Marcadores del blog

lunes, 3 de abril de 2017

Dos hembras en Villamacho Cap 1.I

Primera de las cuatro partes que formarán el capítulo uno.
La primera parte se titula: Blancas mueven primero

Dos semanas después de llegar a Villamacho, Sandra explica la situación a su hija. Esta, desesperada por encontrar trabajo, acaba encontrando a un hombre que le hace una generosa y tentadora oferta.
Sin embargo, este hombre no solo tiene en su punto de mira a la hija. Y por separado se va ganando la confianza de ambas mujeres sin que nadie más, ni ellas mismas, lo sepan.
Este hombre tiene previsto someterlas y convertirlas en sus esclavas, pese a esto, ni Sandra ni Olivia se lo van a poner fácil.

Ambas están orgullosas de lo fieles que son a sus parejas, pero las grietas que hay con ellos acabarán provocando que busquen apoyo en el único verdadero hombre que hay cerca y parece saber tratarlas como se merecen... Es el macho alfa.





Capítulo 1: El macho alfa

Parte I: Blancas mueven primero




1.1 Demasiados motivos para negarse

La familia de los cinco miembros llevaba un par de semanas instalada en VillaMacho. Los vecinos habían demostrado lo agradables y hogareños que habían resultado ser. Unos granjeros, invitaron a Joaquín y su yerno Rob a trabajar en sus tierras, los cuales aceptaron gustosos tras debatir cual sería el salario y el horario de trabajo.
   Encajaron bien, y no tardaron en hacer buenas migas con sus nuevos paisanos. El trabajo era tan variado como agotador, y al terminar su jornada en la granja y en los terrenos que rodeaban estas ambos junto con sus vecinos arBarderPepe a tomarse unas cañas, o bien a la petanca a echar unas rondas, o al parte que del ayuntamiento a tocar la guitarra, cantar y beber.
   Sandra y sus dos hijos varones, por el contrario, pasaban toda la mañana y parte del mediodía en el instituto Lamonjatuerta, ellos como estudiantes y la madre como recién contratada profesora.
   Olivia tuvo menos suerte, quedándose en su finca haciendo retoques en la casa y en el jardín. Le habían caído ofertas de trabajo como camarera en algunos bares del pueblo, pero ella se había mostrado escéptica a trabajar rodeada de hombres, y más si eran pueblerinos faltos de cariño.

Hija y madre se encontraron a escondidas en un lugar apartado de su jardín, era de noche, pocos días después de llegar al pueblo. La matriarca, Sandra, había sacrificado su pasado y su presente para llegar a Villamacho a causa de la delicada salud de su marido, el cual sufría una enfermedad cardíaca que se había agravado por la contaminación, el estrés y la mala calidad de vida en la ciudad. Esto hizo que Sandra sin pensárselo dos veces, pidiese un enorme préstamo, que en aquellos días el banco regalaba con facilidad… Metiéndose en una gran deuda.
   La casa, por su tamaño y ubicación, había resultado ser una ganga para la madre, pero no para la hija.
— Incluso si trabajamos los cuatro, iremos algo ahogadas pero… saldremos de esta -sentenció su madre oculta entre la oscuridad del jardín. Los otros tres miembros de la familia se encontraban dentro de la casa principal-. Tendrás que trabajar de algo, cariño. No queda otra.
— ¡No me agobies! -suplicó con un grito Olivia. Sandra la premió a que bajase la voz.
— Necesito que me apoyes con esto, no puedo yo sola. Nadie más lo sabe, y papa menos.
— Ya es hora de que lo sepa -le increpó su hija.
— Nos hemos mudado aquí para que papa no tenga que volver a sufrir ese estrés. ¿Lo entiendes? Si la ignorancia es la felicidad; papa tiene que permanecer ignorante ante esto. Su corazón no lo soportaría -Olivia hizo ademán de interrumpirla, estando a punto de increparle que todo aquello era culpa suya-. No, no discutamos otra vez. Lo que necesitamos son soluciones. Hazlo como quieras, si no quieres de camarera, hazlo limpiando en casas. Pero necesito que traigas el dinero que puedas a casa. ¿Sí? -Dicho esto, se dio media vuelta y se metió en la casa dejando a su hija sola.

Olivia era orgullosa, pero sabía que llegado el momento haría lo que fuese para salvar a su familia. Pero por el momento, si podía elegir, prefería no estar rodeada de babosos… Ya llegarían otras ofertas; seguro que sí.

***

Una voz masculina gritaba a lo lejos. Olivia salió de la casa en pijama, intentando ubicar de dónde venían aquellos gritos:
— ¿Hola? ¿¡Hay alguien!? ¿¡Hola!? -La voz provenía de los límites de su terreno, donde se encontrada la puerta de entrada a la finca. Olivia bajó a trompicones las escaleras de madera, piedra y arena hasta llegar a donde se encontraba un hombre maduro de pelo canoso. No vestía como un pueblerino, su pelo era aceitoso y era bastante guapo. No le echaba más de cuarenta años y, si tenía más, no lo aparentaba-. ¡Buenos días! Soy tu vecino. Vivo a kilómetro y medio de aquí -Se presentó este al ver que la joven se acercaba, la miró de arriba abajo inquisitivo y ella hizo lo mismo con él. Olivia daba demasiada importancia a las apariencias, y acabó teniendo una muy buena impresión de él. Era alto y fornido, de hombros anchos y de rostro agraciado. Lo que más le llamó la atención de aquel hombre fueron sus ojazos.
— ¿En qué puedo ayudarle?
— Venía a presentarme y… A dar la bienvenida a tu familia.
— ¿Y el segundo motivo?
— Por ti.
— ¿Por mí? -inquirió sorprendida llevándose las manos al pecho-. ¿Sabe acaso como me llamo? -Su alarma interior comenzó a chirrían como una loca; la confianza que ese señor se había ganado con apariencia la había perdido en la actitud.
— No hace falta. Eres la hija mayor de los tres hermanos, hija de Joaquin y Sandra -Olivia asintió-. Yo soy Andres Calatrava, y mi hijo Satur me ha hablado de tus hermanos, los cuales van diciendo por ahí que… buscas trabajo.
— Busco -Para no cerrarse puertas, intentó no sonar borde y antipática.
— ¿Y por qué una joven tan inteligente y perspicaz no ha encontrado trabajo todavía? En este pueblo hay muchas ofertas, no ideales… pero trabajo a fin de cuentas.
— No se adaptan a lo que busco -dijo sin querer entrar en detalles, pero tras una pausa añadió-. Demasiados hombres, no me gusta.
— He vivido los últimos ocho años aquí. Pocas mujeres y demasiados hombres, te entiendo. Pero no quiero que presupongas nada porque seguramente te equivocaras -Advirtió el desconocido con picardía.
— O tal vez no -aventuró con una sonrisa-. Los rodeos me aburren. ¿Quiere ir al grano?
— Estoy buscando una fisioterapeuta y… -Olivia tuvo que hacer un esfuerzo por no poner una cara rara, no consiguió evitarlo. ¡Hombres!-… En este pueblo no hay demasiadas mujeres, mucho menos las adecuadas o interesadas en hacerlos.
— Que raro -ironizó.
— Mira, pequeña -A la joven le chirrió que la llamase de esa manera, ya había perdido la oportunidad de convencerla diese el argumento que diese, pero le dejó terminar-. Sé como puede parecerte esto: Un viejo desconocido viene y te propone que le hagas un masaje. ¡Por favor! -Hizo una mueca divertida mientras se frotaba las manos-. Pero a mí me gustan los masajes, y el dinero créeme que no es problema. No hablamos de nada raro: Un simple masaje de hombros y espalda. No te obligaré a nada, y si insinúo algo que no te gusta… coges la puerta y te vas. Pero si todo va bien… Yo me llevo el masaje, y tú el dinero. Y si quieres, te conviertes en mi fisioterapeuta personal.
— Y seremos felices y comeremos perdices -se burló con una sonrisa sarcástica. Intentó no demostrar que lo que había escuchado le había gustado.

El maduro se paseó frente a la verja, antes de proseguir.
— No se trata de felicidad, se trata de sacar un beneficio. Tú necesitas un trabajo, y yo quiero que una chica me haga masajes.
— No soy fisioterapeuta.
— Tampoco eres un pueblerino ni una vieja amargada -evidenció Andres-. Voy con la verdad por delante: Quiero una joven bonita, con manos suaves y cálidas que me de un buen masaje… y pago muy bien por ello.

Olivia cruzó los brazos y titubeó sobre si dar una respuesta. Apoyó todo su peso sobre un pie, y luego lo pasó al otro; se mordió el labio. Hizo todo lo posible en buscar pegas y poder decir que no, pero no fue capaz.
— Yo… -Su interlocutor guardó silencio. Muchas preguntas exigían respuestas en la cabeza de Olivia, pero solo una consiguió separar sus labios y emitir una palabra:-. ¿Cuánto?
— Veinte y treinta euros es lo que suele cobrar un fisioterapeuta por una media hora, ¿Cierto? Eliminemos el problema de la ecuación: Setenta euros la media hora -Al escuchar la cifra, a Olivia se le desencajó la mandíbula-. Sí, setenta euros la media hora -repitió aquel hombre.



