Marcadores del blog

viernes, 7 de septiembre de 2018

Bienvenido a la familia, maldito (Introducción) (1/3)

Un padre y su hijo se mudan a la casa de María, una madre soltera y su hija Marta, adolescente de diecisiete años. Tendrán que aprender a convivir dos adolescentes mientras sus padres disfrutan de esa unión tan esperada.
   Marc, el hijo de Joan, tendrá que sobrellevar su inicio en el nuevo instituto mientras soporta el lado más oscuro de su hermanastra. Por otra parte, Joan, tiene que afrontar lo que significa convivir con una adolescente con las hormonas revolucionadas sin que su pareja se de cuenta.

¿Podrán los cuatro ser felices? 




BIENVENIDO A LA FAMILIA, MALDITO (Introducción)

Trama y argumento del relato propuestos por Khay. Especial agradecimiento a su idea.


Prólogo < El día de la mudanza >

<<<  Marc >>>  Punto 1: Llegada

A pesar de que era septiembre, seguía pareciéndome que hacía un calor de julio. Estaba impaciente por llegar por fin a nuestra nueva casa, habiéndome explicado mi padre que era enorme y me iba a encantar.
   Al girar a la izquierda en un cruce, se metió en una calle bastante amplia con tres casas a cada lado y, en el lado derecho, habían frente a la casa de en medio dos mujeres espectaculares esperándonos –conocía a María, la madre, pero nunca antes había visto a la adolescente de cabellos rubios que había a su lado-. Mi padre detuvo el coche junto enfrente de ellas.
— Baja –ordenó mi padre, y ambos salimos del coche. Lo primero que hice fue mirar lo desierta que estaba la calle, disfrutar del silencio que había por los alrededores, ver desde esa calle la enorme casa de dos plantas que había detrás de las dos chicas y, por último, las miré a ellas. >>
   << La cuarentona de un pelo castaño y ondulado era María, la pareja de mi padre. Llevaban un año conociéndose y hacía poco tomaron la fantástica idea de mudarse juntos en la casa de ella. Ella tenía una única hija, Marta, que tenía diecisiete años y tenía un cabello rubio liso. Era totalmente opuesta a su madre, aunque ambas fuesen unas bellezas. Las diferencias a simple vista eran evidentes: La madre llevaba ropa formal y que disimulaba sus curvas, mientras que la chica de cabellos rubios iba escotada, con unos shorts y un pircing en la nariz. Eran como el día y la noche.

Su padre se acercó a María, ambos sonriendo y se besaron con mucha ternura. Hacían buena pareja los dos, conservándose su padre bastante bien para su edad. No tenía calvicie, y sobre sus orejas le crecía un escaso vello canoso que le hacía parecer bastante interesante según le confesó un día María.
— Tú debes de ser Marc –musitó la adolescente, acercándose a mí. Me dio dos besos que yo le correspondí: Vista de cerca era todavía más guapa. Tuve que hacer un esfuerzo por no mirarle el escote.
— Sí, y tú Marta.
— Supongo que ahora somos hermanastros.
— Sí –contesté cortante. No era algo que yo tuviese demasiado claro.
— No eres muy hablador. ¿Verdad? –eso me hizo suspirar, mientras desviaba la mirada al coche cargado de cajas y maletas.
— No se me da bien hablar con gente.
— Conmigo te vas a tener que acostumbrar. Vamos a vivir en la misma casa –discrepó Marta, que a mi parecer estaba desilusionada por la primera impresión. Seguramente esperaba un chico más chulito o más imponente, más ``normal´´

Volví a mirarla, tenía unas cejas muy bien cuidadas, una naricita chata y tierna y unos labios escasos que combinaban muy bien con el resto de sus facciones. Entonces me animé a contradecirle:
— Viviremos juntos, pero soy como soy –me encogí de hombros.
— ¿Y cómo eres, Marc?
— No se me da bien sociabilizar –dije antes de añadir:-. Soy rarito, supongo.
— Y yo que esperaba un chulito –su risa fue muy dulce y aguda.
— ¿Habrías preferido eso? –le cuestioné con frialdad. Ella se puso seria.
— No, para nada. Solo quiero un hermanito con el que me sienta cómoda y pueda llevarme bien
— ¿Y no preferirías alguien normal?
— Nunca se sabe. ¿Quién dice que no me voy a llevar bien contigo, no crees?

Justo en ese momento, la pareja de mi padre y él se acercaron agarraditos de la cintura sonriendo. Parecía que nos hubiesen dejado a solas intencionadamente. Viéndolos juntos confirmé que hacían muy buena pareja: Aunque mi padre no fuese corpulento, tenía la misma altura que ella y ambos eran guapos. Tal vez María tenía demasiado cuerpo para él, aunque no parecía que hubiese elegido a mi padre por el físico.
— Bueno, ahora que ya os habéis presentado… ¿Empezamos a meter las cosas adentro? –dijo mi padre-. Por cierto, Marc. Mañana tenemos que ir a lo del empadronamiento y mirar como hacemos para apuntarte al instituto –dijo antes de abrir una de las puertas traseras del coche. Eso me hizo asimilar que pronto tendría que comenzar el instituto, idea que odiaba con todas mis fuerzas.

Cada uno de los cuatro empezó a cargar las cosas e ir vaciando el coche: Cruzando el pequeño jardín que tenía la casa desde la calle hasta el interior de la vivienda, cuya puerta estaba previamente abierta.
— Espera, Marc –Me dijo María, agarrándome por el brazo justo cuando me disponía a volver hacia el coche. Vi como mi padre y Marta regresaban al coche cruzando el caminito de piedras que surcaba el jardín-. No hace falta decirlo, pero a partir de ahora esta es también tu casa.
— Muchas gracias, María.
— Sé que llevará tiempo, pero cuando te sientas preparado puedes llamarme mama, o de la manera que te sientas más cómodo.
— Se me hace raro –me limité a contestar con sinceridad, apartando la vista de ella. Me intimidaba mirarle a los ojos, a pesar de que era simpática, cariñosa y muy amable. Un pedazo de pan, con todas las letras; pero era su belleza lo que me intimidaba.
— Ya lo harás. Este cambio es para mejor –acto seguido reanudo su vuelta hacia el coche, aún quedaban unas cuantas cajas por meter pero entre los cuatros lo iban a hacer en un momento.

Vi como tanto mi padre como Marta se gastaban bromas, como si se conociesen desde toda la vida. Miré con cierto recelo a la que se suponía que era mi nueva hermanastra: era literalmente una chica extrovertida y que seguramente caía bien a todo el mundo. No solo era bonita y amable, sino que también tenía esa facilidad para tratar a las personas… Todo lo contrario a mí.
   Continuamos metiendo lo que quedaba en el coche, y una vez terminamos se cerraron las puertas que daban a la calle y volvimos al interior. Vi por primera vez aquella diminuta piscina con dos hamacas sobre el césped, parecía más un charco o un jacuzzi que una piscina en sí.
   Una vez los cuatro dentro, empezarían a llevar las cosas a sus respectivas habitaciones.






<<<  Marc >>>  Punto 2: Mi habitación

— Ayudaré a Marc –Le oí avisar a nuestros padre, luego se volvió hacia mí-. ¿Cuáles son tus cajas? Te enseñaré donde está tu habitación –cogió una de las que les señale. Yo cogí otra.

El recibidor estaba fusionado con el enorme y luminoso salón. Había un enorme sofá frente a la televisión, y Marta caminó hacia la derecha metiéndose por una puerta que resultaba dar hacia las escaleras que conducían al piso de arriba. Las escaleras tenían forma de V, y al parecer solo había cuatro habitaciones en la planta superior, las cuales formaban un cuadrado y estaban puerta con puerta. El pasillo separaba los dos pares de habitaciones.
— Esta es la habitación de nuestros padres, que está en frente a la mía –explicó mientras pasaba de largo-. Y tu habitación está frente al cuarto de baño.

Quedé impresionado por el tamaño de la casa, sabiendo que también había un jardín y una pequeña piscina para refrescarme. Había pasado de vivir en un barrio de mierda, en una casa bastante pequeña a meterme en una casa de aquel tamaño… Siempre había fantaseado con vivir en un palacete o en un chalet, y es cumplía mi fantasía.
   ``Si María y mi padre no rompen, claro. Entonces nos tocaría volver´´ gemí para mis adentros con amargura. La sola idea me provocaba nauseas. >>
   << Vi como Marta abría la puerta de la que sería mi habitación, me quedé paralizado al ver el enorme tamaño de mi habitación. La chica que me acompañaba pareció no querer perderse detalle de mi reacción, sonriendo cuando me vio quedarme boquiabierto.

Supe inmediatamente donde iba a colocar la televisión, el monitor de ordenador, las dos consolas… Había espacio hasta para mis figuras de coleccionista. Una enorme y alargada mesa justo en frente de la cama matrimonial. No pude hacer otra cosa que dejar la caja sobre la cama y sentarme, intentando procesar que todo aquel espacio era solo para mí.
— Cierra la boca, anda. Que se te cae la baba y lo vas a tener que fregar –me chinchó amigablemente mientras dejaba también la caja sobre la cama y se sentaba a mi lado-. Aún tenemos que subir unas cuantas cajas más. ¿No?
— Sí.
— ¿Qué llevas en estas dos? Vamos, si se puede preguntar –su curiosidad me sacó de mi ensimismamiento.
— Estas… -comencé a decir mientras identificaba las cajas, abrí una de ellas-. Las consolas, los cables, los juegos…
— Si lo primero que has traído han sido las consolas, creo no hace falta que te pregunte qué es lo que más te gusta –La rubia se levantó, tomándose la libertad de abrir la otra caja.
— ¿Te gustan? –Estaba deseando que así fuese, tener algo en común que nos conectase.
— Podrían gustarme –se limitó a contestar-. Aunque… soy más de salir fuera y quedar con amigos.
— Me lo imaginaba –Noté como mi contestación la había dejado cortada.
— ¿Por qué te lo imaginabas?
— Tienes pinta de ser la típica popular del instituto –evité responderle mirándole a los ojos, aunque sabía que ella no me quitaba ojo de encima-. Y los popus no necesitáis entreteneros con películas ni jugando.
— Pues tal vez te equivoques. ¿Quién sabe? Puede que me meta en tu habitación aprovechando que en casa hay nuevas videoconsolas –replicó un tanto picada, como si tratase de decirme lo que quería oír?
— ¿De verdad?
  Claro. ¿Por qué no? ¿Te crees que a ``la gente popular´´ no nos pueden gustar estas cosas? A ver, enséñame que hay en las cajas.

