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martes, 9 de abril de 2024

[Micro-relato] Lechita viene, lechita va

 



Lechita viene, Lechita va

Tras 18 años como hijo único, a Pablo no le quedó otra que acostumbrarse a la nueva realidad: Su hermanita recién nacida, Olivia, acaparaba ahora toda la atención de su hermosa madre, María.

Desde pequeño, Pablo había sido muy activo sexualmente. Se había masturbado con frecuencia y habitualmente se sentía físicamente atraído por su propia madre. Aquel había sido su secreto desde bien entrada la adolescencia. Al principio se había sentido culpable, sabiendo que ni era normal ni era ético pero, con el paso del tiempo, aceptó esa atracción y la limitó a esos momentos de íntima masturbación. 

Nadie tenía porque enterarse de lo atractiva que le parecía su madre: Su hermoso y largo cabello rubio, su nariz aguileña, sus labios carnosos, sus grandes senos... ¿Cuántas veces había imaginado estrujárselos, pellizcándole los pezones, chupándoselos...?  Era consciente de lo enfermizo que resultaba, pero a él le había provocado siempre una gran satisfacción masturbarse pensando en ella.

Y desde que la vio por primera vez con aquellos ojos, María notaba que algo no estaba bien con su hijo pero, pese a esas miradas, siguió siendo un niño educado, atento y dulce, por lo que los años fueron pasando sin que se produjese ningún incidente... hasta que nació Olivia.

Después de las primeras semanas tras el parto, la nueva obsesión de Pablo fue ver como su madre amamantaba a su hermanita. Podía parecer algo enfermizo, y seguramente lo era, pero había pasado de tener que imaginarse los pezones de su madre a ver como los exhibía cada vez que a Olivia le entraba a hambre e iniciaba su lloro. 

Una tarde, mientras amamantaba a la niña, María no pudo evitar reírse y preguntarle porque la miraba tanto. Pablo bromeó con que él iba después, una broma de la que se arrepintió casi al instante de haberla dicho.
- ¿Estás celoso de tu hermanita? -preguntó mientras recolocaba a Olivia entre sus brazos-. Creo que ya estás demasiado grande para mamar.
- Claro que estoy celoso. Mira lo relajadita que está.
- ¿Te da curiosidad probar la leche materna? Seguramente ni te gustará.
- Dudo mucho que pueda no gustarme...

María no pudo evitar sonrojarse, pero supo disimularlo bastante bien. Con el paso de los días, Pablo repitió la broma preguntando cuando le tocaba a él. Seguramente María ya sabía lo inapropiado que resultaba, pero algo en ella hizo responderle que otro día ''tal vez'' le dejaría probarla.

***

El día siguiente, el padre se había ido a trabajar en sábado y la abuela quiso hacerse cargo de su nieta. María y Pablo se quedaron solos en la casa y, por supuesta, ella fingió demencia y en ningún momento hizo alguna alusión a la promesa que le había hecho el día anterior. Sin embargo, había cierta tensión en el ambiente. Un nerviosismo muy sutil, una inquietud entre ambos que no encontraban un quehacer dentro de la casa. La madre notó repetidamente como su hijo la miraba de reojo, como su atención estaba dispersa en torno a sus pechos. Por alguna razón, notaba el busto muy sensible, quizás porque no estaba Olivia para drenar la cantidad de leche que se acumulaba. En realidad, no tardó en sentir la leche presionar contra los pezones y como estos acumulaban pequeñas perdidas que le humedecían el brasier. 

Sabía perfectamente que era una idea estúpida, pero ante la insistencia silenciosa de su hijo acabó preguntándole si quería probar de nuevo la leche materna.
- Es que Olivia toma cada día y me duelen un poco al no estar ella cerca... Si la pruebas me aliviarás un poco -mintió, sonrojada. 
- Encantado de ayudar, mama...

Pablo se acostó en el sofá, con la espalda en el asiento del mismo y la nuca apoyada contra el muslo de su madre. Se subió el corpiño y ambos pechos quedaron a la vista. Los pezones eran hermosos y le encantó verlos desde esa perspectiva. Ambos estaban impacientes, ya que tanto María no podía creerse que estuviese a punto de dejar mamar a su hijo directamente de su pezón y este no se creía que estuviese a punto de hacerlo.
- ¿Sabes como hacerlo o tengo que enseñarte? -bromeó María nerviosa, y gimió sonoramente cuando Pablo se lo chupó impulsivamente con fuerza-. Con cuidado, es muy sensible...