Olivia no habló de esto con nadie, ni con su novio. ¿Qué fue lo que le hizo aceptar? ¿La necesidad o la tentación de conseguir dinero fácil? ¿Intervino algún otro factor?
   Al caer la noche, la joven hizo el amor con su pareja sin apenas emoción, de manera casi rutinaria. Ambos eran unos sosos: La culpa era de los dos, de el por tener poca iniciativa y ninguna motivación para experimentar, y ella por consentir su pasividad. Aquello comenzaba a aburrirla, y más con el tema de usar siempre el condón, pero no era algo a lo que ella pudiese obligarlo.
   Se convenció de que no iba a pasar nada más, solo eran masajes de hombros y espalda. Si él intentaba cualquier otra cosa, ella rompería el trato y no volvería a hacerle más masajes.
   Por la mañana sus padres, su novio y sus hermanos se fueron a realizar su rutina diaria al trabajo y al instituto. Se enfundó el chándal viejo y la camisa blanca con pequeños agujeros para ir a casa de su vecino. Tras un paseo y tras cruzar el jardín picó a la puerta y este le abrió en bata; con una sonrisa la dejó pasar.


***

Olivia se miró al espejo, intentando pensar como lo haría cualquier hombre. Intentó encontrar motivos como que por ejemplo iba demasiado provocativa, o que dejase entrever algo que diese lugar a malinterpretar algo.
   Llevaba puestos unos pantalones de chándal, no transparentaban sus curvas femeninas, pero no podía decir lo mismo de la camisa que, pese a estar vieja y agujereada (por eso la había elegido), no disimulaba el contorno de su silueta femenina, ni del escote imponente bajo esta.
   Se maldijo a si misma por no tener más ropa y más adecuada, pero no podía hacer nada. Entonces fue a la cocina, donde destapó la olla que había sobre el fogón en la cual se estaba calentando aceite de oliva. Andres le había pedido que así lo hiciera y, mientras se calentaba el aceite y este se duchaba, ella tenía que proteger el sofá con toallas que este le había prestado.
   Se dirigió al salón, donde frente al televisor se encontraba un sofá de piel de dos plazas. Colocó tres filas de toallas con el fin de proteger el mueble del aceite.
   Le sobró algo de tiempo, así que se puso a husmear por el salón. De fondo sonaba una relajante música de saxo, y más a lo lejos se escuchaba el ruido de la ducha; aprovechando esto abrió disimuladamente cajones y armarios, encontrando todo tipo de cosas, algunas tenían pinta de muy caras y, en el último de esos cajones, encontró cajas y cajas de condones, con multitud de estos fuera del envase.
   Aquel era el pretexto que necesitaba para mantenerse alerta a partir de aquel momento, quizás estaba siendo presuntuosa pero… ¿Para qué quería tener tantos condones en un lugar donde no había casi mujeres? ¿Tenía amantes? ¿Una pareja? ¿Quizás mujeres que lo visitasen desde otros pueblos o ciudades?

El agua dejó de sonar a lo lejos, y Andres no tardó en llegar al Salón con el torso y el cabello húmedos. Se encontraba totalmente desnudo, excepto por una toalla que le tapaba los muslos y la entrepierna.
— ¿Todo listo?
— Sí -dijo con calma. Hasta que se acordó que había dejado el fogón encendido y corrió a pararlo.
— Tranquila, pequeña. No tengas prisa, sería desafortunado que ocurriese un accidente con el aceite.
— Lo siento. ¡Lo siento! -exclamó Olivia nerviosa desde la cocina mientras apagaba el fuego y apartaba la olla.
— Hazlo con tranquilidad, esperaré aquí. No hay prisa -dijo el anfitrión desde el comedor. La hija de Sandra, agarró un cucharón sopero y traspasó dos cucharadas a un tazón de porcelana. Estaba tan caliente que casi se quema la palma de la mano-. Bueno, mientras tanto cuéntame. ¿Qué piensas de Villamacho? ¿Estás a gusto?
— Está llena de hombres, lo que no sería un problema si hubiese más mujeres, o más establecimientos como bancos, cines, restaurantes… Pero para casi todo hay que ir a Sexópolis.
— Te entiendo. Debes sentirte atrapada. Y encima, teniendo tan idealizada las relaciones…
— ¿Perdón? -Cuestionó ella dándole la oportunidad de lanzarse o rectificar.
— La fidelidad de pareja. ¿Tienes novio, no?
— Por encima de todo -respondió la joven mientras llevaba el tazón hasta el salón.

Andres suspiró.
— Te envidio… Todos somos como tú en algún momento de nuestra vida, pero la experiencia desilusiona mucho a la larga.
— ¿La fidelidad es una gilipollez? -preguntó maliciosa, pero Andres no hizo más que reír.
— No. La fidelidad es esencial con la persona adecuada a nuestro lado, pero lo que es una gilipollez es ser fiel a alguien que no vale la pena -``El lobo empieza a mostrarme sus colmillos. ¿Eh?´´ medito para sus adentros.
— El mío lo merece.
— Por supuesto, eso se dice en la mayoría de casos -sonrió antes de continuar-. Yo tuve una esposa, la madre de mi hijo Satur, y los tres llegamos a este pueblo hace ocho años. Dejé de pertenecerle cuando me traicionó.
— ¿Te fue infiel? -preguntó con curiosidad, apoyando su culo contra la mesa, esperando a que se enfriase un poco el aceite. ``O quizá fuiste tú el infiel´´ pensó.

Andres no respondió. Se le ensombreció el rostro, se levantó y se retiró la toalla que cubría sus intimidades, dejando a la vista un enorme pene en reposo. Olivia apartó la vista avergonzada, su corazón empezó a martillearle el pecho.
— Oh, perdona. Tendría que haberte avisado, para mi es natural la desnudez.
— No importa -logró decir la joven al tiempo que intentaba mantener su mente en blanco sin tener demasiado éxito. Esa polla era dos o tres veces más grande que la de su novio. ¿¡Pero qué demonios!?

El hombre se estiró boca abajo en el sofá, sobre las mantas y esperó.
— Allí tienes un reloj. Media hora de masaje, quedamos. ¿Verdad?
— Sí -no fue capaz de decir nada más. No se entendía a si misma… ¿Por qué estaba tan nerviosa? ¿Por qué le palpitaba tan fuerte el corazón? ¿Era por habérsela visto? Se sintió una guarra y tremendamente culpable.

Pensar en su novio le alivió, y a los segundos de haber mojado sus manos en el aceite comenzó a esparcirlo por los hombres, remojándolas de manera ocasional mientras mantenía totalmente lubricada la espalda; tenía una piel muy dura, pero suave.
   Se concentró en hacer el masaje de diferentes formas, cambiando su patrón de movimiento, haciendo más y menos presión…
— Una pena que tu madre sea profesora, seguro que se le da bien hacer masajes tan buenos como los tuyos.
— ¿Por qué? Ni siquiera la has visto.
— Sí que lo he hecho; llevo cada día a Satur al instituto, y como ya conozco a la directora…
— ¿Te gustaría entonces que mi madre te hiciese un masaje? -inquirió falsamente juguetona. Le interesaba saber hasta dónde podía llegar, y mostrarse abierta podía abrirle muchas puertas.
— Sí, me gustaría. No suelen verse por aquí chicas tan bonitas. Sois una alegría para la vista.
— ¿Entonces le pedirías un masaje?
— Estaría bien. ¿No? Teneros para mí solo haciéndome masajes.
— Y yo que creía que tenías suficiente conmigo -le reprochó. Se preguntó si estaba yendo demasiado lejos, no quería darle una idea equivocada, pero gracias a su papel ahora sabía que estaba interesado en su madre también.
— Tus masajes son buenos, pero me gusta la variedad. Igualmente… -añadió-. Solo era un comentario inocente.
— Ya -Olivia estuvo tentada de insistir y ver hasta donde era capaz de llegar; sus verdaderas intenciones le preocupaban, y le encantaría dejarlo ahí colgado por haberse pasado de listo; pero había mucho dinero en juego, y no podía permitírselo.

Al terminar el masaje recogió y recibió el dinero en mano.
   Setenta euros por poco más de cuarenta y cinco minutos en total, incluyendo todo lo que no era el masaje. Si durante este había tenido ganas de provocarle para ver sus verdaderas intenciones y no volver a trabajar para él, se le quitaron tras cobrar.
   Si lo hacía bien, y cobraba setenta euros cada día por poco más de cuarenta minutos… ¿Por qué iba a parar?

1.2 Esposa, madre y… ¿Profesora?

Su esposo rodó sobre ella y cayó a un lado de la cama, soltando bufidos de cansancio mientras su tórax subía y bajaba debido al sobreesfuerzo. No había sido siempre así, pero la enfermedad cardíaca le limitaba mucho en el acto amoroso.
— ¿Te tomaste las pastillas antes de hacerlo, cariño? -Joaquin asintió-. Hoy has estado genial -Mintió piadosamente mientras con una mano le acariciaba la sudorosa mejilla y con la otra se introducía dos dedos en el interior inundado con la semilla de su esposo.
— ¿A qué sí? Hoy he durado más que de costumbre -presumió este con la cabeza bien alta, se inclinó y le dio una apasionado beso que ella recibió gustosa.
— Lo he notado…
— ¿Te has corrido, no? Lo he notado, estabas muy caliente… -susurró el hombre al oído. Eso excitó todavía más a Sandra, que se removió sobre su lado de la cama, se puso a cuatro y gateó sobre su marido.
— Sigo muy caliente -aseguró mientras dejaba caer sus enormes pechos sobre la cara del padre de sus hijos. Se llevó dos dedos a la boca para luego llevárselos al clítoris. Se sintió muy sucia al masturbarse sobre su marido, y le encantó-. Bésame, idiota…

Joaquin, hipnotizado y con la respiración más normalizada, obedeció mientras se concentraba en hacer que su miembro volviese a venirse arriba. Una vez lo consiguió, fue a metérsela.
— Espera… Ponte condón -suplicó ella. Joaquín hizo caso omiso haciéndola caer de espaldas y metiéndosela.
— A la mierda el condón, soy tu esposo y te follo como quiero.
— ¡Sí…! Soy tuya. Hazme lo que quieras. ¡No pares! -suplicó ella clavando las uñas sobre sus nalgas, invitándolo a partirla en dos-. Sigue. ¡No pares! ¡¡Más fuerte!! -gritó sin contenerse. Ambos iban a llegar al punto de no retorno, pero él llego antes con una descarga de leche-. ¡No pares! Cariño, por favor…
— Eso intento… ¡Eso intento! -gimió él cerrando los ojos e intentando alargar unas embestidas que ya no sentía. Su polla tardó un parpadeo en reducirse, y a pesar de seguir con unas torpes embestidas estas ya no producían ningún placer a su esposa; esta se mordió el labio frustrada.
— Tranquilo, cariño. Me ha dado tiempo de disfrutarlo…
— Lo siento, amor. Hoy ya no puedo más… -dijo exhausto mientras se llevaba la mano al esternón, condenando a su pareja a otra noche más de insatisfacción carnal.