Comenzamos a vaciarlas, sacando: Figuras de coleccionista, algunos comics, algunos cables del ordenador o de la tele, acortadores para enchufar varios cables a una sola toma. Minutos después entre los dos subirían las dos pantallas, otras dos cajas de cartón y dos maletas donde estaba apilada toda la ropa.



<<<  Joan >>>  Punto 3: ¿Hemos hecho lo correcto?

Al contrario que mi hijo, yo cargué junto con María todas las cajas y maletas con mis cosas a la que ahora también sería mi habitación. Subiendo por las escaleras, antes de entrar a mi cuarto, escuché las voces de los dos niños hablando dentro de la habitación de Marc.
   Solté un gruñido, entré en la habitación y deposité la última caja de cartón sobre el suelo mientras me dejaba caer, con la espalda destrozada, sobre el colchón con sábanas blancas.
— ¿No puede terminar de subir las cosas y hablar con ella luego?
— Se están conociendo –María sonrió, comprensiva-. Ellos dos no se conocían.
— Pero estamos en plena mudanza…
— Esto será complicado para él.
— Oh, sí. Complicadísimo –me burlé:-. En vez de en un piso de mierda, ahora va a vivir en una casa enorme, con una habitación gigante… ¡Y tenemos jardín! Por fin va a tener una figura materna y dejar de ser el hijo único que siempre aborreció. No sabes la lata que me daba de pequeño con que quería una madre y un hermano. No lo entiendo, María.
— Para todos los cambios hace falta tiempo. Voy a tener que hacer que te leas la teoría de la caverna –le reprobó amenazándole con su dedo índice.
— No espero que se acostumbre al momento, pero lo veo muy empanado. ¿Has visto como se porta la niña conmigo? Me abraza, me gasta bromas, me sonríe. Tiene la iniciativa, es encantadora.
— No los compares.
— Agua y aceite –gruñí, dejando caer de espaldas sobre el colchón. Era muy cómodo.

María pareció intuir lo que realmente me daba miedo discutir, tomó la iniciativa de preguntarme:
— ¿Crees que hemos tomado una buena decisión… juntándonos?
— Creo que es la mejor decisión que he tomado en mi vida.
— Solo llevamos un año conociéndonos.
— ¿Te arrepientes de…? –No pude terminar la frase, se me hizo un nudo en la garganta. Me hería profundamente pensar que ella se arrepentía.
— No, eres lo mejor que nos ha pasado a Marta y a mí. Te necesitábamos. Marta necesitaba un padre.
— ¿Qué es lo que estás diciendo entonces? ¿Qué deberíamos haber seguido viviendo separados?
— Quería saber qué piensas tú.
— Creo que el niño se tiene que acostumbrar, pero no entiendo porque se muestra tan poco… contento.
— Dale tiempo. No ha tenido madre desde pequeño, y es difícil que se haga la idea.
— Ya –contesté antes de levantarme y continuar desembalando cosas.



<<<  Marc >>>  Punto 4: Madre e hija

Me quedó claro que Marta no solo era atractiva, amable y simpática por fuera; claramente era su manera de ser. Desde el principio, intentó conectar con mis gustos sin dejarme solo en ningún momento, por qué… ¿Qué necesidad tenía ella de estar allí pudiendo irse con sus amigos? No dejó de mostrar interés sobre los comics japoneses, los muñequitos; haciendo preguntas sobre los juegos y las consolas.
— ¿Dónde dejo esto? –preguntaba sosteniendo una figura de colección.
— En esa estantería de allí –le indiqué, aprovechando que estaba distraída para contemplarla con todo detalle: Una chica tan alta como él, o quizá un poco más, de piel clara y con ciertas sombras oscuras en las raíces de su cabello, lo cual relataba que lo tenía teñido. Se puso sobre puntillas y dejó la figura donde le dije.

Aproveché que le daba la espalda para estudiar su cuerpo: Sus muslos depilados, sus dos nalgas apretujadas dentro de aquel pantalón short que parecía quedarle pequeño. Sus dos pechos eran más pequeños que los de su madre, al menos dos o tres tallas.
   Por unos instantes recordé cómo conoció a María, pues estando solo en casa un día llegó mi padre acompañado de una hermosa y bellísima mujer –una MILF en todo su esplendor-, la cual llevaba un explosivo vestido color verde oscuro que iba ceñido a su cuerpo: Consistía en una sola pieza, desde los dos tirantes que lamían sus hombros, pasando por el enorme busto que era su pecho y la bonita forma que le daba a su cintura, tapando a modo de cortina sus dos tobillos con aquella falda larga.
   Esa fue, según sospeché, la primera cita que tuvieron ambos adultos. Eso me hizo preguntarme cómo podía ser que semejante mujer estuviera con su padre. Inconscientemente consideraba que esas mujeres con cuerpos de modelos solo podían estar con ricachones, empresarios, políticos y banqueros.
   No es que Marta no tuviese un buen cuerpo: Era delgada, tenía un buen culo y unos buenos pechos. Solo que en menor medida que su progenitora.

El móvil de Marta vibró en su bolsillo trasero, y después empezó a sonar.
— Es mi novio. Me ha venido a buscar en moto –murmuró cabizbaja sin sonreír-. Ya me continuarás explicando.
— Sí –contesté desilusionado al ver que Marta se largaba sin despedirse.

La decepción creció dentro de mí: ``¿Por qué me siento así? Evidentemente una chica tan buenorra ni se fijaría en mí, sobretodo pudiendo elegir al chico que le apetezca´´ pensé, intentando asimilar que nunca podría estar ni con ella ni ninguna chica con belleza similar.
   Tras una hora, ya había subido todo lo que quedaba en el piso de abajo. Había sacado todo de sus cajas y ya tenía instalado todos los aparatos electrónicos alrededor de las dos pantallas. Entonces fue cuando me di cuenta de mi error:
— El wifi –maldije al acordarme de que no sabía dónde estaba el router-. Y ahora Marta no está… Perfecto.

<<<  Marc >>>  Punto 5: Primera cena en familia


Únicamente bajé a comer junto a mi padre y María cuando llegó la hora de la comida. El resto de la tarde, la pasé o bien en mi cuarto o bien explorando el jardín y tomando el sol –lujo que nunca antes me podía permitir, ya que no me gustaba tomarlo donde había más gente-. El silencio que rodeaba aquella urbanización, la suavidad del jardín y el calor del sol.
   Me sorprendió que mi padre no me forzase a pasar más tiempo con él bajo la excusa de que teníamos que pasar tiempo en familia. Me imaginé que María le convenció de que si Marta estaba fuera tampoco podían obligarme a que pasase tiempo con ellos.

Entonces llegó la hora de la cena. Marta llegó de la calle y subió a ducharse, bajando cuando la mesa ya estaba puesta por mí y mi padre mientras ellos dos preparaban el aperitivo y cosas para picotear.
   Ellos tres intercambiaban anécdotas entre risas y carcajadas. Madre e hija me hicieron preguntas, en un intento de incluirme en las conversaciones. Pese a que no me sentía cómodo, intente corresponder respondiendo y haciendo muecas que intentaban ser sonrisas.
   Parte de la cena la pasé sin poder evitar mirando los escotes de Marta y María, con la diferencia que mi hermanastra lo tenía totalmente al descubierto –como si disfrutase exhibiéndolo-, con una camisa dada de sí y que tenía unos tirantes flácidos. También veía de reojo los enormes pechos de la pareja de mi padre que por muy tapados que estuviesen bajo aquella tela gruesa seguían siendo un imán para las miradas.

   Estaba seguro de que la chica de diecisiete años me había pillado varias veces mirando sus bustos y, a pesar de todo, no dijo nada. Pillé a mi padre lanzando miraditas al escote de su hijastra, y estaba seguro de que tanto él como yo nos sentíamos culpables. Eso me hizo llegar a la conclusión más evidente: >>
   << ``¿Qué impedía a Marta seducir a su padrastro? O, por el contrario. ¿Qué le impedía a la adolescente tratar de seducirme a mí? Y si a María le gustaban jovencitos…´´ Al fin y al cabo, no éramos una familia. Simplemente éramos dos hombres y dos mujeres que habíamos empezado a vivir juntos.
   Recordé por unos instantes como, en un juego llamado los sims, se podía hacer tener relaciones a un padre con una hija.

De esos pensamientos fui haciendo una bola, imaginando las posibilidades y fantaseando con que esas dos mujeres estuviesen sedientas de hombres. Muchas veces había fantaseado con María, pero era en ese momento cuando veía a Marta luciendo aquel escotazo tan despreocupadamente que, comenzando a notar un picor placentero en la entrepierna noté la urgencia de ir a mi habitación y masturbarme.
   Generalmente usaba porno, relatos sexuales y hentai buscando historias morbosas para satisfacer mi excitación, pero aquella vez no me hizo falta. Me masturbé prácticamente tres veces seguidas haciendo tres bolas y lanzándolas a la basura que había bajo mi escritorio. Fallando los tres tiros y quedando esparcidas alrededor de la basura, simplemente cerré los ojos y me quedé dormido.






<<<  Joan >>>  Punto 6: Rienda suelta a la pasión

Habíamos reprimido durante todo el día nuestro deseo de tener sexo juntos. No lo consideramos adecuado hasta que ambos niños estuvieron acostados, pudiendo desatar nuestro libido.
   Habían sido muchas las ocasiones en las que había podido disfrutarla carnalmente, pero a escondidas de nuestros hijos y en situaciones muy puntuales. Por fin, solos en nuestra cama compartida, podíamos disfrutarnos teniendo sexo silencioso.
   Solo escuchábamos el roce de las sábanas, mi pene entrando y saliendo chapoteando en su humedad, sus enormes pechos sudados contra mis pectorales.
   Notar tan excitada a María me hizo ser incapaz de retrasarlo más, y lo liberé todo dentro notando como ella al mismo tiempo intentaba contener el temblor en sus piernas. Mordiéndose el pellejo de su puño para no gritar de placer.
— Como necesitaba esto –musitó alegremente, suspirando. Mientras saqué mi miembro de su interior e hice un nudo al condón. Ella me lo quitó y lo dejó encima de la mesita.
— ¿Ahí?
— Tendremos que poner una basura –ronroneó traviesa, eso me hizo querer besarla. Nos quedamos dándonos un morreo durante unos cuantos minutos-. Creo que podré acostumbrarme a esto. Estaba harta de contenernos y no poder tener sexo.
— Yo también. Han sido unos meses difíciles.
— Por fin podremos dormir juntos todas las noches…

Noté como apoyaba su ardiente mejilla contra mi palpitante pecho, antes de comenzar a bajar dejando un rastro de besos y chupetones hasta llegar abajo. Con unos cuantos mimos, logré ponerme duro de nuevo y poniéndome un segundo condón ella se puso encima, ensartándose.
— No está tan duro –le advertí.
— Calla, tonto. Ya lo sé… -se mordió un labio y empezó a botar sobre mí.

