Después de ''darse un tiempo'' con su novio Rafa; Anna es invitada a un camping por su primo y sus dos mejores amigos. Lo que en principio parecía un inocente y puro fin de semana de diversión acaba convirtiendose en un ritual de seducción por parte de los jovenes. ¿Cuanto conseguirá aguantar Anna?
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Pere
Pasaron
unas cuantas semanas desde que mi prima, Anna, había discutido con su novio,
tras esa riña, se dieron un tiempo. Rafa, mi cuñado… (Dado que yo a Anna más
que como una prima la consideraba como una hermana)…, era un chaval muy celoso
y de hecho, esos celos estaban haciendo que no pudiese disfrutar de mi prima, y
si tuviese que describir esa situación de alguna manera, lo haría poniendo como
ejemplo a un león y su hembra, la cual está herida y es constantemente
atosigada por buitres y hienas. El león ruge, advirtiendo su propiedad, el león
es orgulloso y muy territorial. Pero los carroñeros son demasiados, y él no
puede pegar ojo por el miedo de perder a su pareja.
Esa
es la situación de Anna y Rafa, pero con el agravante de que a ella le da
pánico a perder a sus seres queridos: Amigos; familiares o pareja, y es que
ella nunca ha sido muy popular entre las chicas. Una joven con semejante
belleza y cuerpo, que si no perdía amigas por envidia lo hacía por enfados
provocados por novios que la deseaban más a ella que a sus propias novias.
¿Cuál
es la solución? Para Anna una manera fácil de evitar riñas con otras mujeres,
se centra en buscar amistades masculinas, y siendo como es ella, no es un
problema. Lo que sí podría serlo reside en el interés. ¿Siete amigos... (Los
cuales representan a los buitres y a las hienas)... y un león territorial y
desconfiado como novio?
Y
ahí está la situación en la que mi prima se encontraba, iba a tener que elegir
entre el león o las hienas, tarde o temprano.
Con
el tiempo, ella lo iba retrasando lo inevitable... La elección. ¿Cómo lo hacía?
Dando pena, bajando la cabeza cuando empezaban las discusiones, dándole la
razón pero evitando decidir. Y es que mi prima le tiene pánico a estar sola,
depende de los demás y no puede ni plantearse acabar mal con alguien que le
importe. Pese a amar a Rafa, Anna indirectamente eligió a las hienas y a los
buitres. La pregunta es... ¿Qué pasa cuando tenemos a una joven totalmente
dependiente de sus amigos, técnica soltera y con un calentón del quince debido
a que no le dan lo suyo?
*****
El
fin de semana tan esperado por todos y, en secreto, por Anna. Ella se había
empeñado en hacer parecer que iba obligada, mostrándose orgullosa e incluso
constantemente molesta. Pero después de las últimas semanas, en las que tras la
ruptura no oficial de Rafa, mi prima no salía de casa ni para quedar con sus
amigos, lo cual era bastante raro en ella. Solo después de mucho insistir,
persuadir e incluso chantajear accedió a venir. Podía parecer incluso que nos
estaba haciéndonos un favor, y eso me daba rabia.
La
relación entre mi prima y yo era muy estrecha. Teníamos desde pequeños mucha
confianza, y me atrevo a aventurar que ella nunca me ha mentido, como yo a
ella.
Hemos
hablado de todos los temas, sin taboos, exceptuando un único tema que nunca
hemos tocado. ¿Estaría mal si ella y yo intimásemos?
Ni
ella había sacado el tema, ni yo le había demostrado mi interés... Aunque
claro, si hablamos de todo menos de la posibilidad del incesto entre primos,
estoy seguro de que ella ya se había dado cuenta que yo evitaba el tema.
Nuestra
relación es indescriptible, pero se basa en el buen rollo, en la confianza y en
la sinceridad. Ella es mi amor platónico y clandestino, aunque ella no lo sepa,
supongo que lo sospecha.
Y
en eso voy pensando durante todo el viaje, viendo a Anna sentada encima de
Julio, totalmente sería mirando el paisaje. Yo no era celoso, aunque me
molestaba que tuviesen tanta confianza con ella, se aprovechaban de que ella
quería evitar las discusiones y las malas formas por cualquier medio. La
abrazaban y la manoseaban sin que ella se quejase, aunque tampoco es que lo
hiciesen descaradamente, lo hacían disimuladamente, como si fuesen gays y no
hubiese intenciones ocultas tras esos tocamientos.
Muy
a mí pesar, ella no les reprochaba nada, tendía a apartarles las manos, se
levantaba y se iba. Y cuando no se iba, se limitaba a quedarse como estaba en
ese preciso momento, sumisa ante el abrazo de Julio.
Este
conversaba con Antón, el cual estaba sentado a su derecha, con su mirada
clavaba su mirada en los exuberantes pechos de mi prima.
Ellos
estaban contentos, sin duda. Era la primera vez en mucho tiempo que tenían la
oportunidad de dormir cerca de Anna, y esta vez era sin vigilancia de los
padres. ¿Qué iba a pasar ese fin de semana? Esos pensamientos de inseguridad
taladraban mi cabeza sin cesar, provocándome un intenso sentimiento de
arrepentimiento por haberla invitado pero, al mismo tiempo, sentía mucha
curiosidad por saber que pasaría. Es que cuando tienes un amor platónico que
puedes ver pero no tocar, y lo acabas asumiendo como me pasó a mí, tiendes a
pensar al menos una sola vez que te gustaría verla desnuda y saber cómo será en
la intimidad.
Anna
pareció percatarse de mi estado de ánimo, porque se levantó sin mediar palabra
y se sentó a mi lado, al tiempo que me acariciaba la cara.
—
¿Qué te pasa? —Me preguntó tiernamente.
—Nada
—contesté provocando que dejase de acariciarme y me mirase fijamente.
—Si
yo te pregunto qué te pasa, es porque sé que te pasa algo. Y espero una
respuesta.
Suspiré
pensando que lo mejor sería confesar, aunque solo parte de la verdad.
—No
me agrada que se aprovechen tanto Julio y Antón, de hecho me molesta mucho.
—
¡Oh! —Vocalizó con ternura Anna al entender cuál era el problema—. Mi primo se
pone celoso también. ¡Aish! Que cuqui. Pero Pere, ya deberías saber que ellos
para mí son amigos y ya. No va a pasar nada... —Hizo una pausa mirando a Julio
y a Antón, para concluir—. Y ya sé que se aprovechan un poco, pero no quiero ser
cortante y que les siente mal. Mientras solo me abracen no hay ningún problema
—finalizó con una sonrisa de oreja a oreja.
—
¿Entonces puedo solo abrazarte? —Pregunté concentrándose en poner cara de pena,
y eso la derritió.
—
¡Oh! Mi primo está necesitado de abrazos —exclamó Anna acercándose y
abrazándome, y aunque no era precisamente lo que tenía en mente cuando dije lo
de abrazarla, me gustó—. Claro que puedes abrazarme de esa manera, hay
confianza —Y ante esa afirmación, sentí que daba un paso más hacia ella y más
lejos de mi friendzone.
*****
Yo
observaba mi caravana, la cual estaba algo llena de polvo. Hacía años que no
veníamos, y era la primera vez que veníamos solos sin mis padres. Nunca
habíamos estado Julio, Antón y yo a solas con Anna, y pensar en el sin fin de
situaciones que podrían crearse me la ponía durísima, y debo reconocer que
aunque me molestaba que ellos dos la atrapasen entre sus brazos a la más mínima
oportunidad, me aumentaba constantemente el libido. ¿Que era esa sensación tan morbosa?
Ya
habíamos terminado de organizar nuestras pertenencias cuando Julio y Antón
propusieron ir a una cala alejada de las playas públicas, la cual solo se podía
acceder a través de un recorrido que nos exigía saltar vallas, descender
pendientes y conocer muy bien el camino. Era una playa privada desconocida por
que nadie se aventuraba tanto por esa zona, y había que explorar mucho para
encontrarla por casualidad.