Se masturbó en silencio, desde su frio lado de la cama. Su esposo ya estaba roncando, y en poco más de cuatro horas debía levantarse. No iba a poder dormir con aquel calentón, y tardaría mucho en lograrlo, antes de quedarse dormida y medianamente satisfecha.

Al sonar el despertador, le dolió abrir los ojos. Deseó seguir durmiendo pero se levantó; se encontró con su marido bajo el agua de la ducha, y poniéndose este cariñoso dándole besos con un contundente abrazo, le correspondió con una paja mañanera que no terminó en finalizar. Bajaron a desayunar, se vistieron y se asearon los dientes y los cuatros fueron en coche hasta sus destinos, primer dejando a Sandra, Pedro y Jaume en el instituto para luego Rob y Joaquin ir en coche hasta la granja.

***

— Ya te he dicho que no quiero que vengas así al instituto -El dedo índice casi le sacó un ojo. La fea, obesa, vieja y amargada directora del instituto no la tragó desde que llegó, y continuamente la reprendía y amenazaba. Para esquivar el dedo, Sandra tuvo que ponerse bizca y echar la cabeza hacia atrás, intentando no perder el equilibrio-. Me tienes a los chicos revolucionados -dijo mirándola con un gesto de repugnancia desde los tacones hasta el peinado. La nueva profesora llevaba una minifalda negra muy ajustada, que cuando se inclinaba para recoger algo, el milagro era que no se partiese por la mitad; y el torso lo tenía cubierto por un top apretado por el ombligo y de generosa vista por la zona de los pechos, a los cuales dejaba libertad, pese a que estos estaban reprimidos por el sujetador. También llevaba el pelo recogido en una coleta, y unas gafas para ver de lejos que le otorgaban un aspecto de secretaria. Un mechón de pelo le caía continuamente desde la frente y tenía que soplar para apartárselo.
— Pero… Pero…
— No hay peros que valgan -inquirió sacando pecho la directora.
— Es lo primero que he encontrado.
— ¿Me vas a decir que todo ese modelito que llevas es casual? -inquirió con evidente envidia, incrédula-. Es indiferente. Eres una pervertida, una fulana, una sucia. Esto es un instituto, no un lupanar y tienes que venir a tono. ¿Me has entendido?
— Sí, señora.
— Bien. A partir de mañana vendrás con tejanos largos o chándal, falda larga si le prefieres, pero nada que sea sugerente. ¿Me has entendido?
— Sí, señora.
— ¡¡Y tápate ese escote!! ¡Ya! -sentencio antes de irse echa un basilisco. Solo le faltaban los cuernos, las alas y el tridente.

El instituto de la monja tuerta era especial. En Villamacho había chicas de diferentes edades, sí. Pocas pero las había; pero debido a su escaso número y a los continuos problemas que habían surgido; el alcalde y los habitantes del pueblo, habían decidido confinarlas en un colegio femenino. No era más que un pequeño centro, pero que a la larga suponía más una solución que un problema.
   Lamonjatuerta contaba con ciento cincuenta y tres alumnos en total; alumnos con edades que oscilaban entre los siete el más pequeño y diecinueve, el más grande.
   El reducido número de estudiantes no evitaba dar las clases de una manera productiva. Si en el pueblo había seis maestros, entre los que ahora se encontraba Sandra. Solo tres de ellos acudían a enseñar al instituto masculino, mientras que los otros tres acudían al centro femenino.
   Habían decidido, que era mejor subir el nivel de los pequeños y bajar el de los mayores, a fin de mezclarlos por clases y no por edades. Esta era la mejor solución.

Debido a que había tantos alumnos de edades tan dispares. Sandra tenía que dar clase cada día a al menos ochenta alumnos en total, y debido a esto, los niños pequeños la veían como una profesora, mientras que los adolescentes la veían como lo que era, una mujer.
   Pero los chicos no eran los únicos, los otros dos profesores también la acechaban como hienas hambrientas, aprovechando cualquier motivo para sociabilizar con ella. Sandra, al contrario que su hija, siempre respondía con amabilidad y entusiasmo sin desconfiar por un segundo en sus buenas intenciones. Se sentía muy arropada tanto por sus compañeros docentes como por sus alumnos, los cuales la adoraban.
   Mientras que los docentes buscaban cualquier signo de debilidad para explotarlo y lograr intimar con ella; los alumnos que habían alcanzado la madurez sexual, no eran tan considerados. Encontraron en Sandra la musa de sus sueños, la que los motivaba a ejercitar el brazo cada mañana, tarde y noche con cualquier excusa.

Muchos de ellos, movidos por la picardía, habían propuesto a la profesora recibir clases particulares, pero esta se negaba debido al poco tiempo libre que le quedaba. Lo tenía, pero a su juicio era injusto dedicar unas horas de horas extraordinarias a unos alumnos y que otros se quedasen sin su oportunidad.
— ¿No puede ayudarme? Es que esta lección no la entiendo… Podríamos quedar estar tarde para…
— Oh, lo siento, cielo. Estos días no dispongo de tiempo para dar clases particulares… Una vez me haya adaptado al ritmo hablaré con la directora para establecer un horario especial para clases extraordinarias. ¿Sí?
— P… Pero… Yo me refería a… — Sandra esperó pacientemente a que su alumno construyese la frase, el cual sudaba a chorros y no paraba de tartamudear con nerviosismo-… pudieses venir a… mi casa y…
— Lo siento mucho. Encuentro halagador tu interés por aprender, pero tienes que tener en cuenta a tus compañeros. Muchos me piden lo mismo que tú, y no puedo dar un trato preferente a nadie…

El decepcionado estudiante bajó la cabeza y se retiró lo más dignamente que pudo. Sandra continuó su camino por los pasillos del centro hasta que fue abordada por otro alumno: Satur, el hijo de Andres. Previamente este ya había contactado con ella mediante su hijo.
— Profesora -su voz era baja y aguda, muy tímido. No era capaz de establecer contacto visual con ella.
— Traes otra nota de tu padre -preguntó con dulzura mientras alzaba la mano para que le diese la carta. Satur se la dio.
— Ya le he dicho a tu padre que no puedo darte clases particulares…
— Y… Yo… -empezó a decir, pero no continuó. Aprovechó que su profesora estaba concentrada en la carta para echar un vistazo a su escote y quedarse hipnotizado con él.
— Ya veo. Es tan insistente que tendré que decirle que no en persona; no puede ser que use a su hijo de esta manera.
— Sí… -dijo asintiendo el chaval autista. Iba a marcharse, pero la mujer lo atajó.
— Espera, quiero que le entregues algo a tu padre, acompáñame al despacho -dijo guiándolo hasta allí, donde agarró un papel cuadrado y le escribía un mensaje, seguidamente se lo dio-. Dile que no espero respuesta, que venga a verme a la hora que le he marcado.

Satur se retiró sin despedirse, y a Sandra le tocó ir a la siguiente clase donde exhibió su cuerpo y sus conocimientos frente a la pizarra. Los más pequeños prestaban atención con interés, mientras que los mayores hacían crueles chistes y referencias sexuales hacia su profesora, sin embargo, nadie se atrevió a faltarle al respeto.

Sandra era allí como una diosa, ya que pocas mujeres veían a diario, y ninguna como ella.

***

Andres esperaba frente al despacho docente vestido con una camisa formal sencilla, cuyos botones superiores desabrochados exhibían un torso contundente. El laborioso trabajo en su huerto y gimnasio privados lo mantenían en forma, y eran muchas las mujeres que se volvían locas con solo ver su figura.
   Sin embargo, Sandra demostró ser inmune a sus encantos cuando lo recibió con un apretón de manos y le hizo pasar. No sucedió lo mismo con el padre de Satur, que se quedó impresionado al ver la mujer de cerca.
— No se confunda. Mi respuesta es y seguirá siendo no -contestó con profesionalidad. Andres se sentó sin permiso alguno sobre la silla y colocó una pierna por encima de la otra mientras se cruzaba de brazos, intimidante-. No tendría problema en darle clases a su hijo, mas muchos de sus compañeros están solicitando clases particulares… por lo que no procede -el aludido hizo una mueca mostrando su desacuerdo pero no dijo nada-. ¿No va a decir nada?

Tras unos instantes de silencio, Andres clavó su vista en los pechos de la mujer de manera descarada antes de hablar. Entonces liberó el cruce de sus brazos y junto las dedos de sus dedos, formando una pirámide con ellos.
— Conozco bien a los hijos de mis vecinos. Son zopencos que están en plenas facultades y pueden estudiar por sí mismos. Mi hijo, por el contrario, no -argumentó sin andarse por las ramas, alzó una ceja inquisitivo; la pelota estaba ahora en su tejado.
— Es cierto. Pero estaría dando la impresión equivocada.
— ¿Cuál?
— Favoritismo. Y no voy a dar preferencia a ningún solo alumno.
— Yo no lo veo así. Una cosa son los derechos y privilegios de los alumnos, otra muy distinta es la capacidad y necesidades de cada uno. Y deberá excusarme, pero mi hijo es muchísimo más dependiente que cualquier otro en este centro. ¿Me negará eso? -Contraatacó el padre del autista con tranquilidad. Era una batalla que se desarrollaba en la calma en la paciencia; ella misma se iría quedando sin argumentos antes de acabar accediendo.