Era la primera noche que íbamos a poder pasar juntos sin tener que preocuparnos de nada más, porque los dos estaban ya en casa.


---->  Fin del prólogo <------





Capítulo 1: Morbosa malicia

<<<  Marc >>>  Punto 1: Las dos caras de mi hermanastra.

Me sentí confundido por unos instantes: Ese silencio absoluto, tanto dentro de la habitación como alrededor de la casa. Desde pequeño había vivido en una ciudad donde los vecinos no tenían respeto alguno por el descanso de sus paisanos, haciendo retumbar a través de las paredes de hormigón los martillazos, los gritos y la música…
   Entonces comprendí que quizá nunca tendría que volver a sufrir esas incomodidades, pudiendo haber dormido aquella primera noche sobre aquel colchón tan cómodo y con una casa tan silenciosa.
   Entrecerré los ojos en aquella estancia tan oscura y busqué con la mirada la papelera bajo mi escritorio. Pude ver tres bolitas de papel que me habían servido para contener mis descargas tras las tres pajas que me hice antes de quedarme dormido. Lo normal habría sido que me hubiese hecho una, quedándome satisfecho… Pero no fue así. Me imaginé la cara oculta de María al darme los buenos días con aquellos dos enormes melones tras el delantal como único vestido. Tras correrme, otro pensamiento de Marta me hizo desear pajearme pensando también en ella, y luego, para mi sorpresa, una última pensando en ambas.

Era totalmente anormal, aunque entendía el motivo. No estaba acostumbrado a relacionarme con chicas, ya fuese por mi propia vergüenza o porque no solía tener oportunidad de interactuar con ellas. Entonces me mudaba a una casa con dos mujeres con semejantes atributos: Sonriéndome, siendo simpáticas, agradables… Y aunque María los escondiese, Marta, luciendo orgullosa –al contrario que su madre- sus bonitas piernas, su portentoso culo y sus insinuantes pechos.

Salí de mi ensimismamiento sin entender lo que sucedía, todo pasó demasiado deprisa. Agarré la sábana y me cubrí casi por completo, mientras la puerta de mi habitación se abría lentamente sin hacer ningún ruido. La cabeza de mi hermana apareció tras ella, mirando curiosa el interior –tal vez pensando que seguiría dormido- y, al ver que no era así, preguntó:
— ¿Puedo pasar?
— N…
— Gracias –musitó radiante entrando ignorándome, haciendo a un lado la puerta y cerrándola una vez estando ya dentro. Me sorprendió al verla prácticamente desnuda de cintura para abajo, usando una camisa que hacía las veces de falta corta y por donde asomaban unas bragas negras de encaje.

Me enjuagué los ojos en un intento de quitarme las legañas, siendo consciente de que la intrusa podría descubrir las bolas resecas de semen bajo el escritorio; sin embargo, esta cruzó la habitación con los cabellos rubios totalmente sueltos formando una estela tras ella. Se posicionó frente a la ventana y abrió ligeramente la persiana permitiendo que entrase bastante más luz de la que había antes.
— ¡Arriba! Ya es de día.
— ¿Qué hora es? –gruñí protegiendo mis ojos con la sombra de mi mano.
— Las diez.
— ¿Estás loca? Es muy pronto.
— Creía que ibas a ir con tu padre a eso del empadronamiento y tal –protestó mi hermanastra mientras aprovechaba que me tapaba las manos para admirar su falta de ropa. >>

<< Entonces vi como dos pequeñas bolitas destacaban al marcarse delicadamente bajo esa camisa de tela fina. ``¿De verdad ha entrado en bragas y sin sujetador en mi cuarto?´´ pensé echo un lio sin saber que pensar. Sentí mi polla endureciéndose bajo las sabanas: Que hubiese amanecido con ella empinada era normal, pero más dura se había puesto al contemplar la sensualidad de la tan descarada adolescente. Volví a lanzar una mirada furtiva a la papelera bajo mi escritorio y maldije por no haber recogido antes-. Supongo que iremos más tarde –contesté por fin poniéndome rojo al imaginar que ella descubría las bolas de papel-. ¿Qué haces aquí, Marta? –pregunté cortante.
— Eres como un regalo de navidad –se echó a reír al ver lo cortado que me quedé-. La mañana en la que se abren los regalos de navidad no puedo dormir hasta tarde. Duermo unas horas y amanezco ansiosa por saber que hay bajo los envoltorios.
— ¿E… Estás de coña?
— No, lo digo en serio. Mi pequeño hermanito es un regalito de navidad –echó una carcajada burlesca al verme la cara-. Lo estoy diciendo en serio –confirmó por última vez mientras se sentaba a mi lado, apoyaba todo su peso sobre el brazo izquierdo y se cruzaba de piernas.
— ¿Y no podías picar a la puerta? ¿O esperar a que saliese de mi cuarto?
Imagen relacionada
— Ah, que estás desnudo –cuchicheó con cierto tono travieso, mirando directamente hacia donde estaba mi polla totalmente tiesa solo que sin poder verla debido a la sabana-. No te preocupes… Ahora vivimos juntos. Es inevitable que nos veamos con poca ropa –y se mordió el labio mientras enfocaba su mirada hacia el escritorio. Eso me hizo empalidecer al creer que iba a descubrir las bolas de papel.
— ¡Deja la broma ya, Marta!
— Lo estoy diciendo en serio.
— Ayer no me pareciste este tipo de chica –sentencié, rememorando que a pesar de la provocativa ropa del día anterior, su actitud no había sido provocativa ni insinuante.
— Tampoco voy a actuar descaradamente frente a tu padre.
— ¿Quieres algo conmigo? –No me lo tragaba.
— No he dicho eso.
— ¿Entonces?
— Solo me estoy divirtiendo.

Ninguno de los dos dijo nada más. Entrecerré los ojos intentando asimilar lo que decía, pero no llegué a entender nada. Era imposible que ella tuviese ninguna intención extraña: Nuestros padres estaban en el mismo piso, y ella no iba a arriesgarse haciendo nada raro ni aunque quisiese… ¿O sí?
— ¿Te diviertes entrando casi desnuda en mi habitación? –le reprendí con cierta suavidad, sin querer llegar a discutir.
— Voy a entrar a tu habitación a menudo –eso me hizo maldecir que no tuviese seguro en la puerta.
— Pues tal vez yo también entre en tu cuarto a menudo.
— Vale.
— ¿Y si entro cuando te estés cambiando?
— Mala suerte, supongo que me pillarás desnuda –Se echó a reír… Por unos segundos me quedé hipnotizado, viéndola reír tan casualmente como si se hubiese detenido el tiempo.
— ¿Todo esto va en serio?
— Claro que sí. ¿Por qué no me crees? No es tan malo que nos veamos desnudos. Ahora somos familia… ¿No? Por eso ayer me durante la cena nos mirabas las tetas a mi madre y a mí.
— No os miraba las tetas –negué sintiendo mi cara arder. Lo que más me preocupó fue que tanto mi padre como María se hubiesen dado cuenta también.
— Nos mirabas las tetas, a las dos. Casi ni disimulabas. ¿Qué pensará tu padre?
— Yo no… -Me interrumpió otra vez.
— Nos estabas mirando las tetas.

Se hizo el silencio, asimilé que me había pillado. Entonces su tono pasó de ser acusador a otro más tierno y comprensivo.
— No te culpo… Te mudas justo a una casa con bombones como mi madre y yo. Reconozco que yo suelo llevar ropa más exhibicionista. Es normal que nos comieses con los ojos –no dije nada, no se me ocurría que decir-. Por eso pensé que te gustaría verme desnuda. ¿Quieres ver a tu hermanita desnuda? –inquirió en un tono burlón.
— ¿Te importaría? –la pregunta le hizo reir.
— ¿Quién sabe? –se encogió de hombros-. ¿Puedo hacerte una pregunta? –asentí-. ¿Te has pajeado pensando en mi madre o en mí? –Mi rostro tuvo que delatarme de alguna manera, porque pareció entenderlo al instante.
— ¿Por qué te burlas de mí?
— No me burlo. Me parece divertido… A quien no le gusta sentirse deseada. ¿Estuvo rica la paja? –volvió a echarse a reír. Sus carcajadas fueron musicales, un orgasmo para el oído. Por una parte me encantó verla tan contenta, era todo un espectáculo para la vista.
— Así que eres una calientapollas. No tienes ninguna intención de hacer nada conmigo. ¿No?
— ¿Quién sabe? –volvió a repetir. Había cierto brillo de perversión en sus ojos de color azul-. En frio ya te digo que no. Pero vete a saber… Alguna noche que tenga un calentón a lo mejor vengo a dormir a la cama de mi hermanito para que me caliente. Y sí, soy bastante calientapollas.

Se levantó de un brinco y sin darme tiempo a reaccionar se puso en pompa permitiéndome ver sus hermosas nalgas comprimidas dentro de aquellas bragas negras. Entonces entendí porque lo había hecho: Estaba agarrando las tres bolas de papel que rodeaban la basura.
— Eh. ¡Para! –Eso me delató; el corazón me dio un vuelco.
— Estas cosas van a la basura –susurró coqueta en voz baja. Pareció que tenía claro de que eran esas bolas de papel y no pareció darle asco alguno. Acto seguido las lanzó juntas al interior.
— Creía que tenías novio.
— Mi novio no entra en esta casa. Y lo que pasa en casa, se queda en casa. Así que… -dijo haciendo una mueca. Se dio la vuelta alejándose de la basura en dirección hacia la puerta, se contoneó en cada paso haciendo vibrar las carnes de su culo y sin decir nada más salió cerrando la puerta.