A
Anna vi cómo se le iluminó la cara y corrió a buscar el bikini, encerrándose en
el lavabo para, supongo, dejárselo ya puesto y no tener que cambiarse allí.
Nosotros
hicimos lo mismo pero fuera, y desde la distancia observaba como Julio y Antón
se lanzaban miradas de complicidad.
—...
Esto va como la seda —aseguró Antón mientras se enfundaba el bañador.
—
Si, la verdad es que este fin de semana pinta muy prometedor —afirmó con la
clara despreocupación de que lo escuchásemos Anna o yo. ¡Que descarados!
La
joven salió del baño, con un conjunto que nos dejó como estatuas a los tres. Y
es que ese provocativo conjunto de leggins que cortaban mucho antes de llegar a
la mitad de los músculos, tan prietos como un guante de latex. Y el top, como
no, también ajustado a su esbelta figura hacía que no pudiésemos quitarle los
ojos de encima. Ella pareció percatarse, por lo que puso los ojos en blanco y
sin hacer referencia a nada preguntó:
—
¿Nos vamos ya? —inquirió quitándole sentido a la pregunta, pues ya estaba
abriendo la puerta.
—
¿Que prisa tienes, Anna? Vamos con tranquilidad.
—
¡Quiero bañarme! Tengo muchas ganas, y cuanto antes lleguemos, más tiempo
podremos estar en la playa.
—
Podemos estar allí todo lo que queramos, así que no agobies tanto —ordenó Julio
pasando al lado de Anna azotándole el culo.
—
¡Eh! No te pases, Julio. O vamos a acabar mal. —explotó Anna, demostrando que
había estado cayéndose que le molestaban esos tocamientos desde hacía mucho.
—
Venga, mujer. Que solo ha sido un cachete con cariño... —La apaciguó Antón con
las manos en alto intentando quitarle todo el hierro al asunto posible.
—
¿Os gustaría que os azotase yo sin avisar? ¿U os tocase cuando me apeteciese? —
Y esa pregunta produjo que Jota y Antón asintieran solemnemente al mismo
tiempo, haciendo que Anna volviera a poner los ojos en blanco—. Seréis guarros,
como se nota que sois tíos —declaró Anna caminando hacia la salida del camping,
la cual estaba a cinco minutos.
—
Los hombres, los hombres... —Repito muchas veces Julio en respuesta a Anna,
mientras nosotros tres la seguíamos a ella—. ¡Como si vosotras no fueseis unas
salidas también!
—
Nosotras sabemos mantener las apariencias, la mayoría, al menos. Vosotros sois
muy simples, enseñáis vuestras cartas siempre que podéis. Vosotros sois el
sinónimo de fácil, y nosotras de difícil de conseguir —Afirmó Anna orgullosa,
con una sonrisa de oreja a oreja, claramente divertida por el debate a modo de
discusión de géneros.
Julio
abrió la boca como si le hubiese sorprendido tal afirmación.
—
No te quito razón, Anny. La verdad es que vosotras sois más de: "Putas en
la cama, damas en compañía".
—
Precisamente, Julito. Precisamente... En la cama somos muy zorras, pero con la
pareja y solo con la pareja. Eso es lo que os diferencia a vosotros de
nosotras, que por lo general, a nosotras no se nos nota.
—
Así que eres una zorra en la cama.
—
Solo con mi pareja —Le corrigió Anna, viendo que la conversación se estaba
desviando sutilmente en dirección a su privacidad, y con esa declaración
finalizó la conversación dejándola como tema tabo.
*****
No
tardaron en llegar a la playa. Tras tres cuartos de hora de caminata, vieron la
solitaria cala de arena, rodeada por murallas de roca impenetrables por los
costados, y la única forma de bajar era por una pequeña escalera creada de
forma natural, seguramente por la erosión de la lluvia y los ríos que
descendían de esa pequeña zona de montaña. Estaban arriba, observando como el
único ruido que se escuchaba alrededor, eran las olas chocando contra la arena
y las rocas, las gaviotas y otras aves de costa.
Comenzaron
a descender, con cuidado. Sin prisa pero sin pausa, con Anna encabezando la
bajada, marcando sus nalgas en cada movimiento a través de los leggins, unas
curvas perfectas estaban siendo acuchilladas literalmente en su culo, y si, lo
reconozco... Yo también lo hice, también admito que estaba deseando que mi
prima se quitase esa ropa y se quedase en bikini. ¿En serio hacía años que no
la veía en bikini? Ni siquiera en fotos.
Al
llegar a bajo, mis suplicas fueron escuchadas. Pues no tardó nada en estirar la
toalla y sacarse sensualmente, por supuesto de manera inconsciente, el top
haciendo que le botasen sus enormes tetas. Y entonces me di cuenta de que
estaba deseando, como los otros dos, que pasase algo. Fue en ese momento, justo
en ese momento, cuando desee con todas mis fuerzas poder leer su mente. ¿Qué
pensaría ella? ¿Ella tendría en cuenta que estábamos deseando sobarla? ¿Acaso
esa aparente tranquilidad y inocencia era fingida? Sabía, muy en el fondo, que
no tardaría en averiguar si ella se hacía la despistada y la difícil.
Una
vez Anna, se quitó los leggins, todo paso muy rápido...
Vi
como Julio corría hacia ella, cogiéndola en brazos y mientras la llevaba a
cuestas, corría hacia la orilla con la clara intención de tirarla al agua.
Pillándola por sorpresa, la morena soltó un grito y comenzó a aporrear sin
demasiada fuerza a él.
—
¡Imbécil! ¡Suéltame! —Gritaba como una histérica golpeándole con las palmas
abierta en los hombros—. ¡No!¡Nonono! —repetía ella una y otra vez, hasta que
finalmente se estrelló contra el agua aun en sus brazos, quien se lanzó con
ella al agua. Al hacer su cuerpo contacto con el agua, soltó un grito ahogado
que quedó en un mero gemido, al parecer, provocado por la temperatura del agua.
Julio
se reía a mas no poder, temblando también del frio, y apartándose de Anna, la
cual comenzó a perseguirle tan rápido como podía, con el agua llegando a sus
caderas.
—
Te voy a matar ¡Imbécil! Está congelada. —Exclamaba ella alternando tonos de
enfado y de pena, al tiempo que lanzaba a diestro y siniestro bofetadas— Deja
de escapar si eres hombre y lucha.
Él
freno en seco y se dejó alcanzar por ella, justo cuando la mano abierta de mi
prima iba a chocar contra su piel, Julio en un rápido movimiento la cogió por
la muñeca y le dio la vuelta, agarrándole también la otra mano y colocándolas
en cruz para que ella no tuviese margen de movimiento.
Ahora
el chico tenía su pecho apretado con la espalda de ella, y su entrepierna con
las nalgas de mi prima. La cual forcejeaba para escapar sin tener éxito.
—
¡Suéltame! Esto es juego sucio
—
No, Anna. No lo es, me has dicho que luche y estoy luchando. Ahora eres mi
prisionera. ¿Que harás ahora?
Desde
la orilla yo podía ver como Anna intentaba golpear a modo de coz con sus
talones en los muslos de Julio, sin conseguir dar ni uno.
—
¡Cobarde! Te aprovechas de que tienes más cuerpo y más fuerza.
—
Aunque te soltase no serás capaz de hacerme nada. ¡Suéltame y lo veremos! Te
hare desear no haberme tirado al agua —Le amenazó Anna picándolo sabiendo que
no iba a tardar en soltarle.
*****
Julio
—...Te
hare desear no haberme tirado al agua —exclamó Anna entre mis brazos. Sus
nalgas frotaban eufóricas mi entrepierna, y no lograba reconocer si era un
movimiento suyo inconsciente o más voluntario de lo que podía parecer... ¡Y
comenzaba a ponerse dura como la roca! En ese momento la solté, era demasiado
pronto para un contacto tan directo y yo quería agotar su fuerza de voluntad
con tiempo y paciencia, buscando evitar un rechazo.
La
tetona se giró sobre sí misma para golpearme, pero retrocedí con presteza,
evitando su ráfaga de bofetadas sin puntería.
—
Eres un maldito cobarde, o me agarras para que no pueda moverme o escapas.