Sandra se inclinó hacia adelante tras sentarse, incómoda. Después hacia atrás, pensativa y chasqueó la lengua antes de continuar.
— Vera, señor… -la profesora no recordaba su nombre, seguramente porque se le había olvidado presentarse.
— Andres, y puede tutearme.
— Verá, señor Andres -insistió ella marcando territorio-. Es cierto que su hijo necesita clases extraoficiales. Tiene problemas de memoria, de concentración y absorción de conocimientos -irónicamente, Satur era uno de los pocos estudiantes de los que se acordaba debido al número repetido de veces que su padre le había hecho hablar con él-… También problemas para relacionarse, pero yo no estoy…
— Está usted más capacitada que los otros profesores.
— Hay otros dos profesores -insistió ella como si no le hubiese escuchado-. Y ninguno de ellos está recibiendo solicitudes por parte de los alumnos… entonces como entenderá, ellos tendrán más tiempo libre para…
— Eso no será posible. En lo referente al profesor Ramírez, he tenido desencuentros con él. No es la clase de profesor que deseo para mi hijo -la atajó Andres, fingido estar dolido-. Sobre el otro profesor… ¿No cree usted que si los alumnos no quieren hacer horas extras con ambos será por algo? -Sandra guardó silencio-. ¿Será quizás porque no tienen vocación para enseñar? ¿No tienen paciencia para hacerlo? ¿No tienen empatía a la hora de tratar con los alumnos? Dígame usted, señorita. ¿Si cualquiera de esos dos, sino los dos, son los motivos por los que los alumnos no los quieren como profesores… ¿Cómo espera que yo los imponga a mi hijo?
— Señor Andres -murmuró en un errado intento de interrumpirle. Pero autoritario, el padre se levantó mientras apartaba con suavidad la silla.
— Mire, señorita. Quiero lo mejor para mi hijo, y es usted. Quiera o no quiera reconocerlo. Si tenemos que hablar de remunerar las horas que empleé, no hay problema. De hecho, merecerá la pena el dinero que tenga que invertir… No es como si hubiese profesores particulares por aquí cerca… ¿Me sigue? -Sandra se levantó, completamente derrotada y se dirigió a la puerta.
— Si le parece, señor Andres… Dejamos la discusión aquí y ya iremos hablando sobre ello.
— No me cabe duda… -contestó mientras abría la puerta y salía al exterior seguido de la profesora. En todo momento no dejó de marcar el ritmo de la conversación:-. Se nota que usted tiene vocación para enseñar, me conmueve. Espero que, a mi juicio, haga lo correcto -Hizo una pausa-. Mi hijo no puede asistir a esas clases fuera de horas que ha propuesto a los chicos, pero le vendría muy bien poder estudiar algún tiempo en casa. ¿Me sigue?

A Sandra se le ocurrió una genial idea.
— Quizá mi hija podría…
— Con todo el respeto, yo quiero una docente -repuso con frialdad. Claramente molesto por haber metido a su hija en la discusión-. Seguro que su hija está capacitada para dar clases a cualquier niño normal, pero dudo mucho que haya estudiado magisterio, y mi hijo necesita un trato… especial.
— Ya lo hablaremos, entonces. Pero deje de usar a su hijo como mensajero.
— Entonces nos veremos mucho, a partir de hoy. Por mi hijo hago lo que sea -añadió antes de apretar su mano en pos de despedida.

Sandra ni se había dado cuenta de lo perversas que eran las intenciones de Andres. Solo supo malinterpretar su insistencia como amor desmedido de padre, algo que provocó en ella un sentimiento de ternura. Ambos sabían que aquella discusión ya se había decidido y solo quedaba fijar los términos.
   La profesora daría clases particulares a Satur en su casa.

1.3: Todo final feliz tiene su precio

Andres ronroneó al sentir todo el peso de Olivia presionando contra su aceitosa espalda. La joven masajista se había sentado sobre este, clavando su culo contra la parte más inferior de la columna, en la zona lumbar.
— Esas manos que tienes son mágicas, pequeña -susurró mientras gemía de placer, provocando en Olivia una sonrisa de satisfacción y de orgullo.
— ¿A qué sí?
— Deberías dedicarte a esto…
— Me lo estoy pensando. Es un trabajo fácil, sin complicación y… bien remunerado. Bueno -hizo una pausa y remedió su error-, al menos contigo.
— ¿Y qué te parecería cobrar más? -inquirió con curiosidad. Sondeó el terreno antes de lanzar una bomba que tenía preparada desde hace días.
— ¿Más? ¿Más por qué? -Olivia hacía días que lo esperaba. Y demasiado había tardado en proponer algo que, seguramente, iba a ser indecente.
— Masaje -aclaró con tranquilidad, como si no hubiese motivo para desconfiar.
— ¿Me vas a pagar más por estos masajes? -Le cuestionó ingenua.
—Por masajes como estos no. Por otros muy parecidos -le corrigió poniendo énfasis en la última palabra.
— ¿Qué clase de masajes? -inquirió por puro postureo, porque la respuesta ya se la imaginaba.
— Masajes con final feliz -concluyo. Era inútil andarse con rodeos; la hija de Sandra no se parecía en nada a su madre, y era muy perspicaz. Esta reaccionó deteniendo el masaje, levantándose y apartándose.
— ¿Qué te has pensado que soy? ¿Una puta?

Andres continuó estirado, sin inmutarse. Se esperaba aquella reacción, y otras mucho peores.
— ¿Sabes lo que es una puta, pequeña? Una prostituta es una mujer que alquila su cuerpo a cambio de dinero, yo te estoy diciendo que alquiles tus manos, no tu cuerpo.
— Me estás jod…
— Te estoy invitando a aumentar la intensidad de los masajes, y un ligero cambio de localización. No que hagas nada indecente.
— Vamos, que te haga una paja -Evidentemente, la labia del madurito no servía de nada con ella.
— No vas a ser infiel a tu pareja. No vas a darme besos ni abrazos, no te voy a tocar -argumentó con frialdad. Olivia no reaccionó, no supo que decir-. Tampoco te vas a desnudar, y repito, no voy a tocarte. No me vas a pertenecer, ni voy a hacerte nada -Andres supo que ella estaba en su interior asimilando lo que estaba oyendo. Su temperamento era irascible y desconfiado; a pesar de eso, era una buena señal que no hubiese estallado todavía.
— Eso que dices es de guarras.
— Pequeña, ya te he aclarado lo que es una puta pero… ¿Sabes lo que es una guarra? Una guarra es una mujer infiel; de la misma manera que el guarro es infiel a su pareja. ¿Eres infiel? -Ella no reaccionó.
— Sería infiel si aceptase esto…
— ¡Claro que no! Has estado dándome placer desde que empezaste con los masajes. ¿Qué diferencia hay entre estos y los que te estoy proponiendo?
— Obviamente lo sucios que son. Son…
— Masturbación, pero masajes al fin y al cabo. Llegas aquí, lubricas la zona como lo has hecho hasta ahora y me haces un masaje. Cobras, y te vas. No tienes que hacer nada más. En el momento en el que yo te proponga algo que, a tu juicio, sea impuro o te ponga en una situación comprometida… Niégate.
— Ya de por sí me pones en compromiso al pedirme esto -gruñó molesta.
— Míralo así: Me has estado frotando y acariciando la piel con tus manos…
— ¡De tu espalda! -explotó furiosa, incapaz de comprender como Andres no era capaz o no quería ver la diferencia.
— Y la única diferencia es que pasarías a masajearme otra parte del cuerpo.
— Y hacerte una paja.
— Sí, y cobrarías veinticinco euros más. Eso suman noventa y cinco euros por masaje. Evidentemente no serían solo treinta minutos, sino hasta que eyaculase…  Pero si no quieres, no pasa nada. Puedes continuar haciendo lo que hacías hasta ahora… Pero piensa que no serías infiel, porque no sacarías placer de esto.

El corazón de Olivia estaba a punto de colapsar, notaba verdaderos martillazos en su pecho.
— ¿Qué tal si no hago más masajes? -Le amenazó, haciendo un amago de chantaje. En algún lugar de su cabeza surgió la idea de hacerle pagar los veinticinco euros más por seguir dándole el masaje en la espalda.
— Tú misma. Si puedes prescindir de los setenta euros que cobrabas… -Olivia se paseó indecisa por el salón.
— Debería decírselo a mi novio.
— ¿Deberías? -Andres se rio-. ¿Le has dicho hasta ahora alguna vez que me estás haciendo masaje?
— No -respondió a regañadientes. ``¡¡Qué idiota he sido!! Me he metido en un callejón sin salida yo sola´´ le dieron ganas de llorar de la impotencia.
— No quedaría demasiado bien que se lo dijeses ahora, y no te estoy chantajeando. Eres libre de irte y no volver, de continuar haciendo lo mismo… o de subir la apuesta.
— T… Tengo… Tengo que pensarlo -Estaba mentalmente agotada. No se podía discutir con aquel hombre, y la idea de ganar veinticinco euros más la seducía por completo. Eran casi cien euros por media hora… ¿Pero cuanta pasta tenía ese hombre?-. ¿Solo las manos? -preguntó de repente, mordiéndose el labio inferior mientras miraba a través de la ventana.
— Solo con las manos -respondió desde el sofá sin dejar de mirarla-. Evidentemente hasta que me quede satisfecho, sin tiempo límite. Y si tienes que abandonar porque no consigues hacer que acabe… Cobras veinte euros, y ya está.