Me dejé caer sobre la almohada, intentando discernir si lo decía en serio o solo se estaba quedando conmigo. ¿Tenía realmente una mínima posibilidad con ella? La esperanza de que podría ser cuando estaba seguro de que no era así era la peor tortura.
   ¿Y qué quiso decir con que su novio no entraba en casa? Seguramente Marta solo quiso echarse unas risas con el friki de su hermanastro. Lo más seguro es que si hubiese sido un cani o un chulito de estos, ella ni se hubiese atrevido pero… ¿Por qué no con un friki inofensivo que no sabía cómo reaccionar frente a una chica?


<<<  Joan >>>  Punto 2: Paternidad incómoda

Disfruté absolutamente de todo: La tranquilidad, la comodidad, la presencia de la mujer que amaba a mi lado. No dejaba de maravillarme ver como estaba girada hacia mí, con sus dos enormes pechos sobresaliendo por encima de la sabana y como un hilillo de saliva surgía de entre sus labios.
   Me levanté sigilosamente y me vestí tras asearme en el baño contiguo que había dentro de esta habitación, el cual separaba el cuarto de su hijo con el nuestro. Tras comprobar que no había mensajes importantes de mis clientes de trabajo, salí al pasillo con la intención de desayunar a solas con mi hijo y hablar con él antes de irnos de casa.
   Cerré sigilosamente la puerta del cuarto y giré hacia la derecha en dirección del cuarto de mi hijo por aquel amplio y luminoso pasillo tan bien iluminado por el ventanal que había entre la habitación de Marta y el cuarto de baño; el cual separaba ambas habitaciones.
— Papi. ¿Puedes venir un momento? –La voz dulce y desesperada de mi hijastra surgió del interior de su habitación. Sentí un escalofrío, pues no me acostumbraba a que me llamase así. Nunca antes, mientras conocía a su madre, me había apodado de esa manera.

``Tendré que ir con Marc en cuanto hable con ella´´ me dije dando media vuelta y encaminándome a la habitación de la adolescente. La puerta estaba entreabierta, teniendo que apartarla para poder ver el interior: Su cuarto consistía en colores blancos y rosas, con tonos luminosos y claros. La típica habitación de en sueño de una niña; aunque en las paredes contrastaban posters de cantantes y grupos favoritos de ella.
   La cama estaba deshecha, y había un desorden que hasta cierto punto consideré aceptable para una chica de su edad.

``La niña´´ apareció estaba frente al armario empotrado a la izquierda del cuarto, y la puerta de este me impidió verla. Cuando salió a mi encuentro abrí los ojos como platos al ver a mi hijastra vestida con aquella camisa de tirantes y sin ningún pantalón que tapase sus piernas. A medida que acercaba entendí que llevaba ropa interior debajo, pero ningún sujetador ocultaba sus pechos, marcándosele los pezones bajo la tela de la camisa.

— Deberías taparte –recobré la compostura y me forcé a mirarle a los ojos.
— Es verdad, papa. –Me dolió que me llamase de esa manera después de haberla visto de modo tan sucio-. Como mama y yo vivíamos solas, no estaba acostumbrada a andar por la casa con ropa… -masculló en tono lastimero.
— Bueno… A mí no me vas a ver en calzoncillos. Te lo garantizo.
— Tienes razón, papa –me chirriaba esa palabra. Marta se puso de puntillas y me dio un beso en cada mejilla antes de quedarse de pie frente a mí-. Intentaré no ir destapada, no quiero incomodarte.
— Lo decía más por lo referente a tu hermano.  Piensa en como son los chicos a su edad, con las hormonas revolucionadas -``Aunque tú tampoco te quedas atrás´´ pensé antes de continuar-. Solo le falta verte con tan poca ropa.
— Ayer me miró muchas veces mientras cenábamos. No lo podía evitar –Lo entendí a la perfección. Sin pretenderlo ni poder evitarlo yo también miré varias veces a su escote, aunque estaba seguro de que ella no se había dado cuenta.

Me sentí incómodo, a mi espalda estaba mi habitación y María dentro. Y mientras, él hablando con su hija en paños menores. Sus ojos volvieron a traicionarle y se clavaron en los pezones de la menor, haciéndole sentir culpable de nuevo.
— Bueno, me voy a desayunar –dije con la idea de alejarme de allí lo antes posible; pero ella me retuvo.
— ¿Y qué tal has dormido? –me interrumpió. Pude percibir cierta malicia en su mirada, como si se estuviese divirtiendo con todo eso.
— Bien, bastante bien –dije cortante, pero sin querer darle una respuesta desagradable.
— Dormir con mi madre te habrá ayudado. ¿No? –Los dos reímos, aunque ella radiaba tranquilidad como si fuese la conversación más casual del mundo.
— Eso ha sido lo bueno. Pero luego ha estado el calor, dormir en una cama que no era mía…
— La cama de mama es cómoda. Yo la he probado y va muy bien para lo suyo –Aunque el contexto de lo que acababa de decir no era nada lascivo. No pude evitar malinterpretarlo teniendo en cuenta la connotación que suponía tenerla en bragas y sin sujetador.
— Sí, es muy cómoda.
— Supongo que la habréis disfrutado bien. Estarás contento, mama siempre ha sido muy deseada…
— Sí, tengo suerte de que me eligiese a mí.
— Y mamá siempre ha evitado cosas con los hombres. Siempre intentó ser fiel a mi padre, pero tú has logrado que se fije en ti y eso ya dice mucho.
— Sí… Oye, Marta, me voy a desayunar.
— ¿Llamo a Marc? –propuso la adolescente. Me había olvidado completamente del chaval.
— No, da igual. Déjalo dormir un poco más –No tenía sentido hablar con mi hijo si Marta estaba delante.
— ¡Bajo contigo a desayunar! –dijo brincando con ilusión, casi chillando. Logré cortarle el paso y retenerla dentro de su cuarto.
— Antes ponte un pantalón.
— ¿Te preocupa lo que piense mamá? No va a decir nada.
— Marta, no estoy cómodo –fui directo y cortante, sin dejar lugar a discrepancias.
— Vale… -aceptó resignada. Fue al armario y se colocó unos pantalones negros que le subían el pompis. También se colocó un sujetador sin sacarse la camisa, en menos de un minuto ya estaba lista para bajar descalza a la cocina.

Salió de la habitación y tomó la delantera, bajando por las escaleras con forma de v y entrando en la cocina frente a mí. Ambos nos servimos en silencio el desayuno, parecía que estaba esperando a que yo rompiese el silencio.
   Una vez estuvimos sentados en la mesa, rompí el hielo:
— Marta, espero que te lo tomes en serio. No eres una niña ya, eres toda una mujer. Y a la única mujer quedo ver con poca ropa es a tu madre.
— Tienes razón papa. Creí que no me afectaría.
— Soy un hombre, Marta. Y cuanto más evitemos esas cosas, mejor.
— Es verdad.
— Sobre lo de Marc. ¿Qué piensas de él? –cambié de tema rápido una vez zanjado.
— Pienso que es tímido, pero me cae bien –una sonrisita asomó en sus labios.
— ¿Te cae bien? –le cuestioné, extrañado.
— En el insti, con mis amigas, suelo relacionarme con chicos que van de gallitos para llamar la atención. Estoy aburrida de chicos así –se hizo el silencio, ambos aprovechamos para comer un poco-. Por ejemplo mi novio: Es bastante tranquilo y su actitud es bastante cariñosa.
— No sabía de él –repliqué extrañado. Ni siquiera sabía que tenía novio tras el último año acudiendo a esa casa.
— No lo he traído nunca.
— ¿Cuánto llevas con él?
— En un par de semana haremos once meses.
— ¿Y no lo has traído a casa? ¿Ni a escondidas? –no me lo creía.
— ¿Es un interrogatorio?
— No le diré nada a mama.
— ¿De verdad?
— Te lo prometo –me miró titubeante.
— Vale, vale. Te creo. No, no lo he traido a escondidas.
— ¿Por qué?
— Estoy cansada de los chicos. Siempre hacen lo mismo: Van de lo que no son, aparentan ser gallitos para atraer mi atención y luego me invitan a su casa: ``Eh, Marta. ¿Vamos a mi casa a ver una película?´´ -su tono de voz se volvió cómico. Luego volvió a hablar normal:-. ¿Una película? ¿No intentarás nada raro? Para que me responda: ``Que sí, Marta. Que no haremos nada raro, solo quiero ver esa película contigo´´ ¿Y sabes qué acaba pasando? Pues que tenemos sexo y ni siquiera llegamos a terminar la película. Calientan lo que no pueden comerse. Muy gallitos, pero luego se corren rápido y ponen cualquier excusa para echarme de su casa.
— ¿Y tu novio es así?
— No del todo, pero tampoco se salva.
— No parece que mi yerno te cause demasiado interés. ¿Por qué estás con él?
— Para no estar sola, supongo –contestó con naturalidad mientras se llevaba el tazón de café con leche y pegaba un sorbo.
— No has contestado a mi pregunta.
— Porque no la hiciste.
— ¿Has traído algún chico a esta casa? ¿Alguna vez? –La diecisiete añera negó con la cabeza-. ¿Por qué?
— Porque estoy harta de chulitos, de niñatos inmaduros que van de lo que no son. Los tios solo piensan en follar. En esta casa nunca ha habido chicos y eso siempre me ha gustado.
— Ahora estamos Marc y yo –entendí al instante.
— Tú eres mi padre, y Marc es mi hermano –dijo como si no fuese capaz de vernos de otra manera-. Es diferente. Además… No conocía a Marc, y me ha caído mejor de lo que esperaba.
— Me alegra que os llevéis bien.
— Me caéis muy bien los dos, me parecéis muy tiernos.
— ¿Entonces me presentarías a tu novio?
— Me gustaría poder mantener a mi novio alejado de mi familia. No considero que vayan a combinar bien las dos cosas –La respuesta me decepcionó.
— Entonces acaba con él.
— No me gusta estar sola. Con él tengo coche, me lleva a sitios, puedo ir a su casa cuando me aburro…
— No me esperaba que fueses tan interesada.
— No estoy enamorada de él. Y no hay nadie que cree ese interés. Así que sí, me aprovecho de él.
— Así solo conseguirás que las relaciones te decepcionen y te amarguen.
— Cuando aparezca alguien diferente, dejaré de ser tan interesada… Pero este no es el caso. Mi novio no es un chulito, pero tampoco destaca de otros tíos.