¡Planta cara como un hombre! —gritaba ella sonriendo picaronamente.
—
¡Para Anna, un momento! —Le solicité seriamente, haciendo que ella parase en
seco.
—
¿Qué pasa?
—
¿Entonces que prefieres, que te agarre o que escape?
—
Ninguna de las dos ¡Imbécil! Déjate pegar.
Buscando
formas de evitar la pelea directa, me sumergí en el agua agarrando su tobillo y
tirando de el para arriba, provocando que la joven tuviese que patalear con los
brazos para no hundirse.
—
¿Ahora quien tiene el control de la situación, eh? —Me burlé de ella riéndome a
carcajada limpia.
—
Solo sabes hacer trampa.
—
Venga, deja ya esto. ¿Tienes frio? Seguro que ya estas a gusto en el agua.
—
Vale, pero me vengare —aseguró mirando a la orilla, con el agua
llegándole a los hombres. Estaba temblando, y parecía una oportunidad para
abrazarle con la excusa de darle calor.
—
Ven aquí, Anna —le ordene, cogiéndole de una de las manos sumergidas, tirando
de ella y abrazándola. Yendo con cuidado de no clavar mi polla en su culo,
aunque me moría de ganas de hacerlo, pero ir con prisas solo podía joder los
planes de todo el fin de semana.
—
¿Q...Que haces? —inquirió, tartamudeando presa del frio, y temblando. Incluso
pese a la temperatura del agua, su piel estaba caliente.
—
Darte calor corporal para no tengas tanto frio —Le aseguré con mi entrepierna a
pocos centímetros de su trasero.
—
Para no tener frio solo tengo que salir a la toalla y tomar el sol.
—
¿Quieres? —Le pregunté dándole a elegir, sin soltarla.
Tras
unos segundos de silencio, ella se dio la vuelta aunque poniendo clara
distancia entre nosotros y mirándome a los ojos.
—
No me importa que me abraces mientras no confundas las cosas. Para mis eres
como un hermano, nada más. ¿Vale? No me pongas en una situación comprometida en
la que tenga que pegarte un corte.
"Ya
veremos, date tiempo, antes de esta noche caes seguro" Pensé mirándola a
los ojos y respondiéndole—. Para mi eres una amiga muy buena, pero no como una
hermana. Eres mi mejor amiga —le confesé, dándole a entender que la amistad
solo era una relación puente hacía otra más intensa, no sé si me entendió o no,
pero se acercó y me dio un beso en la mejilla.
—
Eres muy cuqui, Julio. Pero no olvides que yo solo soy una zorra para mi
pareja, que es Rafa; solo soy suya —afirmó y tras guiñarme un ojo, volvió
nadando a la toalla, dejándome ahí plantado. No pensaba rendirme, esa zorra iba
a ser mía, y ella, muy en el fondo, lo sabía.
Tardé
unos minutos en salir del agua hasta que se me bajó la inflamación, volví con
tranquilidad y cuando llegué a la toalla ella, estaba riéndose con Pere y
Antón, al ver que volvía, clavo su mirada en mis ojos, con una intensidad que
nunca antes había experimentado.
Fue
un duelo visual de unos pocos segundos, pero me dejó claro que tras esa fachada
de indiferencia se estaba cociendo una lucha interna. Podía equivocarme al
afirmar mentalmente eso, pero iba a arriesgarme. En ese momento, había dos
finales posibles. Ganar una amante permanente con Anna, o perderla como amiga,
y no iba a ser lo segundo.
*****
Antón
Yo
miraba a los tres desde mi toalla. Anna, Pere y Julio hablaban sobre amores de
pasados entre otras cosas. ¿A que venía un tema tan melancólico? Anna había
sacado el tema refiriéndose a Rafa, y se notaba que ella aún estaba muy tocada.
Pese a todo se empeñaba en repetir una y otra vez que no habían cortado, que
Rafa necesitaba un tiempo para aclarar sus ideas, y aunque ninguno de los tres
decíamos nada, todos sabíamos que esa relación ya estaba rota. Y es que el león
se había cansado de rugir y de desconfiar hasta de su sombra. Las hienas y los
buitres rodeaban a su pareja, y ella no ponía de su parte. Así que tanto yo como
Julio, sabíamos que Rafa solo estaba dejando enfriar la situación.
—
Anna ¿Si que tenía que tenerla grande Rafa, no? — Pregunté para ver si con
suerte el tema se redirigía a algo más morboso.
—
¿Que dices, Antón? —preguntó claramente sorprendida.
—
Pues que como hablas tanto de él, tuvo que causarte una "muy buena"
impresión.
—
Pues sí, la tenía grande. ¿Qué pasa?
No
pude evitar reírme.
—
¿Por eso le quieres tanto, por el tamaño de su polla?
Anna
me miro con desdén, enfatizando en cada una de las palabras.
—
Lo amo por cómo me trata, no solo por su polla.
—
Pero por su polla sobretodo —Repetí.
—
Pues claro, que no soy de piedra, yo también sucumbo a la necesidad de un buen
polvo, y si mi pareja no está a la altura por mi buen novio que sea conmigo yo
no seré feliz.
—
Sinceramente... —Les interrumpió Julio—. ¿Eres feliz, Anna? Te compensa una
buena polla a cambio de un tío que te lo hace pasar tan mal.
—
No me lo hace pasar mal, soy feliz con él.
—
No me malentiendas, Anny —Se apresuró a aclarar Julio—. Me refiero que por
mucho que te quiera y a gusto que estéis juntos. ¿Eres feliz en tu relación en
general?
Ella
bajo la mirada en respuesta, y los dos supimos que ella se había hecho esa
misma pregunta si no una, muchas veces.
—
Como novio es ideal, pero es demasiado celoso, esa es la única pega. Y como ya
he dicho, una buena relación sin sexo es igual a insatisfacción, el me hace
feliz a su manera y me complace.
—
¿Cuánto le mide? —Le oí preguntar a Pere detrás de mí.
—
La tiene grande, os basta con saber eso —contestó tajante su prima.
—
Venga Anna, que estamos entre amigos y esto de aquí no va a salir, solo di una
cifra. Es para saber si la tiene muy grande, grande, por encima de lo normal,
normal o de pequeña para abajo.
Anna
se quedó pensativa, mientras vi cómo se mordía el labio, y abrió la boca para
decir:
—
Está por encima de la media española —confesó orgullosa.
Julio,
incrédulo, la miró y le sonrió:
—
Que poco concreta, venga, anímate a confesarlo. La media española son trece
centímetros, por lo tanto le mide más de trece centímetros que de momento no es
demasiado.
—
¿¡No es demasiado!? —Le preguntó ella, con los ojos muy abiertos evidenciando
lo sorprendida que estaba—. Como vosotros no la habéis sentido dentro de
vosotros, pues es normal que no os parezca mucho...
—
Venga Anny, es que trece no es grande, de hecho, está por debajo de lo normal.
A
Anna pareció picarle dicha afirmación, dando a entender al insistir que es un
muy buen tamaño.
—
Es un muy buen tamaño, de pollas entiendo más que vosotros.
Los
tres no pudimos evitar reírnos ante la afirmación de la joven.
—
¡Julio, aquí llega la entendida de las pollas! —Bromeó poniendo mis manos a
modo de "micrófono".
—
¡Cuidado, Anny, no le lleves la contraria que ella como con los pokemon, se
hace con todas!
—
¡Imbéciles! —Exclamó enfurruñada Anna— Me refiero a que no es lo mismo un
número en la mano que tenerlo dentro. Yo he tenido trozo de carne dentro de mí,
así que se lo que hablo, y es grande —aseguró ella dando la discusión por
finalizada.
—
¡Indiferentemente de si a ti te parece grande o pequeña, comparada con la
mayoría puede ser pequeña! —Le provocó Julio, para después disimuladamente
guiñarme un ojo, el destino de la discusión ya estaba fijado y no había marcha
atrás.
Anna
miró a Julio con una sonrisa picarona entre los labios, y después me miró a mí.
