… Como todo aquí es gratis —ironizó Amy.
— Conocí en el bar a un caballero muy… peculiar —No pude evitar reírme y Jon sonrió con orgullo—. Resulto ser un masajista del hotel, y al hablar un poco con él me invitó a un masaje.
— ¿Te hizo algo raro? —dijo su hija rubia desde la ducha—. ¿Cómo era?
— No era ese tipo de masaje, cochina —Le regañó su madre—. ¿El masaje o él?

Tras un breve silencio se escuchó a Andrea decir: “Ambos”.
— Él era como un vagabundo, algo descuidado y muy salvaje; pero apuesto. Y el masaje fue… Fenomenal. Me crujió la espalda y me masajeo desde los hombros hasta los pies. Me dijo que si quería repetir el masaje de lujo serían quince euros.
— No es demasiado, mami. —Se escuchó decir a Amy mientras el agua de la ducha paraba, después pude escuchar el sonido de las cortinas en la ducha.
— Sé que no, pequeña… Pero quería comprar cosas en las tiendas del pueblo, e invitaros a comer cosas fuera… Si me gasto quince euros en un masaje no podremos hacer muchas de esas cosas. Además, me sentiría mal si yo disfruto de este masaje y vosotras no.

Jon me miró y me guiñó el ojo, tenía razón. Ya la tenía en el bote, el problema eran las hijas. El lente de la cámara comenzó a filtrar la humedad del vapor y podían verse cosas borrosas, una gota comenzó a descender, acumulando humedad y limpiando la mitad inferior de la lente mostrando la mitad más cercana del baño.
El culo en pompa de Andrea fue lo primero que vimos, al darse la vuelta una entrepierna totalmente depilada. ¡Vaya con la sumisa y inocente Andrea!
— ¿Puedes hacer zoom? Pregunte mientras las jóvenes hablaban dentro de la grabación —Loki negó con la cabeza.
—… mí no me importa —decía Andrea a su madre.
— Pero a mí sí, no voy a hacer que os privéis de cosas para mi disfrute personal.
— Necesitas ese masaje… Tienes la espalda fatal —farfulló Amy aun en la habitación, lo más seguro es que estuviese estirada en la cama—. ¿No puedes desabrocharte un botón de la camisa e insinuarte un poco? Quizás te hace un descuento.
— ¡Ya me hace un descuento del sesenta por ciento!
— Pues desabróchate otro botón —replicó la castaña.
— ¿Pero que te piensas que soy, Amanda? —exclamó enfadada la madre—. No voy a convertirme en una fulana para conseguir un descuento.

Se pudo apreciar los pies de alguien entrando en el baño.
—No es ser una fulana, es usar tus armas de mujer para conseguir un descuento. Va mucho con tu personalidad.
— ¿Y por qué no sigues tus propios consejos? Nunca te he visto hacerlo —Le reprochó su madre.
— Porque yo no me arrastró  por un masaje, mucho menos por un descuento. Si quieren me lo hacen y ya está.
— ¿Y yo sí?
— Mama… Reconócelo…
— ¿Qué reconozca el que? Te estás pasando.
— Perdona por ser sincera… ¿Pero no ves cómo te paseabas por la playa esta mañana? Si vas provocando, normal que te haya hecho un descuento del sesenta…
— Me lo ha hecho porque le he caído bien, o porque era buena persona… —dijo María.

Me comencé a morder las uñas con nerviosismo, Loki se llevó las manos a la cabeza y Jon se sentó en su silla.
— No me gusta que dirección está tomando esta conversación, mierda —dije.
—… Oh, si… Claro. —Replicó Amy—. Y la gran mayoría de los hombres quiere escucharnos, entender nuestros problemas… ¿Verdad? No seas estúpida, ese hombre solo quería meterse entre tus piernas.
— Te estás pasando, Amanda.
— Te apuesto lo que quieras a que si vuelves y te insinúas un poco lo tienes encima.
— No, si te parece de lado —se rio Jon quitándole hierro al asunto, aunque ella no podía escucharlo.

Me puso más nervioso de lo que estaba.
— ¡Te quieres callar! ¿Acaso no ves que se está yendo todo a la mierda?
— Venga, no seas negativo, podemos ver lo que han hablado. Depende de cómo haya quedado la cosa hacemos una cosa u otra.
— ¿¡Pero no entiendes que si no le hubieses hecho ese masaje, podríamos haberlas emboscado con la guardia baja!? Si ahora hacemos esto estarán alerta.
— Te preocupas demasiado.
— Maldito bastardo, y tú te desentiendes demasiado —explotó Loki golpeándole en el hombro— ¡Callaos los dos! Escuchemos lo que pasa.