No pude evitar titubear. ¿Le preguntaba o lo dejaba ahí?
— ¿A qué te refieres?
— Mi novio y yo no tenemos demasiadas cosas en común. Se fijó en mí porque era bonita y yo le acepté porque lo hizo en el momento adecuado. Nunca le ha importado que me gusta o que no.
— ¿Y qué te gusta?
— ¿Te puedes creer que me llevaría mejor con Marc que con Rubén?
— ¿Te gusta jugar y pasarte el día encerrada? –eso la hizo reír maliciosamente-. María siempre me dio a entender que eras muy callejera.
— Y lo soy, me agobia estar sola en casa. Aunque me gustan los juegos y esas cosas, por eso me cae bien tu hijo.
— Ya –me rasqué la barba, alegre de que no solo María, su hija y yo nos cayésemos bien sino que a Marta le agradase mi hijo. Siempre me había dado problemas relacionarlo con los demás.

Después de eso cambiamos de tema rápidamente y la conversación se tornó más cordial. María bajó totalmente despeinada, acercándose a mí para darme un beso en la boca y otro en la frente de su hija.
   Después de desayunar, fui a despertar a Marc descubriendo que ya estaba despierto. Tras una pequeña discusión sobre lo mucho que estaba enganchado al ordenador; este desayunó y se aseó antes de que saliésemos juntos a realizar el procedimiento del empadronamiento.

Mientras María acudía al hospital para su trabajo de enfermera en el turno de mañana, mi hijo y yo aprovechamos la mañana para ir al instituto y ver que documentación faltaba para completar el traspaso desde su anterior instituto al nuevo. El inicio del trámite lo iniciamos en el centro anterior, pero al parecer aún faltaban unos documentos guardados en las cajas que aún no habíamos desembalado tras la mudanza.
   No parecía que al niño le hiciese ninguna ilusión empezar, acudiendo al instituto totalmente amargado sabiendo que pronto tendría que empezar de nuevo.
Lo había tenido que cambiar hasta dos veces de instituto a lo largo de su adolescencia debido a problemas con chicos que se metían con él. Su personalidad introvertida no le ayudó a hacer amigos, y aunque siempre intenté apoyarle poco se puede hacer cuando has cogido tanto asco al instituto que cuando vas sientes estar en un infierno constante.
  Por eso yo, que no estaba acostumbrado a ver reír ni relacionarse con otras personas a mi hijo, me sentí feliz cuando estando por casa escuchaba provenir risas del cuarto de Marc en compañía de su hermanastra.
  Quizá por eso ``tardé´´ más de dos semanas en conseguir la documentación necesaria. No consideraba que dos semanas de clase perdidas le fuesen a dar problemas. Y si eso le permitía solidificar su relación con Marta todo habría valido la pena.

***

Entonces finalizaron los días libres que había pedido para la mudanza. En mi trabajo estaba bastante bien valorado como comercial debido a mi cartera de clientes. Trabajaba en un concesionario de coches vendiendo piezas y vehículos, dada mi simpatía y mi labia en el sector automovilístico me ganaba fácilmente a nuevos compradores. Teniéndome siempre presente los clientes más veteranos. Mi constante interés por saber que tal les habían sentado mis recomendaciones y la satisfacción de ver que había dado en el clavo me garantizaba su fidelidad. Gracias a los descuentos que les otorgaba, yo me embolsaba comisiones importantes… Todos ganábamos, sobretodo yo. Estaba bien pagado y trabajaba dentro y fuera de la oficina, pues podía trabajar desde el concesionario, moverme a casas de particulares o trabajar desde mi propia casa.
   Era por eso por lo que si pedía unas vacaciones me las daban. Mi empresa sabía que yo siempre acababa cumpliendo.

Pero el trabajo era trabajo, y en los siguientes días ya empecé de nuevo con mi rutina. Mientras que el horario laboral de María era variable (a veces tenía trabajo de tarde y otras de mañana), el mío era más de mañanas. Aunque algún fin de semana tenía que pasar el día o la noche fuera dado que tenía que irme fuera de la ciudad y acababa durmiendo en un hotel.

Entonces empezó a establecerse las bases de esta nueva familia. Conmigo y con María trabajando, con Marta yendo al instituto y con mi hijo cerrado en su cuarto. Estábamos poco a poco uniéndonos más. Comiendo juntos, pasando el tiempo separados… En su tiempo libre mi hijastra salía bastante y el poco tiempo que estaba en casa lo aprovechaba para estar con nosotros o con su hermano, nunca sola.
   Marc casi no salía de su habitación, yo sabía que esperaba que su primer día de instituto nunca llegase.


Capítulo 2: El camello y el pringaillo

<<<  Marc >>>  Punto 1: Comida precocinada.

Aprovechando que ni mis padres ni mi hermanastra se habían levantado aún, bajé a desayunar furtivamente antes de volver a subir. Había tenido una pesadilla en la que repetía mi mala suerte en el nuevo instituto –el cual comenzaba el día siguiente- y mis compañeros empezaban a acosarme sin cuartel. Me había despertado sudoroso y ya se me habían quitado las ganas de dormirme de nuevo, no quise usar el móvil ni la Tablet mientras disfrutaba de mi silencioso desayuno comiendo galletas y mirando a la nada.
   Intentaba encontrar la mejor manera de empezar el instituto sin repetir los mismos errores, quizá hacer algún amigo friki como yo con el que poder quedar de vez en cuando pero, la prioridad número uno era sin duda conseguir que nadie se metiese conmigo. Dos partes de mí chocaban constantemente en mi interior: La optimista, que prefería centrarse en las nuevas oportunidades de empezar de nuevo y la negativa, la cual recordaba lo mal que se me daba sociabilizar.

Regresé a mi cuarto tras fregar los platos, procurando no hacer ruido al pasar entre las puertas de Marta y mis padres, cruzando el pasillo e infiltrándome con éxito dentro de mi cuarto. Al darme la vuelta tras cerrar la puerta vi a mi hermana, sentado en mi silla y con la vista clavada en la televisión mientras jugaba a God of War.
— ¿¡ Es en serio!? –No recibí respuesta-. ¡Marta! –rugí logrando así una respuesta.
— Buenos días.
— ¿En serio? Pensé que estarías dormido.
— Pues ya ves que no.
— ¿Por qué no has bajado a desayunar?
— Prefería jugar –dijo ensimismada en el juego.
— ¿No puedes pedirme permiso?
— ¿Puedo jugar?
— No –a pesar de increparle con decisión, ella rio pícara mientras seguía con el juego.

Puse los ojos en blanco, no sin mirar la vestimenta de mi hermana: Camisa ligera y de tirantes, sin sujetador con unas bragas de encaje completamente a la vista.
   ``Lo de siempre´´ suspiré al tiempo que cruzaba mi cuarto y me sentaba en la cama, al lado de mi hermana. Entonces me percaté: El monitor de mi ordenador estaba encendido y la pantalla de descarga que había no estaba: Sentí un escalofrió.
— Marta –murmuré con voz pausada.
— ¿Qué?
— ¿Has tocado mi ordenador?
— Sí.
— ¿¡Estás de coña!? ¡No vuelvas a tocarlo! –Marta pausó la partida y tiró el mando sobre la cama, como si desde el principio no hubiese tenido interés en jugar. Entonces se levantó de la silla y se sentó al lado, en mi cama, con las piernas cruzadas.
— ¿Por qué no?
— Porque es mi ordenador.
— Y yo soy tu hermana.
— No eres mi hermana –bramé subiendo ligeramente mi tono de voz: ``¿No puedo tener intimidad en esta puta casa? Últimamente no me deja en paz la niñata esta´´.
— Como si lo fuese. Vives en la casa de mi madre y ahora ella es tu mami. Eso nos hace hermanos, aunque…  -se levantó y paseó por la habitación, acercándose a una estantería y agarrando un muñeco de coleccionista-. Quizá quieras pensar que no lo somos.

Olvidé por completo mi enfado, entrecerré los ojos e hice una mueca. Ya estaba acostumbrado a sus comentarios mal interpretables, a su actitud y su manera de vestir provocativa; además de su bipolaridad para actuar de una manera tan maliciosa con él y tan inocente con su padre.
   Poco a poco la iba conociendo más y más, entendiendo que ella se lo pasaba en grande provocando  a ambos. En la última semana la había visto hacer comentarios subidos de tono a su padre sin abandonar su rol de niña buena e inocente. Cuando Joan le reprendía por ello, recordándole que ya no era una niña, ella se disculpaba. Pero era cuando estábamos solos que no se molestaba en disimular.
    En la última semana, ya me había acostumbrado a su presencia. Venía a jugar y ver películas conmigo… Hasta el punto de que me gustaba mucho estar con ella. Por desgracia, hacía continuamente comentarios relacionados con el sexo, como si ella estuviese interesadísima en el tema, antes de irse y dejarlo a cuadros.
— ¿Qué quieres decir? –pregunté.
— ¿Te has hecho alguna paja pensando en mí desde la última vez? –emuló una perfecta ``o´´ con sus labios y se echó a reír, traviesa-. ¡Te has pajeado pensando en tu hermana! ¡Que guarro!
— ¿Y por qué te has puesto rojo cuando has sabido que he entrado en tu ordenador. ¿Tenías miedo de que mirase tu historial o tus carpetas de descargas? ¿Qué encontraría? ``Me follo a pajami hermana´´ o tal vez… ``Se la meto a mi hermana mientras todos duermen´´.
— Déjame en paz.
— No me has contestado. ¿Te has hecho alguna paja pensando en mí –insistió.
— Sí, me la he hecho –respondí rendido. Sentía curiosidad por saber a dónde llevaría toda esa conversación. Por una parte, muchas veces había fantaseado con que ella tomase la iniciativa y se mostrase más cercana aunque, por el momento, no había mostrado ninguna cercanía para darle besos ni abrazos. Sus provocaciones eran armas a distancia, verbales y visuales.
— ¿Y no te gustaría que tú y yo…? Ya sabes.
— Nunca estarías con alguien como yo. Más teniendo novio.
— Quien sabe –se limitó a contestar, traviesa. Con esa mirada lasciva que yo consideraba fingida.
— ¿Lo estás diciendo en serio? –pregunté sin creérmelo. Estaba seguro de que era una broma cruel pero… Que mala es la esperanza.
— ¿Quieres que lo diga en serio? ¿No soy tu hermana? –se inclinó levemente hacía mí, acercándose. Se acentuó su escote.
— N… No. No eres mi hermana –tartamudeé acalorado: ``Puede que por eso siempre esté en mi habitación, porque quiera algo. No creo que se arriesgase a decir estas cosas si no lo desease…
— Entonces… ¿Quieres que yo te…?