''Más sensible de lo normal'' pensó, nunca se había sentido así cuando Olivia chupaba. Era demasiado tierno, incluso cuando trataba de tomar más de la cuenta debido al hambre que tuviese en cada momento. Sin embargo, Pablo se metió el pezón en la boca y lo lamió obscenamente. Era tan vergonzoso que María no pudo decir nada, fingió que todo estaba bien a pesar de que notaba el deseo de su hijo obstinado en saborear hasta la última gota. Su lengua lasciva lamió y chupó de ella como ningún hijo debería interactuar con su madre.

Pablo se dejó llevar y empezó a amasar su seno izquierda como si ya no le importara lo que pensara su madre. Esta intentó aferrar la muñeca de su hijo y apartarla de su teta, pero tenía demasiada fuerza. Se aprovechó de ella y la manoseó toda sin dejar de degustar su leche materna. María no tardó en divisar la enorme erección que se ocultaba en el pantalón, intentó ignorar el bulto sintiéndose cada vez más inquieta y alterada, intentando mentirse así misma con que no se sentía bien esa forma de mamar. 

De reojo alcanzó a ver como su hijo se desabrochaba el botón del pantalón... 
   ''No puede ser...'' pensó.
Después bajó su cremallera.
   ''Va a...'' pensó, incrédula.
Se hizo a un lado el calzoncillo y una enorme polla de piel oscura y glande inflado como una gran fresa primaveral asomó. Al contrario de lo que pensaba María, pues creía que los chicos se masturbaban rápido y compulsivamente, Pablo empezó a masajeársela con su mano libre con movimientos lentos y sensuales. 

No aguantó mucho más antes de querer tocarla, sentirla en la palma de su mano... Estaba ardiendo y muy dura, parecía apunto de explotar. Era irónico, estaba mamando de su leche y ella le iba a exprimir la leche... Empezó a masturbarlo reprimiendo los gemidos que llegaban a su garganta, sin poder evitar frotar sus muslos sintiendo en ellos corrientes que la hacían estremecerse. 

Al final, su hijo se removió de su posición y buscó sus labios, ella quiso negarse pero el ímpetu no la dejó. La polla tiesa y viscosa por la enorme cantidad de líquido preseminal que surgía de su extremo había manchado su mano y luego la ropa. Se frotó contra la falda de su entrepierna.

Quiso decir que no podían hacer ello, pero le pareció terriblemente excitante que su hijo estuviese besándola con tanto deseo con los labios humedecidos en su propia leche. No dejó de amasar sus tetas, apartó compulsivamente la falda y el tanga que llevaba debajo. No titubeó, simplemente buscó con su tieso glande la humedad de sus labios vaginales y la clavó hasta el fondo.

Aquello estaba mal, era enfermizo, repugnante... Pero se sentía demasiado bien. María sabía lo que debía hacer, empujarlo lejos de ella y plantarle una bofetada en la cara... Pero se dejó besar, dejó que la lengua de su hijo invadiese su boca, que sus manos pellizcasen sus pezones y pringasen el sofá y sus ropas de la poca leche materna que le quedaba. 

Embistió su coño con la intensidad del que estaba apunto de venirse, y sabía que sería una abominación, debía impedirlo... Pero estaba demasiado caliente como para querer parar. Estaba a muy pocas embestidas de venirse ella también. Tal vez en diez, nueve, ocho... Sentía las pelotas de su hijo sacudirse compulsivamente contra su ano humedecido... siete, seis, cinco... Quedaban menos de tres embestidas para correrse como una loca. Todo por haberle dejado probar su leche iba a acabar llena de leche... 

Todo acabó como empezó... tres embestidas, dos, una... Pablo le chupó el pezón y bebió de él mientras disparaba en su interior la incentuosa carga acumulada en sus pelotas. Acabaron en el sofá, él encima de su madre, con espasmos en sus pelotas mientras liberaba el poco semen que quedaba dentro de ella. 

Se miraron, sucios y pringados de leche, él salió de ella y un chorro de liquido espeso y blanco surgió de su interior. 

Querría repetir pero... ¿Iba ella a consentirlo? No debería, pero... Que rico se sentía.

2 comentarios:

  1. Siempre es bueno leerte pero después de estar acostumbrado a tus relatos largos pero intensos...ahh es excelente contar con tus escritos

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