Loki lo había pausado previamente, yo ni me había dado cuenta, lo volvió a poner en marcha.
—… Ya verás como te equivocas —se rindió la madre, dejando de discutir.

Alguien salió del baño y se quedaron Amy y Andrea juntas en él. La rubia se vestía y la otra se desnudaba, supongo que para ducharse.
— ¿No te has depilado?
— No
—exclamó malhumorada Amy, y al bajarse el tanga pude ver un cuidado y corto jardín púbico en su entrepierna.
— Es mucho más cómodo depilarlo todo… Y queda mejor.
— ¿Ves? Por eso digo que sois como sois, si un hombre te baja el tanga y ve que estas depilada pensara: ¡Oh, esta viene preparada y con ganas de fiesta!, pero ahora mírame a mí, un hombre me mete mano y ve esto, corto y cuidado pero crecido, sin hacer formas raras con la cera o la cuchilla… ¿Qué pensara? Pues que no tenía planeado tener sexo. Y que hacerlo o no esta en mis manos, no en las suyas.
— ¿Y qué más da lo que piensen? —preguntó dulcemente su hermana.
— Me importa, y punto. ¡Ohhh! ¡No os soporto! ¡Me cagüen la mar salá! —Volvió a repetir otra vez una expresión de esas raras, mientras se metía en la ducha y cerraba la cortina.

El vapor del agua volvió a dejarnos ciega la cámara, vimos lo que quedaba de grabación dando pequeños saltos para abreviar, pero no hablaron nada importante y cotillear no nos interesaba.
El resto de la tarde transcurrió con masajes a clientas vip del hotel, otras que no lo eran y pequeños descansos en los que aprovechábamos para espiar a las chicas en su habitación sin progreso alguno. Se acercaba la noche e íbamos a tener que tomar una decisión.

Jon

Bajé al restaurante subterráneo antes de que lo hiciesen las tres, busqué al camarero entre el gentío; con él que tenía mucha amistad. El pobre se estaba ahorrando para poder sacarse una carrera y como los masajistas en este hotel no cobraban nadie más, nosotros estábamos muy bien remunerados así que éramos la envidia del resto de personal.
Lo que me permitía pedir favores a cambio de dinero y más favores.
Lo localicé cerca de las vitrinas de refrigerios donde se acumulaban neveras de bebida, un joven de uniforme rojo y negro, con pecas inundando su cara.
— ¡Señor! ¿Qué tal le ha ido hoy?
— Genial, necesito que marques a tres clientas.
— No sé yo, es arriesgado —tartamudeó, invitándome a convencerlo económicamente de que lo haría.
— Yo creo que sí que sabes, siempre acabas haciendo lo correcto —Le dije riéndome con una agradable sonrisa; en la mano tenía preparados doscientos euros, bastante más de lo que le daba habitualmente—. Fíjate, doscientas razones para hacerlo y, si sale bien, puede que te lleves algo más —le dije guiñándole el ojo—. No te pienses tanto las cosas, Fil. Vive la vida y no la desperdicies.
— Creo que empiezo a motivarme.
— Bien… ¿Te suenan una madre y dos hijas? Una rubia, una de pelo castaño y otra morena que están como un queso.
— Claro que me suenan, solo hay unas que sean así… Al menos que vayan juntas. Las diosas.
— Las diosas —confirmé y, llevándome la mano al bolsillo, saqué tres bolsitas de plástico con un velcro que aislaba el interior del exterior, cada bolsa contenía tres pastillas.
— ¿Tres?
— Para cada una —aclaré notando su confusión.
— P… Pero s… señor, e…eso no puedo hacerlo ¿Si les da una sobredosis que hago?