Tal vez fue por el tono en que lo dijo, o quizá fue el gesto tan exagerado de la masturbación. Me dejó claro que me había estado jodiendo desde el principio.
— ¡Vete a la mierda! –exploté, ella empezó a descojonarse de la risa.
— La cara que has puesto.
— ¡No tiene gracia! –le gruñí totalmente enfurruñado, cruzándome de brazos.
— Ay, que me meo –se burló presionando su propio estómago.
— ¡Eres una zorra! ¡Me tienes harto! –me sentía humillado y engañado.
— Pero no te pongas así –se disculpó, secándose las lágrimas de risa-. No pensaba que te fuese a sentar tan mal –se justificó intentando ponerse seria sin conseguirlo.
— Me has estado jodiendo desde que llegué. ¿Te parece normal?
— Tú miras porno y a mí me gusta calentar a los tíos. Tampoco es para tanto –dijo encogiéndose de hombros-. Tú mismo lo dijiste, no somos hermanos. Me divertía la idea de que me desees tanto tiendo tan tímido. Si hubieses sido más chulito o lanzado no te hubiese insistido tanto en la broma.
— ¿Vas a seguir con esto?
— Si tanto te molesta… No -``¿Si tanto me molesta? ¿Tenías pensado continuar?
— ¿Y a mi padre? –esa acusación la hizo dejar de reír, sacándola totalmente de la diversión. No contestó-. ¿Te has pajeado pensando en mi o en mi padre? –Nunca me había dirigido así a una chica, pero mi enfado y resentimiento me hizo devolvérsela-. No irás a decir que no. Estando tan obsesionada con las pajas.
— Esa no me la esperaba –confesó, entretenida. Pareció que aprobó mi reacción.
— ¿Lo has hecho?
— Sí, lo he hecho –Me quedé con la boca abierta. Nunca había escuchado que ninguna chica se tocase por iniciativa propia.
— ¿Es broma?
— No.
— Repito. ¿Es broma?
— Repito. No. ¿Te crees que las tías no nos masturbamos o qué? También veo por no, por si te interesa. Aunque me aburra.
— ¿En quién de los dos?
— No voy a responder a eso. Te vas a quedar con las ganas –me sacó la lengua, ronroneando con malicia-. Ah, por cierto. Todo esto no quiere decir que quiera nada contigo o con tu padre. Simplemente me divierte ver como reaccionáis. No es que os desee, para eso tengo a mi novio.

Se encaminó hacia la salida de mi cuarto.
— Pues… Pues… -me quedé en blanco, esperando que algo ingenioso se me ocurriese.

Marta se giró y aguardó inquisitiva a que terminase de hablar, alzando una ceja hasta que terminé.
— No calientes lo que no vayas a comer –eso la hizo sonreir.
— ¿Quién ha dicho que en un futuro no me lo vaya a comer? –me guiño un ojo y se fue, entre risas.



<<<  Marc >>>  Punto 2: Maternidad deseada.

La noche previa a su primer día de instituto, me hice dos pajas pensando en Marta. Una poco después de que saliese de mi cuarto y otra antes de dormir. La mañana siguiente me despertaron tres suaves y pausados golpes en la puerta:
— Marc. ¿Estás despierto? –Oí la suave voz de mi madrastra al otro lado de la puerta.
— Estaba dormido –repliqué con voz áspera tapándome esperando que entrase sin permiso como su hija cuando se le antojaba, pero no lo hizo.
— ¿Qué tal si te levantas, te vistes y arreglas tu habitación? Me gustaría hablar contigo un momento.
— Vale. Dame un segundo.

Tras mirar el reloj, resoplé al descubrir que aún faltaban treinta minutos para que me sonase la alarma. María trabajaba de turno de mañana, y me pareció raro que utilizase aquel rato libre que tenía antes de ir a trabajar para hablar con él. Desde que me mudé a la casa no había intercambiado más de cinco palabras seguidas con ella, y eso que ella había mostrado interés en relacionarse conmigo desde el día uno.

Me vestí rápido para no hacerla esperar y estiré la cama, abrí la persiana dejando entrar en la luz. Crucé la habitación, abriendo la puerta y haciéndola pasar. No se me pasó por alto el detalle de que no me tocó ni para darme un abrazo. Mientras que con Marta siempre era cariñosa, sin contenerse para darle muestras de cariño, con él siempre había evitado acercársele. Había sido cariñosa, amable y maternal, pero sin llegar al a tocarle físicamente.
— Buenos días, cielo. ¿Has dormido bien? –preguntó en tono tierno mientras se paraba al lado de la cama. Titubeé sobre si dejar la puerta abierta o cerrada, ya que me pareció que se había escabullido para poder darle cierta intimidad. Al final no hizo nada.
— Sí, bastante bien.
— ¿Nervioso en tu primer día? –preguntó mientras echaba un vistazo a mi habitación. Aproveché que estaba distraída para ver como vestía, sin sorprenderme: Camisas que ocultaban sus escotes y pantalones o faldas que disimulaban sus piernas y su culo. Era evidente que su único interés era gustar a mi padre.
— Un poco.
— Es normal, bueno… Si vas con marta podría presentarse a su amigos…
— No creo que sea buena idea.
— ¿No?
— No creo que sus amigos sean de mi tipo.
— Quieres hacer tus propios amigos.
— Algo así –hubo un breve silencio.
— Marc, siéntate –me pidió acomodándose en mi cama, tocando el sitio inmediato donde estaba sentada. Le hice caso y me dejé caer a su lado-. No sé si habrás notado que te he intentado dar tu espacio. Que te tomases tu tiempo para acostumbrarte a esta nueva situación. No he querido apurarte, pero siempre he deseado poder tratarte como a mi propia hija. ¿Has visto como papa se lleva con tu hermana? –No me pasó desapercibido esa terminología tan familiar-. Y quería que supieses que yo ya te veo como un hijo.
— Gracias, supongo –contesté sin saber exactamente qué decir. Aparte la vista de la suya, sus ojos azules me intimidaban, tal vez por la intensidad de su mirada.
— Sé que estás acostumbrado a pasar tiempo en tu cuarto. Y que no eres tan… bueno, de estar en la calle como Marta. Pero me gustaría pasar más tiempo contigo –oímos una puerta abrirse en el pasillo; alguien se había levantado.

Las pisadas parecieron dirigirse a las escaleras, por lo que no le tomamos más importancia. María dejó de mirar hacia el pasillo y se volvió hacia mí:
— Te parecerá gracioso –sonrió con ternura, sujetándome ambas manos y haciéndome saber lo suaves y delicados que eran sus dedos. Pocas mujeres, por no decir ninguna, habían tocado sus manos: Se sentía bien-, pero siempre quise tener un niño.
— ¿Marta no fue deseada?
— No, tonto –se echó a reír tapándose la boca con el puño-, quiero decir, un niño y una niña. Pero mi anterior marido murió y yo pensé que nadie podría sustituirlo hasta que conocí a tu padre. ¿Y sabes? Creo que los cuatro nos complementamos a la perfección. A ti te hacía falta una mama, quizá una hermana.
— No estoy seguro de que Marta me hiciese falta –bromeé, nervioso. Ella rio conmigo.
—Y aunque parezca mentira –continuó, ignorando amablemente mi comentario-. A mí me hacía falta un hombre y un hijo… Y a Marta un papa y un hermano.
— No lo había visto de esa manera –me sinceré.
— Cómo lo habías visto tú.
— Tú y mi padre empezasteis a salir y Marta y yo nos vimos obligados a convivir –reconocí, sabiendo que podía molestarle me apresuré a añadir:-. Aunque no esperaba encontrarme algo tan a gusto.
— ¿Hay algo que no te guste?
— Envidio que hayas sido tan cariñosa con Marta y con papa. Pero a mí no me has dado ni un solo beso ni abrazo y eso en cierta manera me hace sentir fuera de lugar.

Me chocó que María me aplastase su mano contra mi pelo, sonriendo.
— Así que estás celoso y quieres que sea más cariñosa. Vale, pero yo también estaré esperando tus abrazos y tus mimos.

Al ver que se levantaba, me levanté junto a ella y nos abrazamos. Sentí sus pechos presionar el torso, descubriendo lo grandes y blanditos que podían llegar a ser esos melones.
— Entonces tenemos un trato. ¿Sí? Si quieres hablar de algo conmigo y no quieres que papa se entere, te guardaré el secreto.
— Gracias, mama –me sentí raro al decirlo, pero pareció conmoverla.
— De nada, cielo. Me voy a trabajar, creo que tu padre se ha levantado ya.
— Creo que voy a dormir ya –dijo justo cuando estaba empezando a sonar su alarma. Que rápido pasaba el tiempo.
— Lástima, creo que no vas a poder hasta esta tarde –dijo antes de darme un beso en la frente-. Buena suerte. Ah, sí… Toma –sacó diez euros de su monedero, acto seguido se marchó.


<<<  Marc >>>  Punto 3: Decepcionante primer día.

Tras las conversación con mi madrastra, desayuné y me aseé sin ganas. Tras vestirme con ropa que me permitiese pasar desapercibido en mi primer día, mi padre me interceptó a la salida de casa preguntándome si me llevaba en coche.
— No viejo, no me hace falta.
— Me pilla de camino.
— No, así me doy una vuelta y escucho música.
— Como quieras. ¿Estás nervioso?
— Un poco –Se metió la mano en el bolsillo trasero y sacó su billetera, sacando veinte euros-. Toma, ya decidirás que haces con ellos.
— Ahorrarlos como siempre –contestaba mientras me lo metía en el monedero. Nunca había tenido problemas para ahorrar y comprar cualquier cosa que me propusiese.
— No te morirás por darte un capricho. La vida hay que vivirla… Bueno, me voy a trabajar –dijo dándome un abrazo y un beso en el pelo– cuando vuelva de trabajar si te apetece vamos a dar una vuelta y a tomar algo.
— Gracias, papa.