El madurito sabía que no debía premiar los abandonos, sino castigarlos. Por muy injusto que fuese. Olivia ya había sido seducida por la idea; por lo que se levantó, se puso la toalla y le dio treinta y cinco euros por no haber terminado el masaje, invitándola a que se fuese a su casa y lo pensase donde llegó, se duchó y se fue a la cama. No pudo pensar en otra cosa; por la noche no se le ocurrió nada mejor que hacerle una paja a Rob, este se resistió, pues quería mucho más que aquello, pero ella insistió.
   ``En realidad, hacerle una paja a un hombre ni siquiera es tan complaciente para ellos. Es como estar hambriento y comer una manzana´´ pensó mientras veía pensativa a su novio disparar chorros de leche hacia la oscuridad de la habitación, ya lo limpiaría mañana.

Iba a aceptar la oferta. Se prometió a sí misma no consentir nada más que pura masturbación: Ni desnudos, ni exhibiciones ni tocamientos.

Simplemente un masaje…
… con final feliz.

***

No pudo dormir aquella noche. Esperó haciéndose la dormida hasta que su novio se fue, se duchó y bajó a desayunar. En silencio ordenó sus pensamientos mientras se comía unas deliciosas tostadas y estuvo viendo la televisión hasta la hora acordada. Entonces se vistió con una camisa sugerente, donde hacía énfasis a aquellos enormes pechos que había heredado de su madre y se dirigió a casa de Andres.

Por el camino se recordó a sí misma todas aquellas promesas que se había hecho sobre lo que no iba a permitir que sucediera, y al picar a la puerta, Andres abrió ataviado con la bata blanca que acostumbraba a llevar. Estaba serio, y no sonreía, pero tampoco se mostraba antipático e intimidante.
   Su rostro transmitía tranquilidad y desasosiego, pero agradeció que no se burlase o se tomase aquello a broma.

Olivia estuvo preparando el aceite, calentándolo como hacía siempre y lo llevó hacia el comedor donde Andres esperaba totalmente desnudo estirado boca abajo, con una toalla tapándole el trasero.
   No había música de fondo,  ni tampoco había lugar para las palabras; ella se arrodilló con las manos impregnados en el caliente aceite y, una vez se dio la vuelta, Olivia metió la mano bajo la toalla para agarrar una enorme erección.
— Veo que estás listo… -observó resignada mientras apartaba con la otra mano la toalla. Necesitó ambas manos para agarrar la enorme y sudorosa polla de color oscuro, era pesada y se le marcaban enormes venas. A su lado, la polla de su novio parecía de juguete.

Intentó no pensar en aquello, y empezó a menearle el rabo a dos manos. El aceite caía en enormes gotas sobre la pubis del madurito, el cual se había llevado las dos manos a la nuca, con una ligera sonrisa al tiempo que respiraba con absoluta tranquilidad.
   No hizo falta demasiado tiempo, seguramente llevaba algún tiempo sin eyacular lo que evitó malgastar bastante tiempo innecesario. Sintió en las palmas de los espasmos, que eran una vibración más similar a la de un tambor que a la de un móvil si la comparaba a la polla de su novio. Estaba absorta en el movimiento de su mano, hipnotizada.
   Los espasmos se volvieron más violentos hasta que salieron disparados goterones de leche, los cuales le cayeron encima de la ropa, del sofá y del suelo.
   No pudo reprimir un grito de sorpresa, y posteriormente de rabia al ver que su ropa se había manchado.
— Lo siento mucho… Tenías que estar preparada para recogerlo…
— S…Se… Se me había olvidado -se excusó enrojecida. Se llevó una mano a la boca y posteriormente la apartó al acordarse de donde había estado-. ¿Y el dinero? -replicó con brusquedad mientras se disponía a recoger, presa del nerviosismo.
— Te lo deje encima de la mesa y… Puedes irte. Recojo yo.

No replicó. Fue la primera de muchas pajas, y lo sabía. Ya no había vuelta atrás para ella. Por la noche se destensó echándole un buen polvo a su pareja, pero a pesar de eso soñó con una enorme polla cerca de su cara. El pollón de su novio la partía por la mitad tras metérsela, matándola de placer con cada embestida. Cuando el sueño avanzó se dio cuenta de que no era la polla de su novio.

No era su novio quien la estaba empalando.

1.4 Amantes del deporte

— Eso no fue en lo que quedamos -gruñía malhumorada Sandra mientras apilaba los libros entre sus manos-. No podrás irte a tu cuarto hasta que completes al menos los dos últimos ejercicios. ¿Entendido? -Su joven aprendiz, la miró suplicante, desesperado cual conejito asustado-. No, no me mires así. Ponte con estos ejercicios y no tardaremos…

Incluso pudiendo darle toda la atención, era un verdadero suplicio darle clases. No servía para aquello, y pese a ser siempre paciente y comprensiva con los alumnos, incluso con los más tozudos y desesperantes, no tenía la habilidad necesaria para tratar a autistas como él. Era consciente de que no era un alto grado de autismo, y con mucha paciencia se podía tratar con él, pero era como intentar abrir una caja fuerte sin saberse la contraseña. ¿Qué se podía? Eso habría que verlo.
   Satur no carecía de la capacidad necesaria para resolver aquellos ejercicios, no porque le faltase inteligencia, sino porque era superior a él dedicarles el más mínimo esfuerzo, por lo que encontraba cualquier motivo para abstraerse.
   Sandra se sobresaltó al oír exageradamente cerca la voz de su padre:
— Satur, ves a tu habitación y descansa un rato. Después terminarás sin excusas lo que tu profesora te diga. ¿Entendido? -El aludido lo miró en silencia, se levantó y se fue sin dar a entender que estuviese de acuerdo.

A la docente le molestó muchísimo que Andres no le hubiese consultado antes, en lo que a ella respectaba. Ella era la encargada del chaval, y por lo tanto era ella la que decidía, pero estaba demasiado agotada como para discutir.
— Debería haberme consultado, si soy su profesora, el tendrá que aprender a respetar mi autoridad…
— Mi hijo no funciona así, pero si quiere perseverar en su error… -rio entre dientes-. Usted es la profesional -se mofó-. ¿Quiere un café? ¿Una infusión? ¿Un refrigerio? -Sandra asintió agradecida.
— Un café con leche estará bien -consintió. El padre del estudiante tardó muy poco en volver con una bandeja de plata, dos tazones y un plato con pastas- No he añadido nada al café, ni la leche ni el azúcar. Le he traído leche condensada por si es de su agrado; sírvase usted misma.

Sandra no contestó, metió en el café dos tarrones de azúcar y un poco de leche, además de la leche condensada y esperó.
— Creo que ya nos conocemos lo suficiente como para tutearnos.
— Así es -replicó con una educada sonrisa. No apartó la vista, a pesar de ser intimidada por ella. Aquel hombre le producía una extraña sensación.
— Sandra -musitó el nombre de la milf, saboreando ambas sílabas. Hizo una pausa antes de continuar-. ¿Has pensado en lo que te dije?
— Es… Tentador -confesó sin mirar a ninguna parte. Absorta en sus pensamientos. Agarró la cuchara y la metió en la taza para remover su contenido.
— Entonces… -sostuvo sin continuar, invitándola a llevar la iniciativa de la conversación.
— Creo que… me vendría bien hacerlo -Sandra soltó una risita antes de agarrar la taza y llevársela a los labios, mirando fijamente a su interlocutor.

A Andres le creció la polla bajo el pantalón, le encantaban aquellos juegos de indirectas; sobretodo cuando la otra persona no entendía el verdadero significado de sus propias palabras. Sonrió en consecuencia, agarrando y sorbiendo el líquido de su tazón.
— Me alegra encontrar una compañera de ejercicio. En este pueblo no hay gimnasio; una pena.
— Podrías ir Sexopolis.
— Cierto, y agarrar el coche para tantos kilómetros, solo para ir allí a entrenar -explicó mientras agarraba una pasta y la mordisqueaba. Además… Está Satur, no puedo dejarlo solo -``Claro que puedo, autista pero no imbécil, ya ha demostrado que sabe hacer sus rutinas solo sin que le tenga que ir detrás´´ pensó mofándose en su interior.
— Por una pequeña suma, yo puedo encargarme de vigilarlo. Así mataría dos pájaros de un tiro -propuso la madurita caminando peligrosamente entre la broma y la seriedad. A Andres no le interesaba el rumbo de aquella conversación.
— ¿Y para qué voy a recorrer tantos kilómetros en coche, pudiendo entrenar aquí contigo? Nos ahorraríamos tiempo y mataríamos tres pájaros de un tiro.

Sandra bebió el último sorbo del café antes de continuar la conversación.
— Me propusiste hacer ejercicio como correr y estiramientos pero… No especificaste nada más. Ni qué tipo de ejercicio -añadió. La curiosidad le picaba, no la desconfianza. Realmente era totalmente opuesta a su hija.
— Un poco de todo -atajó restándole importancia-. Un poco de futting por la montaña, yogas, pesas, máquinas…
— Pero si aquí no hay gimnasio -le interrumpió riendo.
— No hay gimnasio, pero yo tengo mi propia zona de ejercicio.
— ¿Ah, si? -La madurita alzó una ceja soltando una risita condescendiente-. Me gustaría verla -Instantes después se encontraban ambos en un garaje modificado otro edificio independiente. El coche estaba metido, pero también había plataformas para entrenar diversas partes del cuello, entre ellas brazos y piernas, lumbares, y abdominales, hombros y un montón de pesas apiladas en el suelo.
— Vaya… -musitó asombrada mientras se paseaba por el garaje.
— Si te parece… Podríamos practicar antes o después de que des las clases a Satur.