Coloqué mis dos palmas en sus hombros y le miré a los ojos.
— Escúchame, Fil. Escúchame. No hagas que te lo repita. ¿Quieres? Son tres, ni una menos. No es una droga dado que no crea adicción a menos que se tome en grandes cantidades y repetidamente; no es nada que pueda intoxicarlas. Son pastillas químicas que influyen en las hormonas. ¿Entendido? Te tomas una pastilla de ibuprofeno ¿Te morirías o te intoxicarías por tomar tres pastillas? Claro que no. Esto es como el ibuprofeno pero con diferentes… resultados.
— ¡Pero siempre ponemos solo una! —exclamó temblando, me daba algo de pena tener que obligarle a hacer eso… Pero si no lo hacia él.
— Normalmente con una basta, pero no podemos arriesgarnos a que se resistan con facilidad. Estas pastillas solo las calentara, ¿vale? No les va a enfermar o les va a nublar el juicio, ellas ni sabrán porque están así…
— Pero es química, no se puede abusar de la química…
— Escúchame —dije calmado mirándole a los ojos, sabiendo que ellas llegarían pronto y no podían verme allí. Bajé yo porque Loki no tenía paciencia para tratar con él, y Gay le caía fatal—. Sí que podría haber sobredosis si tomas muchas pastillas, pero son tres. Y si te quedas más tranquilo, si pasase cualquier cosa, dices que me viste a mí echándolo en la bebida. ¿Vale? No lo hago porque sea peligroso, sino porque si me relacionan con verme cerca de ellas cuando se pongan de esa manera… Podrían ponerse en guardía pero, si no estoy cerca… ¡Eso no pasara! ¿Vale?
—Vale.
— ¿Vale? —Repetí, buscando que estuviese seguro de sí mismo.
— ¡Vale! Lo hare.
— Te daré cincuenta más si todo sale bien. ¿Entendido? Tres pastillas a cada una en la bebida, una vez se las pongas no es problema tuyo si las beben o no, simplemente desapareces a servir a otras mesas.
— Sí, entendido —Se le notaba claramente más calmado, le golpeé suavemente en el pómulo como muestra de afecto.
— Les preguntaras que quieren beber, y cuando pidan esperaras a que el supervisor del comedor se acerqué a su mesa para hablar con ellas. Las tres lo miraran y acaparara su atención, y tu podrás meter con más comodidad las pastillas en la bebida… A poder ser, no toques ni cojas el vaso. ¿Alguna duda?
— Ninguna, señor.
— Trátame de tú, Fil. De tu… —Le dije mientras giraba sobre mí mismo y salía del comedor.

Otro escalón superado.


Amy

Entramos en el comedor sobre las nueve de la noche, estaba abarrotado. Buscamos la misma mesa de cuatro en la que nos sentamos al mediodía, tuvimos suerte de que nadie la había cogido.
—Yo quiero una cocacola —Me pidió Andrea dejando su bolso, que se fue a coger la comida al buffet.
— Otra —dijo mi madre, yendo detrás de mi hermana.

Yo me quede a vigilar los bolsos y a esperar alguien del servicio viniese a preguntar que queríamos para beber.
Apareció un joven que no sería demasiado mayor que yo con un carrito de bebidas.
— ¿Qué querrá, la señorita? —dijo con una tímida sonrisa.

Yo se la devolví, me pareció muy mono.
— Vamos a querer dos cocacolas y una cerveza para mí, gracias. ¿Cuánto será?
— Tres euros cincuenta céntimos. —dijo y yo, automáticamente, baje la mirada para agarrar el monedero del bolso de mi madre, buscando la cantidad exacta de monedas más una pequeña propina. Oí como abría las latas, sirviéndolas en los vasos.

Alcé la vista e hice el ademan de darle el dinero.
—Aquí tienes, más propina.
— ¡Muchas gracias! Que aproveche señorita —respondió con una voz temblorosa, tan rápido como apareció lo hizo en desaparecer el y su carrito.
Yo agarré el vaso espumoso y calmé mi sed con un largo trago.

María

Volvimos a la habitación tras presenciar el espectáculo de talentos que se dio en el escenario que había en el bar. Las tres estábamos muy acaloradas fruto del alcohol que habíamos bebido en la barra.
Al entrar coloqué la tarjeta en el soporte que daba electricidad a toda la habitación y me quité inmediatamente las sandalias.
— Que sofoco… —gemí abanicándome con una revista mientras me sentaba abierta. Sentía mi entrepierna eufórica y un calor que no era normal y, lo que fuese que me pasase, también les pasaba a Amanda y a Andrea—. Cariño ¿Estáis bien?
— Sí… Tengo mucho calor, mami. No debí haber bebido ese cubata —Se lamentó Andrea que no estaba acostumbrada a beber.
— No seas dramática, que el tuyo era una mezcla con fanta. Yo sí que me he pasado con las cervezas… —Le recriminó su hermana derrumbándose sobre la cama.