El día había comenzado bien gracias a mi padre y mi madrastra. Caminé en dirección al instituto al ritmo de Bohemian Rhapsody, de Queens. No tenía ni idea de cómo ni cuándo Marta se había ido de casa; tal vez ni lo hubiese hecho y aún continuase en la cama.
   Pasé desapercibido al entrar por la puerta principal del instituto, nadie me prestó la más mínima atención. En la clase me senté en una mesa vacía, rodeado de alumnos que se juntaban en grupos de dos a cinco y hablaban entre ellos. Me miraban de reojo, pero nadie se acercó a presentarse. No me sentí con valor de acercarme a nadie, me daba vergüenza y no me ayudó que todos estuviesen acompañados.
    El profesor llegó quince minutos tarde, y cuando pasando la lista chilló mi nombre ``Marc Salinas´´, me hizo unas cuantas preguntas de cortesía antes de continuar con su clase.
    Durante la misma, notaba las continuas miradas del resto de la clase aporrear mi nuca, mi oreja y mi frente. En las dos siguientes clases antes del patio sucedió exactamente lo mismo y, cuando llegó la hora del recreo; agarré la mochila y me fui directo a la biblioteca en contra de la marea de estudiantes que se dirigía al exterior.

En aquel bosque de estanterías y libros, me sorprendió encontrar a la rubia de mi hermana sentada sobre una mesa mientras reía entre dientes junto a tres amigas suyas y un chico más.
   Al verme, me sonrió y me saludó con la mano, como si me estuviese animando a acercarme. Sin embargo me limité a devolverle el saludo con una mueca y me senté en la esquina más solitaria que pude encontrar: Tenía treinta minutos de descanso, y aquel día prefería quedar como un antisocial antes que tropezarme con unos matones y ganarme su enemistad; o quedar en ridículo por cualquier cosa y ganarme mala fama. ``Ya habrá tiempo de conocer gente´´ me prometí mientras escuchaba decir a mi hermana:
— Ahora vengo –se levantó de la mesa donde estaba apoyada y se acercó atrayendo casi todas las miradas de la biblioteca.
— Hola, hermanito. ¿Por qué tú tan solo? –intentaba animarme.
— No me apetece estar con nadie.
— ¿No te apetece o no te atreves? –ya empezaba a conocerme.
— Lo primero –mentí subiendo mi mochila beis a la mesa, sacando de ella mis auriculares blancos.
— Bueno. Cuando te animes… Si quieres te vienes y estás con nosotras –Miré por encima de mi hermana y vi a tres chicas y un chico que hablaban entre ellas. Ya habían dejado de mirar hacia nosotros-. No muerden, bueno… O quizá sí –dijo provocativa.
— No creo que encaje.
— ¿Por qué eres tan negativo?
— Soy realista –le corregí jugando con los cables entre mis dedos, intentando desenredarlo.
— No.
— Entonces el problema eres tú. Marc, mira, tómate tu tiempo. Pero no tienes porqué estar solo.
— Vale –contesté mientras comenzaba a agobiarme. No quería hablar de ese tema.

Me puso la mano sobre el hombro y sonrió, antes de darme un poco habitual beso en la frente antes de irse.
— ¿Quién es ese? –escuché que decía una de sus amigas.
— Es mi hermanastro.
— ¿¡No jodas, tía!? ¿¡Desde cuándo!? Anda que nos cuentas las cosas –chilló sin disimulo mirando descaradamente hacia mí, mi hermana le hizo bajar la voz y no escuché nada más.

Pasé el rato que quedaba escuchando música hasta que me tocó volver a las clases. Tres clases más, idénticas a las tres primeras en las que no dije prácticamente nada excepto cuando las profesoras lo requirieron.
   Entonces finalizó el instituto y volví prácticamente corriendo a mi casa, pensando en entretenerme con cualquier cosa que pudiese hacer desde mi ordenador.


<<<  Marc >>>  Punto 4: El camello.

No había ido tan mal: Nadie se había metido conmigo ni había quedado como un idiota. No abrir la boca me había evitado quedar en ridículo o como un friki. Mis padres y Marta me hicieron preguntas durante la cena en el primer día. Mi hermanastra no me delató, y se limitó a mirarme mientras respondía a las preguntas de Joan y María sobre cómo me habían ido esas clases.
   María cumplió con lo que habíamos hablado esa mañana, y empezó a darme besos y abrazos hasta que pareció que Marta se ponía celosa. La adolescente, que había pasado toda la tarde fuera de la casa, se metió en mi habitación para conectar la consola y jugar como Kratos, el dios griego. No hablamos del instituto, a pesar de que varias veces me animó a que tomase la iniciativa y fuese yo quien me acercase a mis compañeros.

Entonces llegó el segundo día: Algunos en mi clase comenzaron a pedirme gomas, algún que otro se presentó… También me animé a pedir alguna que otra cosa y aprovechar para presentarme. Poco a poco se me fue quitando el miedo, dirigiéndome a ellos sin desconfianza.
   Las horas fueron pasando y como quería hacer las cosas bien; evitando repetir mis fallos en los institutos anteriores, repetí con mi estrategia de pasar el patio en la biblioteca leyendo y escuchando música. Esta vez su hermana se limitó a saludarle, sin acercarse lo más mínimo.
   Tras otras tres horas, volví a casa y me sentí un poco más animado al sentir que iba progresando.

Esta rutina la fue repitiendo a lo largo de la primera semana. Por mucho que se relacionase con mis compañeros nunca llegaba a surgir que me pidieran que los agregase a las redes sociales o para quedar fuera del instituto.
   Por desgracia, el Lunes, justo el día en el que se cumplía una semana desde el primer día, cometí el error de salir al exterior durante el recreo en vez de ir a la biblioteca. Comenzaba a agobiarme estar siempre encerrado y aunque me seguía sin apetecer relacionarme con nadie, fue afuera buscando algún rincón en todo el patio para desconectar esa media hora escuchando música y comiéndome mi bocata.
   El recinto del instituto era bastante grande, con una zona de voleibol, dos canchas de básquet que compartían pista con los campos de fútbol.

Los estudiantes salían en masa saturando las salidas, y cuando yo conseguí salir al exterior me dirigí a una zona que me atrajo la atención por completo: Un pequeño bosque que estaba al lado de los campos de futbol y en el extremo más alejado del instituto. Prefería la naturaleza al cemento y a los edificios, por lo que me acerqué a esa zona y vi a tres profesores, fumando sus cigarrillos, entre el límite del bosque y de los campos de fútbol. Echaban vistazos fugaces a los chicos que habían entre los árboles, estudiantes que tendrían entre dieciséis y diecinueve años.
   A pesar de que estos fumaban, los docentes parecían hacer la vista gorda. Sintiéndome más seguro al tenerlos cerca, caminé hacia los árboles y el césped, andando hacia la valla que limitaba el interior del recinto con el exterior de la ciudad. Me senté justo a la sombra de un árbol, sin que hubiese nadie cerca y entonces comencé a escuchar música al tiempo que iba dando bocados al bocata.
  

We don't need no education 
We don't need no thought control
No dark sarcasm in the classroom
Teachers leave them kids alone




Había sonado ya el timbre, pero yo estaba escuchando una canción de Pink Floyd mientras ojeaba las redes sociales. No me di cuenta de cómo los estudiantes del bosque y los profesores se iban –estos últimos asegurándose de que no quedaba nadie por la zona, sin embargo, no repararon en mí-. Cuando levanté la vista y vi a los docentes irse, me di prisa y me levantó de un bote, agarrando la mochila preparando para correr hacia la clase. Lo último que quería era llegar tarde a clase, aterrándome la idea de ser el centro de atención con la clase ya empezada.

   Alguien cayó a mi lado, o mejor dicho, saltó la valla cayendo justo a mi lado. Me asusté al ver a un chico de casi metro noventa mirarme con mirada desafiante. Tenía un pelo oscuro y con rastas, cubierto por una gorra con la sombrera hacia arriba. Sus ojos eran verde oscuros, y me miró como si me estuviese perdonando la vida:
— Hey  -me saludó mientras sacaba su cipo del bolsillo-. No tendrás un piti por casualidad. ¿No? 
— N… No. No fumo –dije acobardado. Algo me decía que este chico me iba a traer problemas.

— Pues no sabes lo que te pierdes, macho –refunfuñaba mientras de su otro bolsillo sacaba un paquete de marlboro y llevándose uno del interior a los labios. Tenía una barba débil y mal recortada a lo largo de sus pómulos, bigote y perilla.
— Pero si ya tenías. ¿No? –me arrepentí al instante de decírselo, creyendo le enfadaría. Sin embargo, me miró con esa cara indiferente sin perder la fiereza de su mirada. Se encogió de hombros mientras encendía el cipo con el pantalón como si fuera una cerilla y dio la primera calada al cigarrillo. Entonces me di cuenta de lo mucho que olía a marihuana.
— Si me puedo ahorrar uno…

No supe que decir, miré hacia donde antes estaban los profesores que se habían metido ya en el interior del instituto. 
— Bueno, llego tarde. Me voy a clase.
— Epa –murmuró mientras agarraba mi mochila y tirando de ella me hizo retroceder-. ¿A dónde vas?  Quédate conmigo. No mola fumar solo.
— Pero es que llego tarde.
— Te he dicho que te quedes, ostia –rugió con tono amenazador, como si estuviese mal de la cabeza. Luego añadió con tono más bajo y tranquilo:-. No te van a decir nada porque llegues cinco minutos tarde. A mí no me dice nah.