—
Vaya, chicos. Me da la impresión de que estáis sugiriendo que la tenéis mucho
más grande del número trece.
—
Puede —Le dije analizando cada gesto de su cara en busca de algo que delatase
sus pensamientos.
—
¿Cuanto? —preguntó con curiosidad, e incluso podría decir que deseaba que lo
confesásemos.
Pere
se rio detrás de mí y supe que iba a soltar otra bomba, hoy él estaba que se
salía:
—Esto
no funciona así, my cousin. Tienes que confesar tú el tamaño de Rafa, y luego
estarás en condiciones de pedir lo que quieras.
Anna,
se rio con él y exclamó, fingiendo cual mal actriz sentirse ofendida:
—
Eso es chantaje! Pues no me lo digáis, si total... Ya ves tú, no me afecta para
nada.
—
¡Pero mira que eres tozuda! —Le dije metiéndome con ella—. Con lo curiosa que
eres te mueres por saber nuestras medidas.
—
Si, pero no me voy a dejar chantajear. Por qué no es algo mío, es algo de Rafa.
—
¿Y qué le va a afectar a el que lo sepamos? Simplemente dilo para saber qué
medida consideras tu grande.
Se
mordió los labios, clavando su mirada en la mía y con un hilo de voz susurró:
—
Quince centímetros le mide.
—
Como dije, es pequeña, aunque más grande que trece —Se burló Julio estirado en
su toalla.
—
¡Os toca! ¿Cuánto os mide? —exigió con ímpetu y claro interés, dando la
impresión de que no aguantaba más sin saberlo.
—
Me mide dieciocho centímetros con algo —afirmó Julio orgulloso.
—
¡No me lo creo! —Negó Anna e inconscientemente dirigió su mirada al bañador de
Julio, aunque él no se dio cuenta, pues fue un vistazo casi imperceptible— ¿Y a
ti, Antón?
—
Nunca me la he medido, pero aproximadamente... —confesé, y metiéndome en la
broma, cerré los dos puños puse uno encima del otro como si estuviese agarrando
una polla invisible y dije—. Pues dos puños y medio —bromeé, aunque no mentía
sobre el tamaño aproximado.
—
¿Pere?
—
Yo nunca me la he medido Anny, así que no te sabría decir, pero mínimo dos
puños.
Anna
se llevó las manos a la boca y, negándose a creernos, empezó a llamarnos
mentirosos. Afirmando que estábamos mintiendo sobre el tamaño debido a que
nuestro orgullo no nos permitía reconocer lo grande que la tenía su novio.
Lo
que finalizó en una discusión llena de piques, la cual continuó aun cuando nos
marchamos al camping sobre el mediodía.
Pronto
ella comenzó a volverse tan irritante que le propusimos demostrárselo, una
propuesta que duró toda la caminata y aunque ella se mostraba reticente, acabo
accediendo.
*****
Ya
habíamos llegado a la caravana, y Anna se fue directa a la ducha pública del
camping justo después de llegar a la caravana. Eso nos dio tiempo a planear lo
que queríamos hacer, y como. Y tras varias discusiones sobre lo que debíamos y
no debíamos hacer, acabamos llegando a un acuerdo en conjunto.
Mi
prima Anna no iba a tardar en llegar, y Julio preparó la cinta métrica para
cuando ella llegase. Realmente era ella la que había provocado esa situación,
por lo que no se podía quejar de nada.
Anna
no tardó en venir, con el pelo mojado y secándose con la toalla, en la mano
llevaba una mochila con el neceser que se había llevado justo después de llegar
a la caravana. Ahí debía llevar la ropa sucia, y se había puesto una camisa de
tirantes, con uno de los dos hilos cayendo por el hombro. El pijama era veraniego
hasta en la parte baja, pues se basaba en un pantaloncito de tela fina tan
corto que hacia parecer que llevaba unas bragas.
—
Vamos a acabar con esta chorrada de las medidas.
—
Eres tú la que no se lo cree, si creyeses en nosotros no haría falta esto. Pero
nos has herido el orgullo y lo vamos a hacer.
—
En fin, no quiero discutir más sobre quien empezó todo esto o de quien es la
culpa, venga —Le oí decir a ella con un tono de nerviosismo en la voz—. Bajaros
os pantalones y empinaros.
Los
tres la miramos mal, lo hacía parecer muy fácil.
—
Anny, preciosa. Necesitamos que nos estimules, no nos podemos poner duros así
por que sí.
Anna
negó con la cabeza varías veces dejando claro que no lo pensaba hacer.
—
¿Que estas proponiendo? No a lo que sea que tienes en mente.
—
Eres una bella mujer con un cuerpazo, no te hace falta mucho para poner duras
nuestras pollas.
—
No se por qué, pero no me halaga ese cumplido... —aseguró Anna a Antón.
—
Prima, que te parece esto. Como tú eres la jueza, te pones en la habitación con
la cama de matrimonio, y las mides una por una. Así hay más privacidad y menos
presión.
La
joven titubeó durante unos instantes hasta que finalmente asentía.
—
Esta bien, hagamos este concurso rápido, veamos quien gana, si mentís o decís
la verdad —dijo ella dirigiéndose a la habitación, y una vez en el umbral de la
puerta inquirió—. Pere, tu serás el primero, ven.
Le
sonreí, noté como uno de los dos me daba una palmada en la espalda mientras yo
me dirigía hacia la habitación con mi prima.
Una
vez dentro, cerré la puerta con pestillo y comencé a bajarme los pantalones,
ella se sentó en la cama. La habitación era muy pequeña, no había más de un
metro desde la puerta hasta la cama. Ella no me miraba a los ojos, se limitaba
a mirarme la entrepierna.
—
¡Ay Pere! ¿Quién iba a decirme que acabaría así este fin de semana, eh?
—
Va tonta, no lo veas como algo malo. Es algo... Diferente —Le dije tratando de
animarla, y para mi sorpresa, me comenzó a desabrochar el botón del tejano,
bajándome lo pantalones junto al bañador, como consecuencia y ella abrió
ligeramente la boca en consecuencia a la sorpresa de ver mi polla en reposo. A
mí me parecía pequeña en ese estado, pero ella no pareció opinar lo mismo.
—Vaya
con mi primo, tiene un buen paquete entre las piernas —Me halagó sonriéndome,
otra vez, sin mirarme a los ojos—. ¿Cómo consigo que se te ponga dura? Me da
cosa tocártela, porque eres mi primo y tal...
—
Anna, te quiero mucho, pero yo no te considero mi prima, así que por mí no es
problema.
Esta
vez sí que levantó la mirada, clavándola en la mía. Y susurró en una voz tan
baja que me costó oírla pese a estar a su lado:
—No
quiero que te confundas, Pere. Esto lo hago para medírtela, no quiero que te
hagas falsas ideas. ¿Vale?
—Captado
—afirmé, y al hacerlo me la agarró con la mano derecha y comenzó a masturbarla
con un movimiento lento pero intenso, aunque su mano me estaba dando mucho
placer, me ponía que me mirase a los ojos mientras me masturbaba. Entre su mano
comenzó a crecer hasta el punto de necesitar las dos manos, y es que eran tan
pequeñas que no podía agarrarla bien.
—
Solo tú ya ganas a Rafa —declaró sin necesitar medírmela, aunque pese a eso,
cogió la cinta métrica y desde la base hasta la punta señalo diecisiete
centímetros— Le ganas por dos centímetros... Y encima es gorda.
Tras
sonrojarme, pensé en cómo decirle si podía terminar lo que había empezado, pero
para mí desgracia ella pareció percatarse de mis intenciones, subiéndome sin
mediar palabra los pantalones.
—
Eres apto para hacer gozar a una mujer, haz que pase Antón.
Y
yo, de capa caída por quedarme con las ganas, salí de la habitación
comunicándole a Antón que era el siguiente, fijándome después en la hora: Las
dos y cuarto de la tarde.