Giró sobre sí misma y miró al dueño de la casa aparentemente molesta.
— ¿Qué sucede? -inquirió este a la defensiva.
— Cuando te registras a un polideportivo, puedes elegir las actividades a las que quieres participar.
— ¡Es cierto! Que cabeza la mía -bromeó mientras exhibía una sonrisa sarcástica. Levantó brazo como si sostuviese un formulario y emuló escribir sobre él- ¿Qué desea la señorita?
— Pues mire, me interesan el gimnasio, el yoga, el futting…
— ¿Y la piscina?
— ¿Tienes piscina? -inquirió sorprendida olvidándose de continuar con su rol.
— Claro, hay piscina en la parte trasera de la finca. Y también ofrecemos clases de defensa personal…
— ¡Nooo! ¡Siempre quise probarlo!
— Yo soy el instructor. Prueba, y luego ya me dirás si te gusta.
— Entonces en gimnasio, yoga, futting… También en piscina y defensa personal.

Andrés estuvo a punto de proponerle un servicio de masajes, pero se lo replanteó y decidió que no era buena idea.
— ¿Horario?
— Entro a trabajar a las ocho de la mañana y salgo sobre las tres de la tarde aproximadamente… Y llego aquí sobre las ocho para dar clases a Satur.
— Entonces tendrá que ser antes, porque después ya será muy tarde…
— Sí, así es -afirmó ella.
— ¿Qué tal de cuatro a ocho? -A Sandra se le formó una ``o´´ de exclamación en la boca.
— ¿Quieres que muera de agotamiento o qué? -replicó cachondeándose. Andres malinterpreto esto último, pero no hizo caso.
— ¿Y cuando empezamos?
— ¿Qué tal si mañana probamos a ver qué tal? De momento vuelvo con Satur. Ya ha descansado suficiente.

La madre de Olivia estaba entusiasmada. En Madrid, donde se hallaba su antiguo lugar de residencia, siempre había querido acudir al gimnasio pero por falta de tiempo y dejadez lo había ido dejando. Estaba ansiosa con la idea de poder hacer todas aquellas actividades y romper la rutina que se había adueñado de su vida desde que había llegado.
   Su marido y ella se amaban mutuamente, pero cuando llegaban por la tarde, casi entrada la noche, ya no tenía ganas de salir a dar una vuelva. Y aunque así fuese… ¿A dónde iban a ir? Los pueblos de alrededor eran igual de aburridos que este, y Sexópolis estaba demasiado lejos para ir; pasarían más tiempo conduciendo y aparcando que estando por allí, y no valía la pena si tenían que volver temprano para dormir, porque al día siguiente había que madrugar.
   Sus hijos más de lo mismo, al llegar al pueblo se imaginó que pasaría más tiempo con ellos, pero no fue así. Y su hija pasaba más tiempo con su novio en el segundo edificio que en familia.
   Entonces apareció Andres, llenando ese vacío como solo un amigo podría hacer. Y puesto que en el pueblo no había mujeres de su edad con las que compartir tardes, solo tenía aquella opción. Además, se moría de ganas por hacer todo aquel ejercicio.

Por parte de Andres, tenía en jaque a la hija con los masajes, y ahora también tenía la excusa perfecta en todos los sentidos para acechar y abusar de la madre: Deporte.
   Para él, no tardaría demasiado en tener a Sandra en Jaque.

¿Qué podía fallar? Tenía de sobra para las dos.



1.6 Traspasando límites

Habían pasado dos semanas desde que Olivia había comenzado a hacer los masajes con final feliz al madurito de su vecino. Pese a que no había sucedido nada más que lo acordado, ella tenía la sensación de que se estaba empezando a obsesionar. Ya no era capaz de masturbar a Rob sin pensar en la polla de Andres, y la diferencias de tamaños le provocaba una preocupante insatisfacción.
   ¿Qué era psicológico? No era nada que ella no se hubiese dicho, pero saber eso no hacía que disfrutase más.

No tenía intenciones de hacer nada más con Andres, pero sí estuvo sopesando seriamente la idea de terminar con aquello. No se sentía bien masturbando a otro hombre que no fuese su novio, por muy justificada que estuviese la causa de ganar dinero para su familia; tampoco le satisfacía pensar que solo usaba las manos, y la excusa de que ella no disfrutaba tampoco saciaba su culpabilidad.
   Estuvo pensando en contárselo a Rob, pero sabía que si lo hacía, se lo tomase bien, mal o peor; significaría el fin de la confianza entre el uno y el otro.
   Pese a esto, sí que se había notado más caliente y excitada que de costumbre. Era demasiado imponente ver a un hombre correrse, oír como se corría… incluso sentir sus espasmos de placer entre sus manos.

En las últimas ocasiones, Andres le había pedido hacer un segundo masaje, al cual le pagaría la mitad de lo que le cobraba por el primero. Y evidentemente ella repetía, porque entre los dos se sacaba ciento treinta y nueve euros… ¿Cuántas personas podían cobrar aquello?
   Y durante el segundo masaje, mientras masturbaba aquella polla de aceitosa, pensaba en como se follaría a su novio cuando cayese la noche. Lo que no estaba segura es si esto lo pensaba porque realmente lo sentía, o lo hacía para no pensar en la excitación que empezaba a florecer.
   Durante más de una ocasión, tuvo que controlarse para no masturbarse durante aquellos masajes con final feliz, como la penúltima vez:>>
<< Olivia masturbaba con fuerza a Andres. Su polla estaba tan sudada y lubricada que hacía todo tipo de ruidos al subir y bajar la piel, lo hacía con una mano, mientras con el otro brazo se apoyaba sobre el pecho de Andres.
— Tiene que ser muy duro -dijo él mientras colocaba la mano en su hombro. Ella no se la retiro.
— ¿El qué?
— Verme disfrutar tanto y no disfrutar nunca…

Con malicia le devolvió la jugada.
— Tranquilo, puedo sobrevivir unas horas. Cuando cae la noche mi novio me folla bien follada… Así se me quitan las tonterías -mintió con una sonrisa que impregnaba seguridad.
— Estoy seguro. No creo que pudieses aguantar tanto si no fuese así.
— ¿Qué no? -respondió picada, aquel día estaba tardando muchísimo en correrse y ella estaba agotada-. Claro que soy capaz.
— No sé yo, no te lo tomes a mal pero… Se me a antojado…  -dijo mientras llevaba sus dedos hasta los bordes de la camisa y tiraba de ella.
— ¿Qué haces? -le increpó agarrándole de la muñeca sin dejar de masturbarle-. ¡Nada de tocar!
— No te estoy tocando, solo quiero verte las tetas.
— Eso tampoco.
— El escote entonces -dijo levantando un poco la cabeza para ver a través del agujero que hacía estirando con sus dedos de la camisa. A Olivia se le veía todo, el sujetado, las tetas y el escote; rebotando por el movimiento masturbador.
— Ufff… Vaya ubres que tienes.
— ¿Te crees que soy una vaca o qué? -bromeó, halagada.
— Como me encantaría mamar de esas tetas…
— Sigue soñando -dijo sonrojada, se lo imaginó.
— Y como me gustaría follármelas -se puso aún más roja, comenzó a notar los músculos de polla preparados para correrse.
— ¿Te gustaría follármelas? Sí. Algún día tienes que dejarme -Olivia titubeó si seguirle el juego o cortarle, pero solo eran palabras. No tenía porque hacerse realidad, y parecía que funcionaba. Así que cedió.
— Si te portas bien, algún día te dejaré follármelas… Ahora solo imagínatelo. ¿Qué harías con ellas?
— Querría que me las envolvieses con tus ubres -``Mis tetas son grandes, pero sería imposible hacer una paja bien hecha a ese rabo…´´ pensó mirándolo hipnotizada de nuevo. Se lo estaba imaginando, se imaginaba aquella polla entre sus tetas, y ella lamiendo la punta. Escupiendo sobre ella para lubricarla.

Sin darse cuenta, llevó su mano a su pantalón, y los dedos atravesaron la fina capa de ropa para acariciar su zona más íntima. ``¿Me estoy tocando mientras le hago una paja? ¿De verdad?´´ se reprochó mentalmente, pero a pesar de ordenar a su mano que parara y dejara de tocarse, esta se sentía muy bien y no quería dejar de hacerlo.
   Reprimió un gemido, estaba demasiado mojada, ni se había dado cuenta. ¿Cómo había acabado así?
— Te estas follando mis tetas… Córrete en mí -Andres lo repitió, como si estuviese hipnotizado. La joven sintió como los espasmos acudían a la polla de Andres y este se corría. La adrenalina le hizo reaccionar, sacó su humedecida mano de su entrepierna, agarró un pañuelo y enterró el glande bajo él. Una enorme cantidad de semen hizo de esa servilleta algo parecido a la típica que se impregna de agua y jabón para tirar al techo de los institutos.
 
Ambos respiraban muy rápido.

***

Durante el último masaje que le daría; el que provocaría un punto de inflexión, Andres hizo algo intolerable a juicio de Olivia.
   Esta tenía las expectativas muy altas de ayer, pese a negarse a aceptarlo. Se le ocurrió que quizá podría masturbarse ella también sin que Andres se diese cuenta, pues el día anterior lo había encontrado tremendamente morboso. Y cuando estaban a mitad de la paja; Andres, en mitad de los gemidos y suspiros de placer que liberaba, agarró el culo a Olivia, y esta la apartó de un manotazo, enfadada.
— ¡Eso ni lo sueñes! -bufó.
— Vale, vale -se disculpó el aludido. La enfurecida mujer se levantó y se apartó de él, dejándolo a medias-. ¿Qué haces? No irás a dejarme así… -Nada podía producir más placer a Olivia en aquel momento que dejarlo empalmado y largarse tranquila, incluso si eso significaba no cobrar.

