Argumento: Se produce una nueva cuarentena debido a un virus, propagándose rápidamente una pandemia bastante agresiva. Se repiten los confinamientos, encerrando por segunda vez a una madre y su joven hijo (18-20 años) condenándolos al aburrimiento. Sergio empieza a notar que su madre está muy ''femenina'' y empieza a verla con otros ojos. No tardarán en escalar hostilidades en una guerra sucia y picante donde lo único que importa es salir un poco de la monotonía del encierro... mientras se preguntan si deberían hacer lo que están haciendo o parar mientras aún puedan.
Sonia, la madre, descubre que su hijo es un degenerado con tendencia a la crueldad, la humillación y el sexo duro... algo que, sorprendentemente, le da morbo.
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Confinamiento 2.0
Capítulo de introducción < La espuma de mar >
Sergio y su madre, Sonia, se encontraban sentados en el sofá de su
salón, ignorando la televisión encendida frente a ellos mientras su atención
era absorbida por sus Smartphones. De repente, una noticia atrajo
simultáneamente la atención de ambos: Se confirmaba lo que llevaba algún tiempo
rumoreándose y es que el gobierno había decidido declarar el estado de
emergencia ante el preocupante repunte de casos del virus Z. Habían pasado tan
solo cuatro años desde la pandemia del SARS COVID-19, y menos de dos años desde
que la mayor parte del mundo dejó de considerar aquella enfermedad contagiosa
un peligro para la salud mundial.
El tiempo había pasado, era 2024, todo el mundo aceptaba el coronavirus como un
evento del pasado. No había secuelas, y el confinamiento que para muchos había
sido una pesadilla y para otros una bendición parecía haber quedado atrás para
no repetirse… hasta que volvió a anunciarse aquel nuevo confinamiento.
Madre e hijo intercambiaron una
mirada incómoda. Sonia no pudo evitar recordar que su marido, Julio, había
muerto durante la pandemia en relación a una complicación pulmonar relacionada
con el coronavirus. Siempre había sido un tema delicado para ambos, habían
pasado la mayor parte del confinamiento juntos sin saber que, cuando se
liberasen las restricciones, Julio no tardaría en contagiarse, enfermarse,
empeorar y, prácticamente, irse sin poder despedirse.
En los siguientes días, se repitió lo sucedido en el primer confinamiento: Las
autoridades se mostraron inflexibles y castigaban a todo el que salía de sus
casas, muchas personas se saltaban la cuarentena insistiendo en que nadie les
privaría de su libertad de circulación… Sin embargo, esta vez fue mucho peor.
El virus Z era mucho más agresivo, contagiaba el doble que el coronavirus y su
tasa de letalidad era preocupante.
La situación era tan grave que ni
siquiera los conspiranoicos se atrevían a desacreditar el problema. Volvieron
las mascarillas, los guantes desechables… Los hospitales se saturaron con el
problema añadido de que hasta los sanitarios enfermaban con extremada
facilidad. La paranoia se expandió como un incendio en la sequedad de un bosque
en verano.
Solo se podía salir a la calle con la
excusa de ir a comprar, ir al hospital y pocas excepciones más.
El mundo había aprendido de la anterior pandemia y, por suerte, los gobiernos
no se arriesgaron a que la situación empeorase hasta el punto de volverse
incontrolable. Tanto los gobiernos como la ciudadanía de todos los países
entendieron que alargar una situación así solo perjudicaría la economía global…
por ello, aunque el virus Z era más peligroso que el coronavirus, el miedo a
repetir lo sucedido durante la pandemia resultó en una respuesta rápida por
parte de todos…
… Los contagios frenaron en seco, los hospitales no se saturaron y el problema
se limitó a la frustración de las familias de no poder salir de sus hogares más
de lo que les gustaría.
En el hogar de Sonia y su hijo iban a descubrir que en este confinamiento nada
sería igual que la última vez… en varios aspectos.
Capítulo 1 < Agua estancada >
Cuando abrió los ojos, Sergio permaneció en su cama unos minutos, en
silencio, sabiendo que no debía martirizarse. Era muy probable que el encierro
se alargase por mucho tiempo, y aunque él tenía pánico a que así fuese, no
podía hacer nada para cambiar la situación.
Se desperezó y salió del agobio que le suponía su habitación, forzándose a
realizar la misma rutina de los últimos días: Almorzó, lavó el bañó y la cocina
para luego estirarse a leer ‘’Dune’’ en su Ebook. No le había dado tiempo de
leer más de veinte páginas antes de que su madre apareciese por la puerta del
salón desperezándose de la misma forma que lo haría un gato… solo que de pie.
Solo unas bragas y una blusa blanca
con uno de los tirantes cayéndose por su hombro impedían su completa desnudez.
Era rubia, de cabello ondulado y andaba descalza.
Un pensamiento intrusivo que no debería tener amenazó con instalarse en la
cabecita de Sergio, un pensamiento que ya venía repitiéndose desde hacía días,
poco después de comenzar el confinamiento.
- Mama, ponte algo, por favor… -se obligó a decir, atrayendo la atención su
adormecida madre.
- Si estamos los dos solos –protestó ella, con cierto tono infantil.
Nunca le había atraído de manera irresistible su madre, después de todo, había
convivido toda su vida con ella. Sin embargo, nunca, ni siquiera en el anterior
confinamiento, había vestido tan poca ropa. Era su hijo, sí… Y no debería verla
de esa manera. De hecho, hacía todo lo posible porque no sucediese, pero por
algún motivo, desde que había empezado ese confinamiento 2.0, ella había
perdido el interés de mantenerse vestida…
Por supuesto, esto no molestaba a
Sergio, no había nada de malo en ello ni su madre tenía la culpa de que su hijo
estuviese pasando por una mala racha. Se le habían juntado demasiadas cosas:
<<
>> Había pasado mucho tiempo
desde que había visto una chica desnuda, y mucho más desde que metió ‘’el
churro’’. Estar encerrado le estaba agobiando más de lo que podía haber creído
nunca y la idea de poder morir como le había pasado a su padre lo reconcomía
por dentro prácticamente cada día. Si hubiese aprovechado mejor el tiempo,
antes de aquel encierro forzado habría ido más al cine, habría salido con los
amigos, habría intentado ligar con alguna chica… pero en su lugar, había
desperdiciado el tiempo y todas las oportunidades que le habían surgido en los
últimos meses.
Sonia estaba extrañamente atractiva…
¿O es que veía a su madre con otros ojos? No estaba maquillada, ni tampoco
vestía nada fuera de lo normal. Semanas atrás previas a aquella pandemia, si la
hubiese visto con esa blusa y esas bragas no se habría excitado ni le habría
prestado más atención.
- Mama, no me importa que te vistas… Como si quieres ir desnuda –murmuró, para
luego añadir, eligiendo bien sus palabras-. Quiero decir, me refiero a que
debes cuidarte un poco… Te noto muy deprimida. Aunque no te apetezca sería
bueno que te obligases a arreglarte para mantenerte activa.
- Vamos, que estoy fea y que me maquille –bromeó, con una sonrisita irónica.
- Sabes que no es eso lo que he querido decir.
- Ya lo sé, tontito –se burló antes de ir a la nevera.
Desde el sofá pudo intuir como su madre elegía un brick de leche y lo bebía a
morro, algo que en cualquier otra situación no habría hecho por decencia.
‘’Supongo que ella también lo está pasando mal con lo de papa…’’ pensó,
empatizando con ella.
Sonia salió de la cocina y lanzó otro
buen sorbo al interior del envase, quedando su labio superior impregnado de un
residuo blanco que hizo pensar mal a su propio hijo. No pudo evitar
imaginársela a cuatro patas, frente a él, regalándole una mamada con mirada y
lenguas juguetonas. Se reprendió en silencio por imaginar semejante cosa y
sintió asco de sí mismo, obligándose a ‘’olvidar’’ lo que acababa de imaginar.
Su madre se sentó en el otro extremo
del sofá, con el envase de leche en la mano y Sergio no pudo evitar pensar que
su madre se lo estaba poniendo difícil. Era como si lo estuviese coqueteando o
peor, como si supiese que su hijo estaba tan caliente que se subía por las
paredes y ayudarle a seguirla pasando mal.
- ¿Cómo lo llevas? –preguntó Sonia, la cual por supuesto no era consciente de
los pensamientos de su propio hijo.
- ¿Honestamente? Mal… No aguanto encerrado.
- También me cuesta mucho… pienso en papá a todas horas. Es curioso está más
presente en estos últimos días que en los dos últimos años. Pensaba que lo
había superado.
- No lo habías superado, mama. No has pasado página.
- ¿Qué quieres decir?
- Lo que he dicho, que no has pasado página. ¿Por qué no has intentado conocer
a otro hombre?
- ¿Y quién te dice que no lo he hice, cabestro? –se burló con una sonrisa
inflada de orgullo.
- Pensaba que no…
- No soy de piedra, Sergio. Claro que me he acostado con otros hombres… No
muchos, pero sí unos cuantos.
- Dicen que cuando los hombres decimos una cifra, tienes que dividir por tres.
Y que cuando las mujeres decís una cantidad, hay que multiplicarla –bromeó
Sergio, olvidándose del ebook entre sus manos.
- ¿Qué puedo decir? Una tiene sus necesidades. ¿Y tú? Debes echar de menos
quedar con chicas.
- Hace meses que no quedo con ninguna –replicó, herido. Era verdad, y eso era lo
que tanto le dolía, haber desperdiciado una o dos oportunidades para coger por
haberle dado pereza…
- Vamos que… siguiendo tu lógica, no has follado en muuuuucho tiempo –volvió a
burlarse.
- Sí.
- Eso explica porque te encierras tanto tiempo en el baño –hipotetizó.
- ¿Por qué das por hecho que me encierro para hacerme pajas en el baño? –se rio
Sergio.
- No he dicho que se apara eso –contestó con un brillo de malicia en sus ojos.
- Lo has insinuado.
- Tú has presupuesto que lo insinuaba. Ahora ya sé que haces cuando vas al
baño.
- Claro. No querrás que lo haga aquí frente a ti.
‘’Cuidado’’ se dijo así mismo, incapaz de creerse lo lejos que estaba
permitiendo que aquella conversación llegase. No eran solo las palabras, sino
también las consecuencias. Sergio sabía que su madre estaba bromeando, pero él
no quería que aquello fuese broma y le aterraba que su madre descubriese su
insana excitación por ella. Su relación no volvería a ser igual, ella sentiría
asco y lo repudiaría… y todo por no haber parado la broma a tiempo.
- No, claro que no. Pero podemos llegar a un acuerdo para traer a alguna
amiguita tuya a casa. Puedo hacer la vista gorda, ya sabes lo que quiero decir.
- Puedo hacer lo mismo… Si quieres traerte a alguien… -le siguió el juego
Sergio, aliviado de que la conversación se alejase del incesto y se relajase la
tensión.
- No me lo digas dos veces, que estoy que me subo por las paredes…
Sergio nunca había sido especialmente observador… Pero detectó la sombra y
forma de los pezones de su madre marcándose a través de la blusa.
‘’Es una reacción normal… Estamos
hablando de sexo’’ se dijo, pero no quería dejar de hablar del tema… Una parte
de sí mismo quería continuar.
- ¿Cómo crees que lo estarán pasando las familias con varios hijos? –preguntó-.
Quiero decir, cuando tienen un calentón los padres se escapan al baño… o
esperan a la noche para hacerlo mientras sus hijos duermen…
- Fue más o menos lo que me pasó con papa. Nos pusimos juguetones varias veces
–se le escapó una alegre sonrisa, recordando los buenos tiempos-. Tú encerrado
en tu habitación, jugando a tus cosas… Y papa me enseñó una parte de él que
nunca creí que existiese.
- ¿Lo hicisteis en el sofá mientras yo estaba en la habitación? –preguntó, y
ella asintió.
- Bueno, en esta casa solo estamos los dos… Pero imagina esas casas donde son
cinco o seis y apenas tienen espacio para nada.
- Es lo más morboso, querer y no poder…
No podía evitar sentirse seducido… como si su madre estuviese lanzando un cebo
de pesca, un cebo el cual él se moría por ‘’picar’’.
- Mama, ya que hablamos del tema… ¿Cómo te gustan a ti los hombres?
- He tenido muy mala suerte con ellos… Incluido tu padre –contestó, claramente
decepcionada.
- ¿Duraban poco?
- Entre otras cosas –se encogió de hombros-. Falta de interés, aburridos,
repetitivos… Como la mayoría de hombres.
- Cuando yo he estado con chicas ha sido excitante… Pero también monótono y
repetitivo –reconoció, avergonzado.
- Es normal, Sergio, hay líneas que cuesta cruzar. Pero cuando las traspasas,
como pasó nos pasó a tu padre y a mí durante aquel confinamiento, la verdad es
que resulta muy divertido.
- Te noto muy… femenina –‘’Mierda, no era esa la palabra que quería usar’’
maldijo para sus adentros.
- Gracias, supongo…
Se hizo un silencio incómodo, aunque no parecía que ella estuviese incómoda
solo… refrenándose.
- Supones… Entonces estás de acuerdo. Te sientes… ¿Femenina? –preguntó sin que
ni siquiera él entendiese lo que había querido decir… Debían haber sido los
nervios.
- Claro que sí… Estar encerrada, sin poder relacionarme con nadie. La vez
anterior tenía a tu padre, pero ahora estoy sola.
- Bienvenida a mi mundo –respondió Sergio, cómplice.
- Pero tú te matas a pajas en el baño… Yo necesito a un hombre.
- Lástima que estés encerrada conmigo.
- Sí, lástima –contestó riendo, aliviando la tensión del ambiente.
- Mama, si pudieses elegir ahora a alguien para sustituirme… ¿A quién sería?
- No quiero que te vayas, estoy cómoda contigo –musitó-. Pero si pudiese elegir
que un hombre conviviese conmigo… -sus ojos se tornaron en un gesto de
excitación, como si estuviese imaginando algo obsceno.
- No me dejes con la intriga… ¿Cómo sería? –insistió Sergio.
- Hacemos un trato… Te digo como sería mi amante ideal y tú me dices como sería
la tuya.
- Claramente necesitas un buen polvo, mama –dijo sintiendo como las mejillas se
le encendían. Ella arrancó a reír.
- Si soy. ¿Trato?
- Trato.
Sonia dejó el brick de leche sobre la mesa, cruzó sus piernas y se encaró a su
hijo que no pudo evitar admirar su sensualidad… El mechón de pelo dorado que le
caía por la frente, la tira del sostén de la blusa abrazando su hombro, los
restos de leche en su labio superior… Claramente estaba interesada en hablar de
sexo. Sergio supuso que estaba aburrida y pocas cosas habían más excitantes que
fantasear con echar un buen polvo.
- Ya dije que he tenido mala suerte con los hombres… Así que si pudiese elegir
uno, sería uno que me diese un buen meneo.
- Es obvio, supongo –respondió su hijo, decepcionado.
- No me has entendido, quiero decir… Un hombre dominante.
- Con el carácter que tienes, eso si me sorprende. No te imagino soportando un
trato de ese tipo.
- Por eso me da tanto morbo. Papa era muy aburrido en eso. ¿Y tú?
- Siempre me han gustado las sumisas… -contestó, sin poder evitar preguntarse
que pensaría su madre al descubrir que sus respuestas encajaban completamente.
- Pues no te pareces en nada a tu padre…
- No te creas, mama. Con las chicas que he estado he sido de lo más aburrido.
Es solo una fantasía.
- Entiendo lo que quieres decir. Con tu padre siempre fue todo muy
convencional… Pero ahorita que estoy solita y aburridita, mi imaginación vuela.
- Busca en Tinder. ‘’Madurita viuda ofrece vivienda durante confinamiento para
ser cogida a todas horas’’ –Sergio se arrepintió de cada palabra a medida que
iban saliendo de su boca, y se sintió mal cuando terminó de hablar.
- Nadie querría a una mujer vieja…
‘’¿Está buscando aprobación?’’ Se preguntó incrédulo. Realmente era como si lo
estuviese provocando. Tuvo el impulso de marcharse, porque su instinto le
alertaba que si continuaban hablando cruzarían una línea que no tendría marcha
atrás. Además, lo que más le preocupaba era estar malinterpretando a su madre
pero… ¿Y si no? ¿Y si ella estaba tan enferma como él…?
- Estás buenísima, mama… Se la pondrías durísima a cualquier pandillero.
Sonia arrancó a reír por la ocurrencia.
- Sería interesante probar a un pandillero… Que fuese cruel.
- ¿Cruel? ¿Y tu instinto de preservación?
- Podemos morir en cualquier momento. Quiero una experiencia explosiva, que me
haga sentir adrenalina…
Entonces intuyó porque su madre estaba redirigiendo la conversación al tema
sexual… Se había vuelto loca y no estaba pensando en las consecuencias.
Definitivamente le estaba coqueteando… Estaba tan cachonda que su deseo se
había agudizado al extremo. No solo quería coger… sino que quería coger de una
forma dura y violenta. Lo más responsable sería ‘’ir al baño’’ y dejar que se
enfriase la situación, darle tiempo a su madre para arrepentirse… pero no estaba
seguro de querer.
- ¿Y tú? ¿Cómo sería tu chica sumisa ideal?
- Una que no sepa decir que no…
- Aja… -musitó su madre, expectante.
- Tengo muchas fantasías que nunca me he atrevido a cumplir…
- ¿Cómo cuál? –exigió saber, inquisitiva.
- Una sencillita… -comencé a decir, buscando impresionarla-… Arrancarle a la
chica en cuestión las bragas y metérsela en la boca. Cogerla del cuello,
mirarla a los ojos y escupirle… Me da morbo la idea de humillar un poco…
- Vaya con el niño… Que depravado –silbó, impresionada-. Suavecita dice…
Apartó la mirada, incómoda… Sergio estaba seguro de que la había cagado que
había ido demasiado lejos pero aprovechó que su madre había desviado la mirada
para lanzar una ojeada rápida al cuerpo que tenía frente a él: Los pezones tiesos…
Y un manchurrón oscuro creciendo entre sus muslos, bajo sus bragas…
‘’Se está mojando’’ pensó Sergio,
abriendo mucho los ojos.
- Soy un enfermo, lo sé…
- No, está bien… Es una fantasía después de todo. Pero suavecita, suavecita… No
me parece precisamente.
- ¿Y tú, que te parecería morboso?
- Si un hombre me arrancase las bragas y me las metiese en la boca para que no
gritase, me cogiese del cuello y… Me sentiría muy violenta.
- Por eso nunca lo he hecho –me justifiqué.
- Si no lo pruebas, no puedes estar seguro de que no vaya a gustarte… No digo
que esté mal, solo me choca. Esperaba que fueses como tu padre…
- Ya te he dicho que nunca antes lo he hecho, mama. ¿Qué te excitaría hacer con
un hombre?
- Que me cogiese del cuello me excitaría mucho… Nunca me lo han hecho, pero la
idea me atrae.
- Dijiste que querías que fuese cruel. ¿No? Lo que he dicho es cruel… No puedes
esperar otra cosa.
- Es excesivamente cruel… Pero sí. Algo como eso no me importaría probarlo.
Se hizo de nuevo el silencio incómodo, pero esta vez Sergio supo que los dos
estaban incómodos. No sabían cómo proseguir la conversación… aunque era
evidente que querían. Sintió la certeza de que cualquier cosa que dijese
conduciría de nuevo a reavivar la conversación… Pero tuvo miedo de las
consecuencias, así que se excusó con su madre y se marchó a la habitación sin
especificar para qué.
Capítulo 2 < Topless
frente a la orilla >
Las horas habían pasado y la conversación tan caliente con su madre se
alejaba a cada segundo que pasaba. Ya era por la tarde, y tanto Sonia como él
habían cocinado juntos, habían comido y hasta habían compartido una siesta en
el sofá (cada uno durmiendo en uno durmiendo en un extremo del mismo). Como si
su madre su hubiese arrepentido de la conversación, pero sin mostrar en
absoluto incómoda, continuó tratándolo con una naturalidad típica del que
quiere dejar algo atrás sin querer eliminar el recuerdo del mismo. No hizo
comentario alguno al respecto, y volví a estar vestida con pantalón y camisa de
estar por casa.
Sin embargo, al llegar la noche, volvieron a compartir el sofá frente a la
televisión con sus Smartphones en alto. Ambos devoraban el contenido que les
lanzaba tiktok con una obsesión que solo el aburrido posee. Como el algoritmo
de la red social promociona el contenido que más atraía su atención, las chicas
atractivas iban surgiendo en la pantalla de Sergio y los videos de chicos
traviesos iluminaban la mirada de su madre.