*****
Antón
Entré
en la habitación y cerré con pestillo pensando en que la privacidad es muy
importante. Solo ver a Anna en la postura que estaba ya habría bastado para
ponérmela morcillón, y es que con las piernas abiertas, la camisa de tirantes
marcándole los pezones duros como piedras en inclinada hacía atrás apoyada
sobre sus brazos, lo tentaron para lanzarse encima de ella y sonetearla allí
mismo.
—Me
he quitado el sujetador solo para ti, pero no te voy a enseñar las tetas ni me
voy a quitar nada más... —aseguró dictatorial ella— ¡No... Digas nada, solo
bájate los pantalones, te vas a masturbar tu solito! —se apresuró Anna a decir
al ver que Antón pretendía llevarle la contraría— Te voy a calentar como pueda,
pero sin tocarnos. ¿Vale? Si me tocas se acabó, salgo de la habitación y me iré
muy cabreada.
—
Vale, vale. Tranquila, que solo es para medirla, eh...
La
joven dejó escapar un suspiro, disculpándose.
—
Estoy muy nerviosa, perdona. Tengo miedo de que confundáis esto, no quiero nada
con vosotros. ¿Vale? Si entiendes eso, sin tocamientos te calentare todo lo que
pueda.
—
Vale Anny, no hay problema —mentí mientras me bajaba los pantalones. Claro que
iba a respetar estas peticiones, pero solo se iban a aplicar al concurso, no al
resto del fin de semana. Me agarré la polla, la cual ya estaba morcillón y la
acerqué a su cara, poniéndola casi bizca. Comencé a pajearme a milímetros de su
cara, y le supliqué dejando escapar gemidos involuntarios—. Anna, tócate o
algo, así no se me va a poner dura nunca. Vamos, se zorra por unos instantes.
Anna
dejó de mirarme la polla y clavó sus oscuros y vidriosos ojos en los míos, se
pasó la lengua por el labio superior, relamiéndoselo sensualmente, y al acabar
se mordió el labio inferior. Sus dos manos agarraron sin vacilar su par de
enormes tetas, la cual sería una talla noventa y cinco, cien aproximadamente.
Y
pese a que eso me puso muy cachondo, conseguí decir:
—Enséñame
los pezones. Necesitó ver tus tetas al menos una vez antes de morir —Y eso
pareció hacerle gracia, porque se rio mientras susurraba que todos los hombres
somos muy simples.
Dejo
de apretar sus tetas a través de la camisa para agarrarla por los bordes y
tirar de ellos hacía abajo, dejando al descubierto sus dos enormes tetas. Unos
pezones de un tono rosa oscurecido se mantenían duros y prietos, viendo cómo se
los pellizcaba suavemente, terminó de ponerme duro.
Acerqué
la polla a su cara, mas cercas incluso que antes, tan cerca de su nariz que
podía olerla sin problemas, gimiendo para avisarla de que no me faltaba mucho
para correrme.
—
¡Quieto parao, maquina! —dijo ella colocándole la cinta métrica a la polla,
tocándola accidentalmente con los lados de las manos, sin dejar de mirarla un
solo segundo, puso el dedo en el centímetro diecinueve—. ¡No me lo puedo
creer!¡Diecinueve centímetros!¡Cuatro mas que Rafa y dos mas que mi primo! Dile
a Julio que pase.
—
Estas hecha toda una calienta-pollas.
—
Recuerda que esto no es un concurso, es una prueba, no placer. Pero gracias de
todas formas —Me agradeció con una sonrisa de oreja a oreja, solo faltaba uno y
el concurso habría terminado.
*****
Julio
Vi
salir a Antón, y aprovechando que Pere había salido, me acerqué a él e le
pregunté como le había ido con ella.
—Fatal,
no me ha dejado que la toque —susurró muy bajo cerrando tras de sí la puerta,
escuche a Anna hablando, seguramente por móvil— Eso sí, se quitó el sujetador y
se le marcaban los pezones, al final le convencí para que me enseñara las
tetas.
Y
le volvió loca que me pajease cerca de su cara, vamos, que comencé a meneársela
a milímetros de la cara, y ni vergüenza ni nada, no me quitaba ojo de la polla.
Según creo yo, le pone mucho que se pajeen tan cerca de su cara que pueda
olerla, a ver si tienes más suerte que yo.
Asentí,
agradeciendo la información.
—
¿Con quién está hablando? —Le pregunté con curiosidad.
—
Con Rafa, a saber que querrá ese gilipollas ahora.
Aparté
a Antón de en medio, abrí la puerta y me metí dentro. Ella me hacía gestos para
que me fuera, tanto con la boca como con las manos, aunque no hice caso. Cerré
la puerta tras de mí, y me bajé los pantalones, mostrándole una polla
morcillón.
—
Has estado semanas sin hablarme, ¿Y ahora me dices que me echas de menos? Que
poca vergüenza tienes. ¿Sabes lo mal que lo he pasado, pensando que ibas a
cortar sin despedirte si quiera? No podía dormir, y cuando lo hacía tenia
pesadillas, y tampoco podía comer del disgusto —se calló y alcancé a oír un
zumbido que debía ser la voz de Rafa. Yo no quería que Anna hablase con Rafa,
eso podría echarlo a perder todo, aunque tampoco podía quitarle el móvil. Así
que me limite a comenzar a pajearme en su cara, a uno o dos centímetros de su
boca. Ella abrió la boca, aunque no para chuparla, si no como sorpresa a ver mi
pedazo polla. Solo morcillón ya era tan grande como la polla de su novio, al
mirarla, noté como intentaba dejar la mente en blanco y miraba para otro sitio,
en resumen, cualquier otro sitio que no fuese mi polla.
Debía
resultarle muy incómodo el tener una polla tan grande a centímetros de su boca
mientras hablaba con su exnovio.
—
¿Y por qué me llamas ahora? Te ha entrado el calentón y te has cansado de
hincharte a pajas? —Preguntó con cierto tono de enfado descontrolado, aunque no
se notaba demasiado a no ser que se le viese también la cara, estuvo en
silencio mientras Rafa le decía algo— ¿Y quién me dice que no has aprovechado
este "tiempo" para liarte con otras? ¿Porque he oído rumores, sabes?
Conmigo
meneando la polla a escasos centímetros de su cara, Anna parecía haberse
rendido y acabo mirándola fijamente.
— ¿Ni
siquiera te molestas en negarlo? Que fuerte me parece —le reprochó ella
incrédula, y Rafa debió decirle algo que no le gustó, porque la cara de Anna se
transformó en un semblante de odio puro— ¿Perdona? ¿¡Perdona!? —preguntó
molesta una primera vez, y claramente ofendida una segunda— No, no me he liado
con ninguno de "esos buitres" tampoco tenía pensado hacerlo. Pero
mira, si me sale la oportunidad, puede que tontee con alguno, total... ¡No
estamos juntos dado que "nos hemos dado un tiempo"!
Y
ante esa afirmación, me agarré la polla y comencé a pajearme con la mano
derecha. Con la izquierda, en un movimiento atrevido, la agarré por la nuca
mientras yo miraba al techo. Aunque ella forcejeó, dejo de hacerlo al ver que
solo tenía la mano izquierda, apoyada en su nuca. Cuando baje la mirada, la
sorprendí observándola hipnotizada, con los labios siendo atraídos hacia mi
prepucio. Ni sus labios lo tocaron, ni mi punta la toco a ella, sin embargo la
distancia que separaba su piel de mi polla era ya prácticamente cero.
—Tranquilo,
yo no soy como tú, no me follaría a un amigo solo lo que tú me has hecho, pero
si antes pensaba que tonteaba y era permisiva, imagínate como lo seré ahora. Si
volvemos no pienso permitir que me eches nunca más nada en cara. ¡Te has follado
a otra en este tiempo que me habías pedido para reflexionar, y luego decías que
la que zorreaba era yo!
Tras
unos zumbidos nerviosos, Anna exclamó:
—No
es de tu incumbencia, no soy como tú, pero ten en cuenta que esta te la guardo
—le amenazó mientras me agarraba la polla con su mano libre y comenzaba a
paseármela con furia. Lo hacía tan violentamente que me machacaba los huevos.