Aquel manoseo no consentido, había sido la gota que rebasó el vaso. La excusa que necesitaba para dejar de hacer todo aquello.
— Voy a dejar esto, Andres. No es por esto, que también. Llevo mucho tiempo pensándolo -Andres no hizo ademan de interrumpirla-. Esto no está bien. Yo no me siento bien haciendo esto.

Andres se levantó sin molestar en taparse; cruzó el comedor con la erección buen arriba y sacó de su cartera un total de treinta y siete euros; lo que correspondía a la mitad de lo que ella cobraba por masaje.
— No -murmuró retrocediendo un paso y alzando las manos, como dándole a entender que no iba a coger el dinero.
— Si no quieres continuar, no pasa nada. Pero hoy has hecho la mitad de uno, y cobraras la mitad.

Sus palabras sonaban amables, pero Olivia percibió en su voz un timbre de decepción. Le sorprendió lo bien que se lo estaba tomando, pues no esperaba que este insistiese y reaccionase de mala manera.
— No… ¿No te molesta?
— ¿Por qué iba a molestarme? No eres mi esclava, eres una empleada. Puedes renunciar cuando quieras -se mostraba preocupantemente comprensivo, pero no finalizó ahí y continuó-… pero me gusta la estabilidad. Mentiría si dijese que no estoy decepcionado. No creo haberte dado motivos para que decidas abandonar -intercambiaron una mirada intensa.
— No quiero dejar esto por nada que hayas hecho tú… Haya hecho usted -se corrigió creyendo que lo mejor era marcar las distancias.
— Puedes seguir tuteándome, hay confianza para ello -sonrió tristemente-. Pero responde. ¿Si no es por mí…? ¿Por qué ahora? ¿Por qué no has terminado el último masaje? -preguntó con una evaluadora mirada inquisitora.
— Yo… Me ha pillado por sorpresa tocándome, eso es todo… Tengo pareja.
— Dijiste que no era por eso, que llevabas tiempo pensándolo -le recriminó.
— No. Osea, sí. Llevaba tiempo pensándolo pero no me decidía -Olivia hablaba muy rápido, nerviosa-. Y al tocarme el culo… ¿Por qué me estoy justificando? -Olivia gruño molesta.
— Me debes una explicación. Entendería que hubiese sido por esto último, pero me molesta que haya hecho cosas mal que te impulsen a…
— No es por usted -le atajó Olivia decidida-. Es por mí, y no me siento bien haciendo esto -se sinceró-. Y evidentemente no me ha gustado que me toque.
— Me dejé llevar, no pude evitarlo -dijo Andres fingiendo arrepentimiento; pero no iba a pedirle que se lo pensara bien, le interesaba que abandonase.
— Lo… Lo entiendo -Olivia no mentía, lo entendió de verdad y no le culpaba. Demasiado se había controlado y demasiado había tardado en reaccionar así. Había sido una tonta al pensar que aquella situación duraría siempre. ``¿Lo entiendo? Serás estúpida…´´-. Quiero decir… Entiendo que no lo haya hecho queriendo, pero yo tengo pareja y no puedo consentir estas cosas. Estoy… Estoy masturbando a otro hombre, aunque sea por trabajo y sin beneficiarme -Olivia estaba confundida, de esto último no estaba tan segura.

Tuvo la necesidad de coger el dinero, e irse de allí, sin más explicaciones. Se atrabancaba al hablar, tartamudeaba y se sentía estúpida e insegura con todo lo que decía, pero no quería acabar mal con Andres. En el fondo sabía que, si lo dejaba en ese momento, algún día volvería a querer recuperar ese trabajo, cuando hubiese aclarado sus ideas.
   Andres se dio la vuelta y se tapó con una de sus toallas. Se volvió en última instancia hasta la joven y antes de hablar carraspeó.
— ¿Sabes qué, pequeña? Lo entiendo -Al oír esto, Olivia quedó aliviada, pero él no había terminado-. Pero espero que entiendas que en todo trabajo existe una responsabilidad. Y si tomas ciertas decisiones, por justificadas que estén… No puedes esperar que no haya consecuencias. ¿Entiendes? -Olivia asintió, indecisa. Tenía un mal presentimiento-. Eres libre de marcharte, y eso no cambiará ni empeorará nuestra amistad. Pero como ya te he dicho, me gusta la estabilidad y la confianza… Y me temo que si te vas, la perderás completamente -Olivia tragó saliva. Había sido muy ingenua al pensar que se podría ir sin esperar consecuencias-. Hablemos con sinceridad. Aceptaste mi oferta porque necesitabas dinero, y una de dos… O has conseguido la suma que te proponías ahorrar y ya no tienes la necesidad de trabajar. Espero que sea eso -Andres mentía con labia, como siempre, y sonaba tan convincente que Olivia se creía todo lo que este decía-. O bien te vas por lo que dices, y acabarás volviendo.

La joven separó los labios, pero no omitió sonido alguno así que volvió a cerrar la boca. Le molestó que diese por hecho que iba a acabar volviendo, y le habría encantado decirle que se equivocaba, pero no era el caso.
   Andres hizo una mueca amable y comprensiva.
— No quiero andarme por las ramas, pequeña. Si decides irte, y esto no es ningún chantaje ni amenaza, la oferta que te hice dejará de ser válida.
— Si me voy será para no volver -Le contradijo intentando aparentar decisión, pero en sus entrañas rugían la inseguridad y la impotencia.
— Eso espero, porque si te vas y con el tiempo necesitas trabajo… Tendré que pensármelo si te lo doy. Y seguramente lo haré, pero el sueldo no será tan generoso; y ni tan flexible la libertad que te doy ahora -Olivia ignoraba si había entendido bien lo que estaba insinuando, temía que así fuese.
— Necesito tiempo para pensarlo.
— No lo tienes -estaba decidido a no darle vía libre.
— Necesito tiempo -insistió desesperada          
— No lo tienes -repitió, implacable. Su expresión seria se mostraba seria y amistosa, incluso su voz era tierna y dulce, pero el contexto de sus palabras demostraba una dureza que nunca antes había visto en él-. Simplemente responde. ¿Te quedas o te vas?
— Dame un día para pensarlo… No, no puedo decidir -suplicó reprimiendo unas terribles ganas de llorar.
— Está bien, un día. A esta misma hora tendrás que estar aquí y darme una respuesta, sino automáticamente daré por concluida nuestra… relación laboral.
— Dígame qué pasará si lo dejo y decido volver.
— Ya te lo he dicho -Andres pareció estar disfrutando de crearle tal sentimiento de incertidumbre; además, Olivia tenía la sensación de que llevaba mucho tiempo planeando eso, como si fuese diez pasos por delante de ella; incluso como si supiese lo que haría en un futuro cercano y como reaccionaría ante ello-. Pero prefiero no decírtelo, no quiero que te sientas presionada -mintió. Lo que él quería es que ella abandonase.
— Quiero saberlo.
— Hasta ahora he sido generoso con lo que te pagaba, y la libertad que te daba. Pero si abandonas, si algún día quieres volver… Ni te pagaré tan bien, ni te consentiré. Seguiré respetando tu derecho a decidir, pero te exigiré cosas, cosas que no te he pedido hasta ahora y que, si quieres seguir trabajando, tendrás que cumplir.

Olivia se imaginó a ese hombre manoseándola mientras ella lo masturbaba; se tomaba la libertad de besarla, de morderla y lamerla…
   Se ruborizo; se dio media vuelta y se dirigió hacia la mesa donde había dejado el bolso; se puso la chaqueta donde guardó el dinero que le había dado previamente.
— Mañana a la misma hora de siempre, volveré a trabajar. Si no vuelvo, es que ya sabes la respuesta -Andres asintió, mientras ella salía dando un portazo.

13 comentarios:

  1. Sí, he escrito todo esto en al menos seis o siete horas (parones para cenar incluidos). Y ya que me he dado tanta prisa, me gustaría que, quien lo lea y lo disfrute (o no), dedique cinco o diez minutos a redactar una pequeña crítica sobre lo que le ha parecido.

    No olvidéis que mejoro gracias a ellas, cuando señaláis lo bueno y lo malo, no os cortéis.

    ----

    No se cuanto tardaré en terminar la segunda parte (porque tengo escrito todo el borrador), pero empezarlo y ir corrigiendo, revisando, modificando, añadiendo y quitando partes lleva su tiempo. Como ya dije, tal vez lo tenga como muy pronto para el jueves, o como muy tarde para el domingo-lunes de la semana que viene.

    Y como viene la semana santa, muy posiblemente empezaré la tercera parte.

    Así que lo dicho, os dejo con esto que, personalmente, estoy muy contento con como ha quedado.

    ResponderEliminar
  2. Me ha encantado el relato. De lo mejor que he leído en mucho tiempo

    ResponderEliminar
  3. Hola zorro me a gustado...Tiene algunos horrores de palabras que no concuerdan en algunas oraciones de siertos párrafo s , pero lo que me importa a mi es que la historia está bien escrita en el sentido que tiene una trama o sea de que se trata el relato . Muy bueno , lo repito me a gustado así que hay que esperar una semana más para la siguiente publicación de las partes del capitulo 1...vas bien te felicito

    ResponderEliminar
  4. ha estado muy bueno, espero que para la continuación se logre follar a la hija Olivia y ala madre Sandra y que también haya un poco en los que restan que Sandra se folle a sus dos hijos , Olivia se folle a sus hemanos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tengo planeado mucho más que eso. Lo bueno de esta historia, es que las posibilidades son muy numerosas. Por eso he puesto a hermana 2 hermanos; también tiene dos primos.
      En algún capítulo futuro jugaré mucho con el incesto.