Incluso si la conversación subida de
tono había quedado atrás, estaba claro que las necesidades de ambos no se
habían reducido. Varias veces madre e hijo intercambiaban bromas sobre ‘’las
caras que ponían’’ mirando el móvil y especulaban sobre que tipo de contenido
estaban consumiendo.
- Podríamos jugar a algo… ¿No? –preguntó Sonia, y lo dijo en un tono claramente
aburrida.
- ¿A qué? –se limitó a preguntar su hijo.
- Al monopoli, al parchís, al ajedrez…
‘’No quiere jugar a ninguna de esas cosas’’ pensó Sergio, intuyendo que solo
había propuesto esas cosas porque era su manera de romper el hielo. Siguió su
instinto y descartó todas esas opciones, buscando obligar a su madre a
redirigir su propuesta a donde ella realmente quería llegar.
- No me apetece jugar a ninguna de esas cosas…
- Es verdad, son juegos demasiado repetitivos. ¿Se te ocurre algo para dos?
- Se me ocurren unas cuantas cosas… -reconoció sin terminar de decir lo que se
le venía a la cabeza…
Su madre a cuatro patas, mamándole las bolas. Estaba tan caliente que ni le
importaban mi pensaba demasiado en las consecuencias. Una parte de su ser
sentía ‘’asco’’ de hacer algo así con su madre… Pero la mayor parte de su ser
se excitaba al imaginar cruzando aquellas líneas rojas que nadie debería
cruzar; sobretodo, porque su madre parecía querer hacerlo. ¿Y qué mejor manera
había de hacerlo que acercarse peligrosamente a la línea y animarla a cruzar?
- ¿Cómo cuál?
- Verdad y reto, yo nunca, el escondite… -Su madre se echó a reir.
- El escondite… Anda que tú también. Pues verdad y reto no me parecen tan mala
idea…
- ¿Quién empieza?
- Yo –Sergio ya tenía la pregunta en la cabeza-. ¿Verdad o reto?
- Reto –sorprendiendo a su hijo eligiendo lo más difícil.
- ¿Seguro? Puede que sea algo subido de tono.
- Soy tu madre, confío en que no abusarás…
- No cantes victoria… Llama al Telepizza y pide un Just-eat. Cuando te traigan
el pedido tienes que recibir al repartidor como te levantaste esta mañana…
- Ala… Que cabrón.
- No haber dicho reto –Sergio se encogió de hombros, divertido. Esperó a que su
madre llamase a Telepizza y solicitase una pizza familiar.
Por supuesto, no le retaría a nada realmente fuera de lugar… Pero si exploraría
hasta donde estaría dispuesta a llegar con ese juego.
- Mientras esperamos a que llegue –dijo Sonia-. ¿Verdad o Reto?
- Verdad.
- ¿Lo que me dijiste esta mañana… lo de meterla las bragas en la boca a una
chica. ¿Lo decías de verdad?
- Sí… ¿Verdad o reto?
- Verdad. ¿Has pensado en saltarte el confinamiento para ir a ver a un hombre?
- Claro que sí… De hecho, he estado teniendo conversaciones calientes con algún
rollete que tuve en el pasado. Pero no tengo interés en ellos.
- ¿Por qué?
- Porque son aburridos, ya te dije. Solo juego con ellos por aburrimiento.
¿Verdad o reto?
- Reto.
- Quítate los calzoncillos…
- ¿Qué?
- Ya me has oído.
- Pero… ¡Mama!
- Hazlo. No llores –se burló su madre, y ambos supieron lo que venía después.
Sergio se levantó, se quitó los pantalones y sin esconder su entrepierna, la
cual por suerte no estaba erecta, le entregó los calzoncillos.
- Abre la boca –el obedeció y metió una pequeña parte de los calzoncillos en la
boca de su hijo.
Se empezó a desternillar de risa, burlándose de su hijo al verle la cara.
- Tu fantasía era hacer algo parecido –se justificó su madre. Por supuesto,
Sergio no estaba molesto, pero fingió enfadarse siguiéndole el juego mientras
volvía a ponerse el pantalón.
- Ya me vengaré, ya…
- No vale pedirme lo mismo... –se burló su madre.
- ¿Está bien que un hijo y su madre jueguen a esto? –quiso saber Sergio,
buscando con su pregunta justificar algo que ambos sabían que estaba mal y
excedía todos los límites.
- Claro que está mal… Pero somos dos adultos aburridos. Solo estamos pasándolo
bien con un juego subidito de tono. Es más divertido así…. ¿No?
- Ya, mama… ¿Pero dónde está el límite?
- Cualquier adulto sabe dónde está la línea –contestó con tranquilidad,
restándole importancia-. Me toca, sé bueno… ¿Eh? Reto.
- Agarra el móvil, hazte una selfie de los pechos y envíasela a uno de esos
hombres con los que te hablas y no quieres nada…
- Que cabrón… Eres malo. Si hago eso no me dejarán en paz esos babosos.
- Hazlo, no llores –repitió con satisfacción Sergio-. Todo esto era suave
comparado con los retos que se le estaban ocurriendo relacionados con quitarse
la ropa y cosas peores… pero antes necesitaba escalar un poco y ver hasta donde
estaba dispuesta a llegar.
Su madre le sorprendió levantándose del sofá, marchando al otro lado de la casa
a través del pasillo y, cuando regresó, lo hizo con una blusa y unas bragas
similares a las que llevaba aquella mañana.
- Así ya estoy lista para cuando venga el repartidor… -se justificó agarrando
el móvil y haciéndose una selfie frente a él.
El móvil de Sergio vibró y le llegó un mensaje, el selfie le había llegado a
él.
- Es broma, es broma… Deberías verte la cara.
‘’De broma en broma, la verdad se asoma’’ pensó, contento.
- Te toca… ¿Verdad o reto?
- Verdad –contestó su hijo.
- ¿Te excitaste cuando te metí los calzoncillos en la boquita? –preguntó,
completamente seria.
Los labios de su hijo se tensaron en una mueca, negándose a responder a esa
pregunta mientras la mujer de cabellos rubios frente a él se tronchaba de risa
a su costa.
- Me vengaré por eso, no lo dudes.
- Tienes tú más que perder que yo. Puedo retarte a cosas que nunca te
atreverías a hacer.
- Lo mismo va para ti. Pero me las vas a pagar. ¿Verdad o reto?
- Verdad –escogió, divertida.
- ¿No te atreves a elegir reto? –la provocó.
- Elegiré verdad hasta que se te olvide la venganza –aseguró su madre con una
sonrisa de oreja a oreja.
- Cobarde. Está bien… Ya que quieres ‘’divertirte’’ con cosas subidas de tono.
¿Has usado algún consolador o juguete sexual?
- Verdad. Que pregunta más aburrida, me gustan los juguetes –replicó.
‘’Me está animando a que suba la intensidad…’’ sopesó con cautela Sergio, sabiendo
lo difícil que es frenar cuando la cuesta se orienta completamente hacia abajo.
‘’Tengo que mantener mi ritmo y asegurar que sea ella la que se adapte a mi
juego’’ analizó antes de elegir el siguiente modo de juego.
- Elijo verdad.
- Si una chica de tu edad te dijese que está muy caliente y quiere hacerlo sin
condón…
- Se la clavaría hasta el fondo y me vendría hasta preñarla.
- ¡Sergio! No te he educado para eso... –le espetó, echándose a reír.
- Solo estoy bromeando. Usaría condón y lo tiraría a la basura como un niño
bueno.
- Algo me dice que no lo harías…
- Nunca lo sabremos… ¿Verdad o reto?
- Verdad –escogió.
- Si tu pareja quisiese hacerlo sin condón, pero tú no quisieses, te atase y lo
hiciese contra tu voluntad…
- A eso se le llama violación –le interrumpió Sonia, aunque claramente la
pregunta le provocaba una reacción morbosa… que supo disimular bastante bien.
-… Ya, como sea –Sergio se encogió de hombros, y luego prosiguió-. ¿Serías
capaz de disfrutarlo? Sinceramente.
- Verdad…
- Y a eso se le llama hipocresía –Sergio sonrió de oreja a oreja.
- Que algo esté mal no quiere decir que no sea divertido.
- Algo me dice que como el confinamiento dure mucho acabaré teniendo un
hermanito… -musitó con doble sentido Sergio, dejando a libre interpretación el
verdadero significado de su respuesta.
- Si el confinamiento dura mucho, es probable. Porque cuando salga… -No terminó
la frase, aunque Sergio estuvo seguro de que lo había hecho por despistar-.
Verdad o Reto.
- Verdad.
- Vaya, vaya…. Ya no te atreves a aceptar un reto. ¿Eh? Gallinita…
- ¿Hacemos un trato? Yo acepto reto si tú lo aceptas luego.
- No sé, no sé… Quieres vengarte de lo que te hice antes.
- Elegir verdad todo el rato no es divertido, tampoco es justo que no me dejes
vengarme.
- Vale, dejaré que te vengues… ¿Reto, entonces…?
- Sí, reto… Pero recuerda que me puedo vengar por dos.
- Tienes que escribirle a la chica que te guste y decirle lo que me has dicho a
mí.
- ¿Qué QUÉ? –incrédulo, Sergio se puso rojo.
- Tienes que escribir a la chica que te guste y decirle ‘’estoy tan caliente,
que me gustaría arrancarte las bragas, meterlas en tu boca, ahorcarte y…’’ Lo
de escupir lo puedes omitir, es asqueroso y no quiero humillarte tanto –dijo
con una risita maliciosa.
- Mama, rétame a otra cosa… eso puede hacerme perder una amistad.
- Siempre podrás decir que es un juego con alguien más… No sabrá el contexto,
pero tienes que hacerlo.
- Mama…
- Hazlo y no llores… -contestó, tajante.
Sergio abrió el chat a través de su Smartphone y buscó a Abygail, con la que
tenía una amistad con bastante confianza. Se juró a sí mismo que se vengaría
sin piedad de su madre, aunque ya comenzaba a intuir que estaba buscaba
provocarlo a ser ‘’cruel’’ con ella.
Saludó a su amiga, con la cual nunca
había tenido absolutamente nada más que amistad y repitió por escrito con una
ortografía perfecta lo que su madre le había retado a poner. Esta se burló de
manera pedante antes de suplicar perdón al ver como este la miraba.
- Te toca reto. ¿Verdad?
- Ahora es cuando me arrepiento por divertirme a tu costa…
- Sácate las bragas…
- No fastidies, Sergio…
- Venga, arreando… que es gerundio –exigió sin sonreír. Tenía ganas de hacerlo,
se lo estaba pasando en grande, pero quería fingir ser un chico malo.
Su madre se levantó y pareció tener la intención de marcharse a la habitación
para cumplir la demanda, pero manteniendo su asiento en el sofá la aferró por
la muñeca y le dijo que tenía que hacerlo ahí mismo.
Roja de la vergüenza, se inclinó hacia
adelante y empezó a quitarse las bragas. Al excitado muchacho le pareció
alcanzar a ver unos hilos transparentes entre la entrepierna de su madre y
aquella tela, que descendió y deslizó hasta sus tobillos.
Evitando la mirada de su hijo, sin ser
capaz de decirle que se estaba pasando porque instantes atrás ella había hecho
exactamente lo mismo, le entregó las bragas en la mano y este, con los dedos de
la mano derecha, pellizcó suavemente el labio inferior de su madre y le pidió
que abriese la boca, esto lo hizo de una forma más erótica de lo que Sergio
estaba dispuesto a reconocer y, con lentitud y mirándola a los ojos lo metió en
la boca.
Luego la agarró del cuello y la hizo
caer hasta el sofá. Sergio se apoyó con su rodilla entre los muslos de la
excitada mujer, sin que su rodilla llegase a establecer contacto con sus labios
vaginales…
- Sé lo que estás pensando… Nos estamos pasando con los jueguecitos, y tienes
razón… -reconoció Sergio mirándola desde arriba a la mirada sumisa de su
madre-. Pero tengo que vengarme por lo que hiciste antes –le apretó el cuello,
como si quisiese ahorcarla. Sonia puso los ojos ligeramente en blanco, como si
quisiese más y no se atreviese a pedirlo-. Pues aquí esta mi venganza… Esto es
lo que le haría a una zorra sumisa... y es lo que te haría alguien a quien le
gustase dominar.
El timbre de la puerta sonó, era el repartidor. Era increíble que en pleno
confinamiento las pizzerías estuviesen abiertas, era todo un golpe de suerte.
- Ponte las bragas –dijo, quitándoselas de la boca para luego entregárselas-. Y
abre al repartidor…
El timbre volvió a sonar mientras se las ponía.
- Eh, mama… Toma. Para la pizza… -dijo, colocándole entre las tetas dos
billetes de diez.
- Eres un cabrón… -contestó, claramente enfadada.
- Si no estás dispuesta a recibir, no des…
Su madre se dispuso a contestarle, pero tocaba acercarse a la puerta y dar un
caluroso recibimiento al invitado. Desde el salón, Sergio alcanzó a ver la cara
del repartidor, la mirada cómplice y su sorpresa cuando su madre sacó del
canalonillo de su escote su merecido pago.
Le faltó poco para cerrarle la puerta
en las narices, malhumorada, pero en su lugar le agradeció el servicio y cerró
la puerta.
- Entiendo que estés enfadada, si quieres dejar de jugar…
- No, ahora me toca elegir tu reto a mí.
- Mama, cuidado…
- No puedes decirme que tenga cuidado cuando me has hecho semejante maldad. Te
vas a arrepentir.
- Precisamente, si he sido capaz de eso, no deberías hacerme enfadar.
- Esto es lo que te toca hacer a ti…
Capítulo 3 < El
cangrejo en las rocas >
Entre las piernas de su madre, Sergio era capaz de ver el manchurrón
transparente que evidenciaba lo excitada que estaba. Y esta tenía que estar
ciega si no veía el bulto en el pantalón de su hijo o el glande sobresaliendo
sobre la cremallera de su pantalón… Si se ponía un poco más grande y dura,
gracias a su tamaño quedaría totalmente expuesta.
Las siguientes peticiones habían
mostrado cierto ardor por parte de su madre, aún temblorosa por haber sido
tratada de esa manera por su propio hijo. Sin embargo, este no se sentía
culpable… porque varias veces le había dado la opción de parar o reducir la
intensidad de aquel juego.
- Ya veo que te quedaste corto con lo de ‘’tu fantasia’’ –le reprochó su madre.
- Me toca… ¿Verdad o reto?
- Verdad.
- ¿Te ha excitado lo que hice? Quiero decir …
- ¡Soy tu madre, claro que no!
- Nos hemos pasado de la raya los dos.
- Y deberíamos parar ya.
- Dice la que me metió los calzoncillos en la boca.
- Era una broma ¡No pretendía hacer nada morboso!
- Y andar en ropa interior y provocando también era una broma.
Sonia intentó refrenarse al ver que la discusión escalaba, contó hasta tres
contando con inhalaciones y expiraciones para tranquilizarse y continuó.
- Lo que estamos haciendo es enfermizo, Sergio. Y sí, lo reconozco, soy la
primera.
- ¿Entonces de que te quejas?
- Porque estoy tan cachonda que me subo por las paredes y no tengo con quien
desfogarme –explicó, enfadada-. ¿Te crees que no sé que estaba mal? Pero era
solo un juego, cosas subidas de tono… Ya que no puedo hacerlo con nadie más,
contigo… Tenemos confianza, ya sabes.
- Entiendo lo que quieres decir, mama. No he pretendido faltarte al respeto.
Supongo que me he ‘’emocionado’’ con lo de tus bragas.
Se hizo un silencio de nuevo, pero esa vez no fue incómodo,
sino de reconciliación.
- Pues si tan cachonda estás, deberías ir a clavarte los dedos. ¿No?
- ¡Sergio! ¡Guarro! –replicó antes de echarse a reír de nuevo-. Sinceramente,
me aburre… Lo que quiero es que me echen un buen polvo. Espero que podamos
recordar este ‘’juego’’ como algo de lo que reírnos…
- Claro que sí, mama. Es obvio que no me siento atraído por ti ni nada. Aunque…
reconozco que esos retos han sido divertidos.
- Vaya con el niño, que travieso… -dijo aquello en un tono que dejaba lugar a
muchas interpretaciones.
- Mama, si el confinamiento va a durar tanto… y creo que sí, podríamos jugar a
esto otra vez…
- ¿Qué parte de esto no está bien no te ha quedado claro? –contestó Sonia,
aunque sonreía de oreja a oreja, como si no terminase de desaprobar su
comentario.
- También has dicho que tenemos mucha confianza y no creo que destruya nuestra
relación, sino que la fortalecerá…
- Fortalecer nuestra relación, eh… -comentó, cruzándose de brazos con esa
sonrisa inquisitiva suya.
- Dime que no te lo has pasado bien. Como bien dijiste, los dos sabemos que
líneas no tenemos que cruzar.
- Bueno –sopesó pensativa-. Somos dos adultos cachondos perdidos sin
posibilidad de estar con terceras personas… Supongo que unos juegos subidos de
tono no harán dañó a nadie. ¡Pero…! –añadió, con actitud inflexible. Se puso
seria al instante-. Tenemos que poner unas reglas. Por nuestra salud mental,
limitaremos estos juegos una vez al día. El resto del tiempo, actuaremos
normal. Y si por un casual siento que te estás confundiendo, que espero que no…
Bueno, cortaré por lo sano.
- Me parece bien.
- Por hoy ya está bien… Tenemos que hacer la cena. ¿Mañana a la misma hora?
- Mañana a la misma hora.
Capítulo 4 <
Castillo de arena >
Los noticieros bombardeaban a todas horas con las novedades del virus
Z: Aumento en la tasa de infección, subía la mortalidad, se valoraba la
investigación en nuevas vacunas… Lo único que quedaba claro a cualquiera que
viese esas noticias es que el confinamiento iba para largo.
Entre Sonia y su hijo se podía sentir una tensión en el aire desde el día
anterior. Sí, actuaban con fingida normalidad que nada había cambiado entre
ellos. Era un hecho que ambos estaban más calientes que la aceite en la sartén.
Si hubiesen podido elegir la compañía, ambos habrían escogido a cualquier otra
persona que no fuesen ellos mismo… Pero no podían escoger. Masturbarse no
calmaba la soledad que los asediaba, y el interés en la única persona con la
que podían convivir se antojaba inevitable.
Al contrario que durante la anterior pandemia, solo se mantuvieron abiertos los
negocios que podían ofrecer un servicio a domicilio o se consideraba un negocio
esencial para el correcto funcionamiento de la sociedad. Eso significaba que
lugares de encuentro como bares, restaurantes y otros centros similares habían
sido clausurados durante el tiempo restante que durase el confinamiento. No era
todo malo, los gobiernos habían aprendido de la anterior crisis. Si bien los
negocios no podían abrir, recibían una subvención para seguir pagando las
deudas, a los trabajadores y el propio precio del local. Era caro para las
arcas publicas de cada país, pero era un precio mucho menor a pagar que dejar
que la economía se estancase.
Eso significaba que las calles estaban vacías y, las familias, se encerraban en
sus casas como ratoneras. Las casas, pisos y habitaciones compartidas se
mantenían llenas mientras que las calles estaban vacías. Ocasionalmente,
personas como Sergio y Sonia se escaqueaban de su encierro con la intención de
ir a comprar o al médico, incluso si era mentira… Pero esas escapadas les
sabían a poco y no calmaban su necesidad de sociabilizar.
El día a día dentro de la su casa era rutinario y repetitivo, la mayor parte
del tiempo se la pasaban con el teléfono móvil, como si fuesen zombies
virtuales. Claro que hablaban, veían películas y jugaban a algún juego de mesa…
Pero cada vez que lo hacían se sentían más vacíos y carente de emociones. ¿Por
qué? Porque estaban obsesionados con su necesidad más acuciante: El sexo.
¿Y por qué no iban a desearlo? Podían mantener
conversaciones, entretenerse de cualquier otra forma… Pero estaban encerrados
con las únicas personas con las que nunca podrían hacerlo. ¿O sí? Y era eso lo
que tanto les picaba la curiosidad… Lo normal habría sido sentir asco ante la
sola idea de pensarlo, pero su excitación era tan grande que hacía que se lo
planteasen a todas horas…
Sergio veía en su madre a una madurita de cabellos rubios y ondulados con un
cuerpo y unas curvas que tenían mucho que ofrecer. Mientras que su madre veía
en un su hijo alguien a quien nunca le habría aceptado una cita…
Sin embargo, la conversación que
tuvieron el día anterior se había instalado profundamente en ella. Ni siquiera
era consciente si había dicho todas aquellas cosas en broma o en serio, pero ya
podía imaginarse a su hijo agarrándola del cuello y apretando, tratándola de
esa manera que nunca le habría consentido a nadie más. Una parte muy profunda y
oscura de si misma ansió ‘’jugar’’ con esa parte de su hijo, sin dejar de saber
lo mal que estaba y, con la certeza, de que si hacían cualquier cosa se
arrepentirían al acto… además de las consecuencias que pudiesen sufrir una vez
pasasen los tiempos de la cuarentena.