Ahora
que tenía las manos libres, me incliné para agarrarle el seno izquierdo y
sacándolo a la superficie. Pude sentir la música celestial de
"aleluya" cuando le agarré ese pecho, y es que es una sensación muy
común el alcanzar un beso, un tocamiento o el sexo mismo con tu amor platónico.
El tacto, la dureza, el tamaño de dicho seno era simplemente perfecto.
—
¡Yo nunca te habría puesto los cuernos, ni siquiera cuando me has pedido tiempo
y técnicamente no estamos juntos!—Anna no dejaba de mirarme la polla,
exceptuando miradas intensas a mis ojos. Me parecía increíble que se pudiese
concentrar en la paja, en mí y en la conversación—. Pero ya has dejado claro
que al menos por el momento no estamos juntos, así que hasta que volvamos, si
es que llegamos a hacerlo, puedo hacer lo que quiera sin consecuencias.
Sin
despedirse, Anna colgó el móvil y estuvo por el apaño.
—Julio,
no te confundas, esto lo hago como venganza —aseguró sin mirarme a los ojos,
aunque parecía estar dejándoselo claro a ella misma, como intentando reprimir
sus instintos—. La paja quiero decir, pero de aquí no vamos a pasar. ¿¡Me has
entendido!?
—Si
lo haces por venganza métetela en la boca —Le tenté con la esperanza de que
colase.
—No
tendrás tanta suerte, una lástima por ti —aseguró con confianza con una sonrisa
perversa— Y de hecho, ya he terminado.
—
¿Qué pena, no? Estoy seguro que disfrutarías con ella.
—La
verdad es que si —reconocía Anna con la mirada fija en medir correctamente la
enorme y monstruosa polla, con gruesas venas decorando todo el tronco del
cilindro de carne.
La
impresionada tetona, la cual tenía las tetas fuera de la camisa, me miró a los
ojos y dijo:
—Te
debo una disculpa por no creer en ti, eres el que más grande la tiene...
Veintitrés bestiales centímetros, menos mal que no vamos a hacer nada porque me
partirías.
—Anna,
lo estas deseando.
—Sí,
pero yo soy fiel al contrario que mi novio, y gracias a su desliz ahora nunca
más podrá hacerme chantaje emocional sobre vosotros y sus celos. Para mi es más
que suficiente.
—Creía
que había oído decirte que "no estáis juntos" por el momento,
mientras hablabas con el —reí mientras lo decía, intentando buscar grietas en
su ya obvia debilitada fuerza de voluntad—. ¿Por qué dices algo así si no
pretendes hacer nada?
—Obviamente
porque quiero que se preocupe, que se ponga celoso y que se joda sabiendo que
no puede hacer nada. Y si aun sin decirle si realmente he hecho algo, acabamos
volviendo y no me lo tiene en cuenta, entonces le perdonare.
Día
la discusión por perdida, ante semejantes argumentos solo podía hacerle ganar
confianza. Y en las batallas psicológicas solo hay dos formas de influir en
alguien con decisión: Ir por la fuerza o tener paciencia e ir dejando pequeñas
grietas en la voluntad y en la moral de la posible víctima, hasta que cede.
A
Anna ya no le quedaba demasiado, lo sabía yo y lo sabía ella. Se lo veía en la
mirada dado que era como un libro abierto, y tras el velo de serenidad se
escondía una tormenta de fuego y deseo contra la voluntad de ser fiel, la cual
ya carecía de significado.
Nos
miramos durante unos segundos, hasta que apartó la mirada levantándose y
apartándome por la falta de espacio, salía por la puerta para ir al baño.
*****
—Ya
son las tres de la tarde, deberíamos comer algo —sugerí fijándome en la hora,
dado que el tiempo había pasado volando—. ¿Comemos los bocatas que trajimos o
los dejamos para la merienda?
Pere
había estado ordenando por encima la caravana, y Antón estaba mirando la tele.
Anna llevaba dos o tres minutos en el baño, pero no respondía. Desde el
principio las ligeras cortinas habían oscurecido el ambiente de aquella casa
portátil, pero el primo de Anna se había encargado de que entrase luz
suficiente como para iluminar toda la caravana.
Antes,
incluso con las cuatro lámparas, era un ambiente muy lúgubre. Y me dio la
sensación de que al quitar las cortinas el exagerado calor incluso para ser
verano se había doblado en intensidad.
—
¡Pere! Pon el aire acondicionado o algo —Le supliqué juntando las manos cual
monje rezando, y a pesar de que lo dije totalmente en serio, se hartó de reír
sin dignarse a responder.
—
¡Prima, comemos o qué?
—Me
estoy lavando un poco por encima, ir preparando los bocatas. Yo ahora cogeré el
mío —Le escuché decir desde el sofá en el que me acaba de sentar, le temblaba
la voz. ¿Podría estar masturbándose? Me dio miedo pensar eso, dado que podría
quitarse la presión que con tanto esfuerzo habían conseguido acumularle.
Atravesé
media caravana de un salto y aporreé la puerta:
—Anna,
por favor, tengo que ir al baño urgentemente, no aguanto más.
—Pero
es que yo... —Se le notó claramente como dudo al pensarse bien lo que fuese que
tenía pensado decir y tras unos escasos y cortos segundos casi imperceptibles
continuó—... me encuentro mal. ¿No puedes ir a los públicos?
—No
Anna, es un apretón muy fuerte. Y además me estoy meando. ¡Por favor! —mentí
con facilidad.
No
tardó en abrir la puerta, sin ser capaz de mirarme a los ojos. Con la cabeza
agachada se dirigió a la cocina, donde supongo que debió ir a preparar los
vasos para beber o a coger su bocata. Me metí en el baño y olfateé con mi
hocico de hiena salvaje, pero no reconocí ningún rastro "sucio", así
que me concentre en mi vista de buitre, buscando algo que pudiese delatar lo
que estaba haciendo, pero no encontré nada. Si había intentado desahogarse,
había escondido muy bien cualquier prueba, si es que había quedado alguna.
Tardé
en salir, haciendo tiempo pensando cómo iba a terminar de minar la voluntad de
la tan deseada hembra de la caravana. ¿Cuál era la mejor estrategia?
"Podría ir directo al grano en un momento de intimidad... ¿O sería mejor
si le atacamos Antón y yo hasta que se derrumbe? ¿Podría contar con Pere? Si
puedo contar con él la ventaja es aplastante... Podría minársela el, y con la
confianza que tienen o se la tira o nos deja el camino más allanado... Pero
nunca he hablado de Anna con él, al contrario de con Antón. ¿Se apuntara Pere a
la alianza para follarnos a su prima?" Pensé sin decidirme por ninguna, ni
tener la suficiente confianza sobre Pere.
Acabé
decidiendo que improvisaría, lo mejor en estos casos de incertidumbre.
*****
Pere
Mi
prima estaba muy alterada, la conocía demasiado. La manía de tocarse el pelo y
ondulárselo con el dedo índice era su claro síntoma de que estaba indecisa con
algo. Cosa de la que no podía dejar de pensar hasta que optase por una solución
al interrogante.
Y
aunque intentaba que no se le notase, tanto Antón como yo nos habíamos dado
cuenta. No hacía falta que le preguntase.
Anna
no se paseaba, se contoneaba como una gata en celo rodeada de felinos en su
misma condición. Yo dudaba si lo hacía conscientemente o no, pero lo hacía al
fin y al cabo.
Cuando
yo entré en la habitación para que me tomara la medida, ella parecía estar más
segura de sí misma y no estaba tan nerviosa. Por lo tanto, tenía que haber
pasado algo desde que entraron Antón y Julio, porque se fue directa al baño y
al salir estaba en este estado.
Cuando
nos sentamos a comer el bocata, hablamos sobre todo Antón, Julio y yo. Anna
solo reía de forma forzada y daba pequeños mordiscos al bocata, soltando
pequeños suspiros imperceptibles para el oído, pero no para la vista.
—
¿Que queréis hacer luego? —inquirió con un interés repentino ella, creando una
alternativa a las chorradas de las que estábamos hablando los tres.
—
¿Te soy sincero?