``¿Pero este va al instituto? Si parece tener veintidós. Y no quiero llegar tarde, imbécil. ¿Por qué tengo que llegar tarde porque a este mamón le apetezca?´´ pensé para mis adentros, inmóvil.
— Siéntate –No parecía aceptar un no por respuesta-. Venga tío. No voy a tardar, me lo fumo rápido y vamos –Me coloqué a su lado contra la valla.
— Me llamo Brandon.
— Marc.
— No me suena de haberte visto nunca.
— Soy nuevo, empecé el miércoles de la semana pasada.
— Ay, ya. ¿A qué curso vas? –me preguntó mientras sacaba de un trinchador copos de marihuana. Después empezó a romper un cigarro, sacando el tabaco de su interior y mezcló la hierba con el contenido del cigarro. Yo lo miré anonadado por unos segundos, siendo el primer porro que veía preparar tan de cerca.
— A cuarto –tardé en contestar, me di cuenta que la piel de sus dedos y sus uñas tenían una especie de suciedad marrón como de tierra. Como si esa mugre se le hubiese instalado en los dedos y no se le fuese a ir ni lavándose, esa fue la impresión que me dio.
— Igual –dijo centrado en liar el porro.
— ¿Cuántos años tienes? –me extrañó que fuese a mi curso pues parecía tener mucho más que mis dieciséis años.
— Dieciocho.
— No jodas –Éramos como el día y la noche, él moreno y yo rubio, el moreno y yo albino… Eso sin contar su pinta amenazadora y salvaje, contra mi aspecto friki e inofensivo.
— Claro –Una carcajada salió de lo más hondo de sus pulmones-. ¿Me echabas muchos más? ¿Cuántos tienes tú?
— Dieciséis
— Pues pareces tener catorce, eres un canijo –se burló cruelmente parando con una mano el cigarro contra la pared antes de guardárselo de nuevo, como si no quisiese desperdiciarlo. Luego empezó lamer la cartulina para pegarlo, por último metió el filtro del cigarro roto por uno de los dos extremos y ya estaba listo. Encendió de nuevo el cigarro y lo empezó a tostar.
— Tú pareces tener veinte años.
— Eso dicen –dijo dándole la primera calada a su porro.
— ¿A qué clase vas?
— A la B
— No te he visto nunca –dije, o eso creía.
— Porque no vengo casi nunca. Tengo dieciocho ya, no estoy obligao a venir pero no tengo nah mejor que hacer. No quiero que mi viejo me coma la olla.
— ¿Por qué has entrado por aquí?
— Estaba vigilando a uno a ver si se quedaba solo. Me debe pasta de la hierba que le he ido dando.
— Ah.
— ¿Y conoces alguien aquí?
— No.
— Bueno, pues ahora sí -``Sí, tengo una suerte de la ostia´´ me lamenté mientras olfateaba ese olor a hierba. ¿Y si se me quedaba impregnado y se daban cuenta mis padres? Lo que me faltaba…-. Dame tú número –me exigió el camello, sacando un teléfono con media pantalla rota y que de por sí no me extrañaría que fuese robado. 

No me molesté en decirle que no quería, no habría servido para nada y siempre podía bloquearlo.
— Setenta y dos, cuarenta y cinco… -le dicté, número a número, hasta que al terminar mi hizo una llamada al móvil que vibró en mi bolsillo. Dio otra calada a su porro.
— ¿Quieres darle?
— No, no fumo –repetí.
— Que aburrido eres, tío. ¿Dónde vives?
— En la urbanización de las flores, a las afueras.
— ¿Ese sitio no es donde vive la gente rica? La ostia. Eres un pijillo. ¿Qué haces viniendo a este insti público? –Me encogí de hombros, a pesar de que desconfié al instante. En cuanto se enteró donde vivía le brillaron los ojos con astucia.
No soy un pijo.
— Pero vives una zona de ricos. ¿No? ¿Sabes dónde vivo yo? Da asco esa zona. Que envidia, macho.
— Supongo.
— Ya me invitarás. Me gustaría ver como es una de esas casas por dentro –lo dijo con tal descaro que me quedé a cuadros-. Venga, pírate a clase, no quiero que te digan nada. Ya hablaremos.
Adeu –me despedí en catalán, alejándome a paso raudo. Miré una sola vez hacia atrás, y le vi observándome con ojos entrecerrados mientras soltaba una cortina de humo por la boca
   
Sentí que me miraba como si viese alejarse una mina de oro. No me había gustado nada ese chico, ni sus maneras, ni el interés que había mostrado al enterarse de donde vivía.
   La profesora de Matemáticas no me dijo nada por llegar tarde ya que me excusé con que había tenido que ir al baño. Cuando pasaron todas las clases sin pena ni gloria, volví a mi casa encerrándose en mi cuarto.

Había estado dándole vueltas a una idea, una fantasía sin forma: Me imaginé llevando a ese Brandon a mi casa y como este, con su actitud descarada, abusaba de mi madre y mi hermana. Ambas disfrutaban de la rudeza de ese matón aprovechándose de ellas. Me hice unas cuantas pajas, hasta que lo dejé como fantasía, algo que ni iba a pasar ni deseaba que sucediese.
   Pero entonces Brandon me envió un mensaje por Whatsapp, saludándome y preguntando cuando lo iba a invitar a su casa. >>
   << No fui capaz de imaginar una manera de negarme, y entonces entendí que iba a tener que evitarle porque no tenía ni la más mínima idea de cómo decirle que no y que se conformase con ello.




Fin del primer relato de los tres en los que consistirá esta saga…




16 comentarios:

  1. Ya está publicado el primero. Me habría gustado poner más imágenes (De Joan, Marc, María y Brandon) pero estaba perdiendo demasiado tiempo en elegir las imágenes y no había ninguna que me convenciese ya que en mi mente son de otra manera.

    Agradecería cualquier crítica positiva o negativa en los comentarios, ya sea sobre gramática, ortografía, historia, personajes, diálogos o trama. Solo os pido que tengáis en cuenta la evidente: Este relato es la introducción, la presentación de los personajes y la asentamiento de las bases de la historia. Es en el segundo y en el tercer relato donde transcurre toda la acción.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El relato está bien como planteamiento y demás, aunque en efecto sabe a poco. Como crítica constructiva, tienes que tener cuidado con la persona del narrador ya que a menudo alternas entre la primera persona (yo hice) y la tercera (su padre en vez de mi padre). Nada grave, pero es fácil de mejorar y hace el relato más redondo. ¡Animo!

      Requiem

      Eliminar
  2. Me gusto, tiene buena pinta, la interacción entre los 2 (Marc y Brandom) fue lo único que no me convenció tanto pero espero por lo menos con las femeninas me convenza. La próxima parte iba a ser más larga que esta no?

    ResponderEliminar
  3. Si me dejo un poco de gusto a poco. Comparado con otros prologos. Es como que le falta lo picante. Espero que el próximo lo tenga, iguak a priori la temática me encanta y confio en que va a estar excelente.

    ResponderEliminar
  4. me gusto mucho, si bien paso poco fue una gran introduccion y me dejo enganchado esperando la proxima parte

    ResponderEliminar
  5. Fantástica introduccion, como ya comenté en su día la historia elegida es perfecta para que te luzcas, el único pero es que un tipo de 1.90 con ojos verdes e imagino un gran atributo no tiene mucho merito de volver locas a dos chicas…
    En el anterior mensaje que te envié sugerí que el chulo fuera alguien nada atractivo ...
    Muchas gracias por tu esfuerzo , alegra el día leer algo bueno de vez en cuando , por cierto espero te animes a escribir sobre las dos hermanas del bar. Saludos.

    ResponderEliminar
  6. Muchas gracias a todos los comentarios tanto positivos como críticos. Solo diré que esa era la idea: que quedaseis insatisfechos/as.

    Sobre la apariencia de Brandon... Solo diré que es intencional. Cuando publique el segundo ya vereis si estaba en lo correcto o no.

    Un abrazo a todos.

    ResponderEliminar
  7. Mirando el resumen de la historia que hiciste según la propuesta de Khay parecía que ambas mujeres iban a tener un peso parecido en la historia, sin embargo en tu introducción el relato se basa casi exclusivamente en los dos hermanastros, el padre pasa de refilón en la historia y la madre casi casi ni existe. Fíjate que has puesto 5 fotos y todas son de la hermana.
    También hay algún momento que al utilizar la primera persona no sabes bien quien es el interlocutor. (pocas veces).
    En general la introducción está muy bien pero creo que en estos dos puntos es donde veo algún fallo. A no ser que sea yo el que entendí mal el peso de los protagonistas en este relato, que también puede ser porque al escribir sobre una idea lanzada con anterioridad, cada uno puede tener en mente su propio camino.
    De todas formas da alegría ver que vuelves a escribir.

    Fer33

    ResponderEliminar
  8. Hola zorro...Yo también coincido en la parte de narración,hay párrafos en primera persona y en algunas en tercera persona.
    Este es un ejemplo:
    — Ya lo harás. Este cambio es para mejor –acto seguido reanudo su vuelta hacia el coche, aún quedaban unas cuantas cajas por meter pero entre los cuatros lo iban a hacer en un momento. En ves de iban,tendría que ser íbamos porque supuestamente ahí está narrando marc...Me explico???
    Es interesante la introducción y espero paciente la segunda entrega así que saludos zorro

    ResponderEliminar
  9. Buenas Zorro, muy buena la introducción,....

    Saludos

    ResponderEliminar

  10. Los primeros borradores del primer relato los escribí en 3ª persona. En la revisión y corrección fue cuando decidí pasarlo a 1ª y aunque no tiene excusa, creía haberlo convertido todo a 1ª. Al no ser faltas de ortografía o gramática, supongo que las pasé por alto.

    Sobre las otras cosas que me habéis comentado, prefiero no decir nada y esperar a que leáis el segundo. Ahí decidiréis si tomé las decisiones adecuadas o habría sido mejorable. Me he estado divirtiendo mucho escribiendo el segundo relato, así que no creo que vaya a dejaros con mal sabor de boca.

    Me siento tentado a responderos, pero seguiré con mi filosofía (con la que comencé esta propuesta) de no dar pistas ni explicar nada en lo referente al relato.
    ¡Muchas gracias por vuestro apoyo!

    ResponderEliminar
  11. Me gusta la introduccion, el tema que me gusta, un chulito abusando y emputeciendo a las buenorras de la familia. Espero se describa bien la humillacion del chico, su debilidad e impotencia. Me hubiese gustado que el chulito fuera poco atractivo para darle mas morbo, pero tal vez tenga algunos amigos...
    Tambien hubiese preferido en tercera persona.
    Pero el relato promete. Espero podamos leer pronto la continuacion.

    MegaMan

    ResponderEliminar
  12. Buenas, la verdad que muy buena la primera parte, muy entretenida...
    Ansioso esperando la segunda parte..
    Saludos...

    ResponderEliminar
  13. Genial, esperando la siguiente como siempre

    Un saludo

    ResponderEliminar
  14. Gracias a todos por vuestro comentario.

    Hoy era el primer día que iba a ponerme a escribir, pero resulta que hoy era el día de la diada en Cataluña. Festivo en toda la comunidad autónoma y no he podido escribir una sola linea. Intentaré para esta semana acabar el segundo (creo que podré hacerlo) y escribir una buena parte del tercero.

    Solo era para avisar de que esto supone un retraso de un día, y en un día puedo escribir mucho.

    Un saludo y de nuevo gracias por vuestros comentarios/apoyo.

    ResponderEliminar