Había oído historias: Compañeros de
piso que nunca habrían hecho nada y por necesidad tuvieron sexo para luego
arrepentirse. Infidelidades reiteradas, familias rotas… No debía consentir que
aquello sucediese. No podía.
Capítulo 5 <
Sombrillita de mar >
La hora se acercaba y ambos se volvían más impacientes. Acordaron
mutuamente que el momento acordado para jugar sería después de la cena. La
prepararon juntos y cenaron frente a la televisión sin intercambiar ninguna
palabra respecto a lo que iban a hacer justo después.
Cuando la mesa estuvo recogida, los platos fregados y sus apetitos saciados, se
reunieron en el sofá con sonrisitas nerviosas.
- Dime que no has estado esperándolo desde ayer –preguntó Sergio con un tono
travieso.
Su madre no pudo evitar reir.
- Sí, solo desearía que no fuese contigo.
- Eso es injusto, mama… Tampoco te niegas a que lo hagamos.
- No lo digas de esa manera… Solo vamos a jugar a un juego –En la mirada de su
madre podía apreciarse una sonrisa y una actitud que nunca debería verse entre
familiares.
- Venga… Es parte del juego. Tiene que ser picante. ¿No?
- Pero sin pasarse –advirtió ella.
Sergio se mantuvo pensativo unos segundos, decidido a hacer todo lo posible
para exprimir aquella situación. Se dio cuenta que, si quería divertirse con su
madre, había muchísimas propuestas indecentes que podría hacerle… pero no se le
ocurría ninguna interesante.
Se marchó sin informar a donde iba y
regresó de la despensa con una botella de vino barato y dos copas. La rubia se
llevó la mano al pecho, escandalizada.
- ¡Quieres emborrachar a tu propia madre!
- Claro que no, es para animarnos un poco. Hay romper el hielo de alguna
manera.
- ¿Y qué tenías pensado? Recuerda las líneas rojas… -le advirtió aceptando la
copa de cristal.
- ¿Y si empezamos con las preguntas y continuamos con los retos?
- ¿Y qué límites pondrías? –inquirió su madre alzando una ceja.
- No hacer ni proponer nada de lo que nos podamos arrepentir –destapó la
botella de vino y llenó hasta la mitad ambas copas, luego añadió:-. ¿Qué te
parece si empezamos haciendo preguntas y luego seguimos con los retos?
- Me parece bien.
- Podríamos jugar al yo nunca, pero modificado.
- ¿Yo nunca…? –preguntó, desubicada.
Sergio explicó a su madre el funcionamiento del juego, el cual se sucedía por
turnos. Uno preguntaba, y el otro bebía o no dependiendo de si lo había hecho o
no. Pero, lo que Sergio quería, era hacer un juego más de hablar. Así que le
propuso lo siguiente: Uno de los dos preguntaría, y el otro podría responder.
Pero si consideraba que la respuesta podría ser vergonzosa o demasiado subida
de tono, podía beber un sorbo.
- Vale, empieza tú –dijo recostándose en el sofá y acomodándose su mechón rubio
tras la oreja.
- Del uno al diez… ¿Cómo de caliente estás ahora?
- Y se supone que puedo contestar o beber.
- Exacto, pero beber significa una respuesta afirmativa… solo que sin entrar en
detalles.
- Está bien –dijo, y entonces bebió un sorbito de vino.
- ¿Te has masturbado desde ayer?
- No. ¿Y tú?
- Tampoco.
- ¿Por qué? –quiso saber Sergio.
- Porque tengo ganas de sexo, no de masturbarme. Y para mi desgracia, estoy
aquí encerrada contigo.
- Pero la masturbación podría ayudarte.
- Es cierto, pero resulta más frustrante que satisfactorio. ¿A quién le toca?
- A mí –contestó Sergio, pensativo, mientras balanceaba el contenido del vaso
en movimientos giratorios de muñeca-. Cuál es la mayor locura que has hecho.
La respuesta fue de nuevo silenciosa, bebiendo otro trago. Sergio evitó hacer
ningún comentario, por lo que su madre sintió curiosidad.
- ¿No me vas a decir que no puedo beber cada vez que me preguntas?
- Es una opción válida –contestó, encogiéndose de hombros-. Estás en tu derecho
de beber. Pero a este ritmo, tú acabarás borracha y con las piernas abiertas.
- ¡Sergio! –replicó, riendo.
- ¿Qué? A este ritmo se te olvidará que soy tu hijo –contestó, riendo. Luego
añadió:-. Es broma. Te toca.
- Si ahora mismo te hiciese un baile erótico de esos… ¿Serías capaz de
excitarte?
- Sin lugar a dudas –respondió solemnemente.
- ¡Sergio! –le reprochó sin poder evitar reír.
- ¿Qué? Es la verdad. Voy tan salido que si me sedujese una cabra me la
cogería…
- Así que una cabra, eh –contestó, divertida.
- Es el síndrome de la cárcel. Ya sabes –le explicó al ver que no entendía-.
Los presos se tienen que conformar con los culos de sus compañeros.
- Así que te conformas con mi culo… -dijo con ese tono de voz tan sexy que se
le daba bien poner.
- No lo sé, aún no he visto tu culo…
- ¿Quieres una buena vista?
- No serás capaz… -contestó Sergio, imaginando a su madre dejando atrás todas
sus inhibiciones, bajándose el pantalón y separando sus nalgas para dejarle una
buena vista de su sexo.
Ella bebió un sorbo de vino, se levantó e hizo el ademán de bajarse el
pantalón. Ambos respiraban de forma acelerada, estaban nerviosos por lo que iba
a pasar. Sergio sintió su polla poniéndose tiesa bajo el pantalón. No sabía
como reaccionaría cuando su madre se bajase los pantalones y le regalase una
buena vista de su coño.
- ¡Era broma! –se burló. Se giró en el último momento y la plantó cara a su
hijo.
- Si tienes que estar completamente salido si te conformas con mi culo… Te
toca.
- Si un matrimonio ahora te propusiese hacer un trio con ellos. ¿Aceptarías?
- ¿Ahora mismo? Sí, por favor…
- Veo que estás receptiva –comentó su hijo, alzando la copa.
- Me toca. Sergio, si tuviésemos la certeza de que somos las últimas dos
personas en la tierra… ¿Tendrías sexo conmigo?
- Es una pregunta complicada, mama.
- ¿Ah, sí? ¿Y eso por qué?
- Supongo que estás refiriéndote a una finalidad reproductiva, como Adam y Eva.
¿No?
- Exacto.
- Pues teniendo en cuenta que tienes cuarenta y cinco años, tendríamos que
coger como conejos para tener, como mínimo, dos hijos… Y tendríamos que rezar
para que fuesen chico y chica.
- Mira que eres burro…
- Tú has preguntado, yo he respondido.
- ¿Sabes qué? Me aburre este juego de preguntas –sentenció Sonia-. ¿Pasamos a
los retos?
- Me parece bien. ¿Ponemos una regla?
- ¿Cuál?
- No podemos negarnos a nada.
No se negó a la propuesta de su hijo, pero tampoco dio una respuesta afirmativa.
Se miraron unos segundos, antes de que su madre contestase midiendo sus
palabras.
- Creo que recuerdas los límites de los que hablamos ayer…
- Claro, no he dicho nada de saltarnos esos límites… -le rebatió su hijo en
tono inocente.
- Pero estás diciendo que no me puedo negar a nada de lo que propongas.
- Aja…
- ¿Y qué sucederá si propones algo que pasa de la raya?
- Los dos sabemos dónde están las rayas. ¿No? Pero tenemos las rayas blancas,
las grises, las amarillas… Rayas que podemos ‘’saltarnos’’ para divertirnos un
poco.
- Me preocupan más las rojas y las negras.
- Las rojas y las negras son evidentes para los dos. La idea es pasarla bien
jugando a lo picante. ¿No? Estamos hartos de tanto móvil, televisión, parchís…
Se nos antoja un poco de ‘’diversión’’ para adultos.
- Eso es verdad.
- Entonces qué… ¿Te animas? –En lugar de contestar a su hijo, remató el vaso de
vino antes de asentir-. Está bien, mama… ¿Empiezas tú? –Sonia negó con la
cabeza-. Vale… Véndate los ojos.
No le costó mucho encontrar un trozo de tela que mantendría tapados sus ojos.
En lo que duraría de reto, Sonia se mantendría con el trasero pegado al asiento
del sofá, completamente expuesta a las miradas de su hijo. ¿Qué estaría
haciendo? ¿Cuáles eran sus intenciones? Sus labios se separaron expectantes,
sin saber que debía esperar… En guardia.
Por su parte, Sergio se tomó unos
segundos para admirar el cuerpo de su madre… Blusa, pantalón excesivamente
corto que parecía más unas bragas que un pantalón. Tenía unos labios gruesos,
los cuales al admirarlos se tomó el atrevimiento de imaginar lo bien que se
sentiría recibir una buena mamada de ellos. La miró como pocas veces la había
mirado, condicionado en los últimos días, desde que había aflorado ese interés,
por el temor de ser descubierto ‘’espiándola’’ o mirándola de forma lasciva…
Ahora que no había peligro, pudo admirar durante unos segundos la curva que
formaban sus pechos, la forma que tenía su cadera, la entrepierna que nacía y
moría entre sus muslos carnosos…
- ¿Sergio?
- ¿Sí, mama?
- ¿Qué haces? –preguntó impaciente.
- Estaba pensando en que reto voy a hacerte.
- Pensaba que ya se te había ocurrido algo.
- Y se me ocurrieron varias cosas… Pero no todas puedo hacerlas –admitió, con
malicia. Luego continuó-. El reto que te pongo es adivinar que estoy acercando
a tu cara.
- Imaginación tienes, lo admito –se echó a reír ante aquella ocurrencia.
Sergio se fue a la cocina, y regresó con un Frankfurt, una zanahoria y un
pepino. En unos segundos visualizó la estrategia que debía seguir para hacer
más divertido ese juego, entonces le explicó.
- Vale, mama… Tengo frente a ti cuatro alimentos. Solo puedes olfatearlos y
sentirlos con la boca, pero nada más… No puedes usar las manos, o de lo
contrario sería muy fácil que los adivines.
- Me parece bien.
- Primer alimento… -dijo, y agarró la zanahoria, la puso a pocos centímetros de
la nariz y esperó.
- Es una hortaliza, pero no estoy segura…
- ¿Quieres lamerla?
- Sí, quiero sentirla en la boca… -bromeó, siguiéndole el juego.
Con suavidad, dibujó subrayó en pequeños círculos con la punta de la zanahoria
en los labios de su madre, la cual curvó los labios en una sonrisa cómplice
antes de empezar a chupar la punta. Parecía tan relajada y despreocupada que a
Sergio se le ocurrió que el motivo podría ser estar con los ojos vendados…
‘’Sí, eso debe ser… Tengo que tomar nota para próximos retos’’ pensó.
- ¿Tienes alguna idea de lo que puede ser? –preguntó.
- No lo sé… Necesito saborearlo un poquito más… -replicó ella, antes de
apartarse, relamerse los labios y dictar sentencia:-. Es una zanahoria.
- Muy bien, mama… Te quedan tres.
Agarró el Frankfurt, de un grosor mayor al de la zanahoria y bastante inferior
al del pepino, y se lo acercó a la nariz. Ella lo olfateó, y dijo…
- ¿Alguna pista?
- Es de carne…
- Ummm, proteína –bromeó de nuevo con una sonrisa-. ¿puedo chuparlo?
- Mejor saca la lengua, así… Lámelo. En vertical. Que bien se te da, mama… Usa
los labios ahora. Por el sabor. ¿Sabes que es? –quiso saber Sergio, sintiendo
como su entrepierna se ponía cada vez más y más dura dentro del pantalón.
- No estoy segura… Pero creo que está un poco crudo.
Sergio se animó a bajarse ligeramente el pantalón y sacar su miembro erecto
fuera. La tenía totalmente tiesa, quería recibir una mamada de esa mujer que,
en ese momento, parecía que consentiría cualquier cosa.
‘’Esa es la línea roja…’’ se recordó,
asegurándose que podría enfadarse mucho.
- Ahora el siguiente… Es también de
carne –le informó, acercando el extremo de su miembro a la nariz de Sonia.
Al olfatear el olor e identificarlo, a su madre se le borró la sonrisa de la
cara. Sin embargo, no pareció molestarse de forma alguna, sino que más bien
pareció concentrarse en algo. A Sergio le dio la impresión de que estaba a
punto de lamerlo, como si hubiese descubierto frente así algo que llevase mucho
tiempo deseando.
Frotó su propia erección con
movimientos silenciosos y suaves, lo cual seguramente desató una mayor cantidad
de hedor y testosterona acumulada a pocos centímetros de la nariz y los labios
de su madre.
- ¿Qué es? –Sonia no respondió enseguida, pareció morderse la lengua-. ¿Y bien?
- ¿Has dicho que es carne? –No se le escapó el detalle que su madre se abrió
ligeramente de piernas-. ¿Qué tipo de carne?
- De la que alimenta…
- Huele… Muy fuerte.
- ¿Deberías chuparlo para adivinar qué es?
- Por el bien de los dos, espero equivocarme… Mejor no chuparé nada.
- Hazlo… Chúpalo, no te arrepentirás…
- No sé si hacerte caso…
- Sabes que en el fondo quieres…
Y lo hizo. Sonia separó los labios y chupó el extremo del pepino. Con un
evidente sentimiento de alivio relajando su postura, besó el extremo de la
hortaliza y hasta se tomó la licencia de llenar su boca con el mismo.
- Este pepino huele que alimenta... –dijo, y entonces se sacó la venda de los
ojos, encontrándose frente a ella un joven con los pantalones subidos… Y cierto
bulto bien escondido bajo ellos.
- ¿Te ha gustado el reto?
- Ha sido… Muy creativo. Además… Te agradezco lo de la venda en los ojos. Me ha
ayudado a olvidarme que estoy jugando contigo.
- He pensado lo mismo, mama.
- Véndate los ojos… ¡Y no hagas trampas!
Sergio obedeció, a los segundos ya se encontraba ciego y a la espera. Su madre
lo agarró de la muñeca y lo sentó en el mismo lugar del sofá donde había
permanecido ella en el reto anterior.
- Mi reto es el siguiente… Tienes que adivinar que parte de mí estás tocando.
- Eso parece bastante subido de tono… ¿Esa línea es amarilla o roja?
- Amarilla… Diría yo. No tiene por qué ser nada malo…
- Vale, va… Me has convencido.
- Ya verás que no es tan fácil. Ah… Solo puedes usar el dedo índice.
El salón quedó en silencio, no pasó demasiado tiempo antes de que sintiese el
característico sonido de la ropa deslizándose, comprendiendo cual iba a ser el
‘’morbo’’ de aquel reto. Sintió la cálida palma de la mano de su madre
agarrándole por la muñeca, alzándola hacia algún punto inespecífico frente a
él. Notó una superficie blandita, esponjosa…
- ¿Es la barriga?
- ¡Muy bien! –dijo impresionada.
- No es tan difícil como imaginé –reconoció Sergio, con una sonrisa pícara.
- ¿Ah, sí? A ver si adivinas la próxima, listo…
Más ruido de prendas de ropa deslizándose, la oyó suspirar varias veces… Su
mente le jugó una mala pasada. ¿Escuchó un ruido húmedo y obsceno llenar el
ambiente? Su madre volvió a aferrarle por la muñeca y dirigir su mano en una
dirección, esta vez más abajo. No tardó en sentir los inconfundibles labios,
calientes y húmedos, envolver a su dedo índice… A juzgar por la altura, se
atrevió a imaginar que se hubiese atrevido a dejar que su hijo le clavase el
dedo en el coño…
La yema de su dedo índice sintió el
interior tan caliente y suave, que consideró que podía ser perfectamente
posible. No pudo evitar probar a mover el dedo y a clavarlo más, haciendo a su
madre gemir…
‘’Joder… Me ha dejado clavarle el dedo
dentro’’ concluyó, ilusionado. Tampoco pudo evitar resistir la tentación de
meter otro dedo más y curvarlos en un gancho, buscando instintivamente la parte
interna del clítoris. Entonces descubrió que no era ‘’esa boca’’, sino la
opuesta. Su madre arrancó a reir…
- ¡Te has emocionado, eh! –dijo, apartando su boca de sus dedos mojados.
- Me lo había creído y todo –bufó el joven.
- Ya lo veo, ya… También veo que sabes muy bien donde clavar los dedos…
- ¿He superado tu prueba?
- Sí… Mejor que paremos aquí, porque no se me ocurre ningún otro sitio –bromeó.
- Te toca ponerte la venda.
Su madre obedeció, aceptando una parte esencial del juego como taparse los
ojos.
- Mama, sabes lo que es el twerk.
- Aja… -replicó ella.
- Este es el reto. Tienes que quitarte los pantalones frente a mí, y tienes que
imaginarte que soy… Un ligue de tinder. Alguien que has conocido en la primera
cita y al que quieres seducir.
- No puedo hacer eso…
- Claro que puedes. Llevas la venda en los ojos… Solo imagínatelo.
- No puedo quitarme los pantalones porque no llevo nada debajo…
- Mejor aún… Has ido a la primera cita sin ropa interior. Ahora quítate los
pantalones y mueve ese culo.
- No voy a hacerlo… Sin pantalones no.
- Vale, entonces hazlo con ellos… Que aburrida eres.
Sergio puso reggaetón de fondo, observó con satisfacción como su madre,
claramente con la cara roja como un tomate, separaba sus piernas tras darle la
espalda, se inclinaba hacia adelante, y dejaba unas vistas perfectas a su hijo
de lo que se escondía entre sus muslos. No solo eso, el pantalón era tan
pequeño que casi podía ‘’intuir’’ los labios de su madre vibrar entre los
pliegues de sus muslos.
- ¿Te gusta? –preguntó, metida en el papel.
- Cuando empecé a hablar contigo en Tinder no esperaba que fueses tan lanzada…
-Le siguió el juego.
- Y eso porque no has visto cuando me animo…
Sergio agarró el pantalón y tiró de él, juntando toda su extensión en una línea
vertical que quedó atrapada entre las nalgas de su madre. Esta gimió de
sorpresa ante el atrevimiento de su vástago, apoyando las dos manos en el suelo
para no perder el equilibrio. Su gemido se tornó agudo y suplicante, como si no
fuese capaz de hacer nada más que producir aquel lamento.
Con una erótica malicia, jaló de la
tela hacia arriba, haciendo que los labios de su madre se viesen expuestos al
roce y a la presión.
- Ya falta poco para acabar este reto… Pero tienes que mover la chapa antes –Le
informó sabiendo que esta debía estar apunto de llegar a su límite y de pedirle
parar.
La mujer, con el culo en pompa, meneó la poca dignidad que le quedaba para
contentar a su hijo. La vergüenza que sintió en aquel momento fue mucho mayor
que cualquier placer que le hubiese podido dar moverse de aquella forma. A los
pocos segundos, intentó incorporarse con una agilidad más propias de una
treinta-añera que de una cuarentona. Se sacó la venda de los ojos y miró con
reproche a Sergio, el cual sonreía de oreja a oreja.
- ¿Y esa línea? ¿Qué era? Blanquísima. ¿No? –quiso saber su madre.
- Amarilla tirando para naranja –musitó en tono alegre.
- Te has pasado, Sergio.
- Venga… Solo he tirado un poco de la ropa. No he tocado absolutamente
nada.
- No me gustan los retos que me haces hacer…
- ¿Seguro? Porque me ha parecido que te lo pasabas muy bien.
En lugar de responder, le lanzó la venda de ojos para que se la pusiera.
- ¿Ya has pensado con qué me vas a retar? –dijo mientras se tapaba los ojos.
- No estoy segura… todavía.
- Que lenta. Ya sé con qué te retaré después…
- No deja de sorprenderme la facilidad que tienes para tener esas ideas.