Anna
asintió con seriedad, y Julio pasó de estar serio a sonreír de forma amistosa,
como quien dice una tontería que no debería tenerse en cuenta.
—Echarme
una siesta —dijo mi amigo que pese a esa sonrisa se notaba que estaba hablando
en serio.
—Yo
iba a decir que necesito dormir, por si queríais ir al bar del camping a jugar
al billar o algo por el estilo, que tengo un sueño que no me tengo en pie —Se
excusó mi pariente, pese a no ser creíble—. Es que... No dormí nada. Me quede
viendo todo lo que me quedaba de la última temporada de juego de tronos.
—Yo
también tengo sueño, debe ser este calor ¿Y tú Antón? —aseguré con sinceridad,
dado que hasta el momento ni me había percatado de esa sensación de
aplastamiento.
Antón
se encogió de hombros tras mirar a Julio, creí ver algo... ¿Un guiño? Me
pareció haber visto a Julio guiñarle un ojo y asentir, pero si pasó, lo hizo
muy rápido y no se notó. Me miró y declaró:
—Si
los cuatro tenemos sueño, será cosa del calor como tú dices. Lo único que
lamento es que no haya ventilador —Se lamentó golpeando la palma de la mano
contra su cara—. Mira que había pensado en traerlo... En fin. ¿Cómo lo
haremos?
Anna
abrió los ojos, los cuales habían permanecido tímidamente entrecerrados mirando
a un horizonte el cual no existía.
—Creo
que ya lo dije, yo duermo con mi primo en la de matrimonio. La caravana es
suya, y vosotros sois sus invitados, quiero decir. Y yo, pero él es mi primo y
si tengo que dormir con alguien, lo hare con el —aseguraba innegable decisión
pese a su veloz tartamudeo continuo.
Ella
no lo vio, pero Julio me miro con algo que no supe identificar. ¿Me estaba
analizando visualmente? ¿Estaba tratando de decirme algo? No supe que
pretendía, pero sabía que no me miraba por mirar. Le sostuve la mirada hasta
que decidí contestar a mi prima:
—Como
quieras Ann, a mí me daba igual dormir en uno de estos dos sofás, pero lo que
dice ella tiene lógica —recité como si lo hubiese leído de un guion, pese a no
pensarlo en absoluto. ¿Estaba dispuesto a no dormir con mi prima? Supongo que
decirlo así quedaba mejor —Anna me miró sonriéndome, y por primera vez desde lo
que sucedió en la habitación, le vi en su mirada una tranquilidad plena. Me
supo mal pese a alegrarme de que estuviese contenta, y me sentí mal porque
estaba deseando dormir junto a ella...
*****
Anna
cerró la puerta con pestillo, y se apoyó con la espalda en la puerta, como si
estuviese agotada, cerrando los ojos y soltando aire por la boca de forma
lenta. Me quedé mirando semejante paronímica...
En
ese momento, la habitación estaba iluminada únicamente por la poca luz que
entraba por la entre-abierta cortina. Pese a que era de día y el sol quemaba en
el exterior, la estrechez de la cortina privaba la habitación de mucha luz,
dejando una habitación en la que costaba fijarse en las cosas con detalle: Mi
prima apoyada en la puerta, completamente empapada en sudor; con una camisa
para mi gusto muy ajustada, lo cual era muy favorable para su imagen y con un
tirante cayéndole por el brazo, los pezones haciendo presencia a través de la
ligera camisa ¿¡Y su sujetador!?¿Cuándo se lo había quitado?; en su cintura
llevaba un pantaloncito azul marino, de tela muy fina y dicho accesorio parecía
prácticamente unas bragas de lo corto que era, apretando sus duros
muslos.
Yo
no llevaba camisa, ni pantalones ni calzoncillos, pero ella no lo sabía.
—Tengo
mucho, mucho calor —susurró sensualmente aun apoyada en la puerta y sin abrir
los parpados— ¿Abrir la ventana no sería mejor?
—En
la caravana hay sistema de ventilación, aunque sea malo y pequeño. Si abrimos
la ventana entrara todo el calor... —respondí, como siempre, con absoluta
sinceridad.
—Pues
si no hay nada que hacer... ¿Podrías correr del todo la cortina? Me molesta
tanta luz —preguntó con timidez, seguía con los ojos cerrados; su voz, al
comenzar con la pregunta, empezó también a temblar. Estaba muy nerviosa, yo no.
Sabía que oportunidades como esta no iba a tenerlas, posiblemente, nunca más.
No
contesté y cerré la persiana, y la verdad es que era una regla no escrita que
habíamos firmado literalmente los dos, no había palabras, solo hechos. O pasaba
algo o no pasaba nada, hablar de nada serviría en esa habitación.
Anna
comenzó a moverse, solo escuchaba. Mis ojos acostumbrados a la luz no
sobrevivieron a la oscuridad y yo mi corazón latía cada vez con más fuerza. Se
estiró a mi lado, sin decir palabra, y noté como se giraba sobre sí misma,
aunque no sabía si me daba la espalda o miraba hacia mí. Mis ojos se
acostumbraron a la oscuridad, y veía pequeños hilos de luz que chocaban
contra partes de la caravana. Pero el resto seguía oculto, no podía verla.
¿Que debía hacer? ¿Debía hablarle y preguntar algo relacionado con el tema? O
debía simplemente hacer lo que quería hacer?
Pero
yo y ella siempre nos lo habíamos contado todo, no quería empezar ahora a
ocultarle cosas.
Decidí
darle la oportunidad de rechazarme, porque yo la amaba, todo lo que se puede
amar sin estar totalmente enamorado.
Estiré
mi espalda apoyándola en el colchón, con la cabeza en la almohada.
—Anna...
—Dime
—Al responder me indicó que su posición, y era dándome la espalda.
—
¿Te acuerdas que te pregunte en el autobús si podría abrazarme más a menudo?
Como Julio y Antón.
—Si...
—se rio mientras lo recordaba— Te dije que estabas celoso y te abracé.
—
¿Y me dijiste que podría abrazarte cuando quisiese?
—Me
suena, aunque no lo recuerdo con exactitud, pero dije algo similar.
Ya
no dije nada más, me quedé en silencio y entonces pase mi brazo derecho por
debajo de ella. Me sorprendió el que ella no se opusiese ni un poco a que
buscase ese acercamiento, pero entonces recordé lo que había pensado antes:
"No habrá palabras, solo hechos"
Y
entonces sentí que todo iba a ir bien. Nada, absolutamente nada iba a salir
mal. Ella para mí, al menos en ese momento, ya no era platónica.
Y
entonces mis brazos se cerraron a través de su tronco, con ternura y timidez.
Su camisa estaba húmeda por el sudor y su respiración era agitada. Anna estaba
hecha un ovillo y acerque mi cadera a la suya. Pese a tener camisa, noté como
estaba desnuda de cintura para abajo. Junté mi verga, aun morcillón, con sus
nalgas y como consecuencia no obtuve más que silencio.
Su
hermoso pelo ondulado, el cual no podía ver, parecía está recogido. Apoye
ligeramente mi barbilla en su hombro y pese al calor ambiental, su calor
corporal me reconforto.
—Pet...
—
¿Si?
—Estoy
muy sudada. ¿No te da asco? No me importa que me abraces, pero... en fin... —no
dijo nada sobre que en su culo tuviese mi pene, por lo tanto, acababa de
confirmarme que aprobaba lo que estaba a punto de pasar.
—Asco
no es la palabra —aseguré mientras olía su cuello sudado repleto de sudor. ¿Por
qué me ponía tanto?
Le
clavé mis dientes, mis labios en su hombro izquierdo, el que no reposaba en la
almohada. Un gemido de placer surgió de su lo más profundo de su ser, y su
sabor era excitante, simplemente me encantó.
— ¿Q...Que
haces?
—Demostrarte
que no me da asco
—P...Pero
no me muerdas, te tragas mi sudor.
Mi
polla comenzó a crecer en sus nalgas, oprimiendo contra ellas buscando su lugar
en "el mundo". Como respuesta a su declaración fue un mordisco más
fuerte, no uno que le hacía daño, si no uno más intenso, más sucio... En su
cuello.