Era cierto, las tres habíamos bebido demasiado y estas eran las consecuencias. Yo quería morirme, porque nos habíamos gastado todo en cubatas y ya no podría costearme el masaje.
Al final me había decidido por hacerlo rogándole un ochenta por ciento de descuento, pero ni así iba a poder.
El teléfono de la habitación sonó. ¿Quién podría ser a esas horas? Me acerqué dando trompicones por la habitación y a duras penas lo descolgué.
— ¿Diga?
— Recepción. ¿Puede confirmar su número de habitación? —Una voz claramente femenina se podía oír por el telefonillo.
— Habitación trescientos veintitrés.
— Correcto. ¿En su habitación están María Gonzalez, Andrea Dueñas y Amanda Dueñas? ¿Verdad?
— Sí… —Afirmé confusa—. ¿Pasa algo?
— ¡Su habitación ha sido una de los números ganadores en el sorteo del hotel!

Me golpeé el pómulo con la palma para reaccionar. ¿Un sorteo?
— P…Pe…Pero nosotras no nos hemos inscrito a ningún sorteo —Me sinceré, al otro lado de la línea se pudo escuchar la risita de la recepcionista.
— Es un sorteo en el que entran todas las habitaciones del hotel y sus residentes. Ha habido cuatro números ganadores: Dos de la planta seis, una en la cuarta y su habitación de la tercera planta.
— ¿Y cómo llama a estas horas? —pregunté desconfiando.
— ¿Esta de broma, señora? Llevo desde las nueve de la noche intentando contactar llamando a su habitación, pero no ha respondido nadie hasta ahora. Se suponía que deberían haber disfrutado de su premio a lo largo de esta noche, al tiempo que se daba el espectáculo en la cantina del hotel.
— Oh, entiendo… ¿Y cuál es el premio?
— Ahora no tiene demasiado sentido, dado que el vale por persona equivale a un servicio vip en el hotel.

Yo me quedé muda. ¿Un servicio VIP? ¡No podía haber tenido tanta suerte!
— ¿Perdone? ¿Se encuentra usted ahí?
— Sí, sí… ¿Por qué dice que no tiene demasiado sentido? —pregunté confusa.
— Verá, el vale solo es válido hasta las dos de la madrugada de hoy, debido que todas las zonas de ocio del hotel incluido el bar se cierran sobre esa hora, y es la una y media… El gimnasio ha cerrado; al igual que el casino, la piscina termal y la sauna… Y el bar.

Me golpeé con la palma de la mano la frente ¡Seré desgraciada!
— Pero si ha llamado ahora es porque aún se puede hacer algo… ¿Verdad?
— Una de las habitaciones ganadoras ha recogido aquí su vale en factura y han ido al spa para canjear sus premios a cambio de un servicio de masaje completo… Si ustedes se dan prisa, bajan a recepción ahora, les puedo hacer una factura que entregan a los empleados del spa… Pero ellos terminan a las dos de la madrugada, y cuando terminen el masaje a los ganadores de la cuarta planta terminaran su turno.
— ¿¡Puede ir haciendo tres facturas para canjearlas en el spa!? ¡Ahora mismo bajamos! —exclamé atropellando unas palabras con otras.
— ¡Claro! Sera un placer, aquí las espero. ¡Pero dense pris…! —Le colgué antes de permitirle terminar de hablar.

Me levanté y agarré por las muñecas a esas dos perezosas que dormían plácidamente en la cama, ni se habían molestado en desmaquillarse ni desvestirse.
— Arriba, tenemos tres vales para un masaje de lujo ¡Gratis!

Ambas botaron en la cama y agarraron las sandalias de tacón lo más rápido que pudieron, yo hice lo propio. Agarré unas pertenencias y salí de la habitación junto a mis hijas para recibir nuestro premio y, con suerte, nuestros merecidos masajes de lujo que en otra situación no nos hubiésemos podido costear.

Continuará...



1 comentario:

  1. deberías hacer un relato de los hombres de el masaje a las tres diosas, en una de sus incursiones a una sola mujer. me encantaría ver como ella sola recibe a estos tres tipos, y de paso los describes con mas detalles.

    ResponderEliminar