- Soy bueno en eso. ¿Qué puedo decir? –Ante esa respuesta, Sonia alzó una ceja
y se mantuvo en silencio unos segundos antes de decir:-. Quítate la venda. No
la necesitarás para lo que voy a pedirte que hagas… Quítate los pantalones.
Deduzco que tienes slip. ¿No?
El muchacho frente a ella no dudó, ni se avergonzó, en hacer a un lado sus
pantalones. Ciertamente llevaba ropa interior y le picaba la curiosidad que le
pediría su madre.
- También la camisa –añadió Sonia, a lo que él obedeció-. Siéntate en esa parte
del sofá… Ponte cómodo –dijo, señalando al respaldo opuesto donde ella estaba
sentada.
- ¿Qué tengo que hacer?
- Nada. Solo hablar conmigo.
- Es un poco perturbador estar así frente a ti.
- Tranquilo, solo quiero ver tu reacción –Ante esa declaración, su hijo se
mostró extrañado-. Solo tienes que aguantar así durante cinco minutos.
- ¿Y de qué quieres hablar?
- ¿Has fantaseado alguna vez con que te haga una felación, Sergio? –el chico,
nervioso, se echó a reír-. Se me olvidó mencionarlo. Tienes que ser sincero, es
parte del reto.
- ¿Y cómo sabrás si miento o no?
- Puede que me engañes… o tal vez notaré que mientes. Tienes que ser sincero.
¿Lo has hecho?
- Esas preguntas son muy íntimas.
- Entonces, no lo niegas. Te has masturbado pensando en que te la hago.
- No me he masturbado, pero lo he pensado –su madre pareció estudiar su
reacción y decidir que decía la verdad.
- Pensarlo está casi tan feo como haberlo hecho.
- ¿Tú no…?
- La que pregunta soy yo.
- No hace falta que respondas. Somos dos, estamos encerrados y más aburridos
que una ostra. Está claro que se te ha pasado por la cabeza.
Una sonrisa pícara se asomó en los labios de Sonia, como si ya hubiese previsto
aquella respuesta.
- Puede que sí… ¿Y cómo lo hacía en tu fantasía? ¿La chupaba bien? –A Sergio le
incomodó escuchar a su madre preguntarle tan abiertamente-. Venga… No te
avergüences. Es normal. Soy bastante guapa…
- En eso voy a darte toda la razón.
- ¿Y la chupaba bien en tus fantasías? No voy a juzgarte por tus respuestas.
- Solo quiero dejar claro antes de responder que nunca antes había fantaseado
contigo de ninguna forma… Pero desde la cuarentena por el virus Z… Sí, sí que
he tenido esas fantasías más a menudo.
- Si sucede en la imaginación, no es pecado. El problema es cuando se lleva a
la práctica. Pero tengo curiosidad, Sergio… Háblame de esa fantasía. ¿Cómo te
la chupaba? Sé específico… Explícamela… mientras me miras a los ojos.
- Ayer mismo me pasó… Creo que fue mientras jugábamos a verdad o reto. Ah, ya
recuerdo… Estabas con esa blusa y esas bragas. No pude evitar imaginarte…
Bueno, mamándomela.
- Que hijito más cerdo tengo. ¿Eso es todo?
- Me mirabas a los ojos, justo como estás haciendo ahora…
Su madre se metió el pulgar entre los labios y lo miró de forma lasciva, no
solo lo provocó con ese gesto, sino que también separó ligeramente los muslos
dejando visible su entrepierna.
- Justo así…
- No me malinterpretes… Solo estoy jugando.
- Claro, mama… Es un juego picante, de adultos.
- Ya… Ya veo que te gustan este tipo de juegos… -dijo, señalando la erección de
su hijo, la cual ya había comenzado a desbordar su ropa interior-. Eso tiene un
nombre. ¿Sabes? Sindrome de Edipo, se le llama. ¿Sabes lo que es?
- No tengo esa mierda, mama… Solo… Estoy bastante necesitado.
- El verdadero reto era conseguir que no te pusieses duro. Y acabas de perder.
- Podría retarte a lo mismo y perderías.
- Puede que sí, puede que no…
- Pero no voy a hacerlo. Voy a hacer algo mejor.
- ¿Ah, sí…?
- Sí, ponte la venda…
- A ver que maldad vas a hacerme ahora como venganza… -dijo, mordiéndose el
labio.
- Tienes que quedarte en bragas y en sujetador. Luego empezará el reto…
Sonia hizo lo que ameritaba su hijo, marchando a su habitación con los
pantaloncitos y la camisa para regresar con un sujetador y unas bragas de
encaje. Al sentarse en el sofá, volvió a colocarse la venda.
- El reto es este: Te daré una serie de instrucciones, y tienes que limitarte a
obedecer –su oponente en el juego no parecía estar muy satisfecha con el rol
que le había tocado.
- Estás disfrutando, eh…
- Ni te imaginas cuanto –contestó con honestidad su hijo-. Vale, empezamos…
Levanta los brazos y junta las manos detrás de la cabeza, así…
La aludida obedeció, alzó ambas manos juntas y las posicionó tras sus rubios
cabellos ondulados. La expuesta posición de sus brazos alzados, acentuó sus
hermosos pechos y exhibió sus axilas depiladas. Era curioso que en pleno
confinamiento, una mujer soltera se tomase su tiempo para rasurar esas zonas erógenas
de su cuerpo… Pero así era ella, Sergio tenía claro que lo hacía por ella misma
aunque, de todas formas, agradecía las vistas.
Sin hacer ruido, se bajó ligeramente
los pantalones e comenzó a masturbarse con unos movimientos lentos y armoniosos
mientras contemplaba a su madre.
No sería justo decir que no sentía
reparos… Era su madre. Una parte de sí mismo sentía ‘’asco’’ de lo que estaba
haciendo pero, al mismo tiempo, tenía frente a él a una ‘’hembra’’ tan caliente
y necesitada que estaba dispuesta a seguir aquellos juegos obscenos con su propio
hijo.
No tenía duda, ella debía sospechar lo
que estaba haciendo y de todas formas no protestaba.
- Saca la lengua…
Su madre no reaccionó al instante, se quedó paralizada procesando lo que le
estaba pidiendo. De todas formas, no tenía ningún interés en ser disimulado. Se
frotó con silenciosa intensidad, acercando su oloroso glande a la nariz de su
compañera de juego.
- Separa las rodillas…
- Esto es como mínimo una línea roja… como mínimo –se dejó llevar un poco y la
agarró del pelo. Los labios de ella se separaron, como si acabasen de lograr
reprimir una reacción de sorpresa.
- Solo es un juego, mama… Metete en el papel. Saca la lengua… -Sonia obedeció,
mostrándose más erótica tras aceptar el agarre de su hijo.
Sergio ya había anticipado ese instante al idear el reto, había preparado un Frankfurt
mientras ella se cambiaba de ropa y la había tenido preparada para ese momento.
Con su madre receptiva, con la lengua fuera, las rodillas separadas y los
brazos alzados, aplicó pequeños golpes con el trozo de carne de una textura
similar a su miembro.
Al principio, pareció asustada ante el
atrevimiento de su hijo, pero se mostró aliviada cuando descubrió que ese tuvo
de proteína era puramente nutritivo. Desinhibida, empezó a mamarlo demostrando
que si no era de su hijo no le importaba mostrar ese lado oscuro.
En su ropa interior apareció un
pequeño manchurrón que acabó derivando en una gran mancha oscura que calcó sus
labios vaginales para satisfacción del único espectador. Luego, mientras el Frankfurt
quedaba envuelto en la saliva de su madre, la dejó entre las tetas y le pidió
que intentase juntar sus codos. El resultado fue una obediente rusa de su madre
que aplicó tanta presión al trozo de carne que lo aplastó y partió por la
mitad.
- Creo que ya es suficiente… -se impuso Sonia, completamente roja e
indiscutiblemente acalorada mientras se quitaba la venda de los ojos.
- ¿Quieres parar? –sugirió satisfecho.
- ¿Parar? Quiero vengarme… ¿Quieres tú que paremos? –Sergio estuvo seguro que
se había obligado a preguntárselo, porque ella no quería.
- ¿Y cómo te vas a vengar…?
- No lo sé… Solo sé que no quiero parar. Estoy al límite…-contestó
completamente ruborizada
- Si no se te ocurre nada, tengo una idea…
Sentada en el sofá, se mostró derrotada en su batalla contra sí misma. Por su
cabeza debían pasar muchas cosas, seguro que se le habían ocurrido muchos retos
y a cada cual, peor… Pero no se atrevía a proponerlos. A decir verdad, estaba
tan excitada que, en realidad, solo había una cosa que quería hacer.
- No sé si deberíamos…
- Ya te dije que no podías negarte a nada… Y sé que te va a volver loca.
Capítulo 6 < Atada
y enterrada en la arena >
En aquella casa, Sonia y Sergio habían convivido solos desde hacía dos años.
Antes de la muerte de Julio, su marido, no había pasado una sola noche sola en
aquella cama. Después, no volvió a llevar a nadie a aquella cama.
Le había costado algún tiempo entender
que Julio había sido una parte muy importante de su vida pero era hora de pasar
página. Por eso, cuando empezó a tener citas con desconocidos, siempre fue
fuera de su casa. Se encontraba en bares, restaurantes, hoteles y casas ajenas…
Pero nunca en casa propia.
Un silencio expectante llenaba la habitación. ‘’¿Cómo he consentido esto…?’’ se
preguntaba ciega, muda por la mordaza e inmóvil. Tenía calor y le costaba
respirar, tenía una manta o una prenda sobre la cabeza, tapándosela.
Era parte del reto de su hijo,
argumentando que verla desnuda era una línea amarilla y no podía privarla de la
diversión. Le había explicado que debía quedarse desnuda y atada, como si
estuviese aguardando una sesión de bondage con un desconocido. Ella misma se
había quitado la ropa interior, pero había sido él quien, tras taparle los ojos
tumbada boca arriba, empezó a deslizar cuerdas de un lado para otro, atando sus
brazos a sus piernas y dejándola completamente vulnerable…
Se sentía como una tortuga panza
arriba, atorada sobre el caparazón que representaba su espalda. Aquellos nudos
y ataduras no le permitían mover los brazos ni cerrar las piernas. Era evidente
lo que iba a hacer…
Sonia había comenzado a protestar,
aunque sin mucho entusiasmo debido a que la curiosidad y el morbo ya se habían
impuesto al sentido común.
- La gracia de este juego es esta… -le había explicado-. Imagina que has
quedado con un chico de mi edad, 18 años recién cumplidos, atrevido y sinvergüenza…
Imagina que yo no estoy en la casa y que has aprovechado para usar Tinder y te
has encontrado con él… Los dos estáis calientes y no habéis hablado mucho. Le
has dicho que tienes la casa sola y él te ha preguntado si te gusta sentirte
indefensa… Estás tan caliente que te ha parecido una idea morbosa ser atada por
un desconocido. Y aquí te encuentras, abierta de piernas, con un chico de mi
edad que puede aprovechar para robar la casa o para violarte… Te hizo saber que
le gusta duro.
- ¿Y tú? –preguntó ella, con la voz aguda y temblorosa
- Mi historia es un poco diferente… -Sonia notó que una barra dura, caliente y
cubierta por una gomita caía sobre entre su pubis. ‘’Oh, dios… Me va a coger y
no puedo hacer nada para impedirlo…’’ pensó en su fuero interno-. Mi madre ha
salido de casa a hacer la compra de la semana, y ando tan caliente que me he
encontrado un agujero mojado, caliente y sucio…
Unos dedos se clavaron en el coño de Sonia, obligándose a morderse los labios
mientras pensaba ‘’ya no hay vuelta atrás…’’. Todo su cuerpo temblaba, y no de
frio. No podía aguantar más, pero tampoco se sentiría cómoda pidiéndole a su
hijo que se dejase de tonterías.
- Parece un coño… Lo usaré como si fuese un coño. Descargaré mis bolas en él.
¿Entiendes cual es el juego? Cada uno imaginará su historia. A ver si lo has
entendido. ¿Qué eres tú para mí?
- Un agujero mojado y sucio que has encontrado cuando he salido a comprar.
- Muy bien… Pensaba que te lo tendría que volver a explicar.
- ¿Y qué soy yo para ti?
- Un chico de la edad de mi hijo, al que he invitado para que me ate y me folle…
- Eso será lo que recordaremos… Ah, se me olvidaba.
- ¡Hmmm..! ¡Hmmm! –protestó ella cuando las bragas impregnadas en su propio
flujo acabaron echas una bola en su boca.
- Además, voy a poner esta toalla aquí para no verte la cara… Me resultará más
fácil.
- Oh, que buena pinta tiene este agujero –actuó Sergio para sí mismo, hablando
en voz alta mientras golpeaba con su rabo tieso sobre su pubis-. Creo que voy a
aprovechar que te has ido, mama, para vaciar mis bolas… -acto seguido, notó una
fría sustancia lubricante untarse en su vagina y, segundos después, una
vigorosa dureza apuntando a través de ella y clavándose con una lenta y
vibratoria metidita.
- ¡Hmmmm! –gimió ella, muda.
Se esforzó por imaginárselo: Un joven desconocido, de la edad de su hijo, la
había atado… Esperaba que se hubiese puesto condón, por el olor así era. Sintió
como las lentas penetraciones eran repetidas y constantes, clavándose en ella centímetro
a centímetro con cada nueva embestida. No tardó en alcanzar el tope, su cérvix,
pero no solo tenía un buen grosor que presionaba en todas las direcciones de
sus paredes vaginales, sino que además, se clavó en su cérvix con sobrante
longitud.
‘’El joven’’ se aferró con ambas manos
a sus caderas, se la cogió como si fuese un objeto, un agujero húmedo y cálido
que le servía para quitarse las ganas de una buena paja. ‘’El joven’’ la estaba
usando para masturbarse. No parecía interesado en complacerla, prestando
atención a sus gemidos y a su forma de arquear la espalda. Sintió los
testículos del joven ‘’desconocido’’ aporrear su ano. Se arqueó, más caliente
que el infierno… Se iba a venir. Se iba a venir. Y una parte de su mente sabía
que era su hijo el que la embestía con tal ímpetu que en menos de un minuto ya
había logrado acercarla al punto de no retorno.
Aumentó la velocidad entre sus muslos.
‘’Que bien folla, el niñato’’ pensó. Una cuenta atrás para venirse: Cinco,
cuatro, tres, dos, uno… ‘’Ojala lleve condón’’ deseó mientras su entrepierna
arrancaba a estremecerse entre calambres de placer. Sergio aceleró y remató un
orgasmo en aquel agujero cálido, viscoso y sucio, como él mismo lo había
llamado.
Sonia sintió como algo se inflaba
dentro de ella, ese ‘’algo’’ desapareció cuando la sacó de su interior,
quedando vacía. Se notó temblorosa y satisfecha con el primer orgasmo mientras
comprendía por su sentido del oído que ‘’el joven’’ se estaba sacando el
condón, haciéndole un nudo y tirándoselo sobre las tetas.
Un nuevo condón sustituyó el anterior
y la clavó con deseo en ella. Ahora que su mente no estaba preocupada por la
posibilidad de quedar embarazada, aceptó la situación poniendo todo su ser en
recibir aquellas ricas penetraciones en su interior.
No tardó en descubrir que la idea de
su hijo había sido excelente, era todo un alivio imaginar una ficción en
aquella situación de realidad. Mientras ‘’el joven’’ la penetraba con deseo y
se la cogía, deseó que al terminar, nada hubiese cambiado entre su hijo y ella.
Tal vez, si fingían que no había pasado, supondría un alivio para ambos.
Sergio se emocionó y empezó a palpar
con sus manos aquel ‘’trozo de carne’’. Tanteó los senos, los pezones, la
agarró del pelo haciéndola gemir… Le extrajo las bragas de la boca e intentó
besarla, pero su reacción, más rápida que la de él, fue apartarse.
No es que no desease aquel beso, sino
que aceptarlo habría supuesto otorgarle un realismo a aquel crimen contra
natura que estaban cometiendo. ¿Y por qué no debían hacerlo? Sexo con condón,
sin consecuencias… Pura penetración, como si fuese una masturbación mutua
consentida…
Pero aquel beso… Los labios de su hijo
persiguieron los suyos. Estaba maniatada y no podía escapar a ninguna parte. Movió
la cabeza en círculos, huyendo del beso… Hasta que este se cansó y le mordió el
cuello.
- Ahhhhyyy…. –A Sonia se le escapó el gemido más erótico que había liberado en
mucho tiempo.
‘’Chop, Chop, Chop…’’ entre el intento de besarla de aquel joven y el certero
mordisco en su cuello, hubo una consecuencia evidente: Se mojó y se mojó hasta
quedar encharcada. Se escucharon varias ventosidades vaginales. Aquella sabrosa
dureza que la empalaba una y otra vez sabía cuando y como clavarse, rascando
dentro, bien profundo de ella.
- Me voy a correr en este sucio orificio…
- Hazlo, mi amor, solo no pares…
Notó como se quedaba estancado en un orgasmo dentro de ella, el segundo. Sintió
como el preservativo se llenaba ligeramente dentro de ella.
- Desátame… -suplicó Sonia-. No quiero más…
- Podría dejarte atada y usarte así siempre que quiera.
- Eso suena… interesante –le concedió Sonia, sabiendo muy bien que su hijo iba
a aceptar su petición y solo estaba alargando lo que ya había terminado-. Tu
agujero donde poder desahogar toda tu frustración…
- ¿Lo hago?
- Mejor desátame… Me tiembla todo, no creo que me pueda mover.
- Lo haré si haces algo por mí…
- ¿El qué…? –preguntó, en guardia.
Escuchó el sonido inconfundible de la goma estirarse, y segundos después,
sintió el elástico entre sus dientes, después sintió los nudos aflojarse. Para
cuando consiguió deshacerse de las ataduras por sí misma, ya estaba sola en la
habitación.
No pudo evitar tantear su vagina…
Estaba temblorosa y satisfecha, con ese tacto característico al pico de
excitación. Reunió los dos condones, uno bastante lleno y cerrado con un nudo y
el otro prácticamente vacío, pero abierto. Se le pasó por la cabeza la locura
de bebérselo. Por supuesto no lo hizo…
Estudió desde su propio punto de vista su desnudez, y descubrió que hacía muchísimo
tiempo, que no se sentía tan femenina y erótica.
- No ha sido mi hijo… Ha sido un chico que he conocido por Tinder… -se recordó,
para luego morderse el labio y recordar lo bien que se había sentido ese rabo
dentro de ella.
Capítulo 7 < ‘’Cocacola,
Fanta, Cerveza… fria’’ El vendedor ambulante >
Aquella noche, los dos integrantes de la casa durmieron plácidamente en
sus respectivas habitaciones. Durante la cena previa antes de acostarse, ambos
actuaron como si no hubiese sucedido nada. Madre e hijo estaban lejos de estar
satisfechos con lo que acababan de hacer y habrían repetido en ese mismo
instante si no hubiese un hipócrita código ético que mantener.
Durante la cena, se limitaron a ver la
televisión y repasar sus móviles sin intercambiar una sola mirada. Sergio había
cocinado, así que fue su madre la que fregó los platos.
Poco después, se despidieron cada uno
marchó a su propia habitación.
Después de aquella noche reparadora, pues hacía semanas que no habían podido
dormir tan bien desde que empezó el segundo confinamiento, volvieron a
encontrarse por la mañana. Sonia se había prometido que no hablaría
absolutamente nada sobre lo sucedido el dia anterior con su hijo. Le sorprendía
lo eficaz que le había resultado mantener los ojos y la cara tapadas. Por mucho
que se esforzaba, no conseguía recordar a su hijo haciendo absolutamente nada
y, aunque sabía la realidad, era un alivio que esa ‘’solución’’ para ambos que
tanto les había ayudado a drenar sus necesidades no dejase en ellos un recuerdo
visual.
Varias veces, Sergio intentó
proponerle repetir pero la respuesta todas las veces fueron la misma: No.
- Ha estado bien –reconoció ella sin entrar en detalles-. Pero repetir equivale
a arriesgarnos a sentirnos culpables en un futuro.
- Puede ser, pero si encontrase cierto agujero viscoso mientras duermes…
- Te he dicho que no –sentenció con firmeza, aunque en su fuero interno
sospechaba que en algún momento ambos volverían a recurrir a esos juegos para des-estresarse.
Durante algún tiempo lo intentaron, los dos. Ciertamente ella agradeció a su
hijo el intento de conformarse con el recuerdo sin desear convertir en habitual
lo que debería ser, sin duda, un evento único y especial.
Volvieron a devorar videos, podcast,
películas y series en sus móviles y en la televisión. Volvieron a jugar al
parchís, al ajedrez y a hacer videos.