—
¿Te gusta el sudor? —Bromeó ella nerviosa con un temblor de pies a cabeza,
presa de mis brazos y ahora también de mis colmillos—. Nunca me lo habías
dicho.
—Lo
digo ahora, me gusta tu sudor.
Anna
ronroneó e hizo fuerza para liberarse de mis brazos. Yo la dejé salirse, pero
no salió de la cama.
—Veo
que mi primo no tiene sueño, mi primo esta juguetón. Mi primo quiere jugar con
su prima —dijo desde la oscuridad, sin delatar su posición real.
Una
pequeña y cálida mano se posó sobre mi pecho y me tumbó en la cama.
—Yo
también quiero jugar un poco —declaró, y tras un silencio absoluto noté como su
lengua lamia desde mi pectoral izquierdo hasta mi cuello, donde clavo sus
dientes con desesperación. No pude evitar soltar un suspiro, siguiendo su juego
de no reconocer lo que estaba pasando.
—Oh...
Así que quieres jugar a ver quién muerde a quien
Anna
rio, ya no estaba nerviosa. Otro mordisco cariñoso se clavó en el otro lado de
mi cuello y esta vez sí que gemí, porque ella se sentó al mismo tiempo encima
de mis piernas, las cuales estaban cubiertas por una ligera sabana de tela.
Clavó su coño en mi polla, con el único obstáculo de la manta.
Su
mordisco se convirtió en un chupetón en toda regla, mientras apretaba sus uñas
contra mi espalda.
La
abracé por el pecho y la coloque a la fuerza boca arriba, mientras ella reía.
—Te
toca —dijo separando palabra por palabra.
—Has
dicho que es un juego de morder. ¿No?
—Aja...
Me
acomode entre sus piernas con mi polla ya totalmente erecta, la cual palpitaba
como si fuese un corazón independiente. Busque sus tetas y sin usar las manos
clave mis dientes en uno de sus senos, con la camisa aun cubriéndolos.
Mi
verga tocaba su pubis, la cual tenía el césped muy cuidado.
—Me
toca —dijo escabulléndose entre mis piernas, me agarro por la cintura y me beso
en los abdominales. A los lados y en el centro, rozando con su cara mi polla
erecta. Noté como al tocarla, se acercó con lentitud. Pero yo la aparte, no
quería que me la chupase. Llevaba mucho tiempo esperando, y no podía aguantar
más.
La
cogí del cuello y le dije:
—Me
toca, tramposa. ¿No ibas a morderme dos veces, no?
—Ni
se me ocurriría —mintió Anna claramente, dejándose llevar por mi mano, guiando
su cabeza al colchón.
—Pues
yo si quiero morderte muchas veces —Dije poniéndola boca abajo, y con una mano,
abrí ligeramente la cortina. Ahora podía verla, con el culo en pompa y la
cabeza apoyada en el colchón.
—Que
tramposo —se rio entre ronroneo y gemido.
Le
azoté el culo, gimió. Y le clave un mordisco en la nalga y gimió más alto.
—
¿Dónde me darás el segundo mordisco? —preguntó con la voz temblando a mas no
poder.
—El
segundo me lo voy a reservar.
—
¿Para cuándo? —preguntó mirándome a los ojos, con la cara apoyada contra el
colchón.
No
respondí, simplemente me agarré la verga y la apunte contra su coñito. El cual
parecía estar respirando, abriendo y cerrándose desesperado.
—Pet...
No, eso no... —Y pese a esa suplica, que simbolizaba su ya fallecida fuerza de
voluntad, golpeé con mi verga su empapada vagina produciendo chapoteo—. Pet...
Estábamos jugando, eso que quieres hacer ya es algo que no... ¡Pet! Por favor,
no lo hagas... ¡Pet! Ahhhhhh— La clave con todas mis fuerzas, entró sin
resistencia alguna. Mis testículos chocaron contra sus muslos, y entonces le
agarre las nalgas, cada una con una mano. Azotándole antes de sacarla casi del
todo y volver a clavarla hasta el fondo—. Ahhhhhhh, Oh que... Ufff... —Y sus
gemidos eran cada vez más altos, era imposible que Julio y Antón no los
escuchasen, pero me daba igual.
Con
mis manos tiré de sus nalgas a mi cadera con fuerza, y ella bajaba
obedientemente empalándose ella misma únicamente guiada por mis manos, no
paraba de gemir y eso me ponía más. Quería verla, necesitaba verla bien.
Abrí
la cortina y cambié de posición, poniéndola de lado, separándole las piernas,
mientras le cogía una de ellas, metiéndosela y sacándosela ahora lento pero con
embestidas muy fuertes, buscando lo más profundo de su ser.
—Oh
Pet, me haces daño... Pero me estás dando tanto placer, me vas a partir por la
mitad —confesó ella mirándome a los ojos, con la mandíbula desencajada y algún
hilo descontrolado de saliva colgando.
Su
camisa totalmente empapada transparentaban sus tetas y sus pezones, y con la
mano que me sobraba tire de ellas para sacarlas a la superficie, pellizcando
con suavidad procurando no hacer daño los pezones, y eso hizo que sacase la
lengua, invitándome a explorar esa boquita tan húmeda.
Yo
necesitaba besarla, así que presioné su pierna contra su tronco, manteniendo la
posición de lateral y estampé mi boca en sus labios por primera vez. Fue un
beso muy húmedo y apasionado, y solo dejó de besarme al clavar sus uñas en mi
piel y gemir como una loca. Su cuerpo dejó de moverse, como preparándose para
algo grande, como el mar retrocediendo para producir una gran ola.
—Ahhhhhhh
Pet... Pet... — Sus ojos se tiñeron de blanco, su boca se desencajó aún más y
estiró aún más su pierna.
—Anna
me voy a correr.
—No
te corras dentro, aguanta... Estoy a punto, por favor... aguanta un poco y te
corres fuera. Ah, Ah, Ahhhh me corro primo... me corro.
No
quise decepcionarla, así que no paré. Busqué concentrarme en otra cosa para no
correrme, y clave mis dientes en su cuello con mucha intensidad. Mi cadera
taladraba la suya, y quedaban segundos para que me corriese.
Y
llego el momento, ya no podía más, me iba a correr dentro de ella, acelere el
ritmo a lo máximo que mi cuerpo me permitía.
—Pet,
me voy a correr ya, no te corras dentro... Ahhhh, ahhhh por favor noooooo
—gimió mientras su cuerpo se paralizaba y notaba como se tensaba, se estaba
corriendo, y yo también.
Con
una última embestida, mis huevos se vaciaron en su interior. Ella con los ojos
en blanco e hipnotizada gemía en un volumen similar al de un susurro.
Mis
embestidas se limitaron mucho, un cada dos segundos aproximadamente. Buscando
dar los últimos toques de placer.
Me
derrumbé encima de ella, y ella me besó mientras sus brazos me enrollaban.
—Ha
sido... muy intenso, me ha encantado, Pet.
—Me
he corrido dentro...
—Tomo
la píldora —deletreó sílaba por sílaba, tranquilizándome con una sonrisa.
Me
quedé atontado...
—
¿Y a que ha venido todo ese teatro?
—Otro
juego —confesó con una carcajada final—. ¿Pero lo has disfrutado o no?
—Sí.
—Lo
prohibido gusta —dijo mirándome a los ojos, conmigo cara a unos milímetros de
la suya.
—Lo
prohibido gusta —repetí, absorto en sus ojos marrones. Mientras clavaba mi boca
en la suya y nos fusionábamos en un solo ser.
*****
Julio
—Puto
Pere, como nos deje sin pinchito lo mato —dijo Antón estirado en su sofá
pequeño.
—Paciencia,
Ant, paciencia. Va a caer, acaba de demostrar que es muy zorra, y no solo con
su novio. Solo tenemos que saber ser persuasivos y darle lo que quiere...
—aseguré con calma—. Ya le has oído, le gusta que le follen duro. Tenemos dos
pollas grandes y una zorra adicta al placer... Y todo un fin de semana.
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