      Os recomiendo que no perdáis de vista esto: https://losrelatosdezorro.blogspot.com.es/p/argumentos-de-dev.html

      Porque aquí iré añadiendo argumentos para futuros capítulos, con los que con casi toda seguridad acabaré escribiendo. De hecho, estos 2 días atrás se me ocurrió un argumento que golpeó MUY FUERTE, y tengo muchas ganas de escribirlo; más que ningún otro.

      Es el que tiene más posibilidades a candidato ''Capítulo 2''

      Eliminar
  5. Hola a todos y todas, me alegro de que os esté gustando la primera parte.

    He de decir, que mientras la primera parte se basa en la presentación de personajes y de las circunstancias, la segunda parte es la evolución de la relación entre los personajes y ver como se desenvuelven a partir de ahí. Sin embargo, la segunda parte también pone su parte en la creación de la historia. Intentaré hacer lo antes posible la segunda parte...

    Sin embargo, la primera parte he podido publicarla tan rápida porque casi no he cambiado cosas. Pero la segunda parte si que quiero añadir y modificar bastantes escenas, porque las escribí como base pero no me convencen, y quiero añadirle más ''picante''. También, como tengo escrito el borrador; puedo decir que la segunda parte se titulará ''Negras en jaque''. Esta tarde, si me sobre algo de tiempo (Tengo que estudiar para los examenes de martes, miercoles y jueves), me pondré a escribir la segunda parte.

    Tengo que reconocer que estoy disfrutando muchísimo con esta historia...

    ResponderEliminar
  6. Yo de mi parte disfruto estambién historia o sea de q se trata realmente y la verdad que tienen muchos caminos que queda en la imaginación de cada lector . Saludos y te felicito de nuevo

    ResponderEliminar
  7. Bueno, como querías una crítica, allá vamos:

    En general, la historia es sólida con unos pocos personajes (Olivia, Sandra y Andrés), los demás son un mero recurso y eso hace que pierda un poco de interés por el conflicto interno de "Sucumbir o no a la infidelidad" ya que se vuelve muy fácil cuando no tenemos al menos un personaje más o menos definido como contraparte buena (Macho alfa = malo, Marido/novio = bueno).
    Aunque esto va en cuestión de los gustos personales, claro.

    La narrativa me ha gustado muchísimo, me ha parecido que has sido muy claro y conciso a la hora de crear el escenario y diálogos, te viene a la mente prácticamente al leer. Además de no hacerse tedioso, incluso sin tener apenas sexo, el morbo está garantizado.

    Por última, lo que más me ha gustado y menos a la vez, ha sido ese paso que ha dado Olivia de hacer una paja y describir cómo se sentía luego a la noche, para que lo siguiente que sepamos es que ya lleva unas cuantas sesiones a las espaldas, sé que es necesario para que avance la trama y de paso a más sexo, pero aquí podrías haber frenado un poco y deleitarnos con un poco más de conflicto interno, no? Es como si no le importara nada en absoluto ser infiel y caer en las redes de Andrés, por muy alfa que sea.

    Falta decir que el relato me ha parecido casi excelente y he disfrutado muchísimo con su lectura, a ver si en las siguientes entregas eres capaz de hacernos sentir ese conflicto que, irremediablemente, dará paso a sexo desenfrenado cada vez más duro y variado.
    También se me olvida comentar que las descripciones de partes del cuerpo me han gustado mucho (ubres, manos con aceite, etc), además de la comparación pene alfa - pene novio, nunca falla ese recurso jajaja.

    De verdad que estoy agradecido que se escriba algo así, últimamente no conseguía encontrar nada que me llamara la atención, todo era muy superficial y tu serie parece que va más allá.

    Obviamente, toda esta crítica es desde el respeto y mi gusto personal, pero he leído taaaaaaaaaaaaantos relatos eróticos sobre infidelidades que me es difícil no sacarle puntilla.


    Espero con ansias la segunda parte, sobre este tramo es donde más disfruto, cuando están probando las mieles de la infidelidad y aún están dubitativas sobre cómo resolver el conflicto, para acabar sucumbiendo de esa manera frenética ante un buen macho.

    Saludos, y espero haberte ayudado con mi crítica.


    Muchas gracias por realizar un trabajo como este, que conlleva bastantes horas y dedicación!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mr.X, te has portado con semejante crítica y repito, siéntete libre de sacar toda la punta que quieras. Yo lo único que quiero es escribir cada vez mejor, y no lo haré sin críticas como esta.

      Yo entiendo que poca es la gente que quiere leerse estos ''tochacos'', y simplemente quieren un relato fácil y lo más corto posible; pero soy de los que mantiene que para este tipo de historias (conflicto interno) hace falta conocer bien la motivación de los personajes para ver la evolución y la ''corrupción'' que sufren los personajes.
      No culpo a las personas que se les hace eterno también hacer estas críticas tan largas, pero tiene su parte buena, ya que así cuando alguien como tú las hace, estas se disfrutan mucho más.

      ----

      No quiero adelantarte nada; pero sobre Olivia tengo dos respuestas: La primera es que tienes razón en parte, pero por otro lado hay algo que no sabes (y es normal), porque del último capítulo de Olivia lo corté por la mitad para no descompensar el tamaño de ambas partes.
      Lo que sí que es verdad, es que me daba bastante ''miedo'' cansaros con unos relatos excesivamente largos. Por eso, el relato que en principio iba a ser una sola parte pasó a ser de dos y, en última instancia, lo alargué a cuatro para poder meter más información y detalles.
      El problema viene a que si añado demasiados de estos detalles, a la largo puede llegar a cansar. Por eso he intentado poner los más relevantes, pues el resto se supone que son todo más o menos lo mismo.

      AHORA BIEN, la buena noticia es que el siguiente relato es muchísimo más movido (Y no voy a dar detalles sobre esto, pero si diré algo que si no lo digo reviento: El agua seguirá hirviendo... Pero habrá pequeñas fugas para el vapor).

      ----

      Me quedo también con el tema de vocabulario más ''sucio'' y vulgar. Aunque de todas maneras, en la primera y segunda parte no es el vocabulario que debo usar, ya que todo se basa en guardar las apariencias; pero la tercera y la cuarta parte serán totalmente diferentes, porque tengo planeado que allí cambie todo.

      ---

      Por último, repito: Muchísimas gracias por comentar, un abrazo enorme. Me has ayudado muchísimo, y me has animado con ella.

      PD: Lo de la diferencia de tamaños es un guiño a un autor de relatos que está temporalmente retirado, si no lo conoces, te lo recomiendo (Está como recomendado en la barra derecha del blog) y se llama Doctorbp, el cirujano del morbo.

      Eliminar
    2. He leído tu comentario allí en TR.

      Como he dicho más arriba, corté el capítulo en la parte donde ella se lo piensa. Pero es cierto que a Joaquin y Rob los tengo más que paja que otra cosa... Hasta la tercera parte. Ahhhh, no preguntes, no diré nada más jijijiji
      Pero lo que quería decir es que me centro más en el conflicto de ellas que en el relación de las parejas. Aunque es cierto que debería añadir más detalles... ¡Gracias de nuevo!

      PD: Comienzo la segunda parte, ahora que tengo un par de horas. ¡Muahahah!

      Eliminar
  8. Yo también pensaba en DoctorBp al leer eso, para mi el mejor escritor de este estilo que he visto en TR jeje.

    ResponderEliminar
  9. Suscribo punto por punto la critica de Mr X.
    No debes tener miedo a que sea extenso el relato, porque los relatos no son largos o cortos, sino buenos o malos. Yo tambien he echado en falta alguna sesion mas de Olivia y ver su lucha interna, ademas creo que Sandra ha pasado muy rapido de no querer dar clases al niño a no solo darselas sino tambien pasar casi medio dia entre gimnasio y clases en casa de Andres. Quizas debiera de haber habido algo mas ahi entre medio.
    La historia tiene muchas posibilidades, pero creo que el paso de fieles a incluso plantearse la infidelidad debiera ser el momento mas critico y explicado del relato, el final ya todos mas o menos sabemos por donde va a ir, pero el camino hasta ese final es donde hay que deleitarse.
    Me parece que escribes muy bien y esto solo pretende ser un consejo desde mi punto de vista (que puede no ser compartido por el resto).
    Animo, sigue escribiendo y espero leer la segunda parte cuanto antes.

    ResponderEliminar
  10. Gracias por comentar.

    Mi modelo de personajes creo que no es tanto un cambio radical, es decir, que desprecien o ignoren completamente a una persona y que tras muchos acontecimientos acaben totalmente enamoradas o sintiéndose atraídas por ella.

    Con esto quiero decir que mi ''evolución'' de la corrupción de la moralidad no es tan forzado. Y por eso, Olivia y Sandra pueden sentir ya desde el principio una atracción (o no) hacia el protagonista. Ya sea porque les gusta o porque su relación con su pareja no funciona bien y eso les hace desear algo que no tienen.

    Pero claro, ahí está para mí la gracia de ese conflicto, el cual reside en: Lo desean y están tentadas, pero se resisten. Pueden tardar mucho o poco, o pueden comenzar ''dejándose'' y a medida que pasa el tiempo volverse escépticas.

    Nunca pensé en Olivia como una chica de diez en lo referente a la moralidad como una perfecta, que no tiene sus puntos debiles o su lado oscuro amenazando con salir desde el principio, sino que ya desde el principio está andando por la cuerda floja en su batalla interna.

    Entiendo lo que pedíis, pero al menos con Olivia no puedo darle más ''cancha'' jajajaj

    Un saludo.

    ResponderEliminar