Sonia debía reconocerlo, no pilló a su hijo mirándola de forma inapropiada, ni
había vuelto a proponerle nada indecente, ni tampoco lo había notado
distanciarse o mostrarse desagradable de forma alguna…
Pero empezó a sufrir pensamientos
intrusivos en los que se le antojaba volver a jugar a aquel juego de rol.
Sospechaba que su hijo estaba pasando por algo similar…
Incluso cuando estaba tranquila y sin
ningún tipo de estimulo ni provocación, no tardaba en encontrarse acalorada y
con los muslos resbaladizos…
Entonces empezaron las señales… Sonia descubrió a su hijo erecto, mirándola
disimuladamente, mientras veían una película. Además, estaba segura que él
también se había percatado de ciertas señales en el cuerpo de ella… El rubor de
los dos bultitos en su pecho a través de la camisa, el temblor y la forma de
frotar sus piernas, como si fuese incapaz de soportar la inquietud y el
nerviosismo…
Podía reconocerlo fácilmente, era el síndrome
de abstinencia. Cada vez duraba menos el tiempo que podía aguantar sin
experimentar esos juegos…
- Mama… He estado pensado. ¿Quieres jugar a lo de los roles?
Sonia no respondió de inmediato, pero a los pocos segundos, fallando en
reprimir una sonrisa, logró decir sin ser capaz de mirar a la cara a su
acompañante:
- Sí… Vamos a jugar…
Capítulo 8 < Olas traicioneras
>
Un pensamiento que la madre de Sergio no podía quitarse de la cabeza
era el anhelo de encontrar una forma de que, si el juego se les iba de las
manos de nuevo, ninguno de los dos pudiese ver absolutamente nada. No ver e
imaginar era preferible a mantener el recuerdo de que uno de los dos viese
desnudo al otro mientras tenían sexo.
Si la excusa era fingir para instalar
falsos recuerdos en el subconsciente, no serviría de nada si, visualmente,
veían el cuerpo del otro. Era sorprendente como la mente era capaz de auto
engañarse eligiendo la imaginación ante la ausencia de información visual… Por
ello, Sonia no podía mentirse así misma y olvidar que su hijo la había visto
desnuda el día anterior… Incluso si había sido tapándole la cara.
- ¿A qué quieres jugar hoy?
- ¿Te gustó lo de la última vez?
- No sé de qué me hablas. ¿Qué dices que hicimos la última vez? –contestó Sonia
con una sonrisita traviesa. Nunca lo reconocería en voz alta.
- Lo del juego de roles.
- Estuvo bien –contestó cortante, dejando claro que no estaba dispuesta a
hablar del tema. No solo eso, sino que el intento de hablar provocaba que se le
quitasen las ganas de jugar.
- ¿Y qué dirías si dijese que se me ha ocurrido algo mejor?
- ¿Mejor? –preguntó, curiosa.
- Sí, en lugar de improvisarlo sobre la marcha, preparamos una pequeña historia.
Luego podremos improvisar, pero con el camino ya trazado.
- Creo que entiendo lo que quieres decir. ¿Sabes qué? No me gusta mucho la idea
de hablar sobre estas cosas… Disfruto más jugando directamente.
- Vale, entonces solo tienes que hacer una cosa… Ve a tu habitación y ponte un
vestido. Luego te explicaré cuál es el rol de cada uno y comenzamos.
- Me parece bien… -dijo antes de encaminarse a su habitación. Entonces se
detuvo, giró sobre si misma y añadió:-. Sergio, la idea que tuviste de esconder
las identidades es muy buena… Ayuda mucho que no nos podamos ver… Me ayuda a
meterme en el papel. Quiero que lo tengas en cuenta… O podría estar incómoda.
No tengo nada más que decir…
***
Los nervios fueron en aumento en lugar de reducirse o desaparecer. Sonia se
tomó su tiempo en cambiarse de ropa y ponerse el vestido evitando por completo
la ropa interior. Era difícil olvidar que el que estaba en el salón era su
hijo, pero buscaba engañarse a sí misma fingiendo que solo iban a jugar…
Habían pasado más de cinco días desde
que jugaron a lo de los retos y no podía evitar desearlo de nuevo, estaba tan
aburrida, una vez más, que la idea de ir al comedor la entusiasmaba… Pero no
podía evitar recordar que era su hijo.
Cuando salió de la habitación y se reunió con Sergio en el salón, se sorprendió
al encontrar un ambiente oscuro, con las persianas y las cortinas bajadas
mientras él la esperaba sentado en el sofá. La iluminación era tan pobre que
apenas podía verle la cara.
- ¿Estás preparada?
- Sí.
- El juego consiste en tres partes: Vestuario, planificación y actuación. Ahora
te explicaré cual es tu papel y que historia vamos a representar. Será tu turno
de hacer sugerencias o preguntas sino te queda nada claro. ¿Vale?
- Sí… Explícame la historia.
- Hace tiempo le pediste dinero a un prestamista y no puedes devolverlo… aún.
Has conseguido que te de un tiempo extra para reunir el dinero a cambio de
alquilar tu cuerpo a un joven ricachón. ¿Entiendes por dónde voy?
- Imaginación no te falta –confesó, divertida, olvidándose de su propia
incomodidad.
- Lo que has dicho antes, poca iluminación para que apenas nos veamos… Para que
sea más realista, me abrirás la puerta de la entrada fingiendo que me has
dejado entrar en tu casa.
- Me imagino que el joven ricachón al que representas es dominante y cruel.
- Exacto.
- Y yo tengo que ser sumisa y complaciente.
- Puedes resistirte si quieres, negarte a hacer cosas… Eso lo hará más
interesante. ¿Cómo te llamo?
- Sin nombres, eso me sacará de la historia…
- Como quieras, resúmeme en qué consiste la trama.
- Hace tiempo pedí un préstamo y me arrepiento mucho de eso, porque el
prestamista no para de insistirme. Le he pedido más tiempo y me ha dicho que
alguien con dinero podría comprarme tiempo para pagar más adelante… Solo tengo
que pasar tiempo con él en mi casa y hacer que se lo pase bien.
- ¡Perfecto! ¿Empezamos?
***
Sonó el timbre, Sonia se levantó del sofá y se acercó a la puerta del salón que
comunicaba con la entradita. El ‘’ricachón’’ estaba tras esa puerta, se acercó
y le plantó dos besos en las mejillas a modo de saludo.
- ¿Puedo pasar? –preguntó.
Apenas podía verlo, pero intuía la sonrisa pese a la poca luminosidad. A Sonia
le sorprendió la habilidad de ambos para meterse en el papel, ser absorbidos
por la trama. ¿Era porque tenían la habilidad o porque estaban tan desesperados
que les convenía creer en ello?
- Claro, pasa, por favor –dijo, conduciéndolo hasta el sofá.
- El prestamista me dijo que estabas algo necesitada de dinero.
- Sí, no voy precisamente bien –respondió, sentándose. Él la imitó.
- ¿Te ha explicado porque estoy aquí?
- Algo me comentó, sí… Necesitabas un poco de compañía.
- Ni yo lo habría dicho mejor. Lo que no me dijo es que la compañía sería tan
atractiva…
- Pero… Solo has venido para tomar un café. ¿No?
- Claro… Uno con leche.
- Creo que ha habido un error… No quiero ser descortés. Te estoy muy agradecida,
pero…
- No te preocupes… -La mano de su invitado se posó en su pierna-. Con tu
compañía es suficiente… Pero si no quedo satisfecho, no pagaré parte de tu
deuda.
- Entiendo…
- Y nada es gratis, todo tiene un precio…
- Lo sé…
Sonia notó como su hijo se bajaba la cremallera del pantalón disimuladamente,
inmediatamente notó como este la agarraba del pelo y la conducía hasta su
entrepierna. Abrió mucho los ojos, sorprendida, aceptando que esto no era como
la última vez. Su conciencia estaba limpia en parte porque, la última vez, el
condón no permitió que sus pieles se tocasen… al menos sus genitales.
Esta vez, era totalmente diferente:
Apoyó ambas manos en el muslo de ‘’su invitado’’ intentando recordar que era un
desconocido, no su hijo… Se resistió unos segundos, con la polla completamente
erecta frotándose contra su cara.
‘’Que olor más fuerte…’’ olfateó sin
querer, antojada de querer chuparla. ‘’Es la polla de Sergio…No…’’ sollozó para
sus adentros.
- A qué esperas, puta… Chúpamela.
- El prestamista solo dijo que pasaríamos un rato juntos.
- Lámela, puta…
- Por favor, no…
- ¿A qué esperas? Paga tu deuda mamándomela.
Un azote se estrelló contra su culo, por encima de la falda del vestido.
- Joder… -gimió, excitada-. Eres un demonio.
- ¿Eres mi puta o no eres mi puta?
La respuesta más coherente era responder que no, darle golpearle la cara con la
mano abierta y decirle que se estaba pasando… Pero volvió a sentir su vagina
deshacerse en flujo. Sintió placer al frotarse sus muslos, al apretar sus
labios vaginales…
- Soy tu puta…
- Chúpamela entonces, puta.
Y se la metió en la boca. Tenía un sabor casi tan fuerte como su olor… Pero no
era desagradable. Sabía bien, pero fuerte, como un buen queso. Chupó varios
meneos de cabeza antes de limitar la mamada a varias lamidas, obscenas y
descuidadas, llenando la polla del amigo del prestamista de su saliva.
- Joder, así da gusto… -suspiró, eufórico, mientras los dedos de su mano
palpaban su culo, luego su nalga y finalmente… Sonia cerró los ojos, justo
antes de sentir tres dedos clavándose en ella.
Puso los ojos en blanco y se dejó explorar.
- Creo que después de la boca de arriba, voy a saborear la de abajo.
- Solo si pagas toda la deuda… -se sorprendió diciendo.
La agarró del pelo y la forzó voltearse para darte la espalda. La azotó varias
veces, haciéndole recordar que muy pocos hombres la habían tratado así… Que
delicioso se sentía.
El amigo del prestamista era previsor,
y derramó un lubricante directamente sobre su vagina. Después, la agarró de la
mano y la condujo hacia su miembro, dejándola sentir el condón.
- Te propongo un trato, te lo hago sin condón y pago toda la deuda.
- No…
- Lo iba a hacer igual.
Escuchó el característico sonido de un elástico siendo jalado y saliendo
despedido justo antes de que la mano de su invitado la aplastase contra la
suavidad del sofá. Con el rostro empotrado contra el asiento del mueble y con
una mano aferrándola por la cadera, notó como sin mucha dificultad la misma
polla la penetraba tras cinco días.
Con los ojos en blanco, saboreando
tenerla dentro una vez más, se dio cuenta de lo mucho que la había echado de
menos.
Entendió por unos segundos lo mala
madre que era, no solo por lo que hacía y consentía, sino porque además le
estaba dejando la posibilidad de hacerlo sin condón. El dominio del macho que
la embestía era tal que apenas tenía margen para escabullirse, la agarraba del
pelo y mantenía su cabeza aplastada mientras disfrutaba de las embestías que la
descolocaban, una tras otra, con golpes de cadera secos y vibrantes. Saboreó
sentir aquel glande rematar su cérvix, una y otra vez, pero necesitaba
asegurarse de que era solo un juego, de que no era real, logró introducir su
mano entre sus pechos aplastados y sus muslos hasta encontrar su clítoris y, un
poco más arriba, la entrepierna de él reventándola a pollazos. Con la yema de
sus dedos averiguó, tanteando, que el condón seguía puesto y solo había sido
una treta para que ‘’el juego’’ fuese más inmersivo.
- Si dejo que te corras dentro, ¿Además de pagarme la deuda me darás dinero?
- Me lo pensaré…
- Entonces lléname de lechita… Hazme tuya.
- Que puta eres…
- Soy tu puta, hazme lo que quieras.
La agarró del pelo aún más violentamente y comenzó a azotarla. Fue tan
violento, pero delicioso, que no pudo evitar sentir que ante ese trato no duraría
mucho sin correrse viva. Un azote dos azotes, tres azotes…
Gimió completamente desinhibida,
importándole poco que los vecinos pudiesen escuchar o que el condón se rompiese
por la hostilidad de aquel sexo.
- Voy a llenar tu coñito moroso de leche. Ahora eres mía.
- Soy tuya, cariño… Soy tuya.
Una embestida fuerte, otra y luego otra… Aquel ritmo evidenciaba el principio
del fin. Ambos gimieron calientes como perros en celo, sudando sintiendo
mutuamente sus pieles restregarse.
- Puta vaca tetona…
- Soy tu vaca tetona… Exprímeme la leche… -sollozó Sonia, suplicante… Iba a
venirse, estaba a punto, le faltaba poco…
Las uñas de él se clavaron en su culo, todo lo que hacía le mantenía a punto de
venirse y… sintió como Sergio clavaba las últimas puntas dentro de ella, como
el globito se hinchaba vaciando sus bolas en ella con todo lo que había
acumulado en los últimos cinco días. Sintió su mano apretar sus tetas como si
fuesen ubres de vaca, montándola…
- Joder… -repitió Sonia, a solo un par de segundos de venirse.
La misma mano que usó para comprobar si llevaba puesto el condón se clavó en su
clítoris y empezó a estimularse de nuevo, recordó todo lo que acababa de pasar,
la manera que había tenido de hablarle el personaje que representaba su hijo… Y
lo sumisa que había sido. Aún con el pene de su hijo llenándola, ya flácido
sacando el condón de ella, se mantuvo pasivo mientras empezaba a temblar y
estremecerse desde los pies hasta su cintura.
Ambos quedaron unos minutos en esa posición, satisfechos con el
resultado.
- Nunca… -quiso confesar Sonia-. Nunca había experimentado nada así…
Sergio, incapaz de abandonar el papel tan pronto, la agarró del pelo, se sacó
el condón y le espetó:
- ¿Quién te ha dicho que has terminado, puta?
- Pensaba que ya habías acabado…
- Límpiame el rabo, puta…
Y con el culo en pompa, con una iluminación prácticamente inexistente, Sonia
aceptó mamársela a aquel malhablado y saborear aquella mezcla de sabor a semen
y látex mientras otro azote despectivo le recordaba lo puta que eres. Y lo peor
de todo, es que era verdad.
Capítulo 9 < Avalancha
de arena >
Cuando Sonia recuperó la consciencia en su habitación, la iluminación
nocturna que se filtraba por las rendijas de la persiana no arrojaba pista
alguna sobre que hora era. Lo único que entendía es que había vuelto a
despertarse. Se encontraba sobre su cama, acurrucada entre unas sábanas blancas
que se entrelazaban a su desnudez como si estuviesen hechas a su medida. Estaba
inquieta, en su mayor medida debido a los pensamientos y a los deseo que
intentaba reprimir desde se había ido a la cama horas atrás.
Nunca antes se había planteado los
placeres de la sumisión, la satisfacción de sentirse dominada ni la diversión
de innovar con ideas creativas… Siempre había creído que, a grandes rasgos, el
sexo era monótono: Posiciones similares; fases repetitivas; calcadas conversaciones;
un inicio, nudo y desenlace parecidos en la mayor parte del sexo…
Pero en dos polvos con su hijo se
había divertido más que con muchos hombres. Era asqueroso, anti-natural; por
supuesto, ni lo defendía ni lo justificaba. Ni tan siquiera ella misma, que se
reprochaba constantemente ese deseo y esa curiosidad insanas, se consideraba
capaz de aceptarlo y normalizarlo algún día.
Estaban encerrados en una casa, al
igual que millones de personas en todo el mundo. Apenas podían salir una vez a
la semana para ir a comprar o para ir al médico. ¿Cómo iban a resistir la
tentación de repetir cuando pocas cosas resultaban tan satisfactorias como esos
juegos de rol con su hijo? No solo era actuar y representar un papel, era
también su tendencia a dominarla…
Lo máximo a lo que ella aspiraba era a
controlar, limitar y optimizar aquellas relaciones, prometiéndose que, tan
pronto como pudiesen salir de allá, cortarían por lo sano…
… Después de todo, no se veía capaz de negarse a nada que le pidiese su hijo.
Podía intentarlo, pero había descubierto que no podía negarle nada si este se
lo pedía con decisión.
Sonia dio vueltas en su propia cama, buscando la posición para conciliar el
sueño. En ocasiones lo lograba, pero el abrazo de Morfeo no duraba mucho y no
tardaba en despertar. De alguna forma estuvo segura de que su hijo no tendría
ese problema, debería estar a pierna suelta.
Usó toda la fuerza de voluntad que le
quedaba para prohibirse ir a la habitación de su hijo y llegó a un pacto
consigo misma: Se haría una buena paja para dormir.
Sorprendentemente, funcionó muy bien.
No le costó mucho excitarse recordando las fantasías de su hijo con citas de
tinder y amigos de prestamistas. Le ayudó entender que fantasías tenía su hijo
y descubrió lo morbosas que podían llegar a resultarle a ella también.
Logró alcanzar el orgasmo dos veces hasta quedar dormida.
Capítulo 10 < Sombrita y palmeras >
Por la mañana del día siguiente, Sonia procuró que no se
notase su deseo de repetir un juego de rol. Estaba entusiasmada con la idea de
proponerle jugar a algo después del desayuno, y con algo se refería a juegos
para adultos. Sin embargo, no llegó a hacerlo por dos motivos: Sergio parecía
desinteresado, perezoso y adormilado desde que se había levantado. Ese era el
primer motivo y menos importante. El otro, y más relevante, era que abusar de
algo lo volvería aborrecible. Por eso, a corto plazo, decidió que buscaría
provocarle manteniendo las distancias, alimentando su libido hasta que no
pudiese aguantar más.
Prescindió del sujetador y se puso
unos leggins sin bragas debajo. Varias veces lo descubrió intuyendo sus pezones
cuando se asomaban o se transparentaban, así como también le estudiaba la forma
del culo o de su vagina a través de la fina tela de los pantaloncitos
elásticos.
Durante la comida, lo ignoró y le dejó
tiempo para mirar el móvil, hasta que finalmente fue el propio Sergio el que le
preguntó:
- Mama, eres sexualmente activa.
- ¿Es una pregunta?
- No, lo estoy afirmando, lo eres.
- ¿Con activa te refieres a que tengo apetito?
- Sí.
- Pues entonces sí, lo soy. ¿A qué viene esa observación tan gratuita?
- Se me ha ocurrido que la mayoría no habría podido hacer lo que hemos hecho.
- ¿Qué hemos hecho? –preguntó con inocencia, sonriendo de oreja a oreja.
- Se me hizo raro, lo que hicimos ayer… -Esta vez Sonia mantuvo la sonrisita,
pero no respondió-. Pero se sintió raro –De nuevo, permaneció en silencio-. Eso
me hace preguntarme: Me gustó lo que hicimos por los juegos de rol o fue por
hacerlo contigo. ¿Qué piensas, mama?
Aguardó unos segundos antes de responder, sopesó su posible respuesta varias
veces en su cabeza antes de dejar que fuese su boca la que la expresase.
- No sé de qué me hablas, pero si tuviese que elegir, sería lo primero –mintió.
- ¿Lo crees de verdad?
- Elijo creerlo, sí –dijo poniéndose seria-. La alternativa me asusta, porque
significa que tenemos un problema muy grande.
- Las dos cosas están mal, mama… Pero porque se basan en el mismo pecado. Solo
varía el motivo.
- El motivo es diferente, Sergio.
- No, no lo es. Me gustó imaginar diferentes formas de abusar de ti.
- Sergio… -empezó a decir, sin poder continuar.
- Me excita, sexualmente. Se me hace raro, mama… Es asqueroso por un lado,
nunca te había visto de esa manera, pero al estar encerrado contigo, ser la
única mujer que puedo tener cerca… No puedo evitar querer hacerlo contigo.
- Yo… Entiendo lo que quieres decir.
- Necesito saber si esto que estamos haciendo lo deseamos por necesidad o más
bien porque hay algo más…
- Es muy peligroso lo que estás insinuando, Sergio –soltó aquellas palabras
endureciendo su semblante.
- Pero mama…
- No tenemos que normalizar lo que estamos haciendo, Sergio. No lo justifiques.
Estamos encerrados y ya hemos cruzado algunas líneas, y creo que los dos
coincidiremos en que… Sí, es divertido. Pero tenemos que comprometernos: Cuando
acabe el confinamiento, de esto ni una palabra, ni un pensamiento. Lo que
estamos haciendo está mal, vale… Pero podemos elegir el mal menor.
- ¿Y cuál es el mal menor, mama? –preguntó, claramente excitado.
- El mal menor es… hacerlo a oscuras, con una venda en los ojos y fingiendo que
somos otras personas. De esta manera, cuando superemos este bache, no podremos
recordar visualmente lo que hicimos porque… No vimos nada.
Sergio parecía discrepar, pero si iba a contradecirla terminó por no hacerlo.
- Entonces… ¿Podemos seguir jugando? –preguntó, claramente alterado.
- Sí, pero con unos límites… Límites en tiempo y forma. ¿Entiendes? Si no lo
hacemos será un descontrol. Podemos elegir una hora al día donde jugar a estos
rol…
- Mama… ¿Vamos al sofá? –La interrumpió-. No puedo esperar más.
- N…No seas impaciente… Ni siquiera hemos terminado de comer –balbuceó ella, poniéndose
nerviosa ante la impulsividad de su hijo-. Está bien… Cierra las persianas.
Recuerda que no puede haber luz… -aceptó cuando este la agarró de la muñeca y
la condujo de la mesa hasta el sofá.
- No hace falta, mama… No quiero ‘’cruzar la raya’’, solo quiero jugar a algo
picante contigo.
- ¿A qué te refieres? –sintiéndose contagiada por la excitación de su hijo.
- Quiero que finjas ser una perrita… ¡Solo es un juego! –se apuró a asegurarle
al ver que la idea parecía ofenderle.
- No sé qué debería preocuparme más, el hecho de que no te importe hacer estas
cosas conmigo o tu tendencia a tener fetiches humillantes…
- Solo es un juego, mama… Además, las perras no hablan.
Se intercambiaron una mirada cargada de pensamientos, entonces a Sonia se le
escapó una sonrisa como si estuviese pensando: ‘’’Que cabroncete eres, me
tienes…’’
- Doy por hecho que has aceptado. ¿Ponemos un tiempo límite? Qué tal… Dos
horas. Es la… una y doce. A las tres y doce volverás a ser una persona –Ante la
ausencia de respuesta, se animó a seguir adelante-. Debería ponerte un nombre,
un nombre de perra… Ya se me ocurrirá algo. Ah, y las perras no llevan ropa.
Le quitó la blusa y los leggins, dejándola desnuda con cara de estúpida ya que,
instantes atrás, durante la comida, le había hablado sobre como creía que
vendarse los ojos, no ver nada de lo que pasase les ayudaría a dejarlo atrás
una vez sus vidas siguiesen.
Para Sergio, en realidad, vendarse los
ojos solo aumentaba el morbo. No podía negarlo, era morbosa esa solución
hipócrita utilizada convenientemente para disfrutar el momento esperando no
sufrir las consecuencias en un futuro. Corazón que no ve…
Pero ahí estaba su madre, desnuda de
pies a cabeza… Con sus cabellos rubios recogidos en una coleta y con su
perfecta desnudez expuesta para él. La agarró del pelo y la hizo bajarse del
sofá, a cuatro patas. La azotó dos o tres veces haciendo que se sus hermosas
nalgas temblasen, expandiendo los seísmos carnales a su culo y a su coñito. Una
gota de flujo brotó bordeando el clítoris.
- Voy a sacarte a pasear… -se burló, y tal cual, la paseó por todo el comedor-.
Eres una perra buena –dijo antes de clavarle los dedos en el coño-. Me pregunto
como reaccionarías si ahora decidiese meterla dentro, sin preservativo…
¿Seguirías actuando o pararías el juego…? –Por supuesto, no hubo respuesta.
Se sitió tras ella, a su espalda. Abrió las nalgotas de su madre y se sintió
tentado a meter la cara entre ellas. Una idea surgió en su mente, los perros se
olían el culo en los parques a modo de presentación, pero la descartó
rápidamente. Él no era un perro, era el dueño de esa perrita.
Separó y juntó aquellas nalgas, las
hizo vibrar haciéndola gemir y suspirar manteniendo aquella posición a cuatro
patas.
- Si la pongo en una perra… ¿Puede quedar preñada?
Se bajó los pantalones y dejó caer su miembro desnudo entre las nalgas de su
madre, extrañamente humedecidas o sudadas. No tenía ningún preservativo a mano
y se sentía tentado a clavarla dentro.
Lo que más le excitaba de aquello no
era el hecho de jugar a que ella era una perra, tampoco era relevante lo bien
que interpretase su papel… No, no que más morbo le daba es que su madre estaba
dispuesta a seguirle el juego. En ningún momento le había prohibido resistirse
o negarse a nada, podía hacerlo… Pero allí estaba, aguardando a cuatro patas;
dispuesta, o eso parecía, a dejarse coger. ¿Acaso tomaba la píldora? Tendría
que preguntarle.
- ¿La pongo dentro? –sin obtener respuesta, empezó a pajearse sobre aquel culo
y luego, se masturbó sirviéndose de ambas nalgas como ‘’sandwich’’.
Los suspiros de su madre fueron en aumento, incapaz de pedirle con palabras lo
que con los sonidos guturales que salían de su garganta parecía insinuar.
- ¿No vas a decir nada? Puedes ladrar… Los perros ladran –la humilló azotándole
el culo.
La rubia a cuatro patas, frente a él, se dejó agarrar de nuevo por la coleta y
arqueó la espalda cuando este reanudó las embestidas contra sus nalgas. Le
pareció increíble lo que podía lograr su hijo sin meterla tan siquiera. Entre
sus nalgas sentía la resbaladiza excitación de su hijo, disfrutando del suave
tacto que le ofrecía el roce contra su piel. Se volvió loca con cada choque de
los testículos de su hijo retumbando rítmicamente y produciendo un sonido
mojado, similar al que se produce al correr sobre un charco con sandalias.
- Saca la lengua… Los perros sacan la lengua
Ella sabía lo que quería, y en aquel momento, no podía negarle nada. Quería
complacer todos sus deseos, por lo que en mitad de aquel trance placentero en
el que se encontraba sumergida, sacó la lengua, la cual era rosada, espumosa y
obscena, y encontrando la mirada de su hijo tras ella, sin que este dejase de
jalarle de la coleta, le enseñó la lengua que tanto quería ver.
Desde hacía unos instantes, sentía que
aquella cogida sin penetración estaba llegando a su punto de no retorno. Su
hijo supo apretarse más duro contra su trasero y frotarse con mucha más
intensidad. Las últimas embestidas alocadas precedieron a unas cortas,
perezosas y temblorosas sacudidas, que derramaron varias descargas de lechita
directamente sobre su espalda.
Sonia se estremeció al pensar que tan
cerca de su vagina, dilatada por la excitación, la polla de su hijo vertía las
últimas fértiles y espesas gotitas, untando en su piel aquella manteca blanquecita
y pegajosa.
Experimentó un bajón de energía, dando
por hecho que se debía a la intensidad con la que había sucedido todo aquello.
Claro que quería seguir y tenerla dentro, pero saber que su hijo acababa de
venirse fue suficiente para que su deseo se desvaneciese.
No tardó en llegar el arrepentimiento
por haber consentido y colaborado en aquella locura, pero aceptando que no
tenía ningún derecho a quejarse ni a reprenderle por nada porque, después de
todo, había disfrutado tanto o más que él.
Capítulo 11 < Una piedra surcando el mar >
Una hora había pasado desde que Sergio había usado sus nalgas para
frotarse y descargar su bolsa escrotal. En ese momento, estaban los dos
tumbados en el sofá, completamente desnudos. Ya iban varias veces que su hijo
había intentado clavarle los dedos y encenderla una vez más, pero esta se mantuvo
callada, enfurruñada, apartando de varios manotazos su intento de
reconciliación.
- ¿Estás enfadada? –preguntó Sergio despreocupado, pero manteniendo un tono
cuidadoso-. No hace falta que esperes para dejar de ser una perra –bromeó, pero
su madre no sonrió.
- ¿Te he hecho daño? ¿No te ha gustado como te he tratado?
Sin volverse para confrontarlo, Sonia le fulminó con una mirada. Nunca se había
parado a pensar que estaba más cerca de la edad que su hijo que de su difunto
marido. Ahora, al verse desnudos el uno junto al otro, rendidos al placer y la
inmoralidad, entendía porque sentía esa atracción y complicidad con su hijo. Si
alguien los hubiese visto ahí desnudos, habrían pasado perfectamente por una
pareja de una madurita con un yogurin, lo cual en esos días ni parecía estar
mal visto ni ser algo raro.
Apenas sacaba a su hijo más de 18
años, y le pareció curioso como en otra vida podrían haber sido una buena
pareja… Pero ahí residía precisamente el problema, eran madre hijo, nunca
debería haberse planteado ese dilema.
Estaba completamente segura de que su
hijo no sentía ninguna atracción romántica hacia él, y al revés, por supuesto,
tampoco. Era evidente que el problema se relacionaba más con una frustración
con su situación actual. ¿Era tan activo sexualmente como ella? ¿Entonces
porque aquella situación había florecido durante aquel confinamiento y no
durante el anterior? ¿Por qué no se produjo ni el más mínimo roce, la más
mínima muestra de interés por su parte?
- Sergio, quiero que seas sincero. Lo necesito, por favor…
- Vale. ¿Qué quieres saber?
- Ummm… -Tenía tanto miedo de preguntar como de la respuesta-. ¿Me habías
deseado alguna vez, antes de este confinamiento? Porque ahora es obvio que sí.
- No –sentenció él con rotundidad.
- ¿Nunca?
- Ni se me pasó por la cabeza, nunca.
- ¿Por qué crees que hemos acabado así…?
- Nos habremos vuelto locos por estar encerrados… -contestó de una forma que
pareció poco seria.
- Claro, porque llevamos medio años sin salir de casa –ironizó Sonia-. Pocos
días después de iniciarse la cuarentena ya estábamos con el tira y afloja. Hace
poco menos de dos semanas… -Sergio se encogió de hombros-. ¿Importa acaso?
- Claro que me importa… Me preocupa, esto ni es sano ni puede acabar bien. Me
siento muy incómoda con lo que estamos haciendo…
- También yo –se limitó a contestar Sergio, sin mirarla a los ojos.
- Las primeras veces le restamos importancia con una venda en los ojos, como
quien no quiere la cosa, pero lo de esta tarde… ¿Qué ha sido lo de esta tarde? –Sergio
se mantuvo callado-. Te digo que es importante que no nos veamos y mantengamos
todo esto al mínimo y te falta tiempo para hacer todo lo contrario… -le reprochó,
dándose cuenta de lo herida que estaba. Su hijo, queriendo o sin querer, había
ignorado su deseo de disfrutar de aquellos ‘’juegos’’ sin guardar el recuerdo
de todo lo que viesen-. Te dije que no quería esto.
- Mama, tampoco es que te negases mucho…
- Esa no es la cuestión.
- Estaba caliente…
- Me has cosificado, Sergio. Me has humillado…
- Y lo gozaste… ¿O no?
Fue a rebatir a su hijo, alzó el dedo índice para indicar que iba a hablar y no
quería ser interrumpida, empezaba a estar muy molesta con él, molesta porque
creía tener la razón y estar haciendo lo correcto pero entonces se dio cuenta
de que Sergio tenía buenos puntos y le había desarmado antes de expresar aquel
punto de visto, así que enmudeció unos instantes, se replanteó el argumento y
volvió a atacar.
- Hay varias cosas que me molestan… Y que me preocupan –añadió-. No solo es que
somos familia y nunca debería haber pasado esto. Es tu gusto por la humillación
de otras personas…
- Son fantasías que tenía, mama.
- Tienes, no hables en pasado. Tienes.
- Vale, sí… Me pone bien caliente. ¿Y qué?
- ¡Que no es sano, Sergio!
- Pues para no ser sano, es el mejor sexo que he tenido en mi vida… Con todas
las chicas de mi edad que cogí no se sintió ni la mitad de bien. Y como bien
has dicho, no ha sido porque llevemos mucho encerrados. Creo que llevábamos tiempo
deseando hacer cosas así, sexo rudo y sin preocupaciones. Puede que no con
nosotros –se apresuró a añadir- pero sí que queríamos hacerlo. El sexo con
otras chicas era tan aburrido que ya me daba hasta pereza tenerlo. Y no es
porque dure poco o coja mal, tú lo sabes… Pero mama, me tenía que contener
siempre: ¿Quería ahorcar a la tipa? No lo hacía por miedo a cómo reaccionaría.
¿Quería escupirle y tratarla como puta, aunque solo fuese por experimentar? No
lo hacía porque se enfadaría. Y nos encerraron, y como el anterior
confinamiento duró más de cuatro meses, aceptamos que íbamos a aburrirnos
mucho. Entonces yo te vi con poca ropa, y tú decidiste divertirte conmigo. Nos
buscamos, queriendo o sin quererlo, y resultó ser más divertido de lo que esperábamos.
- Yo no busqué nada contigo –contestó, impresionada por la coherencia de su
argumento. Le molestaba aceptarlo, pero estaba de acuerdo con la mayoría.
- Ni yo tampoco, mama. Surgió solo si te paras a pensarlo. Pudo haber sido
cuestión de tiempo, si no hubiese habido cuarentena algún tipo que conocieses
en un bar y le gustase ser dominante, o una cita de Tinder, o cualquier cosa…
Pero ha sido conmigo. Y eso es lo que te hace sentir incómoda.
- Pero eso no justifica que te guste tratar mal a las chicas… Ya no es porque
sea tu madre. Te traerá problemas en un futuro.
- Mama… ¿Te trato mal cuando no lo estamos haciendo? Creo que te confundes. Es
como los juegos de rol. ¿Me vas a decir que no te has divertido jugando y
siguiendo el papel?
- Bueno, eso… -No quiso darle la razón porque reforzaría su argumento.
- Las primeras veces que jugamos a ser otras personas… La mujer que debía
dinero al prestamista, al chico que conociste en Tinder… Las disfrutaste y mucho.
- Tienes razón, pero…
- No quiero volver a aburrirme teniendo sexo, mama. Quiero que sea divertido,
variado… Y es más intenso cuando me siento desatado. Tú misma lo dijiste, ma…
Has tenido malas experiencias con los hombres toda tu vida. ¿Realmente son un
referente?
Los labios de Sonia se curvaron hacia abajo, dándose cuenta que tenía razón.
- … Todos las relaciones que has tenido de forma correcta y respetuosa… Que
satisfactorias. ¿Verdad? –preguntó. Entonces su madre se dio cuenta que había
una brecha en aquel razonamiento.
- Sergio, en ningún momento he dicho que no tengas sexo rudo o no juegues rol
con tu pareja sexual, lo que digo es que lo de tratar mal a tu pareja con
comentarios vejatorios y tratos despectivos ni es sano ni te reportará nada
positivo acostumbrarte a ello.
- ¿Y por qué no? Nunca antes había disfrutado tanto.
Mientras hablaban, a la mujer de rubios cabellos no se le escapó el detalle de
que su hijo se estaba poniendo erecto de nuevo. Necesitó hacer un gran esfuerzo
para no mirarle la entrepierna, debido a que eso la turbaba y la hacía
desconcentrarse. Estaban teniendo una conversación importante, no podía derivar
todo en una charla inacabada que condujese a otro episodio sexual, porque eso
desvalidaría todo lo que quería hablar con él.
- Lo que está hecho, hecho está. Hemos tenido relaciones y sí, lo he
disfrutado, Sergio, me avergüenza decirlo, pero es así. Y nos hemos comprometido
a que cuando dejemos de estar encerrados no solo dejaremos de hacer esto, sino
que no hablaremos nunca con nadie ni entre nosotros de todo lo que hemos hecho
aquí.
- Vale –aceptó sin oponer resistencia alguna.
- Pero lo que si creo que tendrías lo otro, lo de los insultos, las
humillaciones y demás…
- Mama. ¿Puedo decirte algo?
- Claro, dime…
- ¿Y si te digo que no puedo parar de imaginarte como un juguete sexual? –Sonia
tragó saliva, sin poder evitar imaginarse sometida a toda clase de perversiones
por parte de su hijo.
Un rubor y un pequeño cosquilleo se estableció en toda su entrepierna.
- ¿Qué quieres decir con juguete sexual?
- Un objeto, mama… También te he imaginado como una esclava sexual, como una
puta que vende sus servicios. Pero lo que más me excita es lo de imaginarte
como un objeto.
- En otras palabras, que quieres abusar de mí…
- Sí, me excita mucho pensar en eso.
- ¿Cómo lo harías? –preguntó, curiosa.
- Te ataría, como lo hice el otro día. Que no pudieses moverte… Te taparía la
boca, los ojos. Y te dejaría sobre tu cama, o aquí, en el sofá. No podrías
hablar ni ver nada –La erección de su hijo se volvía más y más robusta a medida
que hablaba… Y ella empezó a mojarse-. Y yo haría vida normal.
- Eso es muy cruel y apático de tu parte.
- Es la gracia, mama… No es que quiera hacerlo, es solo una fantasía… Una idea.
Pero me excita la idea de que aceptes ser ese juguete sexual.
- Veamos si lo he entendido… Me dejarías atada y amordazada mientras tú estás
con el móvil o viendo una serie… para hacerme maldades cuando te viniese en
gana.
- Esa es la idea. Pero sé que no es viable. ¿Y si tuvieses que ir al baño? O si
necesitases parar… No se puede hacer…
- ¿Y lo de la esclava sexual?
- Pues hacer vida normal por la casa y que cuando tenga ganas, te pueda usar como
quiera.
- Hablando en plata, una violación.
- No es una…
- Es una violación. El sexo necesita consentimiento, y a ti te excita
prescindir de él.
- No es tanto así, mama… Claro que tendría tu consentimiento… Antes de empezar.
- El problema que no estás teniendo en cuenta es que en cualquier momento puedo
cambiar de opinión, y si estoy atada y amordazada no podría comunicártelo…
- Es parte del juego.
Disimuladamente se acarició en su sexo, estaba tan excitada que vibraba y
lubricaba importantes cantidades de flujo. Sentía los pezones doloridos de los
sensibles que los sentía. No era que le entusiasmase lo que su hijo le
explicaba, pero tampoco se habría imaginado nunca disfrutando de tener sexo con
él y nada le había impedido disfrutarlo.
- Mama. La próxima vez que lo hagamos intentaré respetar tu deseo de no ver
nada de lo que hagamos. Pero creo que estamos de acuerdo en que falta mucho
para que aflojen las restricciones y ninguno de los dos queremos dejar de
sentirnos bien –Sonia se mantuvo callada, imaginándose a dónde quería llegar-.
Ya me dejaste claro que te daba morbo tener a alguien dominante como pareja
sexual, y ahora te pregunto… Si tuvieses que elegir entre esas tres cosas. ¿Cuál
elegirías?
- ¿Qué me estás preguntando, Sergio?
- Cual te excitaría probar mientras estamos encerrados.
- ¿De verdad me estás preguntando si prefiero que me violes como a un objeto,
como a una esclava o como a una puta?
- Sí, elige.
- No debería elegir ninguna, son tres opciones repulsivas, Sergio…
- Y aún así vas a elegir una. Mama, estás muy roja… Te ha puesto caliente lo
que hemos hablado. ¿Por qué no probarlo? Tampoco es que te esté diciendo que
tengamos que hacerlo tal como me lo imagino. Puedes poner tus condiciones. ¿Cuál
te parece más morbosa?
En su cabeza se imaginó a grandes rasgos como sería cumplir cada uno de esos
fetiches, el que más le aterraba y más claustrofobia le provocaba era el del
objeto. Según como se lo había explicado, parecía una experiencia agobiante y
represiva pero al mismo tiempo, según la conversación que había tenido con él,
había concluido, y estaba segura de esto, que la que más le excitaba era precisamente
aquella fantasía que él mismo había asumido que no era viable.
Se dio cuenta que tenía una tendencia
preocupante por querer satisfacer a su hijo, por saborear sus reacciones y
verlo excitado al cumplir aquellas fantasías. Cerró los ojos y recordó como se
había cogido sus nalgas tratándola como a una perra, sintiendo aún sus
testículos golpeando su vagina. Todas aquellas cosas las había hecho con su
consentimiento, y una parte de si misma sintió curiosidad de hasta que punto
sería capaz de llegar si aceptaba convertirse en un ‘’objeto’’ inmóvil y sin
voz.
- De las tres la que más me atrae es la de ser un objeto que puedas usar cuando
quieras…
La erección entre las piernas de su hijo alcanzó el punto culminante, la agarró
de la muñeca y la condujo hasta su habitación donde les esperaba lo incierto.
Había elegido la opción más mala de las tres pero al mismo tiempo, tenía la
extraña seguridad de que no iba ser una mala experiencia… con el resto de las
otras vivencias que acumulaba ya con Sergio desde hacía poco menos de dos
semanas.
Capítulo 12 < ¡Kraken! >
Sonia estaba impresionada por la habilidad de Sergio
para realizar aquel conjunto de nudos que la habían dejado a su merced. Se
encontraba con los ojos vendados, estirada boca arriba en su propia cama,
desnuda y expuesta, intentando encontrar una manera de escapar. Era imposible:
Sus dos manos estaban aprisionadas bajo su cabeza, tras su nuca. Sus axilas,
desnudas y expuestas. Sus dos rodillas en alto y completamente separadas, con
un nudo represivo que mantenía apretada su talón contra su muslo y, para rematar,
una atadura que unía los nudos de los brazos y las piernas.
No podía mover ni un músculo sin
sentir que era un esfuerzo inútil. Había fracasado ya varias veces
estrepitosamente intentando encontrar una forma de escapar.
- ¿Te apreta o te duele algo, mama? –preguntó, y lo notó excitado.
- No… -contestó omitiendo el agobio que le suponía no poder moverse-. ¿Te gusta
lo que ves? –quiso saber.
- Sí, mucho…
- Si quiero parar este juego de ataduras. ¿Me soltarás? –preguntó con urgencia.
- Creía que lo habías entendido, mama… La gracia de este juego es que no te
sueltes y permanezcas así todo el tiempo que yo quiera.
- Es un poco claustrofóbico… Y solo llevo unos segundos.
- Pues queda mucho, mucho para que te suelte… Ahora eres un objeto. Un juguete…
No tienes derecho a moverte.
- Eso ha sido cruel, Sergio –le espetó, incluso si se sintió excitada por las
palabras de su secuestrador.
- No pretendo serlo, mama… Solo quería que tuvieses claro que va a pasar ahora.
Si quiero hacer algo, lo hago… No puedes resistirte, es la gracia de este
juego.
- ¿Y qué quieres hacerme? –preguntó, sintiendo escalofríos por todo el cuerpo.
- Por ejemplo, puedo meterla sin condón y acabar dentro… Todas las veces que
quiera.
- Dudo que hables en serio, Sergio… No querrás embarazar a tu propia madre. Eso
sería ir demasiado lejos.
- Puede que no… O puede que lo haga, solo porque puedo.
Se estremeció al sentir como un par de rodillas se clavaban frente a su
desnudez, como algo duro y pesado –que identificó al instante como su polla
tiesa- se dejó caer sobre su pubis, como el delicioso roce de sus testículos le
dejaba claro que estaba demasiado cerca de su carga fértil…
- ¿Puedo embarazarte, mama? –Era una pregunta juguetona, sabiendo que su
respuesta tenía poca relevancia.
- ¿Importa lo que diga?
- No –contestó con honestidad, sentía en su voz cierto grado de diversión.
- ¿Qué más quieres hacerme?
- Quiero hacerte muchas cosas… Y haré todo lo que quiera, mama…
- No seas malo… Va, dime…
- No voy a decirte nada.
- Para empezar, voy a metértela hasta el fondo y voy a llenarte de jugo…
Sonia se sobreexcitó por la forma y la agresividad que impregnó en cada una de
sus palabras, sintiendo como mientras las decía se frotaba impacientemente
contra ella. Nunca había pensado, ni mucho menos fantaseado, con la idea de ser
poco más que una muñeca inflable. Los pezones empezaban a dolerle tanto que
exigían ser pellizcados o mordidos, quería sentir las manos de su hijo
acariciándola y recordándole cuál era su forma de mujer.
Pero en algún parte de su mente, sabía
que si le quedaba un mínimo de dignidad, ya fuera como madre o como persona, no
debía pedirle absolutamente nada a su hijo. Por ello fue que sus labios
permanecieron temblorosos mientras Sergio insistía en si podía meterla.
- Hasta que no lo pidas no la meteré…
- Entonces puedes esperar sentado, porque no pienso hacerlo… -contestó Sonia
con esa sonrisita atrevida.
- En realidad, puede que lo haga. O… -titubeó en voz alta- ¿Te torturo un poco?
- ¿Cómo? –quiso saber ella, inquieta.
- Hay muchas formas…
Sonia permanecía ciega a lo que sucedía a su alrededor debido a la venda que
tapaba sus ojos, y eso le provocaba celos del privilegio que suponía en aquella
situación entre poder ver y no poder. Su hijo debía estarse poniendo las botas
admirando las vistas y de todos los detalles que podía observar con toda la
tranquilidad alguna.
- ¿Qué haces? –preguntó, inquieta. No obtuvo respuesta así que cambió la
pregunta-. ¿De qué forma me vas a torturar?
- Hay muchas maneras… -susurró mientras le acariciaba un pezón-. Podría meterte
un cubo de hielo en el coñito…
- Eso suena… refrescante –Se le había imaginado, no le desagradaba la idea.
- O probar cuantos plátanos te caben entre los tres agujeros… O puedo tu cuerpo
para frotarme y correrme hasta que me supliques que te la meta…
- Lo último es lo más perverso de todo… -confeso Sonia-. Entonces qué. ¿Qué has
decidido que vas a hacerme?
- ¿Cuánto puedes aguantar atada sin volverte loca, mama…?
- Unos minutos más… como mucho. No había caído en que estaba atada hasta que me
lo has recordado.
- Eso es porque tienes buen aguante… Y por cierto. No me has respondido sobre
lo de embarazarte. ¿No te importa?
- Claro que me importa –contestó con un nudo en la garganta-. Lo que pasa es
que estoy atada y no puedo defenderme, abusón…
- Más bien suena como que deseas que lo haga y no te atreves a pedirlo.
- No digas tonterías… -le espetó Sonia, alterándose. No tardó en notar un dedo
juguetón acariciando despreocupadamente su sensitivo clítoris-.
- ¿Por qué no ibas a desearlo? Es el último límite que nos queda por cruzar.
- Tú quieres cruzarlo, yo no…
Dos dedos en gancho le perforaron labios carnales y se clavaron en un lugar muy
placentero para Sonia, que se quedó paralizada de placer.
- No he dicho que quieras hacerlo, lo que estoy diciendo es que deseas que lo
haga.
- Yo no... –El cabrón le clavó los dedos con más intensidad, pero el tacto fue
suave y agradable.
- Después de todo, estás aquí… Te has dejado atar tu misma, no.
- Me he dejado atar porque me ha podido el morbo de dejarte hacer lo que
quieras.
- Y esa es la verdadera razón de todo lo que haces, por el morbo de
complacerme.
- Vale, sí, me descubriste… Tiene su punto complacerte. Eso no quiere decir que
quiera que me embaraces, Sergio.
- No, claro que no… Pero si sabes que es mi deseo, vas a dejarte hacerlo. Si te
avergüenzas mucho de ti misma, fingirás que no quieres justo como estás
haciendo ahorita, pero no tardarás mucho en darme lo que quiero.
- ¿Y qué es lo que quieres?
- Quiero experimentar contigo.
- Sergio, soy tu madre…
Mientras conversaban, las caricias de su hijo eran sutiles y constantes. No la
estaba manoseando, agarrando por una teta ni saciaba su necesidad de tocarla
con tocamientos exagerados, no… Eran algo más como una caricia en el pezón, un
pellizco en el labio, unos tocamientos contra su vagina… Le recordaba que
estaba ahí, pero sin otorgarle más que esas caricias.
- Sí, eres mi madre… Pero en el momento en el que elegiste esto, elegiste ser
mi juguete…
- Si hubiese elegido la puta o la esclava, no habría mucha diferencia…
- En eso te equivocas porque para empezar, no estarías atada.
- Tú querías que escogiese esto… -le reprochó.
- Y no esperaba que fueses tan masoquista como para elegirla. Pero mira, mama,
he sido bueno, te he dejado la boca destapada para que puedas hablar.
- ¿Qué harás si no te pido que la metas…?
- Cada vez puedo resistir menos las ganas de hacerlo, pero no pienso meterla
hasta que lo pidas. Y tampoco te soltaré.
- Podría gritar…
- Puedo taparte la boca con unas bragas.
- Conociéndote serán usadas…
- Reconócelo, mama… Cada maldad que se me pueda ocurrir la vas a disfrutar,
porque te gusta que abuse de ti. Reconócelo –exigió.
- L… Lo… Lo reconozco –contestó al fin, sintiendo que su paciencia se agotaba-.
Sergio, quiero esto… Pero no puedo pedirte que la metas sin preservativo. Es la
única raya sin cruzar que me queda.
- Lo entiendo… Pero ya te he dicho que hasta que no me lo pidas, no te la voy a
meter. Tengo una idea… Quiero ver lo mojada que estás. ¿Te cabrá un móvil ahí
abajo?
- ¿Qué? –preguntó antes de que le metiese las bragas en la boca-. Tengo tu
móvil en la mano y se me ha ocurrido esto… ¿Cómo de fácil te entrará ahí
dentro…?
Sonia quiso gritar ‘’ni se te ocurra’’, pero las bragas ni siquiera le
permitieron vocalizar. Notó como algo duro, delgado y frio se clavaba contra su
entrepierna. Supo que la única intención con la que hizo eso fue demostrarle
que iba en serio.
Pudo sentir como tanteaba con el borde
metálico de su móvil contra la humedad naciente en su sexo. Después, con un
movimiento lento y suave, sintió como el propio metal se calentaba mientras
ella continuaba humedeciéndose más y más sin poder evitarlo.
- Ahora que no puedes hablar, tengo que escuchar lo que dice tu cuerpo más que
nunca. ¿Y sabes que me dice tu cuerpo? Tu piel está muy caliente, mama… Y ahí
abajo estás muy mojada.
‘’No controlo ninguna de esas dos cosas, imbécil’’ quiso gritar, pero no pudo.
- Si ahora te hiciese elegir entre follarte tu propio móvil y que yo te la
metiese, que elegirías –preguntó con esa malicia que le parecía tan erótica.
Sin previo aviso, notó como su hijo la alzaba y la cargaba para cambiarla de
posición. Pasó de estar boca arriba a boca abajo, apoyada sobre sus rodillas,
sus codos y su cabeza. Sintió con sus sensitivos pechos las alborotadas sabanas
de la cama. Unos dedos traviesos masajearon en círculos la creciente dilatación
que se encontraba entre sus muslos, sintiéndose tan mojada que habrá dado lo
que fuese por empezar a frotarse ella misma.
- Dime, mama… Voy a sacarte las bragas de la boca y vas a tener que elegir… Si
eliges uno, no te meto lo otro. Pero antes de que puedas decir nada, voy a
demostrarte lo en serio que voy.
Al contrario de lo que esperaba, la presión que aplicó con su móvil aumentó contra
su coño y contra su ano, resbalando contra su mojada piel pero sin llegar a
meterse en ningún hueco. Era absurdo desear que lo hiciese, pero las vaginas
estaban biológicamente diseñadas para ser llenadas durante la copula… Y ese
móvil empezaba a antojar tenerlo dentro. No podía evitar poner los ojos en
blanco y desear que se lo clavase…
Entonces, notó como una mano extraía
las bragas de su boca y le azotaba el culo.
- Que cabrón eres… -logró murmurar entre gemidos.
- No malgastes saliva, la vas a necesitar. ¿Qué quieres dentro, el móvil o la
polla de tu hijo?
- Si digo el móvil… Me acabarás tu polla en algún momento.
- Es verdad, no se me había ocurrido –se burló, divertido-. Pero seamos
sinceros… Estás tan mojada que perfectamente te caben los dos.
- Eres perverso… -contestó con una sonrisa la ciega Sonia.
- ¿Ves? No me dices que no…
- Ahora mismo estoy tan caliente que no me importa lo que me metas…
- Dilo otra vez. Di que estás tan caliente que no te importa que te la meta y
te la preñe…
- Eso no pienso decirlo…
- Ya has decidido, por lo que veo…
No hizo falta más, con lo mojada que estaba, solo necesitó introducir una
esquina del móvil y presionar el resto hacia adentro. La profundidad y el
efecto ventosa hizo el resto, la vagina de Sonia engulló su propio móvil y
parte de los dedos de su hijo.
- ¡Cabrón! –gimió apretando la cara para contra el colchón.
- Mierda… No aguanto más. Necesito meterla…
- Ni se te ocurra.
- Tranquila, solo voy a follarme tu culo… Estás tan mojada que ni te dolerá.
- Sergio, ni se te… -No pudo terminar de hablar, abrió los ojos mientras sentía
a su hijo montarla, apuntar el extremo de su erección contra su ano y
perforarla unos milímetros para demostrarle que no iba de farol.
Entonces todo se desató, en un estado de frenesí la agarró del pelo y la aplastó
simultaneamente contra la cama, apoyando todo el peso de su torso contra su
cabeza. En aquella posición, se le dificultó ligeramente respirar mientras su
hijo se introducía en ella centímetro a centímetro hasta el fondo, penetrándola
tanto que llegó creer que le iba a meter hasta las pelotas . Sintió como el
teléfono móvil emitió un crujido sordo en su interior, resistiendo a duras
penas el sexo anal que acababa de iniciar el bestia de su hijo.
- ¿Cómo se siente? –Quiso saber.
- Bien raro… -reconoció Sonia, incapaz de decir que era doloroso o
desagradable.
- Y si hago… ¿Esto? –preguntó mientras empezaba a follársela con clavadas
lentas y precisas.
- Joder… -ronroneó, incapaz de reconocer lo placentero que se sentía tener algo
tan metido dentro de ella y haciendo palanca.
Las caderas de Sergio marcaron diferentes ritmos, que iban desde las rápidas y
duras arremetidas hasta las más lentas y suaves, logrando hacerle olvidar lo
incómoda y rara que era toda aquella situación.
Con aquel compás rítmico de caderas,
cada vez más cercano al final, Sonia se sintió con un constante deseo de
estornudar de su entrepierna… Estaba constantemente ‘’apunto’’ y le resultaba
frustrante. Casi, casi, casi, casi… pero no llegaba a correrse.
Chop,
chop, chop… Clap, clap, clap, clap… Plas, plas, plas… El chapoteo que
inundaba su habitación era inconfundiblemente sexual, los gemidos que surgían
de ella, eróticos. Una parte, muy dentro de su cabeza, intentó imaginarse que
pensarían los vecinos, los cuales sabían perfectamente que en esa casa solo
vivían una madre con su hijo…
Sin previo aviso, Sergio sentenció
unas últimas clavadas dentro de su culo, lo sintió temblar, quedándose rígido
antes de disfrutar de los tensos espasmos que delataban acabarse de venir. No
notó en absoluto el chorro que debía haber derramado en su interior, pero
seguía notando el móvil como aquel cuerpo extraño que nunca debería haber
acabado dentro de ella.
Sin sacársela de dentro, Sergio es
inclinó hacia ella para clavar dentro de su sexo el teléfono móvil que, debido
a la posición, luchaba por salir y facilitó la extracción.
Sintió como le extraía un gran bulto de su culo, le daba la vuelta y le lanzaba
el móvil entre sus tetas y su vientre. Como no podía ser de otra manera, estaba
mojado e impregnado de su propio flujo, pero no pudo darle la más mínima
importancia. Sentía sus dos orificios más íntimos expandidos, usados… y
adormecidos.
Recordó una vez más que la finalidad
de aquel juego no consistía en usarla y liberarla, sino mantenerla cautiva como
parte de un fetiche mucho más oscuro y perverso… Sonia estaba segura de que su
hijo iba a alargar aquella situación porque debía sentirse borracho de poder…
- Eh, mama… Sigue funcionando. Es verdad que es resistente al agua.
- Cabrón…
Durante unos minutos, las arremetidas variaron en ritmo: Duro y rápido, lento y
suave hasta que finalmente declaró que iba a correrse. Era la primera vez que
tenía sexo anal, fue… raro. No fue capaz de venirse en ningún momento, aunque
tampoco fue desagradable… Tener sexo anal se sentía como un estornudo: Casi,
casi, casi… Pero no.
Y cuando Sergio remató las últimas
embestidas y vació las pelotas en ella, lo sacó como pudo el móvil de dentro y
se lo tiró sobre el pecho.
- Eh, mira… Sigue funcionando. Este si que es resistente al agua.
- Cabrón… -contestó entre divertida y agotada-. ¿Vas a soltarme?
- Te recuerdo que eres mi juguete sexual… Cuando me canse de ti…
- Eso es muy cruel…
- ¿Quieres que te suelte? –inquirió con tranquilidad.
- ¿Qué te gustaría hacer a ti?
- Usarte unas cuanta veces más antes de soltarte…
- Sergio, por favor… Si seguro que ya ni se te levanta.
Fue una provocación en principio inofensiva, pero atacar el ego de aquel
muchacho con tanto poder sobre ella fue un error. Se lanzó sobre ella,
genitales contra genitales, no pudo evitar pensar que acababa de venirse y aún
había semen y mierda en aquel miembro. Con una mano la agarró de ambos mofletes
forzándola a poner morritos y la sorprendió con un escupitajo entre los labios.
- Seguro… -se obligó a reaccionar Sonia, que había quedado en estado de shock-…
que te morías por hacer eso desde hacía mucho.
Entre sus piernas notó un bulto blando y desprovisto de forma que regresaba a
su erección. ‘’¿Se ha puesto duro por
escupirme?´´ pensó al mismo tiempo que su mente se enfocaba en el hecho del
constante frote de entrepierna con su sexo, pues debía estar sucio y pringoso.
- Puedo repetir un par de veces más… Solo dime, con condón o sin condón.
Ante la excitación de su hijo, se sintió en la urgencia de responder con condón
pero algo la detuvo… Ese endiablado morbo permanecía dentro de ella y empezó a
crecer en el mismo instante que le había metido el móvil dentro de ella… o
cuando la escupió y la hizo sentir un patético objeto cuya única finalidad en ese
instante era darle placer.
- ¿Me harás caso si te digo que te lo pongas?
- Esta vez sí, hay límites que no debemos cruzar. ¿No?
Una parte de ella se sintió orgullosa, romantizando algo que no debería ser
aplaudido por ser obvio y de sentido común… Pero el resto de su ser quería
desmadrarse un poco, no quería al niño bueno en aquel momento. Ya habían pecado
lo suficiente como para andarse con tonterías, así que decidió quitarle los
frenos y pisar el acelerador.
- Sergio, soy tu juguete… Solo por hoy, hazme lo que quieras.
- ¿Seguro?
- Si quieres meterla y acabar dentro, adelante… Me tomaré la píldora del día
después cuando vaya a la farmacia –Mientras decía esas palabras, sintió como la
erección llegaba a su punto álgido, las caderas de su hijo retrocedieron, el
glande se introdujo en su vagina y se la clavó hasta el fondo.
Esta vez las embestidas no fueron ni rápidas ni lentas, en comparación con el
sexo anal de antes, que parecía más de exhibición que para satisfacción de él
mismo, esta vez parecía haberla metido con el único objetivo de acabar dentro
de su indefensa madre.
- Ahhhhhhh… Joder. Que rico, Sergio…
- Calla, puta. Los juguetes no hablan –dijo tapándole la boca-. Voy a preñarte,
mama –rugió violentamente complementando esas palabras con unas embestidas
secas y perezosas que buscaban el atajo al orgasmo… Pero fueron mucho más placenteras
que las embestidas previas.
Bajo la venda que tapaba sus ojos, puso los ojos en blanco, intentando
mantenerlos abiertos pero incapaz de ver absolutamente nada. El glande de su
hijo, duro como una piedra, golpeó repetidamente su cérvix sin apenas separar
su bolsa escrotal de su ano, presionando tanto dentro y fuera de ella con un
ímpetu y un deseo que la hicieron acabar a los pocos segundos. ¿Qué fue lo que
más placer le dio? ¿No poder ver ni gritar? ¿Las ataduras que la hacían sentir
impotente y pequeña? ¿O la agresividad de su hijo? Se lo imaginó tensándose
dentro de ella, apretando los dientes mientras se le escapaban gotas de saliva
por aquella cogida compulsiva… cerca, tan cerca de venirse, que se quedó
paralizado antes de explotar en su interior.
Tenía tanta sensibilidad dentro de su
vagina, que incluso sabiendo que sus pelotas deberían estar vacías, sintió que
descargó chorros y chorros de lechita dentro de ella, como si su cuerpo supiese
que era esta, y no la vez anterior, era la ocasión perfecta para impregnarla.
La mano que silenciaba su boca
desapareció, y mientras sus pelotas disparaban los últimos chorros, volvió a
escupirle. Sonia sacó la lengua dejando claro que, por asqueroso que fuese,
estaba tan receptiva que podía hacerle lo que quisiese sin molestarla. Le
volvió a escupir, llenando el rostro de su nariz hacia el mentón de la espumosa
saliva.
- Puta… ¿Te gusta? ¿Esto era lo que querías? Te he llenado de semen. Te
mantendré atada para que no vayas a por esa píldora… -gruñó su hijo, dejándose
llevar por la emoción del momento.
- Ahhh hmm… -respondió ella, completamente ida de placer.
Hasta el bello púbico de su hijo era perfecto en aquel momento, restregándose
contra su clítoris mientras restos de semen fluían hacia el exterior,
haciéndola venirse por el conjunto de todas aquellas cosas.
Incluso si no lo había dicho en serio,
le parecía increíblemente morbosa la convicción de preñarla. Se percibió como
un juguete al mismo tiempo que como su hembra.
- Respondeme, puta. ¿Te gusta? –Volvió a dejarse llevar azotándola.
- Sí… No pares. Préñame. Soy tu puta, tu juguete… Haz que me venga otra vez…
- ¿Reconoces que te gusta ser tratada así?
- Solo por ti, mi amor… No quiero que esto acabe nunca. Hazme lo que quieras…
Las manos de su hijo la agarraron del cuello y la ahorcaron. Podía respirar,
pero a duras penas. Más que estrangularla, parecía usar su cuello como punto de
agarre. La polla de su interior, tras eyacular por segunda vez, se había
convertido en un deshecho blando y morcillón. Pero al agarrarla del cuello y
tratarla como a un peluche, notó impresionada como volvía a ponerse dura dentro
de ella. Las embestidas una vez más fueron descontroladas, impulsadas por una
necesidad animal de preñarla. Tras dos descargas recientes, no debería ser
capaz de venirse rápido, mucho menos de ponerse duro de nuevo… Pero ahí estaba,
dando forma al interior de su vagina, lubricada por el semen que se escurría de
dentro hacia fuera a punto de recibir otra descarga de semen.
Chop, chop, chop, chop… Aquella
penetración era algo más lenta y pesada que las anteriores. Claramente estaba
exhausto y solo continuaba por pura fuerza de voluntad, para él no debía ser
tan agradable… Pero para Sonia si fue placentero no tener que mover un músculo,
aprisionada entre aquellos nudos de cuerdas, solo recibía vergazo tras vergazo,
justo antes de que su hijo explotase por tercera y última vez, retirándose
aburrido de ella tal como había prometido.
- ¿Me vas a soltar ya…? Parece que ya no puedes ni con tu alma.
- Podría dejarte ahí para cuando me entren ganas…
- Sergio, suéltame… Ha estado bien, pero no aguanto más…
No tardó ni tres minutos en cortar las cuerdas, al parecer, aquellos nudos era
más fácil destruirlos que deshacerlos. Ya sin ataduras ni vendas en los ojos,
encontró a un satisfecho y complacido joven estirado a su lado en la cama.
- ¿Estás enfadada?
- Debería estarlo… Pero no. Soy igual de responsable que tú. Fingiremos que no
ha ocurrido nada.
- No puedo olvidarlo ni aunque quiera, mama.
- ¿No te incomoda mirarme después de lo que me acabas de hacer?
- Un poco…
- Bien –contestó complacida-. Es el precio a pagar por disfrutar de todo esto.
No iba a ser gratis.
- Supongo que me lo merezco.
- Creo… -empezó a decir Sonia-. Que deberíamos actuar con normalidad de aquí en
adelante. Si en algún momento nos apetece… Volver a jugar… -dijo, eligiendo
cuidadosamente las palabras- podríamos buscar la manera. Pero el resto del
tiempo, tienes que tratarme como siempre me habías tratado.
- Lo intentaré.
- Supongo que me conformaré con que lo hagas… -contestó con una sonrisa
amable-. Voy a lavarme y voy al hospital, necesito tomar esa maldita pastilla…
- Será lo mejor.
En menos de una hora ya estaba duchada, arreglada y lista para ir al hospital
de urgencias, donde una enfermera le facilitaría la conocida pastilla del día después.
Además, Sonia decidió que empezaría a tomar la píldora anticonceptiva,
prometiéndose que no volvería a fiarse de sí misma ni de su hijo para impedir
que las cosas fuesen tan lejos… la próxima vez.
Capítulo 13 < Cangrejos
y medusas >
Los días pasaron con relativa rapidez después de aquella orgía de obscenidades
entre madre e hijo. No volvieron a mantener relaciones sexuales debido tanto a
la ausencia de deseo como por la incomodidad que experimentaban al cruzarse en
el interior de la vivienda. No se debía tanto al hecho de un arrepentimiento
por lo sucedido, puesto que ya habían aceptado tanto las acciones como las
consecuencias. Más bien tenían que aprender a mirarse a la cara de nuevo, como
si no hubiesen intercambiado una mirada antes.
Semanas atrás, un día normal habría consistido en cocinar y desayunar juntos,
mostrarse videos graciosos de tiktok, ver películas y series, jugar a algún
juego de mesa… Pero aquellas rutinas se vieron sustituidas por largos
silencios, por intercambios entre preguntas nerviosas e incómodas respuestas.
Ambos intentaron reanudar la complicidad que caracterizaba su convivencia, pero
les resultaba difícil aceptarse a sí mismos. No era el hecho ya de aceptar las
perversiones ajenas, sino las propias… Al descubrirse intentando intercambiar
una mirada, no podían evitar preguntarse que pensaría el otro de uno mismo.
Después de haberse desatado tanto, la
libido de ambos estaba por los suelos ya que después de haber saciado sus
deseos, les costaba imaginarse repitiendo a corto plazo.
La mayor parte del tiempo, permanecían encerrados en sus propias habitaciones
o, incluso, evitaban cruzarse por el interior de la casa. Cuando no quedaba
otra que coincidir en la mesa, buscaban cualquier excusa para ignorarse
mutuamente… Era para los dos.
Y, sin embargo, tenían cada día la sensación de que podrían revertir aquel
distanciamiento. Lo pensaban incluso sin expresarlo en voz alta: Sonia sabía
que podría provocar a su hijo con insinuar un poco más de lo normal la desnudez
de su muslo, con un pezón fuera del corpiño, con una sonrisita amable…
Sergio por su lado sabía que bastaría
con fingir interés, proponerle algún plan que incluyese alguna película o, por
qué no, incluso lanzarle alguna indirecta que crease unas expectativas por
alejadas que estuvieran de realidad.
Los dos habían perdido mutuamente el
interés porque se habían visto obligados a complacerse mutuamente. Eso no
significaba que la situación hubiese carecido de morbo, por supuesto… ¿Pero
repetir? Ninguno de los dos quería. Era terreno mojado y antes de que una
pequeña chispa pudiese causar un incendio hacía falta un ambiente más seco con
predisposición a los accidentes.
Estas situaciones, ya fueran
intencionales o producidas al azar, habían venido sucediendo en los últimos
días en casualidades típicas como podían ser coincidir en el baño durante una
ducha, hacer frente a los fogones con escasez de ropa o la sospecha de un
interés ajeno… Incluso si estaba carente de justificación.
El tiempo fue sucediendo día tras día,
y el aparente desinterés de la madre y el hijo se fue transformando en un
silencio expectante. Cada vez les resultaba más fácil mirarse, sonreírse y
hablar de cualquier cosa que no tuviese que ver con mantener relaciones
sexuales…
Llegó un punto donde parecía que ambos
empezaban a despertar de su actitud pasiva y atolondrada, resultando en una
comida compartida entre los dos que no tenía nada de interesante hasta que uno
de los dos aceptó dar el paso… Y ambos sintieron que una pequeña bola de nieve
había iniciado su caída hacia abajo, en la colina… Expandiéndose y volviéndose
más grande, hasta que ninguno de los dos pudiese hacer nada para frenarlo.
- ¿Qué miras? –preguntó Sonia, sorbiendo los espaguetis con gambas y perejil.
El escote de su madre atraía su mirada, pero hizo el esfuerzo de mantener la vista
clavada en sus ojos.
- ¿Qué miro? –repitió, confuso.
- Te conozco bien, Sergio. Sé muy bien que tipo de mirada ha sido eso… -musitó,
alegremente.
A Sergio le pareció más una excusa pobre para iniciar algo que una observación
sincera. Era evidente que estaba aburrida, y era normal, no habían mantenido
una sola conversación normal en las últimas semanas. Habían intercambiado
algunas palabras, sí… pero habían sido conversaciones cortas e insustanciales,
las cuales se habían sentido más extrañas que necesarias. Así que… ¿Por qué tan
de repente?
- Si tú lo dices… -contestó algo seco. Sin embargo, se permitió el lujo de
mirarle las tetas a su madre. ¿Un escote? No. Era un escotazo… Eso la hizo
sonreír.
- Si quieres pasar tiempo conmigo, solo tienes que pedirlo.
- Creo que ni siquiera tengo que pedirlo. ¿No?
- No pienses mal, Sergio. Pero echo en falta el tiempo de calidad que pasábamos
antes… antes de esos juegos.
- ¿Por qué será? –luego añadió-. ¿Por qué será que nos hemos evitado estos
días?
- Eso no es justo, cielo… -suspiró con melancolía-. Estos días necesitado
desconectar un poco, imagino…
- Ah, claro… Que no hayamos hablado por semanas no guarda ninguna relación con lo
que hicimos aquel día… -inmediatamente Sergio notó como su madre se tensaba,
incómoda-. No sirve de nada fingir que no pasó, mama. Tenemos que hablar de
eso… Luego ya habrá tiempo para hacer otras cosas… Pero no esperes que nuestra
relación mejore si ni siquiera hemos analizado el problema principal…
- Y… ¿Según tú cual es el problema? –impresionada por lo maduro que se estaba
mostrando su hijo, pero incómoda al mismo tiempo por verse obligada a hablar de
ello.
- Hicimos algo que está muy mal, y nos gustó. Ya no sabemos estar como
estábamos antes…
- Habla por ti, Sergio –contestó, cortante-. Tienes razón, lo que hicimos
estuvo mal. Y nos gustó –le reconoció-. Yo lo he aceptado y he seguido
adelante… ¿Y tú?
- Ya lo veo, mama –dijo alzando una ceja mientras le lanzaba una mirada irónica
a su escote-. Hace un momento me estabas buscando.
Fue tan evidente que no pudo evitar sonreír, negando con la cabeza mientras
regresaba la vista al plato.
- Eso no es verdad, no te estaba…
- Mama, sabemos bien a donde conduce esto. Porque te conozco sé que no te
importaría volverlo a hacer.
- No te confundas, Sergio… -le espetó mordiéndose el labio-. Yo… -titubeó unos
instantes, como si hubiese olvidado lo que estaba a punto de decir… O, más
bien, como si se hubiese dado cuenta que no era un argumento lo suficientemente
sólido.
- Mama, tenemos que encontrar la manera de poder seguir haciendo eso sin dejar
de hacer lo que hacíamos antes.
- Vamos, que me estás pidiendo salir… -replicaba, divertida.
Intercambiaron un silencio con miradas significativas, escapando de ellos
risitas nerviosas y suspiros al aire.
- Es la conversación más incómoda que he tenido nunca –confesaba Sonia.
- Sí, es verdad. Pero eso que acabas de decir… ¿Quieres que lo haga?
- ¿Qué? –preguntó sin entender.
- Pedirte que seas mi novia.
- Sergio, dicho así suena muy mal… No quiero que seamos novios, solo aceptar el
hecho de que somos compatibles en ‘’eso’’. Nadie tiene porque enterarse.
- Con el ruido que hicimos, me sorprendería que los vecinos no lo supiesen ya.
- Tendrás que taparme mejor la boca la próxima vez.
La tensión en el ambiente cambió. Ya no se respiraba la incomodidad y la
inseguridad, sino un deseo mutuo que incrementaba progresivamente… Ambos
notaron como sus cuerpos volvían a despertar después de un largo periodo de
inactividad que había durado semanas, pensamientos fugaces en la cabeza de
Sergio lo hizo imaginarse agarrando de la mano a su madre y conduciéndola a la
cama mientras pensaba… ‘’Esto no puede estar bien’’.
- No tienes que comprometerte conmigo, Sergio.
- Tan pronto como podamos salir tenemos que buscar otras parejas… y olvidarnos.
- ¿Por qué? ¿Es realmente lo que quieres?
- No quiero tener un romance contigo… Me da asco el solo pensarlo.
- Te da asco que seamos pareja pero no que tengamos sexo…
- Es verdad, ni yo misma me entiendo, pero es así… Me incomoda hablarlo
contigo, pero no me desagrada… Si te soy sincera, lo veo más como una especie
de masturbación mutua.
- Algo que nunca deberíamos haber empezado en primer lugar –replicó, dolido.
- ¿Te arrepientes? Podemos parar…
- No es eso, mama. Siento exactamente lo mismo. No quiero ser tu pareja pero
eso que hicimos es una especie de masturbación… muy satisfactoria.
- Entonces… ¿Qué hacemos?
- Supongo que tenemos que decidir si lo paramos ahora o seguimos adelante.
- Te mentiría si te dijese que no me siento totalmente dividida. Lo más seguro
sería dejarlo estar y no repetir. Es la elección más obvia…
- Sí –coincidió su hijo-. Pero sabes que cuanto más se alargue el confinamiento
más probabilidades hay de que queramos repetir.
- Sergio… Ya quiero repetir. Es fácil de entender, si lo piensas bien… Pocas
cosas pueden ser más entretenidas que hacer ‘’eso’’.
- Lo único que lamentas es que sea conmigo.
- Eso mismo…
Volvió a hacerse un silencio, uno necesario para asimilar todo lo que acababan
de decir. Una vez más se miraron, y fue Sonia quien dijo lo que ambos pensaban.
- En otras palabras, que cuando te entren ganas… No dudes en… usarme –dijo con
la cara completamente roja.
- Me estás dando permiso. ¿Eh? Tuviste que disfrutar mucho de lo que te hice.
- Solo diré que he soñado demasiadas veces con esas cuerdas…
- Según he entendido, mama… Puedo usarte siempre que quiera.
- Aja…
- Entonces pongamos una norma… No puedes llevar pantalones, ni bragas ni
sujetador mientras estés por casa, y eso quiere decir que ya la estás
incumpliendo.
La sonrisa en el rostro de Sonia se apaciguó, sabiendo que acababa provocar
justo la reacción que había buscado al iniciar aquella conversación. El
silencio inquisitivo de su hijo le dejaba claro que esperaba que se levantase
para quitarse el exceso de ropa. Sin quitarse la blusa, se tomó el tiempo
necesario para desabrocharse el brassier y dejarlo sobre la mesa. Se levantó e
hizo lo mismo con el pantalón de su pijama y con el tanga que llevaba debajo.
Durante unos instantes, permaneció de
pie, permitiendo a su hijo que viese la T que se formaba entre sus muslos y su
pubis.
- No he terminado de comer… ¿Y si te metes bajo la mesa y saboreas el postre
que te tengo preparado?
- Justo se me antojaba una banana…
- Pues ya sabes… Baja y chupa.
Sergio quedó complacido de cómo, sin vacilar lo más mínimo, su madre se arrimó
entre sus piernas, separó el pantalón y empezó a succionar ruidosamente.
Llevaba algún tiempo sin lavarse el miembro puesto que ni esperaba visita ni
había motivo alguno por el que asearse. Esperó que algún comentario por su
parte criticando el olor, el sabor y la falta de higiene pero, en su lugar,
dedicó cada segundo de su tiempo a lamer y succionar con una obscena
dedicación.
Al chico se le hizo raro continuar
comiendo, como si su mente fuese incapaz de concentrarse en el uso de los
tenedores o en el mero hecho de saborear la comida. Hizo un ademán de observar
bajo la mesa y le agradó las vistas. Tras la blusa de su madre, el culo en
pompa aguardando recibir aquello que no se atrevía a pedir con palabras.
- Me sorprende que no te quejes, mama… Hace días que no me ducho.
Ella sacó la lengua en respuesta y se aplicó con el glande brillante por su
propia saliva golpes sobre su músculo rosa. Una mirada lasciva brillaba sobre
su nariz. No pudo evitar el rubor que provocó en él la actitud de aquella
mujer, dejando claro que estaba predispuesta a todo.
La agarró del pelo, la forzó a
levantarse –incluso si esta no opuso resistencia alguna- y se sentó en una de
las sillas que rodeaba la mesa. La guio para que se sentase sobre él y se
dejase caer sobre su miembro erecto, que penetró sus labios desnudos y húmedos.
- Que caliente me pone que te de igual todo, ma…
- Tienes un sabor muy fuerte, mi amor… Eres muy malo al obligarme a
chupartelo..
- Obligarte… Pero tus bocas son sucias, mama… Es el lugar perfecto para meter
algo sucio…
- Sí… Llena la boquita de mama. La sucia boca de mama…
Y por primera vez, fue ella la que le comió la boca a él. No estuvo seguro de
si fue aquella lengua lasciva intercambiando aquel beso, o el movimiento de las
caderas exprimiéndole en círculos, o el abrazo tan intenso que dejaba claro que
quería que acabase dentro de ella… Pero fue la primera vez que acababa tan
rápido, sin poder hacer nada para evitarlo.
A los pocos segundos, Sonia estaba
abierta de piernas, con su hijo dándole zambomba y manteniéndola sometida a
duros vergazos buscando eyacular por segunda vez dentro de ella.
Esta vez tenía el nepe insensible y no
sentía nada en absoluto, por lo que era imposible venirse. Sin embargo, por
instinto, aporreó sus caderas contra la entrepierna de su madre, azotándola en
las mejillas, pellizcándole los pezones y por último, agarrándola del cuello
hasta que esta se orinó encima.
Su rol era el que era. Así que sin esperar nada de ella, se apartó de su
interior y la dejó abierta de piernas, con un chorro blanquecino brotando de
entre sus labios rosados mientras sus dos extremidades temblaban.
- La comida estaba muy buena, mama…
- Cabrón… -fue lo único que pudo decir.
Sonia sabía que nada volvería a ser igual, y una parte de ella se moría de
ganas de saber que nuevas travesuras le aguardaban en lo que restaba de
confinamiento, el cual parecía prolongarse más y más cada día.
(El siguiente capítulo será el último o el antepenúltimo)
Que tal zorrete, hacía tiempo que no te leía. Espero que estés bien.
ResponderEliminarCon respecto al relato diría que va bien, muy interesante, muy morboso lo de los roles. Diría que me falta una descripción de los protagonistas, siempre necesito saber como son para imaginarme la acción.
Quizás el inicio ha sido un poco rápido, pasas de cero a jugar con mucha facilidad mostrando las dudas y los miedos pero superándolos en segundos, jajaj. Vale que están ambos cachondos perdidos, pero no rompes el hielo con tu madre o con tu hijo de forma tan a las claras creo yo. Entiendo que es un relato y que no puedes estar dando vueltas 10 capítulos a ver si sale cara o cruz por supuesto.
Habrá que seguir leyendo por donde van los tiros, aunque me da que a partir de ahora se va a poner un poco demasiado hardcore para mi. De todas formas he disfrutado hasta aquí el relato y espero seguir haciéndolo.
Un saludo, y sigue escribiendo, que se te echa de menos.
nice
ResponderEliminargrande zorro
ResponderEliminarse te hechaba de menos zorro xd
ResponderEliminarOs quiero a todos. Gracias por comentar.
ResponderEliminarA Fer: Sí que es cierto que es un relato de inicio brusco, pero en este tipo de relatos sabes que intento evitar prolongarlo en exceso. Se me antojaba escribir algo hardcore, por eso no tiene nada que ver con el vecino y las lesbianas (que sé que tengo a medias), pero como me siento oxidado de escribir, no quiero ponerme con esa obra a la que tengo tanto cariño.
No creo que.prolongue mucho este relato...
Y tal vez me ponga de nuevo con el de las lesbianas cuando me sienta más preparado.
Un spin off de esas putas en Villamacho, aunque sea algo corto. Necesito saber qué sucedió con ellas.
ResponderEliminarQue increíble tenerte de vuelta.
Buenas zorro, genial tenerte de vuelta, si llevas tiempo sin escribir siempre puedes hacer algun relato corto de esos tuyos que tanto nos gustan y si no quieres devanarte mucho los sesos, un relato corto basado en alguna saga existente podria estar muy bien para calentar motores, el ejemplo de que paso con sandra y claudia de villamacho, o como claire de promesa imcumplida acaba en manos de los malotes que tanto la atraen para decepcion del pobre alan.
ResponderEliminarSea como sea, siempre es un placer recibir cualquier historia tuya, ya que tu estilo es muy unico y especial.